Nació en Madrid el 4 de enero de 1864. En 1887 obtuvo su título de agregado diplomático. Luego de pasar por diferentes destinos, en 1913 es ubicado en Bruselas –Bélgica- como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario. En 1921 fue ascendido a embajador en ese país, cargo que ejercía cuando falleció el 9 de julio de 1926.
A pesar de tener desde su nacimiento graves condicionamientos físicos que dificultaban sus movimientos y que lo acompañaron durante toda su vida, desarrolló siempre una intensísima actividad; poseía para ello una fuerte personalidad -forjada sobre la base de el intenso sufrimiento físico que sus limitaciones le imponían- un espíritu muy fino y un gran sentido del humor.
Esta anécdota quizás ayuda a captar un poco más su personalidad:
“El marqués, que había nacido con muchas deformidades físicas, aprovechaba sus constantes viajes a Bélgica para tratar de solucionar las mismas. Allí le construyeron un armazón metálico que se sujetaba a su cuerpo como si fuera su segunda piel y le sujetaba los brazos y piernas con un sistema de prótesis articuladas.
Esta situación le acarreaba muchos problemas, y ejemplo de ello fue lo que sucedió en el Palacio el día que María Cristina de Habsburgo dio la fiesta de presentación en sociedad de sus hijas, las infantas María de las Mercedes y María Teresa.
Durante un vals, un ruido sobresaltó a todos los presentes que inmediatamente dejaron de bailar. En ese momento la reina pregunto a su camarera mayor:
- ¿Por qué se ha interrumpido el baile?
- Nada majestad -contestó la sirvienta-. Sólo que el marqués de Villalobar se ha desmontado sobre el parquet.
El marqués, que pese a todo era un hombre muy presumido, efectivamente se había "desmontado" dejando sobre la pista de baile su pierna y dentadura postizas, el peluquín que ocultaba su calvicie y las alzas de los botines con las que trataba de disimular su baja estatura.
Sin poder levantarse y viéndose rodeado de gente que se disponía a ayudarle dijo: "tranquilos todos, no me toquen, avisen por favor a mi criado que sabe cómo se monta todo otra vez". Y es que su sirviente era el que se encargaba todos los día de fijarle la armadura y de quitársela antes de dormir.”
Anécdotas aparte, cuando Alemania invadió Bélgica solo quedaron en Bruselas los representantes de tres potencias neutrales: España, EE.UU y los Países Bajos.
El Marqués de Villalobar que como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario era quien se encontraba en la legación española, trabó amistad con el diplomático americano Brand Whitlock y juntos realizaron una gran labor como “protectores” de Bélgica; solo en los primeros días el marqués se hizo cargo de los intereses diplomáticos de muchas potencias beligerantes, lo que incluyó en 1917 a EE.UU., cuando el nombrado Whitlock abandonó Bruselas por haber ingresado su país en la guerra.
Mantuvo una franca relación con el gobierno de ocupación alemán que le fue muy útil para sus “ayudas”, sin perjuicio de haber llegado varias veces al nivel cercano de la ruptura.
Por supuesto que colaboró asistiendo a los residentes españoles, pero también a los belgas, intentando frenar deportaciones civiles, obteniendo la liberación de un sinfín de prisioneros como la humanización de las condiciones de detención de otros, sobretodo gracias a su activa colaboración en la oficina “Pro Captivis” montada por el rey Alfonso XII.
En alguna oportunidad fue consultado por el barón von der Lancken –su principal contacto ante las autoridades alemanas en Bélgica- en relación con el cardenal Mercier –a raíz de un problema motivado por una carta pastoral del prelado-. Los alemanes hicieron caso al consejo de moderación del marqués de Villalobar evitándose así males mayores. Inclusive, logró poner en marcha negociaciones de paz en las que Alfonso XII actuaría como árbitro, pero no obtuvo apoyo del gobierno español. También trató de impedir el fusilamiento de la enfermera británica Edith Cavell, hasta exigiendo que se llamara al Kaiser para que intervenga.
Sin embargo, su gran actuación estuvo relacionada con evitar el hambre de la población belga. Efectivamente este país producía muy poco de los alimentos que consumía –con los que los alemanes alimentaban a sus tropas y personal civil- y además Gran Bretaña impedía el intercambio comercial con Alemania y los países ocupados por ella mediante el conocido bloqueo.
Ante esta situación –trabajando en conjunto con diferentes personas, entre otros el futuro presidente de los EE.UU Herbert Hoover- el marqués de Villalobar consiguió financiar y organizar la compra de alimentos suficientes; convencer a los ingleses para que dejaran pasar dichos alimentos a través de su bloqueo; obtener de los alemanes el compromiso de que no torpedearían los barcos con ayuda humanitaria y que no utilizaían esos alimentos para su propia tropa. Con este gigantesco trabajo logró que los belgas y los habitantes del norte de Francia sobrevivieran al hambre durante el conflicto.
En las últimas semanas de la guerra coordinó la retirada alemana con el avance de las tropas belgas en un ambiente ciertamente delicado.
Rodrigo de Saavedra y Vinent, II marqués de Villalobar tiene un busto en el senado belga y otro en la Escuela Diplomática de Madrid. Figura además en un tapiz –también en el senado de Bélgica- que representa la entrada victoriosa del rey Alberto en Bruselas en 1918. Existe una lápida conmemorativa de su labor en el zaguán de entrada de la embajada de España en el país recién nombrado y una calle en su capital lleva el nombre de este gran diplomático español. Una placa en el n° 11 de la calle Archimede de Bruselas recuerda que el Marqués vivió allí.
Había recibido las condecoraciones de las órdenes de Carlos III, Isabel la Católica, Leopoldo (Bélgica), San Gregorio Magno (Vaticano) y la Legión de Honor y la Royal Victorian Order y en su honor designaron una variante de la orquídea Cattleya Aurea como Marquis de Villalba.

Saludos
Estebanj