LA POESÍA Y LA MILICIA

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betiquer
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LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

Con este tema pretendo poner y que pongais poesías/poemas o fragmentos de ellos en los que el tema sea la milicia, los ejércitos (Tierra, Armada, Aire) o temas relacionados con ellos: batallas, valores morales, exaltación del individuo o las unidades de combate, etcétera.

Comienzo poniendo éste muy conocido y antiguo pero no por ello menos actual:

“El soldado español de los Tercios”
de Pedro Calderón de la Barca


Este ejército que ves
vago al hielo y al calor,
la república mejor
y más política es
del mundo, en que nadie espere
que ser preferido pueda
por la nobleza que hereda,
sino por la que el adquiere;
porque aquí a la sangre excede
el lugar que uno se hace
y sin mirar cómo nace
se mira como procede.

Aquí la necesidad
no es infamia; y si es honrado,
pobre y desnudo un soldado
tiene mejor cualidad
que el más galán y lucido;
porque aquí a lo que sospecho
no adorna el vestido el pecho
que el pecho adorna al vestido.

Y así, de modestia llenos,
a los más viejos verás
tratando de ser lo más
y de aparentar lo menos.

Aquí la más principal
hazaña es obedecer,
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar.

Aquí, en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la firmeza, la lealtad,
el honor, la bizarría,
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad y la obediencia,
fama, honor y vida son
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna
la milicia no es más que una
religión de hombres honrados.


"Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla" (Demócrito)

"Cuando adviertas que para producir necesitas la autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes trafican no con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y las influencias más que por el trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos, sino que, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando repares que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un sacrificio personal, entonces podrás afirmar sin temor a equivocarte que tu sociedad está condenada." (Alissa Zinovievna Rosenbaum)
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

“Consejo a un militar”
de Juan Bautista Arriaza (1770-1837)


Si por la noble senda del dios Marte
subir quieres al templo de la Fama,
y arrebatar allí la verde rama
que la envidia jamás podrá quitarte.

Es fuerza, oh Blanco, a los estudios darte,
pues en las glorias a que el Dios te llama
no sirve ya el valor que el pecho inflama,
si no lo templa y modifica el arte.

Es bien que por modelo te presentes
de altos varones la inmortal caterva
que en letras y armas fueron excelentes.

Pues el lauro que Marte te reserva,
para darlo por premio a los valientes,
se lo da por la mano de Minerva.
"Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla" (Demócrito)

"Cuando adviertas que para producir necesitas la autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes trafican no con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y las influencias más que por el trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos, sino que, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando repares que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un sacrificio personal, entonces podrás afirmar sin temor a equivocarte que tu sociedad está condenada." (Alissa Zinovievna Rosenbaum)
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por Buscaglia »

Algo menos épico de mi poeta favorito del Siglo de Oro, el capitán Aldana, que escribe desde su Tercio en Flandes a un amigo de la Corte:


Pocos tercetos escritos a un amigo

Mientras estáis allá con tierno celo,
de oro, de seda y púrpura cubriendo
el de vuestra alma vil terrestre velo,


sayo de hierro acá yo estoy vistiendo,
cota de acero, arnés, yelmo luciente,
que un claro espejo al sol voy pareciendo.


Mientras andáis allá lascivamente,
con flores de azahar, con agua clara,
los pulsos refrescando, ojos y frente,


yo de honroso sudor cubro mi cara,
y de sangre enemiga el brazo tiño
cuando con más furor muerte dispara.


Mientras que a cada cual, con su desiño,
urdiendo andáis allá mil trampantojos,
manchada el alma más que el piel de armiño,


yo voy acá y allá, puestos los ojos
en muerte dar al que tener se gloria
del ibero valor ricos despojos.


Mientras andáis allá con la memoria
llena de las blanduras de Cupido,
publicando de vos llorosa historia,


yo voy acá de furia combatido,
de aspereza y desdén, lleno de gana
que Ludovico al fin quede vencido.


Mientras, cual nuevo sol por la mañana,
todo compuesto, andáis ventaneando
en haca, sin parar, lucia y galana,


yo voy sobre un jinete acá saltando
el andén, el barranco, el foso, el lodo,
al cercano enemigo amenazando.


Mientras andáis allá metido todo
en conocer la dama, o linda o fea,
buscando introducción por diestro modo,


yo conozco el sitio y la trinchera
deste profano a Dios vil enemigo,
sin que la muerte al ojo estorbo sea.
Según reza una antigua inscripción en la portada de la iglesia de Otxate, cuando el mundo era joven, solo habitaban la tierra y los océanos seres primordiales a los que no resultaba agradable contemplar. Extraños y deformes, procedentes del vacío y las estrellas. En una época aún arcana, estos seres primordiales se ocultaron más allá del tiempo, pero dejaron su semilla. Cthulhu engendró a los seres de la tierra; Dagón, a los marinos, y Derleta, a los lunares.

"Caperucita y otros relatos vascos de terror"
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

Buscaglia escribió:Algo menos épico de mi poeta favorito del Siglo de Oro, el capitán Aldana, que escribe desde su Tercio en Flandes a un amigo de la Corte:

Pocos tercetos escritos a un amigo ...

Muy buenos tercetos, Buscaglia. Todo sigue igual; mientras algunos se baten el "cobre" afuera, otros viven la vida en la retaguardia. Vale para cualquier época y cualquier nación.

Saludos.
"Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla" (Demócrito)

"Cuando adviertas que para producir necesitas la autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes trafican no con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y las influencias más que por el trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos, sino que, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando repares que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un sacrificio personal, entonces podrás afirmar sin temor a equivocarte que tu sociedad está condenada." (Alissa Zinovievna Rosenbaum)
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por hoff »

Mi aportación:

El temor enajena al otro bando;
el sentido, volando de uno en uno,
entrábase importuno por la puerta
de la opinión incierta, y siendo dentro,
en el íntimo centro allá del pecho
les dejaba deshecho un hielo frío,
el cual, como un gran río en flujos gruesos,
por medulas y huesos discurría.
Todo el campo se vía conturbado
y con arrebatado movimiento;
sólo del salvamento platicaban.
Luego se levantaban con desorden;
confusos y sin orden caminando,
atrás iban dejando con recelo,
tendida por el suelo, su riqueza.
Las tiendas do pereza y do fornicio,
con todo bruto vicio obrar solían,
sin ellas se partían; así armadas,
eran desamparadas de sus dueños.
A grandes y pequeños juntamente
era el temor presente por testigo,
y el áspero enemigo a las espaldas,
que les iba las faldas ya mordiendo.
César estar teniendo allí se vía
a Fernando, que ardía sin tardanza
por colorar su lanza en turca sangre.
Con animosa hambre y con denuedo
forceja con quien quedo estar le manda.
Como lebrel de Irlanda generoso
que el jabalí cerdoso y fiero mira,
rebátese, sospira, fuerza y riñe,
y apenas le costriñe el atadura,
que el dueño con cordura más aprieta;
así estaba perfeta y bien labrada
la imagen figurada de Fernando,
de quien allí mirándolo estuviera,
que era desta manera bien juzgara.

Garcilaso de la Vega, Egloga II, versos 1639 a 1674.
El miedo es natural en el prudente
Y el saberlo vencer es ser valiente


Alonso de Ercilla (1539-1594)
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

Una muy bonita y sonora si se declama bien. Además, estamos en el bicentenario del "2 de Mayo".



“A los héroes del 2 de mayo y a la nación española”
de Bernardo López García (1840-1870)

Oigo, patria, tu aflicción,
y escucho el triste concierto
que forman, tocando a muerto,
la campana y el cañón.

Sobre tu invicto pendón
miro flotantes crespones,
y oigo alzarse a otras regiones
en estrofas funerarias,
de la iglesia a las plegarias,
y del Arte las canciones.

Lloras porque te insultaron
los que su amor te ofrecieron...
¡A ti, a quien siempre temieron
porque tu gloria admiraron:
a ti, por quien se inclinaron
los mundos de zona a zona;
a ti, soberbia matrona,
que libre de extraño yugo,
no has tenido más verdugo
que el peso de tu corona!

Doquiera la mente mía
sus alas rápidas lleva,
allí un sepulcro se eleva
cantando tu valentía;
desde la cumbre bravía
que el sol indio tornasola
hasta el África, que inmola
sus hijos en torpe guerra,
¡no hay un puñado de tierra
sin una tumba española!

Tembló el orbe a tus legiones,
y de la espantada esfera
sujetaron la carrera
las garras de tus leones;
nadie humilló tus pendones
ni te arrancó la victoria,
pues de tu gigante gloria
no cabe el rayo fecundo
ni en los ámbitos del mundo
ni en los libros de la Historia.

Siempre en lucha desigual
canta su invicta arrogancia
Sagunto, Cádiz, Numancia,
Zaragoza y San Marcial;
en tu seno virginal
no arraigan extraños fueros,
porque indómitos y fieros
saben hacer tus vasallos
frenos para sus caballos
con los cetros extranjeros...

Y hubo en la tierra un hombre
que osó profanar tu manto...
¡Espacio falta a mi canto
para maldecir su nombre...!
Sin que el recuerdo me asombre,
con ansia abriré la historia;
presta luz a mi memoria,
y el mundo y la patria a coro
oirán el himno sonoro
de tus recuerdos de gloria.

Aquel genio de ambición
que, en su delirio profundo,
cantando guerra hizo al mundo
sepulcro de su nación,
hirió al íbero león,
ansiando a España regir,
y no llegó a percibir,
ebrio de orgullo y poder
que no puede esclavo ser
pueblo que sabe morir.

¡Guerra!, clamo ante el altar
el sacerdote con ira;
¡guerra!,repitió la lira
con indómito cantar;
¡guerra! gritó el despertar
el pueblo que al mundo aterra;
y cuando en hispana tierra
pasos extraños se oyeron.,
hasta las tumbas se abrieron
gritando: ¡Venganza y guerra!

La Virgen con patrio ardor
ansiosa salta del lecho;
el niño bebe en el pecho
odio a muerte al invasor;
la madre mata su amor,
y cuando calmada está,
grita al hijo que se va:
"¡Pues que la patria lo quiere,
lánzate al combate y muere;
tu madre te vengará...!"

Y suenan patrias canciones
cantando santos deberes,
y van roncas las mujeres
empujando los cañones;
al pie de libre pendones
el grito de patria zumba.
Y el rudo cañón retumba,
y el vil invasor se aterra,
y al suelo le falta tierra
para cubrir tanta tumba...

Mártires de la lealtad,
que del honor al arrullo
fuisteis de la patria orgullo
y honra de la Humanidad.
En la tumba descansad,
que el valiente pueblo íbero
jura con rostro altanero
que, hasta que España sucumba
no pisará vuestra tumba
la planta del extranjero.
"Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla" (Demócrito)

"Cuando adviertas que para producir necesitas la autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes trafican no con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y las influencias más que por el trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos, sino que, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando repares que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un sacrificio personal, entonces podrás afirmar sin temor a equivocarte que tu sociedad está condenada." (Alissa Zinovievna Rosenbaum)
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

Octava perteneciente a Las Comedias, XI “El Sitio de Breda”, Jornada I;
de Pedro Calderón de la Barca


Estos son españoles, ahora puedo
hablar encareciendo estos soldados
y sin temor, pues sufren a pie quedo
con un semblante, bien o mal pagados.

Nunca la sombra vil vieron del miedo
y aunque soberbios son, son reportados.
Todo lo sufren en cualquier asalto.
Sólo no sufren que les hablen alto.
"Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla" (Demócrito)

"Cuando adviertas que para producir necesitas la autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes trafican no con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y las influencias más que por el trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos, sino que, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando repares que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un sacrificio personal, entonces podrás afirmar sin temor a equivocarte que tu sociedad está condenada." (Alissa Zinovievna Rosenbaum)
Carlos Valenzuela

Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por Carlos Valenzuela »

betiquer escribió: Todo lo sufren en cualquier asalto.
Sólo no sufren que les hablen alto.
Esa es una muy famosa; También aquella de

España mi natura
Italia mi ventura
Flandes mi sepultura


Aunque no sé si formaba parte de una oda más completa o era este su principio y fin.

Buena idea esta, aunque yo sea más inclinado hacia la prosa.
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Waden
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por Waden »

Excelente idea!! Voy a aportar una de mis favoritas, de Jorge Manrique, por ser el autor poeta y militar, y porque encontró la muerte batallando muy cerquita de mi casa, en una escaramuza junto al castillo de Garcimuñoz (Cuenca) en 1479. Se trata de las coplas a la muerte de su padre. Pido disculpas por si son un poco largas...

I

Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiere tiempo passado
fue mejor.

II

Pues si vemos lo presente
cómo en un punto s'es ido
e acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo non venido
por passado.
Non se engañe nadi, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de passar
por tal manera.

III

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
qu'es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
e más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
e los ricos.

INVOCACIÓN

IV

Dexo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
non curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores.
Aquél sólo m'encomiendo,
Aquél sólo invoco yo
de verdad,
que en este mundo viviendo,
el mundo non conoció
su deidad.

V

Este mundo es el camino
para el otro, qu'es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nascemos,
andamos mientra vivimos,
e llegamos
al tiempo que feneçemos;
assí que cuando morimos,
descansamos.

VI

Este mundo bueno fue
si bien usásemos dél
como debemos,
porque, segund nuestra fe,
es para ganar aquél
que atendemos.
Aun aquel fijo de Dios
para sobirnos al cielo
descendió
a nescer acá entre nos,
y a vivir en este suelo
do murió.

VII

Si fuesse en nuestro poder
hazer la cara hermosa
corporal,
como podemos hazer
el alma tan glorïosa
angelical,
¡qué diligencia tan viva
toviéramos toda hora
e tan presta,
en componer la cativa,
dexándonos la señora
descompuesta!

VIII

Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdemos.
Dellas deshaze la edad,
dellas casos desastrados
que acaeçen,
dellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallescen.

IX

Dezidme: La hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color e la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas e ligereza
e la fuerça corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega el arrabal
de senectud.

X

Pues la sangre de los godos,
y el linaje e la nobleza
tan crescida,
¡por cuántas vías e modos
se pierde su grand alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
por cuán baxos e abatidos
que los tienen;
otros que, por non tener,
con oficios non debidos
se mantienen.

XI

Los estados e riqueza,
que nos dexen a deshora
¿quién lo duda?,
non les pidamos firmeza.
pues que son d'una señora;
que se muda,
que bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual non puede ser una
ni estar estable ni queda
en una cosa.

XII

Pero digo c'acompañen
e lleguen fasta la fuessa
con su dueño:
por esso non nos engañen,
pues se va la vida apriessa
como sueño,
e los deleites d'acá
son, en que nos deleitamos,
temporales,
e los tormentos d'allá,
que por ellos esperamos,
eternales.

XIII

Los plazeres e dulçores
desta vida trabajada
que tenemos,
non son sino corredores,
e la muerte, la çelada
en que caemos.
Non mirando a nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta
no hay lugar.

XIV

Esos reyes poderosos
que vemos por escripturas
ya passadas
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
assí, que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
e perlados,
assí los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.

XV

Dexemos a los troyanos,
que sus males non los vimos,
ni sus glorias;
dexemos a los romanos,
aunque oímos e leímos
sus hestorias;
non curemos de saber
lo d'aquel siglo passado
qué fue d'ello;
vengamos a lo d'ayer,
que también es olvidado
como aquello.

XVI

¿Qué se hizo el rey don Joan?
Los infantes d'Aragón
¿qué se hizieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué de tanta invinción
como truxeron?
¿Fueron sino devaneos,
qué fueron sino verduras
de las eras,
las justas e los torneos,
paramentos, bordaduras
e çimeras?

XVII

¿Qué se hizieron las damas,
sus tocados e vestidos,
sus olores?
¿Qué se hizieron las llamas
de los fuegos encendidos
d'amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel dançar,
aquellas ropas chapadas
que traían?

XVIII

Pues el otro, su heredero
don Anrique, ¡qué poderes
alcançaba!
¡Cuánd blando, cuánd halaguero
el mundo con sus plazeres
se le daba!
Mas verás cuánd enemigo,
cuánd contrario, cuánd cruel
se le mostró;
habiéndole sido amigo,
¡cuánd poco duró con él
lo que le dio!

XIX

Las dávidas desmedidas,
los edeficios reales
llenos d'oro,
las vaxillas tan fabridas
los enriques e reales
del tesoro,
los jaezes, los caballos
de sus gentes e atavíos
tan sobrados
¿dónde iremos a buscallos?;
¿qué fueron sino rocíos
de los prados?

XX

Pues su hermano el innocente
qu'en su vida sucesor
se llamó
¡qué corte tan excellente
tuvo, e cuánto grand señor
le siguió!
Mas, como fuesse mortal,
metióle la Muerte luego
en su fragua.
¡Oh jüicio divinal!,
cuando más ardía el fuego,
echaste agua.

XXI

Pues aquel grand Condestable,
maestre que conoscimos
tan privado,
non cumple que dél se hable,
mas sólo como lo vimos
degollado.
Sus infinitos tesoros,
sus villas e sus lugares,
su mandar,
¿qué le fueron sino lloros?,
¿qué fueron sino pesares
al dexar?

XXII

E los otros dos hermanos,
maestres tan prosperados
como reyes,
c'a los grandes e medianos
truxieron tan sojuzgados
a sus leyes;
aquella prosperidad
qu'en tan alto fue subida
y ensalzada,
¿qué fue sino claridad
que cuando más encendida
fue amatada?

XXIII

Tantos duques excelentes,
tantos marqueses e condes
e varones
como vimos tan potentes,
dí, Muerte, ¿dó los escondes,
e traspones?
E las sus claras hazañas
que hizieron en las guerras
y en las pazes,
cuando tú, cruda, t'ensañas,
con tu fuerça, las atierras
e desfazes.

XXIV

Las huestes inumerables,
los pendones, estandartes
e banderas,
los castillos impugnables,
los muros e balüartes
e barreras,
la cava honda, chapada,
o cualquier otro reparo,
¿qué aprovecha?
Cuando tú vienes airada,
todo lo passas de claro
con tu flecha.

XXV

Aquel de buenos abrigo,
amado, por virtuoso,
de la gente,
el maestre don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
e tan valiente;
sus hechos grandes e claros
non cumple que los alabe,
pues los vieron;
ni los quiero hazer caros,
pues qu'el mundo todo sabe
cuáles fueron.

XXVI

Amigo de sus amigos,
¡qué señor para criados
e parientes!
¡Qué enemigo d'enemigos!
¡Qué maestro d'esforçados
e valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Qué benino a los sujetos!
¡A los bravos e dañosos,
qué león!

XXVII

En ventura, Octavïano;
Julio César en vencer
e batallar;
en la virtud, Africano;
Aníbal en el saber
e trabajar;
en la bondad, un Trajano;
Tito en liberalidad
con alegría;
en su braço, Aureliano;
Marco Atilio en la verdad
que prometía.

XXVIII

Antoño Pío en clemencia;
Marco Aurelio en igualdad
del semblante;
Adriano en la elocuencia;
Teodosio en humanidad
e buen talante.
Aurelio Alexandre fue
en desciplina e rigor
de la guerra;
un Constantino en la fe,
Camilo en el grand amor
de su tierra.

XXIX

Non dexó grandes tesoros,
ni alcançó muchas riquezas
ni vaxillas;
mas fizo guerra a los moros
ganando sus fortalezas
e sus villas;
y en las lides que venció,
cuántos moros e cavallos
se perdieron;
y en este oficio ganó
las rentas e los vasallos
que le dieron.

XXX

Pues por su honra y estado,
en otros tiempos passados
¿cómo s'hubo?
Quedando desamparado,
con hermanos e criados
se sostuvo.
Después que fechos famosos
fizo en esta misma guerra
que hazía,
fizo tratos tan honrosos
que le dieron aun más tierra
que tenía.

XXXI

Estas sus viejas hestorias
que con su braço pintó
en joventud,
con otras nuevas victorias
agora las renovó
en senectud.
Por su gran habilidad,
por méritos e ancianía
bien gastada,
alcançó la dignidad
de la grand Caballería
dell Espada.

XXXII

E sus villas e sus tierras,
ocupadas de tiranos
las halló;
mas por çercos e por guerras
e por fuerça de sus manos
las cobró.
Pues nuestro rey natural,
si de las obras que obró
fue servido,
dígalo el de Portogal,
y, en Castilla, quien siguió
su partido.

XXXIII

Después de puesta la vida
tantas vezes por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero;
después de tanta hazaña
a que non puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa d'Ocaña
vino la Muerte a llamar
a su puerta,

XXXIV

diziendo: "Buen caballero,
dexad el mundo engañoso
e su halago;
vuestro corazón d'azero
muestre su esfuerço famoso
en este trago;
e pues de vida e salud
fezistes tan poca cuenta
por la fama;
esfuércese la virtud
para sofrir esta afruenta
que vos llama."

XXXV

"Non se vos haga tan amarga
la batalla temerosa
qu'esperáis,
pues otra vida más larga
de la fama glorïosa
acá dexáis.
Aunqu'esta vida d'honor
tampoco no es eternal
ni verdadera;
mas, con todo, es muy mejor
que la otra temporal,
peresçedera."

XXXVI

"El vivir qu'es perdurable
non se gana con estados
mundanales,
ni con vida delectable
donde moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
e con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos e aflicciones
contra moros."

XXXVII

"E pues vos, claro varón,
tanta sangre derramastes
de paganos,
esperad el galardón
que en este mundo ganastes
por las manos;
e con esta confiança
e con la fe tan entera
que tenéis,
partid con buena esperança,
qu'estotra vida tercera
ganaréis."

[Responde el Maestre:]

XXXVIII

"Non tengamos tiempo ya
en esta vida mesquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;
e consiento en mi morir
con voluntad plazentera,
clara e pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera,
es locura."

[Del maestre a Jesús]

XXXIX

"Tú que, por nuestra maldad,
tomaste forma servil
e baxo nombre;
tú, que a tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como es el hombre;
tú, que tan grandes tormentos
sofriste sin resistencia
en tu persona,
non por mis merescimientos,
mas por tu sola clemencia
me perdona".

FIN

XL

Assí, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos e hermanos
e criados,
dio el alma a quien gela dio
(el cual la ponga en el cielo
en su gloria),
que aunque la vida perdió,
dexónos harto consuelo
su memoria.
" No sé como será la tercera guerra mundial, pero sé que la cuarta será con palos y piedras." Albert Einstein
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Waden
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por Waden »

Otra referente a la guerra con Estados Unidos en 1898. De un recorte de prensa que hay en un libro que heredé de mi abuelo...


¡GUERRA!
Ya resuenan los bélicos clamores
de estridentes clarines
que difunden alegres, vigorosos,
por todos los confines
de la Patria sus ecos vibradores
avivando en los pechos valerosos
la ardiente sed de la venganza fiera.

Ya resuenan los gritos que al soldado
invitan a luchar por su bandera
ofreciendo su pecho denodado
al choque de la bala traicionera.

Ya el anchuroso mar embravecido
van las naves hispanas surcando,
y con su altiva proa al ir cortando
el movible cristal enfurecido,
van con bravura insigne levantando
nubes de blanca y vaporosa espuma
que en los aires la luz del sol colora,
y al deshacerse en diminutas perlas,
en los anchos y límpidos espacios,
se convierten en lluvia brilladora
de brillantes, rubíes y topacios.

El viento ruge con furor y estalla
en ronco grito de venganza y guerra
anunciando el rumor de la batalla
que ha de sembrar la removida tierra
de cuerpos faltos de calor y vida,
y ha de tornar las azuladas olas
en piélago de espuma enrojecida
por la sangre de las huestes españolas
con sangre de sajones confundida.

¡Zumben ya los cañones prepotentes
y vomiten sus bocas los ardientes
proyectiles que esconden en sus senos:
que el marino español jamás se aterra,
porque siente el espíritu sereno
ante el peligro de la insana guerra,
y en sus arterias ardoroso late
el valor que derrocha en el combate!

Y si el fuego enemigo y traicionero
destruye nuestros barcos, y el dinero
se agota en nuestra Patria empobrecida,
¡no importa que se agote!
Siempre verán nuestra bravura erguida
aunque la suerte adversa nos derrote,
y mientras haya un átomo de vida
en el pecho del hijo de esta tierra
y un pedazo de acero en nuestra mano,
ha de ver el soberbio americano
que aquí para rendirnos en la guerra,
¡es preciso matar, hecho cautivo,
al último español que quede vivo!

Manuel Soba 23-5-1898
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

"El dos de mayo de 1808"
de Juan Bautista Arriaza (1770-1837)

Día terrible lleno de gloria
lleno de sangre, lleno de horrores
nunca te ocultes a la memoria
de los que tengan patria y honor.

Este es el día que con voz tirana
"Ya sois esclavos" la ambición gritó;
y el noble pueblo, que lo oyó indignado,
”Muertos sí”, dijo, "pero esclavos no".

El hueco bronce, asolador del mundo,
al vil decreto se escuchó tronar:
mas el puñal que a los tiranos turba
aun más tremendo comenzó a brillar.

¡Ay, como viste tus alegres calles,
tus anchas plazas, infeliz Madrid,
en fuego y humo parecer volcanes
y hacerse campos de sangrienta lid!

La lealtad, y la perfidia armada,
se vio aquel día con furor luchar;
volviendo el pueblo generosa guerra
por la que aleve le asaltó en su hogar.

¿Y a quién afrentas proponéis, tiranos?
¿a quién al miedo imagináis rendir?
¿al fiel Daoíz, al leal Velarde,
que nunca saben sin honor vivir?

El mundo aplaude su respuesta hermosa:
tender el brazo al tronador metal,
morir hollando sus contrarios muertos,
y ser de gloria a su nación señal.

Temblando vimos al francés impío,
que en cien batallas no turbó la faz,
de tanto joven, que sin armas fiero,
entre las filas se le arroja audaz.

Víctimas buscan sus airadas manos
pero el error les arrancó el puñal;
y ¡ay! que si el día fue funesto y duro,
aun más la noche se enlutó fatal.

¡Noche terrible, al angustiado padre
buscando el hijo que en su hogar faltó!
¡noche cruel para la tierna esposa
que yermo el lecho de su amor se halló!

¡noche fatal, en que preguntan todos,
y a todos llanto por respuesta dan!
noche en que frena de la Parca el fallo,
y ¡ay! dicen todos, ¡quiénes morirán!

Sensibles hijas de la hermosa Iberia,
pues sois modelos de filial piedad,
los ojos, llenos de ternura y gracia,
volved en llanto a la infeliz ciudad:

Ved a la muerte nuestros caros hijos
entre verdugos el traidor llevar;
y el odio preste a vuestros ojos rayos,
si de dolor ya no podéis llorar.

Esos que veis, que maniatados llevan
al bello Prado, que el placer formó,
son los primeros corazones grandes
en que su fuego libertad prendió:

Vedlos cuan firmes a la muerte marchan,
y el noble ejemplo de morir nos dan;
sus cuerpos yacen en sangrienta pira,
sus almas libres al Empíreo van.

Por mil heridas sus abiertos pechos
oid cual gritan con horrenda voz:
"Venganza hermanos: y la madre España
nunca sea presa del francés feroz".

Entre las sombras de tan triste noche
este gemido se escuchó vagar,
gozad en paz ¡oh, del suplicio gloria!
Que aun brazos quedan que os sabrán vengar.

¡Noche terrible, llena de gloria,
llena de sangre, llena de horror,
nunca te ocultes a la memoria
de los que tengan patria y honor!
"Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla" (Demócrito)

"Cuando adviertas que para producir necesitas la autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes trafican no con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y las influencias más que por el trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos, sino que, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando repares que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un sacrificio personal, entonces podrás afirmar sin temor a equivocarte que tu sociedad está condenada." (Alissa Zinovievna Rosenbaum)
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

"El dos de mayo de 1808"
de Juan Bautista Arriaza (1770-1837)

Día terrible lleno de gloria
lleno de sangre, lleno de horrores
nunca te ocultes a la memoria
de los que tengan patria y honor.

Este es el día que con voz tirana
"Ya sois esclavos" la ambición gritó;
y el noble pueblo, que lo oyó indignado,
”Muertos sí”, dijo, "pero esclavos no".

El hueco bronce, asolador del mundo,
al vil decreto se escuchó tronar:
mas el puñal que a los tiranos turba
aun más tremendo comenzó a brillar.

¡Ay, como viste tus alegres calles,
tus anchas plazas, infeliz Madrid,
en fuego y humo parecer volcanes
y hacerse campos de sangrienta lid!

La lealtad, y la perfidia armada,
se vio aquel día con furor luchar;
volviendo el pueblo generosa guerra
por la que aleve le asaltó en su hogar.

¿Y a quién afrentas proponéis, tiranos?
¿a quién al miedo imagináis rendir?
¿al fiel Daoíz, al leal Velarde,
que nunca saben sin honor vivir?

El mundo aplaude su respuesta hermosa:
tender el brazo al tronador metal,
morir hollando sus contrarios muertos,
y ser de gloria a su nación señal.

Temblando vimos al francés impío,
que en cien batallas no turbó la faz,
de tanto joven, que sin armas fiero,
entre las filas se le arroja audaz.

Víctimas buscan sus airadas manos
pero el error les arrancó el puñal;
y ¡ay! que si el día fue funesto y duro,
aun más la noche se enlutó fatal.

¡Noche terrible, al angustiado padre
buscando el hijo que en su hogar faltó!
¡noche cruel para la tierna esposa
que yermo el lecho de su amor se halló!

¡noche fatal, en que preguntan todos,
y a todos llanto por respuesta dan!
noche en que frena de la Parca el fallo,
y ¡ay! dicen todos, ¡quiénes morirán!

Sensibles hijas de la hermosa Iberia,
pues sois modelos de filial piedad,
los ojos, llenos de ternura y gracia,
volved en llanto a la infeliz ciudad:

Ved a la muerte nuestros caros hijos
entre verdugos el traidor llevar;
y el odio preste a vuestros ojos rayos,
si de dolor ya no podéis llorar.

Esos que veis, que maniatados llevan
al bello Prado, que el placer formó,
son los primeros corazones grandes
en que su fuego libertad prendió:

Vedlos cuan firmes a la muerte marchan,
y el noble ejemplo de morir nos dan;
sus cuerpos yacen en sangrienta pira,
sus almas libres al Empíreo van.

Por mil heridas sus abiertos pechos
oid cual gritan con horrenda voz:
"Venganza hermanos: y la madre España
nunca sea presa del francés feroz".

Entre las sombras de tan triste noche
este gemido se escuchó vagar,
gozad en paz ¡oh, del suplicio gloria!
Que aun brazos quedan que os sabrán vengar.

¡Noche terrible, llena de gloria,
llena de sangre, llena de horror,
nunca te ocultes a la memoria
de los que tengan patria y honor!
"Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla" (Demócrito)

"Cuando adviertas que para producir necesitas la autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes trafican no con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y las influencias más que por el trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos, sino que, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando repares que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un sacrificio personal, entonces podrás afirmar sin temor a equivocarte que tu sociedad está condenada." (Alissa Zinovievna Rosenbaum)
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

“La victoria de Pavía”
de Ángel de Saavedra, Duque de Rivas



I - Pescara y los españoles

De la sitiada Pavía,
desde las gigantescas torres
que el bravo Antonio de Leiva
guarda con sus españoles,

entre nubes de humo y polvo
do arcabuces y cañones,
de rayos llenan el aire,
de truenos el horizonte,

se ve la horrenda batalla
en que disputan feroces
Francisco y Carlos el cetro
de Italia y de todo el orbe.

Dos veces más numerosos
los franceses escuadrones
son, que los que allí combaten
de Carlos Quinto en el nombre.

Y aquellos, a su cabeza,
con lo que valen al doble,
tienen a su rey Francisco,
monarca de excelsos dotes.

Pues en valor y destreza,
y en caballeroso porte,
quien le exceda y sobrepuje
el mundo no reconoce.

Al ejército del César
si la ventaja negole
el cielo, de ver al frente
a su soberano entonces,

le dio la de que lo rija
el aventajado y noble
marqués de Pescara invicto,
guerrero de alto renombre.

Y si es en número escaso
y viene de galas pobre,
también con la fama cuenta
de los tercios españoles.


La francesa artillería,
cuyo número era enorme,
deshace apretadas filas,
espesas hileras rompe,

y cual tempestad horrenda
llena de pavor el orbe,
borrando el son de las trompas
y de los cabos las voces.

Mas las imperiales huestes
desprecian el fuego, y corren
a que decida el combate
de la dura lanza el bote.

Y de Nápoles embiste
el visorrey a galope,
de hombres de armas y ligeros
con los bravos escuadrones.

El rey de Francia los suyos,
numerosísimos, pone,
mas cual bisoño caudillo,
para la batalla en orden.

¡Cuán gallardo y rozagante,
augusto, lozano y joven,
oprime un tordo rodado
que a tal dueño corresponde!

De morado terciopelo
y brocado de oro, sobre
el arnés fúlgido, lleva
veste de ricas labores:

efes de oro son y lises
que deslumbran como soles,
y de oro y morada seda
lazos, borlas y cordones.

En el alto capacete,
del viento halago y azote,
amarillos y morados
vuelan flexibles airones.

Y en medio de ellos descuella
una flecha de oro, donde
primoroso pendoncillo
un claro emblema propone.

Bordada una salamandra
que en vivo fuego se esconde,
es el cuerpo de la empresa,
y modo et non plus el mote.

El almirante de Francia,
personaje de alto nombre;
el gran príncipe de Escocia,
gallardo y hermoso joven;

el príncipe de Navarra;
de San Pol el bravo conde;
el mariscal Montmorency,
y otros insignes señores,

le acompañan y le sirven,
con él las filas recorren,
y con él al campo abierto
salen a esperar el choque.


Terrible fue; parecía
que se encontraban los montes,
que se desplomaba el cielo
y que caducaba el orbe.

Mas, ¡ay!, las fuerzas de Francia
eran en número dobles,
y el valor no hace imposibles,
aunque el valor los arrostre.

Si bien del virrey la lanza
dio al almirante fin noble;
si bien insignes franceses
cayeron de los arzones;

si bien resisten constantes,
como murallas de bronce,
los imperiales jinetes,
al cabo al cabo, eran hombres.

Muere del rey en la lanza
el desventurado joven,
a quien Cívita-Santángel
por su marqués reconoce.

El mismo Alarcón a tierra
vino de una maza al golpe,
como cae gigante pino,
cual se desploma una torre.

Y a pie combate y resiste
dando tajos y mandobles,
y a su vigor y destreza
debió no morir entonces.

El del Vasto en gran peligro
se ve entre diez borgoñones,
y tiene que abrirse paso
con la punta del estoque.

Todo es muerte y exterminio;
cuatro jinetes se oponen
a cada jinete nuestro,
sin que la lid abandone.

Y ya no queda esperanza
de que a la victoria logre
seducir tan alto esfuerzo,
y tantas hazañas nobles,

cuando el capitán Quesada
en el combate lanzose,
seguido de cien certeros
arcabuces españoles.

Y con tanto tino asesta
sus rayos atronadores,
que a los contrarios asombra
y en retirada los pone.


En tanto, por otra parte,
otros frescos escuadrones
de bien montados franceses,
Francia apellidando a voces,

arrollando cuanto encuentran,
con la lanza en ristre corren,
y a los tercios de la Italia
vencen, deshacen y rompen.

Los esguízaros que siguen
de la Francia los pendones,
a reforzar el combate
presurosos se disponen.

Y hasta el mismo rey Francisco
con nuevo escuadrón a trote,
va a asegurar la victoria
que ya suya reconoce.

El gran marqués de Pescara
que lo advierte, decidiose,
confiado en su fortuna,
a aventurar todo entonces:

y con risueño semblante
a los tercios españoles
torna, y animoso dice:
«¡Ah de mis fuertes leones!

»Vuestro debe ser el día;
allí donde más feroces
los enemigos se agolpan,
allí hay laureles mayores.

»Venid conmigo a cogerlos,
vuestras frentes solas logren
coronarse con sus ramas
entre tan varias naciones.»

Vivas que asordan el aire,
y seis mil bravos acordes
lanzan, sonoroso grito
de ansia, de gloria y renombre,

fue la respuesta. Y al punto
con celeridad moviose
de picas y de arcabuces
un espesísimo bosque.

Al momento, la fortuna,
tan indecisa hasta entonces,
en las imperiales huestes
los mudables ojos pone,

y del pendón de Castilla
los gloriosos resplandores
encantaron sus miradas,
y en su favor declarose.

Los arcabuces de España
no hay fila que no destrocen,
no hay caballo que no ahuyenten,
no hay guerrero que no postren.

Y las picas españolas
no hay escuadra que no arrollen,
embate que no resistan,
ni denuedo que no asombren.

Huyen de su ardiente brío,
de sus balas y sus botes,
los franceses, hombres de armas,
y los ligeros peones.

Y los esguízaros huyen
en confusión y desorden,
y huyen los nobles jinetes,
y huye el rey mismo a galope,

y de un ejército inmenso
que ya vencedor juzgose,
triunfa el marqués de Pescara
con sus seis mil españoles.


Este valiente caudillo,
cuyo esfuerzo no conoce
rival en el ancho mundo,
más alta empresa dispone:

y ordenando que el alcance
prosigan los vencedores,
y que los tudescos vengan
a sostenerlos veloces,

junta a varios caballeros
y de armas a algunos hombres,
que escaramuzando andaban
sin jefes y sin pendones;

y poniéndose a su frente,
y requiriendo el estoque,
en un escuadrón lejano
que el rey Francisco recoge,

para tornar donde pueda
dejar bien puesto su nombre,
al grito de cierra España
con nueva furia lanzose.


En tanto Antonio de Leiva,
que la ventaja conoce
de las fuerzas imperiales,
cual raudo torrente rompe

por las puertas de Pavía,
y cayendo osado sobre
la retaguardia francesa,
en grande aprieto la pone.

Ya es de Carlos la victoria,
ya los tercios españoles,
como el huracán que arrasa
los enmarañados bosques,

abriéndose en un momento
ancha calle a sus furores,
no ven ya en su paso estorbo,
no encuentran quien los afronte.

Pero en medio de su triunfo
con pasmo y con dolor oyen
de que su Pescara es muerto
correr las siniestras voces.

Es cierto que no parece
desde que con pocos hombres
de armas le vieron lanzarse
con tanto denuedo, donde,

aun trabada la pelea,
reina confuso desorden.
Vengarlo, pues, juran todos,
y allá revuelven feroces,

cuando entre el polvo y el humo
ven aparecer al trote,
al victorioso caudillo
de sus esperanzas norte.

Mas, ¡oh Dios, en cuál estado!,
herido su rostro noble,
pasado el brazo siniestro
de una lanza al duro bote;

el coselete partido
y atravesado del golpe
de una bala que parece
que fin a sus glorias pone.

Y el tordillo moribundo
herido en cuello y quijotes,
un raudal de negra sangre
derramando a borbotones.

Las españolas escuadras
quedan al mirarlo inmobles,
y el placer de la victoria
en llanto y dolor tornose.

Al cabo llega Pescara
sin que la muerte le asombre,
y dice con voz tranquila,
partiendo los corazones:

«¿Por qué os detenéis, amigos?
Valerosos españoles,
pues ya es vuestra la victoria
nada mi falta os importe.»

Desplómase el tordo en tierra;
dos capitanes recogen
al general en los brazos,
y Vega, su gentilhombre,

del sangriento coselete
le desencaja los broches,
y ve..., ¡oh placer!, que la bala,
causa de tantos temores,

aplastada contra el pecho,
leve contusión esconde:
del coselete, sin duda,
en los adornos de bronce

perdió su temible fuerza,
o por dicha disparose
desde tan lejos, que trajo
escasa violencia el golpe.

Reanímanse los soldados,
por milagro reconocen
dicha tan grande, y en vivas
prorrumpen y alegres voces.

Y repuesto el mismo herido,
que traspasado juzgose,
de la contusión del pecho
por los agudos dolores,

«¡Bendito sea Dios!», exclama.
Ármase de nuevo, y sobre
otro corcel restablece
en las escuadras el orden.

Y en las márgenes floridas
del manso Tesín, por donde
se retiran derrotados
de Francia los escuadrones,

sembrando exterminio y muerte,
aparecieron veloces
el gran marqués de Pescara
y los tercios españoles.

(continúa)
"Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla" (Demócrito)

"Cuando adviertas que para producir necesitas la autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes trafican no con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y las influencias más que por el trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos, sino que, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando repares que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un sacrificio personal, entonces podrás afirmar sin temor a equivocarte que tu sociedad está condenada." (Alissa Zinovievna Rosenbaum)
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

La victoria de Pavía
de Ángel de Saavedra, Duque de Rivas

(sigue)

II - El estandarte ante todo

Del Tesín en las orillas
quiere hacer su último esfuerzo,
vencido y avergonzado
el rey Francisco primero.

Sus numerosas escuadras
dispersas ve y sin aliento,
y fuerzas aún poderosas
en confuso desconcierto.

Con el estoque en la mano,
de cálida sangre lleno,
pues soldado fue valiente,
si no fue caudillo experto;

deslucidas ya sus galas,
deslustrados sus arreos,
y abollados de los golpes
el capacete y el peto,

en su corcel, que de espuma,
de sangre y sudor cubierto,
cruza fatigado el campo
obediente a espuela y freno,

solo y sin séquito corre
llamando a sus caballeros;
denosta sus fugitivos,
recoge algunos dispersos,

y revuelve valeroso
a escaramuzar ligero,
pensando que aún algo puede
con su valor y su ejemplo.

Todo en vano; la fortuna
la espalda y rostro le ha vuelto,
y hasta las heces el cáliz
beberá del vencimiento.

De Alarcón los hombres de armas
vestidos de tosco hierro,
los del virrey denodados
y los de Borbón soberbio,

y entre el tropel de jinetes,
mezclados arcabuceros
españoles, cuyas balas
tienen prodigioso acierto,

del rey de Francia infelice
invalidan los esfuerzos,
y hacen sordos a sus voces
a los franceses guerreros.


El despechado monarca
del desapiadado cielo
tenaz resistencia opone
al inmutable decreto.

Y retirarse ordenados
a sus esguízaros viendo,
del Tesín a un ancho vado,
donde su fin va a ser cierto,

vuela a ponerse a su frente
para advertirles el riesgo
que van a hallar en las aguas,
por no arrostrar el del fuego,

y los conjura y exhorta
a que con él revolviendo,
noble resistencia opongan
al vencedor altanero;

y que cual valientes busquen
con él de salud un puerto,
no del Tesín en las ondas,
mas de la lid en el hierro;

que allí segura es la muerte,
y aquí bien puede no serlo;
que aquí aún les espera gloria,
y allí solo vilipendio.

Mucho alcanza, pues consigue
formarlos y contenerlos,
y ya de esperanza nueva
ve casi el rostro risueño,

cuando aterrador fantasma
se ve venir a lo lejos:
los pendones invencibles
de los españoles tercios.

Y olvidando que a su frente
tienen hombre tan excelso,
y del engañoso río
olvidando el grave riesgo,

los esguízaros soldados,
de pánico asombro llenos,
huyen, al rey abandonan,
y al vado parten derechos.

El francés monarca entonces,
las lágrimas del despecho
quemando su rostro augusto,
quiere morir como bueno,

y vuela hacia el puente, donde
aún resisten con empeño
algunos fieles magnates,
algunos nobles guerreros.


Mas, ¡ay!, la suerte tremenda
llegar le impide a aquel puesto,
donde libertad y gloria
iba a conseguir al menos,

pues que silbadora bala,
de ignoto arcabuz partiendo,
de su corcel fatigado
rompe y atraviesa el pecho.

Vacila el bruto, retiembla,
de sangre espumosa el suelo
en raudo torrente inunda,
quédase clavado y yerto.

De nieve son sus orejas,
de sus ojos muere el fuego,
y en grave estruendoso golpe
desplómase con su dueño.

¡Oh dolor, yace en el fango
el trono de Francia excelso,
el poderoso monarca
que juzgaba el orbe estrecho!

De inconstancias de fortuna
grande y doloroso ejemplo,
y de la humana soberbia
aterrador escarmiento.

Nada hay firme en este mundo:
valor, gloria, nombre, imperio,
cuando una espada se empuña,
todo queda en duda puesto.


El hidalgo vizcaíno
Juan de Urbieta, que cubierto
de tosco arnés, en un potro
escaramuzaba suelto,

pasa y ve bajo el caballo
tan lucido caballero,
que por levantarse pugna
con inútiles esfuerzos.

No sospechando quién era
le pone el lanzón al pecho,
y «Ríndete al punto -grita-
o quedarás aquí muerto.»

Respóndele el derribado:
«Soy el rey de Francia, quedo
a tu emperador rendido,
y heme ya tu prisionero.»

Retira Urbieta la lanza
con el debido respeto,
y con tan rara fortuna
pasmado queda y suspenso.

Animado el rey prosigue:
«Que al punto bajes te ruego,
que este maldito caballo
me revienta con su peso.»

Iba el noble vizcaíno
a darle socorro presto,
y ya para echarse a tierra
soltó el estribo derecho,

cuando del puente a la boca
ve de franceses en medio
su estandarte, y que el alférez
solo le está defendiendo.

Y el honor de su estandarte,
y la fe del juramento,
más que ansia de vanagloria
en su alma ilustre pudieron.

«Ya, señor -al rey le dice-,
socorro daros no puedo,
que es mi estandarte ante todo,
y está mi estandarte en riesgo.

»Confesad que os he rendido,
y pues que prenda no llevo,
porque podáis conocerme
si a vuestra presencia vuelvo,

»miradme, que soy mellado».
Y alzando del tosco yelmo
la visera, en un instante
le mostró dos dientes menos.

Y revolviendo el caballo
al puente voló ligero,
con el lanzón en el ristre,
de honra y de lealtad modelo.


(continúa)
"Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla" (Demócrito)

"Cuando adviertas que para producir necesitas la autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes trafican no con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y las influencias más que por el trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos, sino que, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando repares que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un sacrificio personal, entonces podrás afirmar sin temor a equivocarte que tu sociedad está condenada." (Alissa Zinovievna Rosenbaum)
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por satrack »

ESPAÑA

Dejad que siga y bogue la galera
bajo la tempestad, sobre las olas:
va con rumbo a una Atlántida española,
en donde el porvenir calla y espera.

No se apague el rencor ni el odio muera
ante el pendón que el bárbaro enarbola:
si un día la justicia estuvo sola,
lo sentirá la humanidad entera.

Y bogue entre las olas espumeantes,
y bogue la galera que ya ha visto
cómo son las tormentas de inconstantes.

Que la raza está en pie y el brazo listo,
que va en el barco el capitán Cervantes,
y arriba flota el pabellón de Cristo.

Ruben Darío
"Yo hoy no mojo la pólvora, volaremos antes" Victoriano Sánchez Barcáiztegui

En el nombre de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo autor y supremo legislador de la sociedad...
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por satrack »

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

Quevedo
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

La victoria de Pavía
de Ángel de Saavedra, Duque de Rivas


(sigue)


III - Un rey prisionero

Mientras el bizarro Urbieta
va a libertar su estandarte,
dejando la alta fortuna
que le plugo al cielo darle,

al rey Francisco, impedido
de moverse y levantarse,
porque le sujeta en tierra
de su caballo el cadáver,

Diego Ávila, el granadino,
también hombre de armas, vase,
y que se rinda le grita
decidido y arrogante.

Respóndele el rey: «Rendido
a otro español estoy antes,
y que soy el rey de Francia
para tu gobierno sabe.»

Sorprendido el granadino
de aventura tan notable,
«¿A ese español -le pregunta-
habéis dado prenda o gaje?»

«Le di solo mi palabra,
que mi palabra es bastante
-contesta el rey-; si quieres,
toma mi espada y mi guante,

»y sácame del caballo
y ayúdame a levantarme,
que la visera me ahoga
y esta pierna se me parte.»

Ávila toma las prendas
destilando fresca sangre,
echa pie a tierra, y ayuda
al rey con trabajo grande,

y levántalo, y el yelmo
le desencaja al instante
para que le dé en el rostro,
que lo ha menester, el aire.


Hita, soldado gallego,
tosco y de toscos modales,
con su sangrienta alabarda
y desharrapado traje,

llega, y con poco respeto,
ya resuelto a despojarle,
de la insignia se apodera
del más elevado arcángel.

De San Miguel el collar
échase al cuello el salvaje,
con su tosquedad y harapos
haciendo extraño contraste.

El rey le dijo: «Valiente,
por él te doy de rescate
seis mil ducados de oro,
y más, si en más lo estimares.»

Y contestole el gallego:
«Guardarele, que colgarle
de mi emperador al cuello
podré yo, temprano o tarde.»


En esto llegaban otros
soldados sin capitanes,
con la victoria embriagados,
cebados con el pillaje,

y en su sagrada persona
ponen sus manos rapaces;
la veste del rey desgarran,
sus preseas se reparten,

y le arrebatan del yelmo
la bandereta y plumajes,
que la codicia villana
no guarda respeto a nadie.

Ávila, Hita y Urbieta
(que ya en salvo su estandarte
dejó), con vanos esfuerzos
por defenderle combaten.

Cuando llegaron a punto
varios nobles personajes,
que tan feroz soldadesca
obligan a reportarse,

enseñándoles valientes
a que respeten y acaten
a la majestad augusta,
que aunque vencida es muy grande.


De estar el rey prisionero
cunde la nueva al instante,
por el uno y otro campo
con efectos desiguales.

Los franceses caballeros
de más valor y linaje,
tornan a correr la suerte
que a su rey Dios quiso darle.

Y los jefes y caudillos
de las tropas imperiales
vuelan a que cese al punto
la mortandad y la sangre.

El de Pescara glorioso
corre ligero a la parte
en que al rey Francisco juzga
expuesto a villano ultraje.

Llega, del caballo salta,
y con respeto admirable,
hincadas ambas rodillas,
la mano quiere besarle.

No lo consiente el monarca,
que tiene un consuelo grande
en verse ya protegido
por hombre que tanto vale.

Y obligándole risueño
de la tierra a levantarse,
«Noble marqués de Pescara,
pues que la fortuna os cabe

»-le dice- de tal victoria,
os pido no se derrame
de mis vencidos vasallos
la desventurada sangre.

»Y espero que en vos encuentren
protector, amparo y padre,
los franceses que se miren,
como yo en tan duro trance.»

De lágrimas arrasados
los ojos al escucharle
Pescara: «Señor -le dice-
vuestra súplica es en balde,

»pues la nación española,
que logra triunfo tan grande,
en la victoria es tan noble
como brava en el combate.»


También el del Vasto llega
y el rey lo recibe afable,
y con dignidad lo elogia
por su apostura y su talle.

Y el consuelo se divisa
en su abatido semblante,
de verse entre caballeros
que tratar con reyes saben.


Mas imprevisto incidente
vino de nuevo a alterarle,
y a hacer más terrible y duro
su destino deplorable.

De Borbón el duque altivo,
¡desacato repugnante!,
a su rey vencido quiere
sin reparo presentarse.

¿Y cómo? Manchado todo
con propia francesa sangre,
de un valor mal empleado
haciendo insolente alarde.

No le conoce Francisco;
pero de pronto, al mirarle,
dio, por un secreto impulso,
de gran enojo señales.

Y quién era, preguntando,
como el marqués contestase:
«Señor, de Borbón el duque»,
puso un ceño formidable.

Y volviendo las espaldas
con dignidad, ocultarse
quiso entre aquellos guerreros,
porque el duque no llegase.

Notolo Pescara al punto,
y, como discreto, parte
a evitar inconvenientes
y allanar dificultades.

Ruega de Borbón al duque
que el sangriento estoque envaine,
que quite la sobreveste
y que se limpie la sangre.

Y con él a pie se acerca,
donde el rey, inexorable,
no digna volver el rostro,
que en ira y en furor arde.

La mano el duque le toma
de rodillas; arrogante
la retira el rey. El duque
tiene la audacia de hablarle,

y el monarca, levantando
los ojos como volcanes
al cielo, en voz alta dice:
«¡Santo Dios, paciencia dadme!»

Oyendo lo cual Pescara,
hace que de allí se aparte
el de Borbón, y de él libre
tornó el rey a sosegarse.

continúa ...
"Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla" (Demócrito)

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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

“La victoria de Pavía”
de Ángel de Saavedra, Duque de Rivas



(sigue)

IV - Un andaluz


Reunidos los generales
de las naciones distintas,
que el ejército del César
ya vencedor componían,

acatan al rey cautivo,
y le consuelan y animan,
conducirlo disponiendo
a los muros de Pavía.

Danle un corcel generoso,
con honrosa comitiva
de franceses personajes
que rendidos le seguían.

Y antes confesando todos,
con admirable justicia,
que victoria tan insigne,
triunfo tan grande y tal dicha,

se debe tan solamente
a la española milicia,
disponen que España sola
tenga la prerrogativa

de guardar un prisionero
de tan importante estima;
y que Alarcón el famoso
de alcaide y guarda le sirva.


En medio, pues, de los tercios
españoles, y a su vista,
desplegadas las banderas
de gloria y laureles ricas,

de Alarcón a la derecha
el rey de Francia camina,
esforzándose orgulloso
en dar a su faz sonrisa.

Los escuadrones tudescos,
que una ladera contigua
de aquel camino ocupaban,
al pasar la infantería

española, entusiasmados
le hacen salva, y alta grita
levantan hasta las nubes
repitiendo: «¡España viva!»

Al rey suspende tal muestra
dada por las tropas mismas
del ejército triunfante,
y es novedad que le admira,

reconociendo cuán alta
la española gloria brilla,
pues competencias no admite,
y da admiración, no envidia.

Afable el rey, conversando
con las personas distintas
que le cercan, caminaba
gallardo sobre la silla.

Y al encontrar de franceses
prisioneras las cuadrillas,
los consuela con su ejemplo
y con su voz los anima,

y a los cabos españoles,
que en respeto y cortesía
ni un solo punto desdice
de lo que a nobles obliga,

los recomienda con tanto
extremo, afán y caricias,
que se arrasaban los ojos
de cuantos allí venían.

En los altos de la marcha
embarazosa y prolija,
varios soldados de cuenta
a ver al rey acudían.

Y el rey demostraba atento,
con delicadeza fina,
gusto en que le presentasen
los de garbo y nombradía.

Llegó entre tantos, acaso,
Roldán, hijo de Sevilla,
llamado el Arcabucero,
mote puesto con justicia,

pues lo era tan extremado
que nunca erró puntería,
clavando siempre las balas
donde clavaba la vista.

Este tal, galán y apuesto,
de cara muy expresiva,
de talle en extremo airoso,
de aguda fisonomía,

con aire matón y jaque,
calzas de majo y ropilla,
con un inmenso chapeo
de alas luengas y tendidas,

con su cuera y sus mangotes,
y sus frascos en la cinta,
de recamos adornada
y de escarcela provista,

se acerca al rey, y apoyado
del arcabuz en la horquilla,
y zarandeando el cuerpo,
cual hombre que nada admira:

«Señor -con ceceo dice,
y lengua, aunque gorda, viva-:
Cuando mi sargento anoche
me dijo que combatía

»vuestra alteza en este empeño,
preparé varias cosillas;
los trastos que en tales lances
cualquier hombre necesita.

»Fundí, señor, doce balas,
que al cabo son la comida
de esta serpiente -mostrole
el arcabuz con sonrisa,

»prosiguiendo-; fundí digo,
doce balas, las precisas,
seis de plomo, destinadas
a canalla gabachina;

»y las seis, muy a mi gusto
cumplieron: ¡Dios las bendiga!
Fundí otras cinco de plata
para gente de alta guisa;

»y en cinco ilustres monsiures
se hallarán, no están perdidas,
que, ¡vive Dios!, tal acierto
no lo he tenido en mi vida.

»Y una fundí finalmente,
de oro muy puro y sin liga.
Aquí está, señor, miradla.»
Expuso a la regia vista

una gruesa bala de oro
que en la escarcela traía,
continuando, sin turbarse,
con gracejo y con malicia:

«Gran señor, fundí esta bala
para daros muerte digna,
si en el combate de veros
se me lograba la dicha.

»Y ya que vuestra fortuna
no os puso en mi puntería,
vuestra debe ser la prenda
que siempre vuestra a ser iba.

»Tomadla, señor, tomadla;
pesa dos onzas cumplidas,
y puede que para ayuda
de vuestro rescate sirva.»

Al rey Francisco tal gracia
hizo aquella retahíla
del andaluz, y el despejo
con que acertara a decirla,

que, afable, tomó la bala
diciendo: «Amigo, la estima
mi aprecio en mucho, y confío
que os lo mostraré algún día.»

Roldán le hizo reverencia
y vuelve a entrar en su fila
tan contento de sí mismo,
que ni a Carlos Quinto envidia.


continúa ...
"Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla" (Demócrito)

"Cuando adviertas que para producir necesitas la autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes trafican no con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y las influencias más que por el trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos, sino que, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando repares que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un sacrificio personal, entonces podrás afirmar sin temor a equivocarte que tu sociedad está condenada." (Alissa Zinovievna Rosenbaum)
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

“La victoria de Pavía”
de Ángel de Saavedra, Duque de Rivas



(sigue)

y V - Conclusión



Dueño absoluto de Italia
fue el insigne emperador,
con esta excelsa victoria
del alto esfuerzo español.

Y cautivo el rey de Francia
vino a Madrid y habitó
la torre de los Lujanes,
con Hernando de Alarcón.

En la plaza de la Villa
aún dora esta torre el sol,
coronada de recuerdos
que el tiempo no borra, no.

De ella al cabo el rey Francisco
rescatándose, tornó
a ocupar el rico trono
de la francesa nación.

Pero su rendida espada,
prenda de insigne valor,
testigo eterno de un triunfo
que el orbe todo admiró,

en nuestra regia armería
trescientos años brilló,
de los franceses desdoro,
de nuestras glorias blasón.

Hasta que amistad aleve,
que ocultaba engaño atroz,
con halagos y promesas
que ensalzó la adulación,

tal prenda de un triunfo nuestro
para Francia recobró,
como si así de la historia
se borrase su baldón.

Harto indignado, aunque joven,
esta espada escolté yo,
cuando a Murat la entregaron
en infame procesión,

pero si llevó la espada,
la gloria eterna quedó,
más durable que el acero
de la alta fama en la voz.

Y en vez de tal prenda, España
supo añadir, ¡vive Dios!,
al gran nombre de Pavía
el de Bailén, que es mayor.

Y aquí acaba este bello poema que ensalza la victoria de los Tercios españoles sobre el ejército francés en la batalla de Pavía.
Espero que quien lo haya leido lo haya disfrutado (a pesar de su longitud %*} )

Saludos.
"Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla" (Demócrito)

"Cuando adviertas que para producir necesitas la autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes trafican no con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y las influencias más que por el trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos, sino que, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando repares que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un sacrificio personal, entonces podrás afirmar sin temor a equivocarte que tu sociedad está condenada." (Alissa Zinovievna Rosenbaum)
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por Leiva »

Pues sí que lo he disfrutado.

Muchas gracias por copiarlo.

Saludos
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

Otra "larguita" del Duque de Rivas :)

Amor, honor y valor
de Ángel de Saavedra, Duque de Rivas




I - El ejército

De trompas y de atambores
retumba marcial estruendo,
que en las torres de Pavía
repite gozoso el eco,

porque a libertarlas viene
de largo y penoso cerco
el ejército del César
contra el del francés soberbio.

Aquel reducido y corto,
este numeroso y fiero;
el uno descalzo y pobre,
el otro de galas lleno.

Pero el marqués de Pescara,
hijo ilustre y predilecto
del valor y la victoria,
tiene de aquel el gobierno.

Porque los jefes ancianos
y los príncipes excelsos
que lo mandan, se someten
a su fortuna y su esfuerzo;

y en él gloriosos campean
los invictísimos tercios
españoles, cuya gloria
es pasmo del universo.

Manda las francesas huestes
el rey Francisco primero,
que ve las del quinto Carlos
con orgulloso desprecio.

Y juzgando un imposible
que osen venir a su encuentro
con tan cortos escuadrones,
con tan escasos pertrechos,

no a la batalla, al alcance
prepárase, repitiendo:
«Para la cobarde fuga
levantan el campamento.»


En tanto de él, en buen orden
y en sosegado concierto
(después de dar a las llamas
y de hacer pasto del fuego

las tiendas y los reparos,
las barracas y repuestos),
salen a coger laureles
los imperiales guerreros,

de Nápoles el ilustre
visorrey al frente de ellos,
en un caballo rüano,
que es del Vesubio remedo.


Ricas armas refulgentes,
en que dan vivos destellos
las labores de oro y plata
del sol naciente al reflejo

lleva, y sobre el rico almete,
en la cimera sujeto,
penacho amarillo y rojo,
que mece apacible viento.

Cien alabardas de escolta
cércanle; delante, enhiesto,
va su pendón, y le siguen
personajes de respeto.

En el escuadrón segundo,
de un arnés blanco cubierto,
y de un sayo de brocado,
en un frisón corpulento

pasa de Borbón el duque:
¡lástima que tan egregio
príncipe, contra su patria
y su rey combata ciego!

Entre los varios señores
y famosos caballeros
que le acompañan, descuella
por lo galán y lo apuesto

el joven marqués del Vasto,
armado de azules veros,
con blancas y azules plumas,
gallardas alas del yelmo.

En un pisador castaño
que con la espuma del freno,
escarcha en copos de plata
los azules paramentos,

su destreza de jinete,
con corvetas y escarceos,
y su agilidad de mozo
va, presumido, luciendo.


Tras de este escuadrón segundo
marcha el escuadrón tercero,
y Alarcón a su cabeza,
cana barba, rostro serio,

armas fuertes, mas sin brillo,
corcel alto, duro, recio,
una refornida lanza
que empuña un puño de hierro;

sin visera ni penacho,
capacete de gran peso,
y sobreveste y gualdrapa,
ambas de velludo negro,

sin recamadas insignias,
sin divisas ni embelecos,
eran, como lo era siempre,
su simple y marcial arreo.

Siguen tras los hombres de armas
los escuadrones ligeros,
y de Cívita-Santángel
el marqués al frente de ellos.

Joven, valiente y gallardo,
ignorando va risueño
que a manos de un rey la muerte
le aguarda a pocos momentos.

Rico y galán sayo viste
de purpúreo terciopelo:
¡Harto pronto con su sangre
más purpúreo ha de ponerlo!

De un cuartago de Calabria,
causa de su fin funesto,
rige las flexibles bridas,
que cortadas serán luego.


Las triunfadoras banderas
donde desarrolla el viento
los castillos y leones,
ya de dos mundos respeto,

y que adorna la fortuna
de palma y laurel eternos,
dondequiera que tremolan
en entrambos hemisferios,

la invencible infantería
de los españoles tercios,
en bien formadas escuadras,
sigue por lado diverso.

Descalza, pero contenta;
pobre, mas de noble esfuerzo
tan rica, que a sus hazañas
es el orbe campo estrecho.

El valor y gracia reinan,
y de la muerte el desprecio,
en sus ordenadas filas,
de frugalidad modelo,

y que de vencer seguras
llenan de coplas el viento,
con apodos y con vayas
de andaluces a gallegos.

A sus bravos capitanes,
humildes obedeciendo,
forman un bosque de picas
cuyas puntas son luceros,

y donde los arcabuces,
preñados de rayo y trueno,
van pronto a llenar el aire
de humo, plomo, muerte y miedo.

Allí el capitán Quesada,
allí el capitán Cisneros,
y Santillana, el alférez,
y Bermúdez, el sargento,

y Roldán el sevillano,
extremado arcabucero,
y mil y mil allí estaban,
gloria del hispano suelo,

cuyos inmortales nombres
la fama guarda del tiempo,
y al pronunciarlos palpita
de todo español el pecho.

Con un limpio coselete,
del sol envidia y espejo,
con celada borgoñona
sin cimera ni plumero,

y con sus calzas de grana,
y con su jubón eterno
de raso carmesí, llega
después de dejar dispuesto

como caudillo el ataque,
y como caudillo experto,
el gran marqués de Pescara
en su tordillo ligero.

En su diestra centellea
un estoque de Toledo,
y un broquel redondo embraza
con una muerte en el medio.

Viene, y se coloca al frente
de los españoles tercios,
de sus planes y esperanzas
con gran razón fundamento.

Y con el semblante afable,
y con el rostro risueño,
responde a sonoros vivas
en sazonado gracejo.

Detrás de los españoles,
tardos marchan los tudescos,
que apiñados parecían
muro movible de cuerpos.

Sus amarillos pendones
las águilas del Imperio
ostentan, y lentamente
las siguen con gran silencio.

Micer Jorge de Austria, anciano
de gran valor y respeto,
va a su frente en un morcillo
que hunde donde pisa el suelo.

Lleva arnés empavonado,
y devoto hasta el extremo,
con franciscana capucha
el casco y gorjal cubiertos.

Las últimas que desfilan
y salen del campamento,
son las banderas de Italia
en pelotones pequeños.

Dos culebrinas de bronce
y una lombarda de hierro,
son toda la artillería
para tan terrible empeño.

Don César Napolitano,
caudillo bizarro y diestro,
y el capitán Papacodo
vienen a su frente puestos.


Ya los franceses cañones,
cuyo número era inmenso,
contra estas huestes lanzaban
muerte envuelta en humo y fuego.

Y ya viva escaramuza
se iba rápida encendiendo,
entre avanzados jinetes
y alentados ballesteros,

y aun del incendiado campo
llegan a ocupar sus puestos
a todo correr soldados,
y a escape los caballeros.

Solo entre tantos no acude,
cuando siempre es el primero,
el gallardo don Alonso
de Córdoba, y lo echan menos,

porque de un noble el retardo
en tan críticos momentos,
es mucho más reparable,
porque debe dar ejemplo.

Y por esperarle todos
miran hacia el campamento,
donde con grande sorpresa
ven, y quédanse suspensos,

que su tienda solamente
no es ya de las llamas cebo,
y que aún intacta descuella
entre el general incendio.

... continúa
"Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla" (Demócrito)

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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

"Amor, honor y valor"
de Ángel de Saavedra, Duque de Rivas


continúa

II - La tienda

Entre humos, llamas, cenizas,
que volando en remolinos
del abandonado campo,
al sol ofuscan el brillo,

de don Alonso la tienda
tiene desde lejos fijos
de la multitud los ojos,
la atención de sus amigos.

Aderezado un overo
cerca de ella, altos relinchos
da, y huella y escarba el polvo,
no cabiendo ya en sí mismo.

Porque la mano en el diestro
tiene sujeto su brío
un paje, que también tiene
un lanzón con pendoncillo.

Están dentro de la tienda,
a un lado, sentada en rico
almohadón de terciopelo
sobre tapete morisco,

una gallarda señora
con semblante dolorido,
teniendo en sus bellos brazos
dos hermosísimos niños.

Y en pie, a su frente, un joven
de brillante arnés vestido,
la cabeza sin almete
y el rostro contemplativo.

Dos luceros son los ojos
de aquella dama o prodigio,
que a las mejillas de nácar
le dan perlas por rocío.

Las negras y luengas trenzas
con negligente prendido
dan más blancura a su frente,
dan a sus ojos más brillo,

dan más carmín a sus labios
de amor poderoso hechizo,
dibujando un albo cuello
y un seno de ángeles nido;

pues viendo en él agrupados
a los dos infantes lindos,
el llamarle de esta suerte
no es exagerado estilo.

El mancebo, armado, muestra,
en aspecto y atavío,
de su linaje lo ilustre
y de su cuna lo rico.

Es el noble don Alonso
de Córdoba, que cautivo
de un amor firme, combate
por salir de un laberinto.

Del gran marqués de Alcaudete
hermano, y aun presuntivo
heredero, aquella hermosa
ha tiempo tiene consigo,

con disgusto y con despecho,
no solo del marqués mismo,
sino de otros dos hermanos
capitanes de gran brío,

que en las huestes españolas
con el de Pescara invicto,
para avalorar su nombre
ocupan honroso sitio.


La dama, en ilustre sangre,
al joven esclarecido
no iguala, es cierto, mas junta
a los altos atractivos

de la gracia y la belleza,
del donaire y señorío,
y de los ojos de fuego,
y del hablar argentino,

tal bondad y tal ternura,
tan cultivado y pulido
entendimiento y modales
tan dulces, gratos y finos,

que de don Alonso tienen
disculpa los extravíos,
por prenda en quien tantas dotes
colocar el cielo quiso;

pues amor y entendimiento
y valor, siempre se ha dicho
que igualarlo pueden todo:
y no es error el decirlo.

Ella es honrada, aunque humilde,
y para hombre bien nacido
el honor de las mujeres
no es juguete de capricho.

Y si es que tiene de padre
ya la obligación consigo,
con Dios y con los sensatos
se ve en grande compromiso.


Don Alonso, caballero
de tan altos requisitos,
cuando va a exponer la vida
a un inminente peligro

(siempre solemne momento
en que entra el hombre en sí mismo,
porque voces que no mienten
le dan interiores gritos),

revuelve allá en su cabeza
mil encontrados arbitrios
para entre el mundo y el cielo
encontrar algún camino.

Su pecho es campo en que luchan
irritados enemigos,
preocupaciones, afectos,
miramientos y cariños.

Y con los brazos cruzados,
el rostro helado y marchito,
desencajados los ojos,
convulsos los labios fríos,

hecha pedazos el alma,
el corazón derretido,
quisiera que un rayo ardiente
le clavara en aquel sitio.


La dama, que no sospecha
el confuso laberinto
en que se pierde su amante,
demudado y discursivo,

creyendo que el amor sólo
detiene su heroico brío,
en momento en que el retardo
pone el honor en peligro,

sollozando: «¿Qué os detiene,
-dice-, amado dueño mío,
cuando las tropas os llaman
y os espera el enemigo?

»Volad, que yo no os detenga;
volad, señor, os suplico,
vuestro nombre y vuestra fama
son antes que yo y mis hijos.»

De tal labio, don Alonso,
al escuchar tal aviso,
que fue del honor espuela
y del amor incentivo,

en sí torna, se resuelve,
y dando un largo suspiro,
como lo da el que cansado
sale de un profundo abismo:

«Decís bien, señora -exclama-;
mas venid a ser testigo
de que pago cuanto debo
a Dios, a vos y a mí mismo.»

Cálase el yelmo; del brazo
en frenético delirio
ase a la dama, que aprieta
contra su seno a los niños.

Sale con ella y con ellos,
monta en el overo altivo,
acomoda en la gurupa
a su dama y a sus hijos,

y hacia el campo de batalla
a escape toma el camino,
en velocidad y en fuego
rayo o disparado tiro.

Todos cuantos le esperaban
reconócenlo al proviso,
de que traiga, avergonzados,
tal embarazo consigo.

La lenguaraz soldadesca
prorrumpe en picantes dichos,
pues no hay respeto que imponga
freno al vulgacho maligno.

Y los dos nobles hermanos
de don Alonso, ofendidos,
de enojo y cólera ciegos,
en tierra los ojos fijos,

temiéndose nueva afrenta
en tal hora y en tal sitio,
con las viseras esconden
los rostros excandecidos.


... continúa
"Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla" (Demócrito)

"Cuando adviertas que para producir necesitas la autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes trafican no con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y las influencias más que por el trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos, sino que, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando repares que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un sacrificio personal, entonces podrás afirmar sin temor a equivocarte que tu sociedad está condenada." (Alissa Zinovievna Rosenbaum)
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

"Amor, honor y valor"
de Ángel de Saavedra, Duque de Rivas


continúa

y ... III - El caballero

Sin templar las flojas bridas,
ni dar descanso a la espuela,
el ilustre don Alonso
a do están los tercios llega;

dando al desprecio las burlas,
sordo haciéndose a la befa
de licenciosos soldados
y de desatadas lenguas,

ante el marqués de Pescara,
que siente tal ocurrencia,
y que está suspenso y grave,
pone fin a la carrera.

Desocupa los arzones,
a niños y madre apea,
y con firme acento dice,
alzándose la visera:

«Marqués de Pescara egregio,
pues circula en vuestras venas
sangre tan noble y cristiana
como el mundo reverencia,

»no extrañaréis el que un noble,
que de cristiano se precia,
sus obligaciones cumpla
y satisfaga sus deudas;

»ni que un valiente soldado
que a combatir marcha, quiera
para entrar con más empeño,
dejar mayores riquezas.

»Ni que tranquila su alma
al lance llevar pretenda,
porque si es del valor centro,
mayor valor hay en ella.

»Yo estoy obligado y debo,
mil bienes se me presentan
que asegurar, y mi alma
la tranquilidad anhela.

»Bajo vuestro patrocinio
cumpla, pues, pague, enriquezca,
mi alma tranquilice, y obre
según Dios y mi conciencia.

»Al capellán que os asiste
mandadle, señor, que venga,
y que me case ahora mismo
aquí con doña Teresa.

»Y bendecido mi enlace,
estos dos ángeles sean
hijos legítimos míos,
purgados de toda afrenta.

»Y si el cielo dispusiese
que yo caiga en la pelea,
habrá quien me sustituya
en lealtad y en fortaleza.»

Calló; y el Pescara insigne
y los jefes que le cercan,
conmovidos y admirados,
tan cristiano empeño aprueban.


Viene el capellán al punto
en una mula; se apea,
de don Alonso elogiando
acción tan gallarda y buena.

Entusiasmo por las filas
cunde con la extraña nueva,
porque una acción generosa
tiene mágica influencia.

Y un ejército, testigo
siendo de la boda, hecha
fue con los sagrados ritos
que a sacramento la elevan.

Desmáyase la señora,
y en los brazos la sustenta
su esposo, que a entrambos niños
contra la coraza aprieta.

Se enternece el sacerdote,
Pescara los brazos echa
al regocijado novio,
y da mil enhorabuenas.

El ejército, de vivas,
admirado el aire llena.
Vienen los amigos todos,
todos los curiosos llegan.

Y de don Alonso entonces
ya no tienen resistencia
los enojados hermanos,
y entre sus brazos lo estrechan;

y despojándose afables
de anillos y de cadenas,
unos dan a su cuñada,
otros en los niños cuelgan.

De cordialidad, de gozo,
y de dicha tal escena
formando, en aquel momento,
que a un mármol enterneciera.


Pero los instantes urgen:
don Alonso, activo, ordena
a su esposa y a sus hijos
retirar de allí a gran priesa;

porque ya silban las balas,
y ya cruzan las saetas,
y las trompas y atambores
dan de combatir la seña;

y cabalgando ligero,
la lanza en la cuja puesta,
vuelto al marqués de Pescara
dice así con voz resuelta:

«Por uno antes combatía,
porque uno tan solo era,
mas hoy combatir por cuatro
quiero que el mundo me vea:

»Por mí, por mis tiernos hijos
y por mi esposa discreta:
Vos veréis, caudillo excelso,
si sé hacerlo, aunque perezca.»

Revuelve el potro, la lanza
en el ristre a punto puesta.
Y en lo más trabado y recio
entrose de la pelea.

Síguenle sus dos hermanos;
y de los tres las proezas
en aquel tremendo día,
que a España de gloria llena

fueron tales, que lograron
aplausos y recompensas,
y en el clarín de la fama
nombre inmortal, gloria eterna.

Fin
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

“Al rey Felipe III”
de Francisco de Quevedo


Escondida debajo de tu armada,
Gime la mar, la vela llama al viento,
Y a las Lunas del Turco el firmamento
Eclipse les promete en tu jornada.

Quiere en las venas del Inglés tu espada
Matar la sed al Español sediento,
Y en tus armas el Sol desde su asiento
Mira su lumbre en rayos aumentada.

Por ventura la Tierra de envidiosa
Contra ti arma ejércitos triunfantes,
En sus monstruos soberbios poderosa;

Que viendo armar de rayos fulminantes,
O Júpiter, tu diestra valerosa,
Pienso que han vuelto al mundo los Gigantes.
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por Rittmeister von Junzt »

Yo ya había escrito un mensaje con este soneto del Quijote, pero vuelvo a ponerlo aquí

Capítulo 40

Don Quijote de la Mancha

Miguel de Cervantes Saavedra



Capítulo XL. Donde se prosigue la historia del cautivo


...

–Desa mesma manera le sé yo –dijo el cautivo.

–Pues el del fuerte, si mal no me acuerdo –dijo el caballero–, dice así:

Soneto

De entre esta tierra estéril, derribada,

destos terrones por el suelo echados,

las almas santas de tres mil soldados

subieron vivas a mejor morada,

siendo primero, en vano, ejercitada

la fuerza de sus brazos esforzados,

hasta que, al fin, de pocos y cansados,

dieron la vida al filo de la espada.

Y éste es el suelo que continuo ha sido

de mil memorias lamentables lleno

en los pasados siglos y presentes.

Mas no más justas de su duro seno

habrán al claro cielo almas subido,

ni aun él sostuvo cuerpos tan valientes.
Exoriare aliquis nostris ex ossibus ultor
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

Para los artilleros del foro.

“En Honor del Cuerpo de Artillería”
de Juan Bautista Arriaza (1770-1837)


Gloria al cuerpo, que el primero
por la boca de un cañón
respondió a Napoleón
«Obedecerte no quiero»
Pues ese incendio guerrero,
que ya en todas partes arde,
y aterra al Corso cobarde,
todo es efecto del rayo
disparado en dos de Mayo
por Daoíz y Velarde.
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

"En Flandes se ha puesto el sol" (fragmento)
de Eduardo Marquina.



Capitán y español, no está avezado
a curarse de herida que ha dejado
intacto el corazón dentro del pecho.
Ello, ocurrió de suerte
que a los favores de un azar villano,
pudo llegar el hierro hasta esa mano,
que tuvo siempre en hierros a la muerte.

Y fue que apenas roto
por nuestro esfuerzo el muro,
salieron de la aldea en alboroto
sus gentes, escapándose a seguro.
Niños, mozos y ancianos,
en pelotón revuelto, altas las manos
como a esquivar la muerte, que les llega
envuelta en el fragor de la refriega,
a derramarse van por los caminos
y los campos vecinos...
Y va su frente y clama
que les tengan piedad en tanta ruina,
dando al aire sus tocas, una dama
que pone, ante la turba que la aclama,
la impavidez triunfal de una heroína.
Corriendo a hacer botín de su hermosura,
la rufa soldadesca se amotina,
y en vano ella procura,
en súplicas, en lágrimas deshecha,
acosada y rendida,
entregando su vida
triunfar de la deshonra que la acecha.
Va a sucumbir; pero en el mismo intante,
una mano de hierro abre a empeñones
el cerco jadente
de suizos y walones,
y el capitán ofrece a la hermosura
la hidalga proteccion de su bravura...
Domeñado y sujeto
queda el tercio a distancia; ella respira:
'Pasad, señora que por mi os admira
y por mi os tiene España por su respeto',
dice, y levanta el capitán ardido
la dura mano al fieltro retorcido.
Y en este punto, el hierro de un villano
parte su vena a la indefensa mano.
No se contrae su rostro de granito
ni la villana acción le arranca un grito;
inclina el porte, tiende a la cuitada
la mano ensangrentada
y vuelve a pronunciar: 'Gracias señores;
que si sólo he querido
a la dama y su honor hacer honores,
ahora, con esta herida, habré podido
ofrecerle en mi mano rojas flores.'
Ceremoniosamente
pasó la dama, él inclinó la frente,
y en la diestra leal que le tendía
la sangre a borbotones florecía.
"Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla" (Demócrito)

"Cuando adviertas que para producir necesitas la autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes trafican no con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y las influencias más que por el trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos, sino que, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando repares que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un sacrificio personal, entonces podrás afirmar sin temor a equivocarte que tu sociedad está condenada." (Alissa Zinovievna Rosenbaum)
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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

“Un embajador español”
de Ángel de Saavedra, Duque de Rivas.


I
En Merino y Terracina,
que dominios son del Papa,
entra aquel Carlos octavo,
rey orgulloso de Francia.

Los fuertes castillos toma,
los campos fértiles tala,
incendia los caseríos,
los templos santos profana.

Y en el furor se complace
con que sus hombres de armas
como furibundas fieras
roban, destruyen y matan.

Así cumple los tratados
que celebró con España,
de defender a la Iglesia
y de acatar la tiara.

Así el juramento cumple,
que de San Pedro en las aras
prestó sobre el Evangelio
en terminantes palabras.

Así el acto corresponde,
que con humildad tan falsa
hizo en público, besando
del Pontífice las plantas.

Así el nombre verifica,
que tomó para burlarla,
de fiel hijo de la Iglesia
y defensor de su causa.

Los vasallos infelices
del Padre Santo, que hallan
exterminio o servidumbre
en quien amparo esperaban,

y que en la paz adormidos,
y en la ciega confianza
que los tratados infunden
y da una regia palabra,

ni pueden hacer defensa
ni en ella salud hallaran,
que numerosas y fuertes
son las fuerzas de la Francia,

y a merced de sus guerreros
dejan haciendas y fama,
sin quedarles más recurso
que lágrimas y plegarias:

lágrimas que el duro pecho
de Carlos feroz no ablandan,
plegarias a que responden
insultantes carcajadas.

Del Pontífice un legado
(porque un legado acompaña
para más escarnio y burla
al rey que a la Iglesia ataca),

inerme, abatido, humilde,
a Carlos ruega y demanda
que a su ambición ponga freno,
que coto ponga a su audacia;

si no por respeto al pacto
celebrado con España,
si no por guardar solemnes
juramentos y palabras,

por cumplir como cristiano
y para salvar su alma,
y por temor, a lo menos,
de la divina venganza.

Pues Dios es juez de los reyes,
y su mano sacrosanta
rompe coronas y cetros,
solios e imperios allana.

Con risa infernal escucha
y burladora arrogancia,
las justas reconvenciones
el obcecado monarca,

cuando de Borbón el duque,
gran condestable de Francia,
del venerable legado
reproduce las demandas,

y con muy cristiano celo
y la autoridad y pausa
propia de su cuna ilustre,
propia de sus nobles canas,

mas con todo el miramiento
a la debida distancia,
que entre rey y entre vasallo
Dios mismo establece y marca,

le repite las razones
que de pronunciar acaba
el digno representante
de la ofendida tiara,

insistiendo en que recuerde
que los tratados quebranta,
que firmó solemnemente
en Perpiñán con España.

De tan noble personaje
tampoco consiguen nada,
con el orgulloso Carlos,
razones, ruegos, plegarias,

pues con desabrido gesto
y con burladora rabia,
que no recuerda, responde,
de cuanto le dicen nada.

... / ... continua
"Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla" (Demócrito)

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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

betiquer escribió:“Un embajador español”
de Ángel de Saavedra, Duque de Rivas.


I
En Merino y Terracina, ... ... / ... continua
II
Don Antonio de Fonseca,
caballero de alta ley,
de los Católicos Reyes
el noble embajador es,

que al rey de Francia acompaña
y le sigue por doquier,
y avisado por el duque
viene en el momento aquel.

Preséntase con modestia,
pero con el rostro que
cara de pocos amigos
llama el vulgo, y llama bien.

Al verle, con fatuo orgullo
el cristianísimo rey,
que da al vicario de Cristo
a gustar vinagre y hiel,

con miradas de desprecio
y con gesto de altivez,
«¡Oh caballero -le dice-,
llegáis en buen hora, pues

»el venerable legado
me habla, y el duque también,
de un tratado con España
que lo que encierra no sé.»

«Señor -responde Fonseca-:
¿cómo ignorarlo podéis,
cuando en Perpiñán vos mismo
pusisteis la firma en él,

»y debajo el regio sello
puso vuestro canciller?...
Mas, puesto que lo olvidasteis,
escuchadme, os lo leeré.»

Y sacando de su seno
un abultado papel,
con respeto y con firmeza
Fonseca empezó a leer.

Cuando un artículo había
favorable al interés
de la corona de Francia,
exclamaba al punto el rey:

«Es muy válido, recuerdo
que en Perpiñán lo firmé.
Ese artículo, Fonseca,
os ofrezco mantener.»

Pero cuando otro escuchaba
interesante también
o al decoro de la Iglesia,
o de Castilla al poder:

«Dadme el tratado -decía-,
dádmelo, Fonseca, pues
si eso firmé lo desfirmo,
que enmendar un yerro es bien.»

Y las cláusulas borrando,
con menosprecio y desdén
el pliego le devolvía
diciendo: «Seguid, leed.»

Al fin, llena la medida
del sufrimiento cortés,
don Alonso de Fonseca
no se pudo contener,

y «Rey de Francia -prorrumpe-,
si mofaros pretendéis
de mí, que soy caballero,
de mi patria y de mi rey,

»vive Dios que a tolerarlo
no estoy yo dispuesto; y pues
borráis lo que no os conviene,
borro y anulo también

»lo que es a vos favorable,
rompiendo el tratado, ved.»
Y desgarrando valiente
el respetable papel,

tiró los rotos pedazos
del rey de Francia a los pies,
y calándose el sombrero
sin hacer venia se fue.

Y con la mano en la espada
atravesando un tropel
de alabardas y ballestas,
salió del campo francés.
"Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla" (Demócrito)

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Re: LA POESÍA Y LA MILICIA

Mensaje por betiquer »

“Recuerdos de un grande hombre”
de Ángel de Saavedra, Duque de Rivas.



III - La dama

…” Aquí llegan municiones,
allí granos y vituallas,
acá se doman corceles,
allá se adiestran escuadras.

Allí armaduras se bruñen,
aquí se bordan gualdrapas,
acá se recaman vestes,
allá se templan espadas.

Las banderas y penachos,
los pendoncillos y lanzas,
las enseñas y divisas
forman espesa enramada.

El sol chispea en el oro,
arde en bruñidas corazas,
y en plumas, telas, recamos,
vivos colores esmalta.

Ora resuenan clarines,
ora rimbomban campanas,
ya redoblan los tambores,
ya retumban las lombardas.

No hay una persona ociosa,
no hay sin movimiento un alma,
ni imaginación tranquila,
ni pecho sin esperanza.

Unos sueñan en despojos,
otros nombre y lauros ansían,
quién va a ganar indulgencias,
quién gloria pide y aguarda.

Y todas estas ideas
se humillan, aunque tan varias,
a un gigante pensamiento,
LA CONQUISTA DE GRANADA. … “

Saludos.
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