Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Operaciones navales.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Ciertamente sería muy complicado sacar de la guerra a Italia a finales de 1917, pero en lo fundamental no importaría mucho la fecha, sino el coste/beneficio, que sería alto tanto en hombres como en material porque no solo habría que aplastar a los italianos sino a los francobritánicos que había tras ellos, y ello no hubiese resultado sencillo ni barato... El bloqueo de Otranto se rompe relativamente, pero no es algo que tenga mayor importancia, solo un submarino fue atrapado en él durante toda la guerra, y la K.u.K. era inferior a la Armada francesa y los refuerzos que pudiesen enviar los británicos, nada cambiaría en el mar. El Ejército de Salónica estaba en Grecia de facto, ya contaba con 700.000 efectivos y no se iba a mover de allí aunque el Gobierno griego se replantease su postura... En resumen se habrían gastado stosstruppen y material muy necesario para a cambio lograr como mucho que algunas Divisiones austrohúngaras, muy inferiores a las alemanas en todos los sentidos, fuesen trasladadas al Frente Occidental, no veo que merezca la pena arriesgar tropas importantes en un frente secundario cuando todo se iba a jugar en Francia y Flandes...

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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por APV »

En Caporetto solo había unas 7 divisiones alemanas y su desgaste fue relativo en comparación con el enorme botín adquirido, la experiencia ganada y obligar a trasladar 11 divisiones de la Entente e importantes recursos Italia.

Una segunda oleada de 10 divisiones hubiera podido empujar el frente más allá de esa zona con enormes efectos políticos.
Y liberar el frente dejaría a Austria con 60 divisiones disponibles para enviar a Macedonia o a Rusia relevando fuerzas alemanas.

Porque romper el frente occidental no dejaba de ser complejo, y lo mejor ahí era estancarlo y negociar.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Caporetto fue uno de los mayores triunfos de la Gran Guerra, pero difícilmente se le hubiese podido sacar mayor partido cuando las tropas alemanas y austrohúngaras avanzaron tanto desde su punto de partida que la logística se estiró al máximo, enviar diez Divisiones alemanas más al Piave seguramente solo hubiese complicado aún más la misma... Para sacar a Italia de la guerra, que pese al desastre de Caporetto aún contaba con más de un millón de efectivos a los que sumar los refuerzos franco-británicos, habría que haber realizado en 1918 un esfuerzo muy contundente a costa de las tropas que defendían el Frente Occidental, y sin seguridad de obtener una victoria decisiva... Es sencillo escribir a toro pasado, pero sigo pensando que la mejor opción para Alemania era mantenerse a la defensiva en todos los frentes en espera de las grandes ofensivas aliadas en el Occidental, y a raíz de cómo de efectiva resultase la defensa, negociar con mayor o menor fuerza, pero siempre en mejores condiciones que tras las desastrosas Ofensivas de Primavera.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Todo el fantasioso andamiaje existente en la mente de Ludendorff se empezó a venir abajo un mes más tarde de la reunión en el Cuartel General de Spa; cuando el Emperador Karl regresó a Viena se olvidó de las Divisiones prometidas y el 10 de Septiembre volvió a su intención original y dirigió una oferta de paz a los Estados Unidos, pero no sirvió de nada, el Secretario de Estado Lansing rechazó de inmediato la nota. El 20 de Septiembre los socialdemócratas en el Reichstag exigieron que el Canciller von Hertling solicitase un armisticio inmediato sobre la base de ninguna anexión territorial y la democratización completa del sistema político alemán. El 27 del mismo mes Bulgaria abogó por un armisticio, ofreciendo desmovilizar su Ejército y devolver todo el territorio conquistado. Mientras tanto en Spa, en la tarde del 28 de Septiembre, Ludendorff se vino abajo. Temblando, comenzó a imprecar contra el Kaiser, el Gobierno y los políticos del Reichstag, hasta el punto de que su personal tuvo que cerrar la puerta de su cuarto para silenciar sus lamentaciones hasta que gradualmente se calmó. A las seis de la tarde, todavía pálido, Ludendorff descendió a la suite de Hindenburg para explicar sus razones para exigir un armisticio inmediato; creía que en el Oeste Alemania tendría que aceptar los Catorce Puntos de Wilson, pero que en el Este aún se podría mantener el inmenso botín obtenido en el Tratado de Brest-Litovsk con los bolcheviques. Al día siguiente, el Kaiser, el Canciller von Hertling y el Ministro de Asuntos Exteriores Paul von Hintze llegaron a Spa. Ludendorff anunció bruscamente que debía alcanzarse un armisticio "de inmediato, lo antes posible", lo mejor sería organizarlo dentro de las siguientes veinticuatro horas. El Kaiser, Hertling y Hintze estaban estupefactos, la única forma de terminar la lucha tan rápido sería rendirse. Guillermo II acordó que Wilson debería ser abordado acerca de un armisticio, y como Hertling estaba enfermo y gastado debido a su avanzada edad, el 1 de Octubre el Kaiser le pidió a su primo el Príncipe Maximilian, heredero del Gran Ducado de Baden, que se convirtiera en Canciller y negociara un armisticio inmediato. Max aceptó, pero dijo que las negociaciones llevarían tiempo; rogó "diez, ocho o incluso cuatro días antes de que tenga que apelar al enemigo". Ludendorff respondió diciendo: "Quiero salvar a mi Ejército", y bombardeó al Príncipe Max con telegramas, seis en un solo día, e intento apresurar al Kaiser. "No soy un mago", respondió Guillermo II con irritación, “deberías haberme dicho eso hace catorce días". El 4 de Octubre el Rey Fernando de Bulgaria abdicó y huyó a Viena, al día siguiente el Príncipe Max envió una nota a Wilson a través de Suiza, aceptando los Catorce Puntos del Presidente como base para las negociaciones de paz. Lansing respondió en nombre de Wilson el 8 de Octubre, exigiendo la pronta evacuación alemana de todo el territorio ocupado en Francia y Bélgica como garantía de buena fe, y el Gobierno alemán se comprometió a ello cuatro días más tarde. Mientras tanto los Ejércitos aliados avanzaban de forma lenta pero constante en todo el frente, el 17 de Octubre la Armada perdía Ostende y dos días más tarde fue evacuado Zeebrugge después de cuatro años de ocupación alemana, teniendo que dinamitar cuatro submarinos y cinco destructores que no estaban listos para navegar. En cuatro años de guerra los alemanes habían derrotado a rusos y rumanos y habían mantenido a raya a los Ejércitos combinados de Francia y el Imperio británico, pero ahora se enfrentaron a un enemigo nuevo con (para fines prácticos) recursos ilimitados. Esta situación insostenible fue el resultado directo del colosal error de juicio de los líderes militares y navales de Alemania al autorizar la guerra submarina sin restricciones; el Ejército estadounidense llegó a Francia, no solo a pesar de los submarinos, sino debido a ellos. Como señala David Zabecki, el principal historiador de las Ofensivas de Primavera: "En mi análisis final sobre Ludendorff tengo que concluir que, en muchos sentidos, fue un reflejo del Ejército alemán en su conjunto en la primera mitad del siglo XX: dotados tácticamente, operacionalmente defectuosos y estratégicamente una ruina".

La continuación de la guerra en el mar amenazó con alterar el impulso hacia la paz, el 4 de Octubre el buque de pasajeros Hirano Maru fue torpedeado frente a las costas de Irlanda con la pérdida de 292 vidas, el 10 de Octubre un submarino torpedeó el vapor irlandés Leinster; de las 720 personas a bordo, 176 se ahogaron, incluyendo mujeres y niños. El 14 de Octubre Wilson exigió el fin de la campaña submarina y anunció que ni Estados Unidos ni sus aliados "consentirán en considerar un armisticio mientras las fuerzas armadas de Alemania continúen con sus prácticas ilegales e inhumanas. En el mismo momento en que el Gobierno alemán se acerca a los Estados Unidos con propuestas de paz, sus submarinos se dedican a hundir barcos de pasajeros". Balfour fue más conciso: "Brutos que eran y brutos que permanecen".

El mando de la Armada alemana estaba ahora en manos nuevas, el 11 de Agosto el Almirante von Holtzendorff, que padecía una enfermedad cardíaca grave, fue reemplazado como Jefe del Estado Mayor Naval por Scheer, quien a su vez entregó la Flota de Alta Mar a Von Hipper. Scheer rápidamente trasladó la sede del personal naval desde Berlín a Spa, de este modo podría coordinar la política más estrechamente con Ludendorff, a quien admiraba. Desafiando la realidad de que la guerra casi había terminado, Scheer se negó a renunciar a la campaña irrestricta de submarinos e inmediatamente exigió un absurdo programa de choque para construir 450 nuevos sumergibles a razón de treinta y seis por mes. Cuando Wilson insistió en la terminación de la campaña submarina sin restricciones, Scheer y Ludendorff se unieron en una feroz oposición: "La Armada no necesita un armisticio", declaró Scheer el 16 de Octubre, mientras que Ludendorff dijo al día siguiente: "Permitirnos ser privados de nuestro arma submarina equivaldría a la capitulación". Pero ambos perdieron esta batalla cuando el Príncipe Max, al amenazar con renunciar, obtuvo una orden del Kaiser y, el 20 de Octubre, Alemania renunció a la campaña submarina contra el tráfico mercante. Más tarde Ludendorff se quejó de que “esta concesión a Wilson fue el golpe más fuerte para el Ejército y especialmente para la Armada, el Gobierno había arrojado la toalla”, palabras cuanto menos curiosas en boca de alguien que exigía a gritos un armisticio, y en un momento en el cual la campaña submarina no tenía ninguna relevancia en el conjunto de la guerra. El 21 de Octubre Scheer puso todos los U-Boat a disposición del Comandante de la Hochseeflotte para actuar contra los buques de guerra aliados; después de veintiún meses, la campaña submarina irrestricta había concluido.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

El 17 de Octubre, durante una conferencia en Berlín, Ludendorff de repente negó haber exigido un armisticio en veinticuatro horas y ahora declaró que Alemania poseía la fuerza suficiente para seguir luchando, bien porque había perdido completamente la cabeza o posiblemente pensando en culpar a otros del inevitable desastre, del que él era uno de los principales responsables. El 23 de Octubre Wilson agregó una nueva condición para la paz, la renuncia del Kaiser: “Si el Gobierno de los Estados Unidos debe tratar con los mandos militares y los autócratas monárquicos de Alemania debe exigir, no negociaciones de paz, sino la rendición". Al ser informado Guillermo II y su esposa Dona, cayeron en la histeria. "El hipócrita de Wilson finalmente se quitó la máscara", dijo el Kaiser, "el objetivo de esto es derribar mi Casa, dejar a un lado la monarquía". La Emperatriz se enfureció ante "la audacia del advenedizo al otro lado del mar, que se atreve a humillar una casa principesca que puede recordar siglos de servicio a su pueblo y su país". Ludendorff se rebeló contra las condiciones militares de Wilson, diciendo que iban mucho más allá del simple armisticio en el campo de batalla que estaba buscando, y el 24 de Octubre, desafiando la autoridad del Canciller, emitió una proclamación al Ejército refrendada por Hindenburg. Las propuestas de Wilson, declaró, son "una demanda de rendición incondicional y, por lo tanto, son inaceptables para nosotros como soldados". El Príncipe Max de Baden, enfurecido por esta insubordinación, nuevamente le dio al Kaiser una opción: o Ludendorff o él mismo. El 26 de Octubre, Guillermo II convocó a Hindenburg y Ludendorff en el castillo de Bellevue de Berlín. Hablando primero con Ludendorff, el Káiser reprendió al General por refrendar un anuncio al Ejército que estaba en conflicto directo con la política del Canciller y el Gobierno; Ludendorff inmediatamente ofreció su renuncia, que fue aceptada sin reparos; chocando los talones, el General que había dominado Alemania durante veintiséis meses, partió. Posteriormente Hindenburg ofreció su propia renuncia, pero se le dijo perentoriamente: "Quédate". Después de este suceso el pueril Guillermo II se mostró feliz: “Los gemelos siameses", declaró, “ahora están separados”.

El 27 de Octubre Alemania aceptó todas las condiciones de Wilson, dos días más tarde el Imperio austrohúngaro acordó un armisticio con Italia, y el 2 de Noviembre, con el resto de potencias aliadas. El 31 de Octubre el Imperio otomano también acordó un armisticio, poco después de que lo hubiese hecho Bulgaria; el Imperio alemán había perdido a todos sus aliados.

Durante la agonía de Alemania, dos grupos de la Armada, primero los Almirantes, luego los marineros, tomaron el asunto en sus propias manos. La Hochseeflotte seguía siendo una fuerza poderosa, de modo que Scheer y el personal naval decidieron usar los buques de superficie en una última acción ofensiva, una variación audaz de los anteriores intentos fallidos de atraer a una porción de la Grand Fleet. La diferencia esta vez era que los alemanes tenían la intención de disputar una batalla, independientemente de si los submarinos habían logrado reducir la superioridad numérica de la flota enemiga o no. Además, para los Almirantes no resultaba lo más importante si la Flota de Alta Mar ganaba o perdía, solo les interesaba que infligiera un gran daño en la Grand Fleet. Von Hipper estuvo de acuerdo con Scheer en que "una batalla honorable por parte de la flota, incluso si se tratara de una lucha a muerte, sembrará la semilla de una nueva Armada alemana en el futuro". Además de preservar el honor, una batalla que infligiese graves daños en la Grand Fleet también podría influir en las negociaciones de paz a favor de Alemania, aunque resulta probable que en la mente de Scheer la operación lograse torpedearlas y de este modo continuar la guerra.

La operación se puso en marcha el 22 de Octubre cuando el Capitán Magnus von Levetzow, del Departamento de Operaciones del Personal Naval, llegó a Wilhelmshaven y le dio la orden de Scheer a Hipper: "La Flota de Alta Mar zarpará para atacar la flota inglesa lo antes posible". Nada se puso por escrito ni se radió, por dos razones: primero, Scheer deseaba mantener el plan en secreto de los británicos; segundo, sabiendo el impacto que tendría la operación en las negociaciones de armisticio, deseaba ocultarlo también al Gobierno alemán en Berlín, ni el Kaiser ni el Canciller fueron informados. Scheer explicó más tarde que ya le había mencionado a Guillermo II que abandonar la guerra submarina significaba que la flota de superficie volvería a tener "total libertad de acción", y como el Kaiser no había reaccionado, Scheer entendió su silencio como una aprobación tácita.

Hipper emitió sus órdenes tácticas el 24 de Octubre, toda la Flota de Alta Mar saldría de Heligoland Bight por la noche y avanzaría hasta el extremo de sus campos de minas; cinco cruceros de batalla, dieciocho acorazados, doce cruceros ligeros y setenta y dos destructores. El propósito de la operación era atraer a la Grand Fleet sobre campos de minas recién colocados y seis líneas de submarinos en su probable ruta hacia el sur del Mar del Norte, donde la Hochseeflotte esperaría para enfrentarse a su contraparte, a última hora de la tarde, con la luz favorable y cerca de los campos de minas propios. Con el fin de crear un señuelo para el agresivo Beatty, cruceros ligeros y destructores realizarían dos incursiones, a lo largo de la costa belga y hacia el estuario del Támesis; luego se retirarían a la costa holandesa, donde se concentraría toda la Flota de Alta Mar. Si por casualidad ambas flotas de batalla no se encontraban, todos los destructores alemanes tenían órdenes de buscar a los británicos durante la noche y lanzar sus torpedos en andanadas, no menos de tres por cada destructor a un tiempo. La operación, a pesar de su apariencia de Götterdämmerung, estaba bien planificada y tenía posibilidades de éxito, al menos para salvaguardar el honor de la Armada, o como esperaba Scheer: "Un éxito táctico podría revertir la posición militar y evitar la rendición", aunque esto último no dejaba de ser una nueva quimera, tanto por la abrumadora superioridad numérica de la Armada aliada como por la desesperada situación militar de Alemania. Así lo entendieron buena parte de los marineros, que pronto tomarían las riendas de la flota.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por APV »

O sería un desastre como ya comenté en otro hilo, los británicos estaban aparejando para zarpar y en tierra la Entente preparaba la ofensiva de ruptura final que cortaría la retirada al ejército alemán en Bélgica.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Tenemos un antiguo hilo sobre el Plan de salida de Hochseeflotte: https://www.elgrancapitan.org/foro/view ... 01&t=20941 Muy mal se tenían que dar las cosas para que se convirtiese en un desastre, dado que hubiese sido difícl que la Grand Fleet pasara inadvertida tanto para los submarinos como para los dirigibles, y en cualquier caso se iba a combatir cerca de los campos minados propios... Pero daba lo mismo el resultado, en ningún caso lo alemanes podían lograr una victoria aplastante que hubiese revertido el dominio del mar, la idea era salvar el honor y si de paso se podían hundir algunos dreadnoughts británicos y torpedear el armisticio, tanto mejor... Mejor obviamente para Scheer y aquellos otros incapaces de aceptar la derrota, para el Imperio alemán hubiese supuesto la invasión de su propio territorio a poco que la guerra se alargase.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

El 27 de Octubre Scheer aprobó el plan de Hipper y la operación se programó para ser ejecutada tres días más tarde. Veintidós submarinos tomaron posiciones a lo largo de la probable línea de avance de la Grand Fleet desde Escocia, mientras los buques de superficie de la Flota de Alta Mar se reunían en Schillig durante la tarde del 29 de Octubre, con la salida programada para el amanecer del día siguiente. Sin embargo los Oficiales no habían tenido en cuenta el cansancio de la guerra y el derrotismo de las tripulaciones alemanas, los rumores sobre la operación inminente y las palabras "misión suicida" se difundieron de boca en boca y de barco en barco. El 27 de Octubre, cuando se ordenó a los cruceros ligeros del 4º Grupo de Reconocimiento cargar minas en Cuxhaven, cuarenta y cinco fogoneros del SMS Strassbourg se escondieron en el astillero y tuvieron que ser detenidos y devueltos a su barco. Cuando los cruceros de batalla atravesaron las esclusas de Wilhelmshaven, 300 hombres de los SMS Derfflinger y Von der Tann saltaron a tierra y desaparecieron, ¿quién quiere morir combatiendo en una guerra que ya estaba perdida?

La reunión de todos los buques en Wilhelmshaven fortaleció el falso rumor de que la flota estaba a punto de zarpar para buscar un glorioso fin frente a las costas de Inglaterra. A diferencia de los Almirantes y Oficiales los marineros no tenían intención de ser sacrificados por el honor, y además consideraban la operación como un intento deliberado de sabotear las negociaciones de paz, y probablemente en este punto no estaban muy equivocados. Cuando un marinero de SMS Markgraf saltó sobre una torre y pidió tres hurras por el Presidente Wilson, una cubierta llena de hombres rugió de aprobación. La insubordinación también brotó en los acorazados SMS König, Kronprinz Wilhelm, Kaiserin, Thüringen y Helgoland , en todos estos barcos los marineros declararon que no tenían interés en "una muerte honorable por la gloria de la flota"; querían rendirse, ser licenciados y regresar a sus casas.

Alrededor de las 19:00 horas del 29 de Octubre Von Hipper convocó a sus Almirantes y Capitanes a bordo de su buque insignia, el SMS Baden, para una reunión informativa final, pero la conferencia se retrasó porque en el SMS Thüringen la tripulación causó problemas para dejar desembarcar a su Comandante. Al principio Hipper intentó ignorar las noticias de estos disturbios, pero a las 22:00 horas cambió de opinión y decidió que la flota no estaba lista para navegar. A la mañana siguiente, cuando las tripulaciones de los destructores se enteraron de los disturbios en los acorazados, pidieron continuar solos con la operación planificada y Hipper consideró esta posibilidad, pero cuando fue informado de que los actos de desobediencia se habían extendido a los SMS Friedrich der Grosse y König Albert y que los disturbios en los SMS Thüringen y Helgoland se habían convertido en motines a gran escala, decidió que no tenía más remedio que cancelar toda la operación. Para evitar la expansión del motín, ordenó dispersar a los Escuadrones de acorazados en Kiel, Cuxhaven y Wilhelmshaven, lo que no resultó buena idea porque propagó la insurrección, a finales de la primera semana de Noviembre el motín se había convertido en una revolución, que se extendió por los grandes puertos comerciales de Hamburgo y Bremen, más tarde por ciudades del interior como Colonia, Hannover, Frankfurt, Dresden, Munich y, finalmente, Berlín. Más tarde estos acontecimientos sirvieron de pretexto a altos mandos militares para crear el mito de “la puñalada por la espalda”, según el cual el Ejército nunca hubiese sido vencido de no haber sido traicionado por las revueltas en la retaguardia, una falsedad obvia, la revolución fue consecuencia de la derrota y no al contrario, pero el mito perviviría durante los siguientes lustros para desgracia de Alemania, pues fue una de las fuentes de las que se nutrió el nazismo.

En la mañana del 8 de Noviembre el Mariscal Foch, en representación de todos los Ejércitos aliados, y el Primer Lord del Mar, el Almirante Wemyss, en representación de sus Armadas, esperaron en un tren estacionado en el bosque de Compiègne la llegada de la delegación de Alemania, y Foch aseguró a Wemyss que si los alemanes se negaban a aceptar los términos del armisticio aliado, él podría forzar la capitulación de todo el Ejército alemán dentro de tres semanas. A las 7:00 horas, el tren que transportaba a los delegados alemanes, dirigido por el líder del Reichstag, Matthias Erzberger, llegó al claro del bosque y la reunión comenzó dos horas más tarde. Las demandas navales incluían la desmilitarización de Heligoland, el acceso libre a todas las naciones del Canal de Kiel, la entrega de todos los submarinos y el internamiento de los diez acorazados más modernos de la Kaiserliche Marine, seis cruceros de batalla, ocho cruceros ligeros y los cincuenta destructores más recientes; el incumplimiento de cualquiera de estos términos permitiría a los Aliados reanudar la guerra en las siguientes cuarenta y ocho horas. El representante naval alemán, Capitán Vanselow, protestó porque el internamiento de la Hochseeflotte no podía ser aceptado dado que nunca había sido vencida, pero Wemyss respondió que si eso era lo que se necesitaba, la flota alemana solo tenía que salir de sus puertos, tras lo que se levantó la sesión para que la delegación alemana pudiera comunicar estos términos a Berlín.

El 9 de Noviembre el Almirante Scheer informó al Kaiser que ya no podía confiar en la armada. "Mi querido Almirante", respondió Guillermo II, "ya no tengo una Armada". De hecho estaba perdiendo mucho más que eso, antes del final de ese día, el Kaiser había abdicado, tanto como Emperador alemán como Rey de Prusia, y el nacimiento de la República alemana había sido proclamado desde un balcón del Reichstag.
La delegación alemana regresó a Compiègne el domingo 10 de Noviembre y fue recibida a medianoche. A las 5:10 de la mañana del 11 de noviembre, el día 1.586 de la Gran Guerra, los cansados delegados finalmente firmaron el documento que ponía fin a las hostilidades ese día a las 11 de la mañana. Antes de firmar, Erzberger miró a Foch y dijo: "El pueblo alemán, que se mantuvo firme contra un mundo de enemigos durante cincuenta meses, preservará su libertad y unidad sin importar cuán grande sea la presión externa. Un pueblo de setenta millones puede sufrir, pero no puede morir", a lo que el Mariscal se limitó a responder "très bien".

El armisticio equivalía a una rendición, los mejores buques de la Armada serían internados, el Ejército tuvo que entregar buena parte de sus aviones, cañones y ametralladoras, la orilla derecha del Rhin fue ocupada por los Ejércitos aliados para evitar que el gran río pudiese convertirse en una futura línea defensiva, Alemania no tenía ninguna posibilidad de reanudar la guerra y solo le quedaba aceptar los términos de paz que le fuesen impuestos, pero aún así se mantuvo el bloqueo total, incluido el de alimentos, en una acción criminal. No existen estadísticas sobre los muertos en Alemania debido a la hambruna, pero los estudiosos piensan que rondan desde unas 400.000 hasta más de 750.000 personas, buena parte de ellas entre la firma del Armisticio y finales de Marzo de 1919, cuando se llegó a un acuerdo para que mercantes alemanes pudiesen trasladar alimentos a su patria desde Estados Unidos.

Como hemos podido leer a lo largo de estas páginas, el bloqueo británico de Alemania tuvo importantes efectos tanto en la industria como en la población germana, creando desabastecimientos de todo tipo que socavaron su moral, pero paradójicamente no fue el bloqueo lo que derrotó definitivamente al Imperio alemán, sino la respuesta al mismo, fundamentalmente la segunda campaña submarina irrestricta que conllevó la entrada en guerra de Estados Unidos; fueron los altos mandos de la Armada y del Ejército, con sus nefastas decisiones estratégicas, los máximos responsables de la derrota alemana en la Gran Guerra.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Schweijk »

Un trabajo brillante (y van...). Muchas gracias, Lutzow.
"No sé lo que hay que hacer, esto no es una guerra".

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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Gracias a ti por leerlo Schweijk, me alegra que te haya gustado... :D

Cuando disponga de tiempo subiré la bibliografía...

Saludos.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por pepero »

¿Esta relacionado el tema de Lenin con esas deserciones masivas en la marina alemana? Si así es el tiro les salio por la culata.

Saludos.
Pepe
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Sí y no... Las teorías de Marx eran bien conocidas en Alemania y tenían sus seguidores, de hecho los espartaquistas se escindieron del SPD cuando este último decidió apoyar la guerra en 1914, pero eran una pequeña minoría... Tras el triunfo de la Revolución bolchevique lograron mayor notoriedad. el cansancio de la guerra, las privaciones debidas al bloqueo y el contacto de los soldados destinados al Frente Oriental con los revolucionarios rusos enturbiaron las aguas, de hecho algunos autores indican que hasta un diez por ciento de las tropas destinadas al Frente Occidental para las Ofensivas de Primavera, desertaron por el camino (estudios sobre el número de desertores alemanes que lograron alcanzar Suiza, Holanda, Noruega o Suecia los cifran en cerca de 100.000). Es difícil asegurarlo pero pienso que los marineros se hubiesen amotinado de todos modos hubiese triunfado o no la Revolución de Noviembre, en su mayor parte no es que buscasen crear soviets en Alemania, sencillamente estaban hartos de la guerra y no deseaban jugarse en pellejo en una salida que ellos consideraban suicida, si se les hubiese licenciado sin más probablemente no hubiesen armado tanto jaleo... En cualquier caso, a esas alturas y en lo referente a la guerra, la salida no tenía mayor sentido, pues aunque hubiese logrado un notable éxito táctico, ya hacía tiempo que estaba todo el pescado vendido...

Saludos.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por pepero »

Pues si el personal de marinería estaba cansado de la guerra no te digo el ejercito del frente occidental. Desde luego la salida de la flota en ese momento no tenia ningún sentido.

Saludos.
Pepe
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por APV »

Los mandos navales alemanes parece que no tenían tomado la temperatura a las tripulaciones de las unidades mayores, posiblemente por la falta de oficiales intermedios cualificados y porque no se hizo una labor propagandística y de motivación previa para no levantar la liebre en Berlín. Todo ello demuestra una inconsciencia del Almirantazgo.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por pepero »

Tal vez, muchos mandos intermedios de la flota terminaron en nutrir las tripulaciones de los submarinos y los nuevos relevos no dieron la talla. Se ha comentado en este tema, y en otros, la separación existente entre los altos mandos y la marinería.

Saludos.
Pepe
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Sin duda el trasvase de Oficiales y Suboficiales a los submarinos tuvo mucha influencia entre la desconexión entre los altos mandos y la marinería... Lo más gracioso de todo este asunto es que en las memorias del Príncipe Max de Baden este escribe que, de haber sido consultado sobre la operación, probablemente hubiese dado su consentimiento, por lo tanto la ocultación de Scheer (que justifica por motivos de seguridad) fue como pegarse un tiro en el pie... En cualquier caso la salida no tenía ningún sentido, aunque hubiese salido todo a pedir de boca, se hundiesen media docena de dreadnoughts británicos y se sufriesen pocas bajas, la guerra hubiese acabado igualmente en dos semanas y los buques alemanes internados; ahora bien, con mucho honor...

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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por APV »

Si pero ya roza la ceguera de los mandos navales no tener en cuenta el factor humano tras los motines de los austro-húngaros en Cattaro, de los alemanes del SMS Prinzregent Luitpold en 1917 o de la flota rusa del Báltico.

En cuanto al honor, la cosa podía ser peor, la Entente desencadena su ofensiva y rompe el debilitado frente de Lorena, los ejércitos alemanes en Bélgica quedan atrapados con una sola salida hacia el Reich y finalmente se produce un cerco y rendición que ni el de Sedán.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Es que la ceguera de Ludendorff o Scheer, como cabezas visibles de quienes querían resistir a toda costa, nos lleva a dudar de su salud mental, estaban completamente alejados de la realidad... Ya he narrado como Foch se jactaba de poder poner fin a la guerra en tres semanas, yo no tengo tan claro un avance con la suficiente rapidez como para copar al grueso del Ejército alemán antes de poder cruzar el Rhin, pero es que también daba lo mismo, con suerte consiguen una pequeña tregua durante el invierno y durante la primavera de 1919 se cae todo, por eso me llama la atención que Max Baden escriba que probablemente hubiese aprobado la operación, porque ¿qué ganaba Alemania con ello? Una derrota honorable o una victoria como mucho parcial que, a las malas, enfada tanto a los británicos como para romper las negociaciones del Armisticio...

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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por APV »

El problema de los ejércitos alemanes es retirarse con pocas rutas ferroviarias y de carretera para que toda su ala derecha evacue combatiendo Bélgica, el embotellamiento en Lieja sería enorme. El Príncipe Max de Baden también era muy iluso.

Foch exageraba pero en la práctica los alemanes no tenían nada para taponar la brecha y aunque los grupos de ejército de von Gallwitz y del Gran Duque de Wurtemberg podían en parte replegarse hacia el Rin en línea recta (aunque el primero sufriría el ataque), el resto no. Simplemente sería un avance todo lo rápido que el terreno y las comunicaciones les permitiera a la Entente.

La flota tenía que haber actuado más en 1916 o 1917 en el Mar del Norte o en el Báltico y no cuando se cerraba la tienda.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Lo veo complicado a poco que los alemanes ofrecieran un mínimo de resistencia y destrozaran la vías férreas tras su retirada, los avances entre Agosto y Octubre, aunque constantes, no es que fuesen precisamente una blitzkrieg... Pero estamos de acuerdo en que daba lo mismo y que la guerra se alargaría a lo sumo unos pocos meses más, la retirada hasta el Rhin como última baza de negociación se tendría que haber planificado al principio del verano, incluso mejor tras el fracaso relativo de Michael; acortar líneas y encomendarse a Wilson...

El problema con la flota es que no se podía arriesgar alegremente porque aseguraba el dominio del Báltico y con ello el bloqueo a Rusia, además del mineral de hierro sueco. Cuando Rusia estaba en las últimas la Operación Albión estuvo bien planificada y llevada a cabo, el Mar del Norte era otra cosa, en todo caso se podría haber intentado un plan como el elaborado por Hipper coincidiendo con las Ofensivas de Primavera, pero como admite Scheer, el problema era de nuevo que el trasvase de hombres cualificados a los submarinos había restado eficacia a los buques de superficie...

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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Lo prometido es deuda, cierro este hilo con una pequeña biografía de algunos de los personajes que han transitado por el mismo, unas pocas líneas sobre cada uno en plan "qué fue de...", pasadas por el tamiz de mi propia impresión sobre los mismos tras haber recorrido junto a ellos cuatro años de guerra, todo muy subjetivo porque tras empaparse de los acontecimientos narrados uno siente empatía por algunos, indiferencia por otros e incluso ojeriza hacia unos cuantos...

Guillermo II

Según Confucio, aprender sin pensar es inútil, y pensar sin aprender, peligroso, y esto es lo que parece deducirse de la actuación de Guillermo II durante la Gran Guerra, muy dado a pronunciar frases aparentemente ingeniosas (“los acorazados no tienen ruedas”, desdeñando la entrada en guerra del Imperio británico, que por otra parte temía) pero incapaz de mantener un criterio propio ante las presiones de militares, políticos o la opinión pública. En el texto anterior hemos visto como cambia de opinión en distintas ocasiones, primero manteniéndose firme y apoyando al Canciller ante la petición del Alto Mando Naval de iniciar una campaña submarina irrestricta, posteriormente firmando la autorización en un momento de euforia, para arrepentirse poco más tarde, y finalmente ponerse en manos de la dupla Ludendorff/Hindenburg dejando caer a Bethmann-Hollweg y con él la última esperanza del Imperio alemán. Dejándose engatusar por unos y otros, pasa de reconocer que “esta guerra no terminará con una victoria completa” a “si los británicos vienen a pedir la paz tendrán que arrodillarse ante el estandarte imperial” o “esta será una victoria de la monarquía sobre la democracia”, demostrando de paso su talante cuasi dictatorial y escasa capacidad para comprender los cambios que se estaban produciendo en la sociedad alemana. Su infantilismo queda patente cuando, tras conocer la petición de Wilson sobre el desmantelamiento de la Monarquía y con el Imperio desmoronándose, aún muestra alegría por haber despedido a Ludendorff y de este modo separarle de Hindenburg, encerrado en su micromundo aparentemente sin comprender los vertiginosos sucesos que acontecen a finales de Octubre y principios de Noviembre de 1918.

Tras exiliarse en Holanda no andaría falto de efectivo, porque compró una gran casa de campo conocida como Huis Doorn, y a falta de algo mejor que hacer, escribió unas memorias tituladas “The Kaiser's Memoirs, Wilhelm II, Emperor of Germany, 1888-1918”, un tostón de 350 páginas donde, como en cualquier memoria que se precie de serlo, no reconoce el más mínimo error por su parte. Dedica la mayor parte de las mismas a asuntos políticos y escaso espacio para la Gran Guerra, donde defiende sin fundamento alguno que el Imperio alemán siempre buscó mantener la paz y que fue un complot ruso-franco-británico quien la inició; que Alemania no fue la única culpable no es debatible, que no tiene responsabilidad alguna, indefendible. Para explicar la derrota el bueno de Guillermo II no duda en hacer propio el mito de “la puñalada por la espalda”, su abdicación en que buscaba con la misma mejores condiciones de paz para Alemania, y la renuncia a entregarse ante un tribunal como pedían los miembros de la Entente, a que este no sería imparcial, y en esto seguramente no se equivocaba, pero no resulta creíble su disposición a “entregarse por el bien de la patria si fuese necesario”.

Imagen
Guillermo II, con barba y sin su característico bigote elevado en Huis Doorn.

Convertido en una figura irrelevante, contempló desde la distancia los acontecimientos que se vivían en Alemania, pensando ingenuamente que el ascenso del nazismo podría traer una restauración de la monarquía. Continuando con la escasa coherencia que mostró durante su reinado, por una parte se mostraba profundamente antisemita (olvidando los 12.000 judíos alemanes que murieron combatiendo en la Gran Guerra) y al tiempo se mostró muy disgustado al ser informado de lo acaecido durante la “Noche de los cristales rotos”, llegando a expresar que por primera vez se sentía avergonzado de ser alemán. Ello no evitó que tras estallar la Segunda Guerra Mundial y tras la rápida caída de Polonia escribiese a Hitler que contaba con el apoyo leal de la Casa de Hohenzollern, y se entusiasmó tras la caída de Francia, Bélgica y el propio país que le ofrecía asilo, escribiendo de nuevo telegramas como "Mi Fuhrer, le felicito y espero que bajo su maravilloso liderazgo la Monarquía Alemana sea restaurada por completo" o "Felicitaciones, consiguió la victoria usando mis tropas"; posiblemente chocheaba, así lo debió entender Hitler que exclamó: “¡Qué idiota!”. Finalmente murió el 4 de Junio de 1941 en su residencia de Huis Doorn de una embolia pulmonar, a los 82 años. No quiso ser enterrado en Alemania hasta que la monarquía fuese restaurada y se respectó su deseo, no así el que en su funeral, estrictamente militar y al que acudió con su uniforme de húsar Von Mackensen, no se mostrasen esvásticas.

Imagen
Tumba de Guillermo II.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Antigono Monoftalmos »

El entrañable Willy, todo un personaje...aunque no es el único fantasmón anacrónico que protagonizó la Gran Guerra :-
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

No lo es, hay otro al que tengo especial inquina, a ver si esta tarde puedo escribir unas líneas sobre él... De las memorias de Willy olvidé mencionar la parte donde se queja de Versalles e intenta refutar a quienes, ya en esa época, decían que Alemania había salido bien librada en comparación con Rusia en Brest-Litovsk... Pues el hombre escribe que el Tratado con los rusos era duro, pero se debió a que Alemania estaba obligada a ello debido a encontrarse en un estado de guerra, y esto es falso aunque defendible ante una audiencia no informada, pero sin embargo hay que tener mucho rostro para asegurar que su Imperio no hubiese adquirido ningún territorio en el Oeste, cuando uno de los mayores problemas para negociar una paz era que los alemanes no tenían la menor intención de desprenderse de Bélgica, e incluso partes de Francia, y en el "programa Kreuznach" de mediados de 1917 ya se preveía la ocupación de todos los territorios arrebatados a Rusia, de todo lo cual estaba bien informado Guillermo, que miente más que escribe...

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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Erich Ludendorff.

La elección de un desconocido Erich Ludendorff como Jefe de Estado Mayor de Hindenburg a finales de Agosto de 1914, puede resultar un buen ejemplo de lo que se denomina “El efecto mariposa”; por entonces nadie podía prever que esta decisión pudiese resultar trascendental tanto para el desarrollo de la Gran Guerra como de la Historia de Europa en el siglo XX. Ludendorff era un militar capacitado, de los muchos con los que contaba el Imperio alemán al iniciarse el conflicto, que tuvo la fortuna de servir bajo un General como Hindenburg que pronto delegó en él tanto las decisiones tácticas como estratégicas, y también que para cuando ambos llegaron al Frente Oriental el Coronel Hoffman ya había tomado las disposiciones principales para lograr una aplastante victoria en la batalla de Tannenberg, cuya resonancia en Alemania pronto les convertiría en héroes nacionales. Cuando Falkenhayn resultó defenestrado y su cargo como Jefe del Estado Mayor ocupado por Hindenburg, la tormenta perfecta tomó forma y Ludendorff, cuyo cargo era simplemente el de Intendente General, se convirtió de facto en la persona que lideró el Imperio entre mediados de 1916 hasta casi el fin de la guerra, ya hemos leído con qué resultados tras sus presiones para iniciar la campaña submarina irrestricta, su menosprecio hacia Estados Unidos y finalmente sus mal planificadas Ofensivas de Primavera. No hemos de pensar por ello que Ludendorff era un simple patán, demostró habilidad y gran capacidad de trabajo tanto en el Frente Oriental como en sus medidas defensivas en el Occidental, sabía que Alemania no podía permitirse un nuevo Somme y organizó defensas en profundidad que dieron buenos resultados en 1917, tanto en Chemins des Dames contra la Ofensiva de Nivelle como en Passchendaele contra los británicos, donde las líneas resistieron a cambio de sufrir unas bajas inferiores a las de 1916. Uno de los dos grandes problemas de Ludendorff era su incapacidad para no admitir otro resultado de la guerra que no fuese una completa victoria germana, lo que le llevó a doblar la apuesta en cada ocasión, con el resultado final de dejar el país en bancarrota; el otro, no aceptar la menor responsabilidad por sus actos y buscar cualquier excusa para explicar sus fracasos, una actitud compartida por muchos de sus colegas, que tuvo como resultado último no solo que Alemania perdiese la Gran Guerra, además que abonase el terreno para ser derrotada en una segunda, mucho más catastrófica, tanto para el mundo como la propia Alemania.

Aquel que tras pedir desesperadamente un armisticio en un plazo de veinticuatro horas porque el frente se hundía y luego pasó a abogar una defensa sin esperanzas hasta el último hombre, debió haber perdido el coraje que demostró en Lieja al inicio de la guerra, pues al instaurarse la República de Weimar se disfrazó con una barba postiza y unas gafas azules con el fin de huir a Suecia. No está claro si escapaba de la Revolución o si en el fondo era consciente de ser el principal culpable de la derrota alemana y sería juzgado por ello, el caso es que regresó tres meses más tarde cuando las aguas se habían calmado bastante, pero mientras tanto tuvo tiempo de escribir sus memorias, tituladas “My War Memoirs, 1914-1918”, básicamente un compendio de justificaciones inconsistentes de su actuación durante la guerra y un echar balones fuera, culpando a políticos, revolucionarios, judíos y demás de la derrota, siendo uno de los destacados propagandistas del mito de la puñalada por la espalda.

Como Dios los cría y ellos se juntan, después de participar en el Putsch de Kapp en 1920 y tras su fracaso huir de nuevo, en esta ocasión a Baviera, en 1923 conoce a Hitler y rápidamente traban amistad, participando también el Putsch de Múnich, y aunque juzgado, resultó absuelto. Un año más tarde es elegido como diputado nazi en el Reichstag, en 1925 se deja convencer por Hitler para presentarse a las elecciones para Presidente de la República, y es un consuelo saber que de 24 millones de votos emitidos solo obtuvo 280.000. Que Hindenburg fuese el vencedor le hizo distanciarse nuevamente de su antiguo superior nominal, y también se fue alejando de Hitler según crecían sus excentricidades, como crear una sociedad exotérica denominada “Sociedad para el conocimiento de Dios”, pasar a adorar a Wotan, desear una nueva guerra de Alemania contra toda Europa, expresar que la dictadura militar era el la forma de gobierno natural, la guerra “el fundamento de la sociedad” o escupir su veneno sobre judíos o cristianos: "Rechazo el cristianismo porque es judío, porque es internacional y porque, de manera cobarde, predica la paz en la Tierra"; un dechado de virtudes el hombre. Finalmente murió debido a un cáncer de hígado el 20 de Diciembre de 1937, a la edad de 72 años, y su epitafio más adecuado quizá sea el escrito por el analista militar Hans Delbrück: “Bismarck y Moltke (el Viejo) crearon el Imperio, Tirpitz y Ludendorff lo destruyeron”. (Tirpitz no es ni mucho menos tan responsable como Ludendorff, pero quizá solo porque no le dejaron…).

Imagen
Tumba de Ludendorff en Tutzing, Baviera.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Antigono Monoftalmos »

Lutzow escribió: 04 Mar 2020 “Bismarck y Moltke (el Viejo) crearon el Imperio, Tirpitz y Ludendorff lo destruyeron”. (Tirpitz no es ni mucho menos tan responsable como Ludendorff, pero quizá solo porque no le dejaron…).
Bueno, Hindenburg también tuvo su parte de culpa en el hundimiento del imperio alemán :-
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

La tuvo, pero más por excesiva delegación de funciones (o incluso dejadez) que otra cosa...

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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Theobald von Bethmann-Hollweg.

Quienes hayan leído este hilo no se sorprenderán porque exprese mi reconocimiento por la figura del Canciller, un hombre que buscaba lo mejor para su patria sin dejarse influenciar por intereses partidistas, personales o ideológicos, quizá por ello en ocasiones se puede leer que era una persona falta de carácter, acusación pienso que desmontada a poco que estudiemos su actuación en el relato anterior, pues no dudó en enfrentarse a políticas que en su opinión ponían en riesgo el futuro del Imperio alemán; que fuese calificado por los nacionalistas de derecha como un “peligroso liberal”, mientras para socialdemócratas y liberales alemanes era un “ultraconservador poco fiable”, lo entiendo más como un halago hacia una persona que intentaba escuchar y complacer en lo posible todas las tendencias políticas existentes en el país que como una crítica; en realidad Bethmann-Hollweg era por encima de todo un monárquico.

Su actuación durante la crisis de Julio de 1914, que desembocó en la Gran Guerra, sigue siendo muy debatida, en especial la concesión del conocido como “cheque en blanco” al Imperio austrohúngaro. Hay que entender que Bethmann, desde que fue elegido Canciller en 1909, tuvo que lidiar con una posición más complicada que sus antecesores, con la Entente tomando forma y teniendo que sortear crisis como las Guerras de los Balcanes o Marruecos. Su política anterior al estallido del conflicto estuvo enfocada a restablecer lazos con Gran Bretaña, consciente de que Alemania podría vencer en una guerra solo contra Francia y Rusia, pero sus esfuerzos no fructificaron debido a la oposición de parte de las Fuerzas Armadas, y en especial de Von Tirpitz, por limitar la expansión naval. En Julio de 1914 entendió que Alemania no podía abandonar a su único aliado, y que Austria/Hungría tenía derecho a una reparación tras el atentado de Sarajevo, pero en su política de “riesgo calculado”, su intención era un rápido escarmiento de los austrohúngaros a Serbia, limitando el conflicto a los Balcanes, sin buscar nunca una guerra a gran escala. Su apoyo al Imperio Austrohúngaro también se vio influenciado por los militares, si habría de haber guerra (y pocos dudaban que la habría), Moltke le comunicó que mejor ahora que dentro de dos años, cuando los franceses dispondrían de un renovado parque de artillería pesada y los rusos habrían construido más vías férreas hacia Prusia. El estallido de una conflagración general resultó un duro golpe para el Canciller, que años más tarde, en pleno conflicto, respondió a una pregunta al respecto con unas palabras que le honran: “Confieso honestamente que tenemos cierta parte de responsabilidad. Si dijera que este pensamiento me oprime diría muy poco, este pensamiento nunca me abandona, tengo que convivir con él".

Tras el fracaso del Plan Schlieffen fue de los primeros en intuir (junto al propio Moltke el Joven, el principal responsable) que Alemania no podría vencer en la guerra, ya hemos visto sus esfuerzos por alcanzar acuerdos de paz, o al menos, para no sumar más enemigos a los ya existentes. Quizá su mayor error fue alentar la sustitución de Falkenhayn como Jefe del Estado Mayor, ni estaba de acuerdo con el desarrollo de la batalla de Verdún ni con el cambio de actitud del General ante la propuesta de una campaña submarina irrestricta, pero su sustitución por la dupla Hindenburg/Ludendorff dio lugar a que fuese peor el remedio que la enfermedad. Tras tener que ceder finalmente en la conferencia de Pless y la consecuente entrada en guerra de Estados Unidos, su influencia en los asuntos de Estado se vio muy menguada, y el golpe final vino cuando en Julio de 1917 una nueva mayoría en el Reichstag formada por socialdemócratas y centristas votó por amplia mayoría aprobar una resolución de paz sin anexiones y la democratización de Alemania. La resolución en sí no tuvo mayores consecuencias pero para el Estado Mayor era una muestra de que Bethmann no era capaz de manejar el Parlamento, de modo que tanto Hindenburg como Ludendorff aprovecharon la coyuntura para librarse de un personaje al que aborrecían, y lo hicieron poniendo al Kaiser entre la espada y la pared al decirle que si no destituía a Bethmann, ambos dimitirían.

Tras la guerra se retiró a la casa familiar en el pequeño pueblo de Hohenfinow, desde donde se postuló ante los Aliados para ser juzgado en lugar del Kaiser, y escribió sus memorias tituladas "Reflections on the world war" en dos volúmenes; el primero donde trata su gestión como Canciller hasta el estallido del conflicto, que atribuye principalmente al paneslavismo ruso y al posicionamiento de Gran Bretaña; el segundo no he podido leerlo pero al parecer desmonta las teorías conspiratorias de los más acérrimos nacionalistas y los motivos de la derrota. En realidad se lo podría haber ahorrado, le hubiese bastado con escribir: ¡Os lo advertí!

Tras coger un fuerte resfriado en Diciembre de 1920, este degeneró en neumonía y falleció el 1 de Enero de 1921, a la edad de 64 años.

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Tumba de Theobald von Bethmann-Hollweg en Hohenfinow, Brandenburg.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Alfred von Tirpitz.

Este caballero se merece todos mis agradecimientos como creador de la moderna Kaiserliche Marine, de no ser por él no sé a qué campo hubiese dedicado tantos años de estudios, igual hubiese perdido mi vida interesándome por artefactos voladores sin mayor relevancia… :) Bueno, le habíamos perdido de vista cuando dimitió como Ministro de Marina en Marzo de 1916, pero ello no significa que se estuviese quieto tras ello, de hecho en 1917 fue uno de los fundadores del denominado Partido de la Patria, surgido en oposición a la resolución del Reichstag de una paz sin anexiones, extremadamente nacionalista, con pinceladas supremacistas arias y antisemita. Cuando se vislumbraba el final de la guerra se adhirió al bando de la resistencia a ultranza, escribiendo varias cartas a personalidades como el Príncipe Heredero o el Canciller Max de Baden para defender su postura, según la cual aún se podría resistir hasta la primavera de 1919, fantaseando con que tal actitud hubiese supuesto una paz más beneficiosa.

Tras la guerra, por eso de no perder las tradiciones, se dedica a escribir sus memorias; no se rompe mucho la cabeza con el título (“My memoirs”), pero resulta una obra entretenida, sobre todo en su primera parte, cuando explica el nacimiento y desarrollo de la Kaiserliche Marine y defiende la necesidad de su existencia. La segunda es otro cantar, estoy de acuerdo con él en algunos temas, como que la Hochseeflotte debió presentar batalla en 1914, pero buena parte de la obra la dedica a escupir su bilis contra Bethmann-Hollweg, a quien por poco no acusa de agente británico infiltrado, cargándole con la culpa de todos lo errores, incluso de las decisiones del Kaiser, al parecer un pelele en manos del Canciller y del Almirante von Muller. Se saca de la manga que, de no ser por la política de Bethmann, se habría podido alcanzar una paz por separado con Rusia, incluso imagina posibles textos de las notas de intercambio que habrían llevado a que el Zar reconsiderase su postura, hecho que sabemos nunca hubiese ocurrido. Hace una buena valoración y resumen de la guerra en el mar, pero pierde completamente los papeles cuando se trata de la campaña submarina, insistiendo en que de haberse llevado a cabo en 1916 Alemania hubiese ganado la guerra pese a que entonces disponía de poco más que cincuenta submarinos, basándose en el tonelaje hundido por cada uno de ellos y comparándolo con el obtenido en 1917, incluso tiene respuesta a quienes argumentan que entonces el número de U-boats era demasiado pequeño para estrangular a Gran Bretaña, indicando que Alemania pronto dispondría de nada menos que 205 sumergibles, en una especie de ingeniería financiera donde suma los existentes, las unidades en construcción e incluso las previstas sine die. Asegura que se hubiesen podido hundir hasta un millón de toneladas al mes, cuando los datos de Abril de 1917, el mejor mes de la campaña submarina, con casi 120 submarinos disponibles, se quedó en 870.000 toneladas; pero argumenta que para entonces los británicos estaban mejor preparados (ya sabemos que no), al tiempo que no dice una palabra sobre el sistema de convoyes, que probablemente se hubiese adoptado con antelación, y desdeña la entrada en guerra de Estados Unidos, por una parte debido a las elecciones presidenciales y por otra porque aunque se hubiese involucrado en el conflicto su repercusión hubiese sido menor en 1916 porque Alemania estaba más fuerte que un año más tarde. En resumen, se suma a quienes habiendo perdido la guerra crean el mito de la puñalada por la espalda, culpando a políticos, demócratas, francmasones y judíos de la derrota, sin la menor autocrítica hacia quienes tomaron funestas decisiones estratégicas que conllevaron la ruina del Imperio.

Durante la República de Weimar se unió al Partido Nacional del Pueblo Alemán, el principal partido conservador que aglutinó a varios otros como el Partido de la Patria, con un perfil semejante en lo referente a pangermanismo, antisemitismo y contrario a la Constitución, lo que no impidió que durante cuatro años fue diputado en el Reichstag, apoyando la presidencia de Hindenburg.

Falleció debido a una bronquitis el 6 de Marzo de 1930 a los 80 años, siendo enterrado en el cementerio de Múnich.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Prinzregent »

Desde luego el pobre Bethmann-Hollweg se convirtió en el chivo expiatorio de todos los errores cometidos por los altos mandos en el curso de la guerra. Tuvo suerte el pobre, en mi opinión, de fallecer antes de que Hitler llegase al poder.
“¿No es extraño?; los mismos que se ríen de los adivinos se toman en serio a los economistas”. Anónimo

“Los políticos son siempre lo mismo. Prometen construir un puente aunque no haya río”. Nikita Jruchev

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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Tanto leyendo sobre personajes históricos como en la vida real, desconfío de aquellos que parecen seguros de estar en posesión de la verdad absoluta, y por lo tanto son incapaces de dudar o debatir sanamente, solo saben pontificar... Bethmann-Hollweg cometió errores, como vemos sufría por ellos preguntándose si no podría haberlo hecho mejor, pero respecto a lo que estamos tratando en este hilo tenía toda la razón, involucrar a Estados Unidos en la guerra sería el fin de Alemania, y resulta cuanto menos incómodo leer a los culpables de la derrota incapaces de reconocer el más mínimo error por su parte, mintiendo sin rubor en sus memorias y encima atacando al que sí tenía razón, desde la distancia se observa el sinsentido de todo ello, y la perspectiva histórica nos permite contemplar como los mismos que llevaron el Imperio a su destrucción y al mismo tiempo no admitían la derrota, son quienes abonaron el terreno para el crecimiento del nazismo... Y sí, fue una suerte que el Canciller no estuviese vivo cuando Hitler alcanzó el poder, aunque hubiese emigrado (como veremos hizo el siguiente personaje de la lista) sería duro para él contemplar la degeneración de su patria...

Saludos.
Delenda est Putinlandia

Es mejor permanecer con la boca cerrada y parecer un idiota, que abrirla y confirmarlo...
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Ab insomne non custita dracone
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