“Chickenhawk”.
Robert Mason.
492 páginas.
Editorial Penguin.
Nueva York, 2005.
Desde pequeño no hubo nada que Robert Mason desease más que volar. Y por encima de todo quería pilotar helicópteros. Por ello, cuando en Junio de 1964 cruzó las puertas del centro de adiestramiento de Fort Wolters (Tejas), fue uno de los días más felices de sus 22 años. Cierto que cabía la posibilidad de ser enviado a la guerra, y que en esos momentos se estaba desarrollando una de la que apenas sabía nada en un país asiático, pero en aquel momento dicho azar parecía muy lejano.
La instrucción continuó en Fort Rucker, donde se familiarizó con el Huey; en Mayo de 1965 le fueron concedidas sus alas de plata. En Junio fue destinado a la nueva 1ª división de caballería (aerotransportada). Tras un crucero por el Pacífico llegó a Vietnam en Septiembre.
Cuando se comentaba que los estadounidenses estaban haciendo lo mismo que los franceses y que estos habían perdido la guerra la respuesta era siempre: “Sí, pero nosotros tenemos helicópteros”. Se confiaba en que gracias a su movilidad se podría golpear al enemigo rápidamente, en cualquier parte, hasta acabar con él. Las primeras acciones de la división de caballería aerotransportada, en Happy Valley, Ia Drang y Bong Son parecieron confirmarlo, y la unidad se convirtió en la niña bonita del alto mando y los informativos. Solo los más lúcidos replicaban que no se estaba controlando el territorio, que había que luchar una y otra vez por las mismas zonas, y que la victoria era imposible mientras se siguiese matando a las personas que se suponía que tenían que proteger y destruyendo sus aldeas.
Durante todo el conflicto Mason pilotó Hueys de transporte de tropas, llamados “slicks”. En Mayo de 1966 fue transferido a la 48ª compañía de aviación. Su anterior comandante había sido apuñalado por sus propios hombres y el actual gozaba de una “mente creativa”, que empleaba en cambalaches y trapicheos varios. Con ella participó en la operación Hawthorne.
Índice de la obra.
El autor usa un estilo ligero y eficaz, muy vivo. Sabe transmitirnos las técnicas y problemas que conlleva manejar un helicóptero, y describe con igual maestría escenas de acción y relaciones entre personas, periodos de permiso y la sucesión de estados de miedo y coraje en el ánimo de los pilotos (de ahí el título). A pesar de términos coloquiales y jerga militar no resulta demasiado complicado comprender el lenguaje.
La presión fue haciendo mella en él y los últimos meses de su estancia estuvieron marcados por ataques de pánico y ansiedad, llegando a sufrir alucinaciones. Solo los tranquilizantes le permitían descansar adecuadamente.
Al regresar a los EE.UU. en Agosto fue nombrado piloto instructor. Sin embargo los problemas sicológicos no remitieron y tuvo que dejar de volar. Frustrado, abandonó el ejército en 1968. Aparte de los tranquilizantes cayó en el alcohol y la marihuana, dio tumbos de un negocio fallido a otro y acabó detenido en 1981 por tráfico de drogas.
El éxito del presente volumen, publicado en 1983, supuso un revulsivo. Unido al apoyo constante de su familia logró superar aquella negra etapa, publicar novelas y entrar en el mundillo audiovisual.
El libro se completa con un mapa, un diagrama del Huey y un cuadernillo de fotos, tomadas por el autor o sus compañeros.
Desde que apareció esta narración se considera la que mejor expone lo que fue pilotar un helicóptero durante la guerra de Vietnam. Y a mi parecer se trata de una conclusión totalmente acertada.
Robert Mason, a la izquierda con una pistola en la cadera, junto a sus compañeros de la 1ª div. de caballería aerotransportada.
