El Ejército de Los Andes

Historia Militar de todas las épocas en las que directamente ha intervenido dichos países. Hasta el 2006.

Moderador: Miguel Villalba

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Luis Cruz Martinez
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El Ejército de Los Andes

Mensaje por Luis Cruz Martinez »

EDITADO COLOR DE FUENTE POR MODERACIÓN

Una parte fundamental de la emancipación de América, y prácticamente olvidada, el Ejército de San Martín y el cruce de Los Andes
"Azaña Portentoza", superior a la de Aníbal, su origen, creación desde la nada, organización y batallas, serán tratadas en profundidad en este hilo que comienzo hoy, y en el cual pretendo relatar los acontecimientos que llevaron a completar esta gesta.


El Ejército de Los Andes

Introducción

La extensión del territorio americano dominado por España abarcaba ya en Siglo XVII, desde el centro de los actuales EE.UU. hasta tierra del Fuego y desde el Atlántico hasta el Pacífico, rodeando la zona ocupada por Portugal.
En un principio el inmenso territorio se dividió en dos jurisdicciones llamadas virreinatos: el de Nueva España, creado en 1534, y el del Perú, fundado en 1542; y dos Capitanías Generales, la de Yucatán (creada en 1542) y la de Nueva Granada (creada en 1564).
Pero los territorios a administrar seguían siendo muy grandes y difíciles de controlar y la corona española decidió subdividirlos y crear nuevos virreinatos y capitanías. Así, la Capitanía de Nueva Granada se transformó en Virreinato, surgió el Virreinato del Río de la Plata (1776) y se crearon las Capitanías de Chile, Cuba, Venezuela y Guatemala.
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Los virreyes eran los representantes directos del rey en América y eran los funcionarios más poderosos en estas tierras. Los virreinatos estaban a su vez divididos en gobernaciones, intendencias y municipios. Dentro de los municipios la institución más importante era el cabildo, que se encargaba del gobierno y la administración de las ciudades y sus alrededores. Cuando la situación lo requería podía convocarse a un Cabildo Abierto al que podían concurrir -como decían las invitaciones de la época- "la parte más sana y principal de la población", es decir, los vecinos propietarios.
El poder judicial estaba representado por la Audiencia y a su cargo estaban los "oidores" que ejercían la justicia civil y criminal.
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Mapa de Wipimedia que muestra el virreinato del Río de La Plata y la Capitanía General de Chile.

Con el quiebre de la monarquía española a principios del siglo XIX se produjeron grandes transformaciones en el mapa político de Europa. En este contexto, España fue invadida por el emperador francés Napoleón Bonaparte (1808) y el rey Fernando VII fue obligado a renunciar y, luego, hecho prisionero.
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Fernando VII

Esta circunstancia no solo provocó trastornos en España, sino, también, en sus territorios de ultramar. Al principio, las colonias americanas no dudaron en mantener su fidelidad al monarca. Chile no fue la excepción y manifestó su apoyo a Fernando VII como rey legítimo de la monarquía hispana.
Sin embargo las noticias de Europa siguieron inquietando, y pronto en Chile se apreciaron dos grupos, los realistas y los reformadores. Estos últimos eran más radicales y empezaron a aspirar a la independencia.
La tensión que la situación generaba era grande e, incluso, algunos grupos armados recorrían las calles de Santiago, lo que llevó al entonces Gobernador Mateo de Toro y Zambrano a convocar a una asamblea para el día 18 de septiembre de 1810. De esta manera, se estableció una Junta de Gobierno, que era un organismo transitorio y de representación limitada, pues solo estaba formada por los vecinos de Santiago.
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1ra Junta de Gobierno de Chile

Los permanentes conflictos entre estos grupos fueron controlados por un golpe de Estado dirigido por el criollo José Miguel Carrera el 4 de septiembre de 1811. Carrera cambió la composición del Congreso y, así, los exaltados pasaron a formar el grupo mayoritario, permitiendo que los criollos que buscaban la independencia tuvieran la oportunidad de organizar una nueva Junta Ejecutiva.

Esta implementó una política más reformista, que se tradujo en decisiones como la ley de libertad de vientre, que declaraba libres a los hijos de esclavos nacidos en Chile.
Pero la estabilidad de la Junta pronto se vio alterada. José Miguel Carrera comenzó a discrepar con algunos miembros del Congreso y decidió asumir la dirección de los asuntos públicos.
Luego, junto a sus dos hermanos, Luis y Juan José, protagonizó un segundo golpe de Estado el 15 de noviembre de 1811. En esta segunda intervención militar, Carrera decidió disolver el Congreso (diciembre de 1811) y con esta acción tomó el control total.
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José Miguel Carrera

Estos hechos son de notoria importancia, porque el virrey del Perú desde 1809 venía observando la marcha de los movimientos independentistas, y luego interviniendo directamente en Quito y Alto Perú para acabar con las reformas de los criollos, esperanzado todavía en invadir Buenos Aires, su enemigo más rebelde. Los sucesos de Chile lo habían mantenido preocupado, pero empleando sus fuerzas militares en los lugares citados, no podía por el momento pensar en invadir el país.
Sin embargo, el rumbo que tomó la acción política de los patriotas, cada vez más inclinados a la independencia, en el transcurso del año 1812, y conociendo la tendencia fidelista de las provincias del sur, impulsaron a Abascal a preparar y ejecutar la intervención militar en Chile, enviando sendas expediciones militares a cargo de Pareja y Gaínza.
Los avances de la causa independentista estaban en peligro y, por ello, el Senado nombró una nueva Junta de Gobierno, mientras que Carrera asumió el cargo de general en jefe del Ejército para combatir contra las tropas realistas. Este, con ayuda de Juan Mackenna y Bernardo O’Higgins, organizó un ejército que alcanzó los 4.500 hombres.
Debido a las erradas decisiones de Carrera y su obstinado afán de poder, la Junta decidió reemplazarlo en su cargo de general en jefe, por O'Higgins (enero de 1814).
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Bernardo Ohiggins

Se sucede a continuación una serie de batallas entre realista y patriotas. Las hostilidades no daban ventaja a ninguno de los bandos, por lo que se necesitaba una tregua. Además, tanto la junta como el Virrey comenzaron a sentir el gasto económico y las pérdidas humanas que representaban los combates. Tras largas negociaciones se firmó el tratado de Lircay (3 de mayo de 1814) en el que se estipulaba el fin de los enfrentamientos.
A pesar de este pacto, ni los realistas ni los revolucionarios pensaron en cumplir con lo acordado en el tratado y ocuparon el tiempo de tregua para reponer fuerzas y planificar sus operaciones.
Mediante un golpe de audacia (el tercero), José Miguel Carrera se apoderó nuevamente del gobierno del país.
La acción de Carrera no agradó a O’Higgins (que se encontraba en Talca) y decidió ir a la capital a enfrentarlo. Pero sus tropas fueron derrotadas por los carreristas, al mando de Luis Carrera, en el combate de las Tres Acequias (26 de agosto).

O'Higgins se retiró al sur con el fin de volver a la carga, pero el día 27 de Agosto recibió un parlamentario realista con un pliego rotulado “a los que mandan en Chile”.
Era el mensaje con el cual el general español Mariano Osorio, recién desembarcado con un poderoso ejercito, venía a restablecer la fidelidad al rey, con la oliva en la mano proponiendo la paz o con la espada y el fuego a no dejar piedra sobre piedra en los pueblos que, sordos a mi voz, quieran seguir su propia ciega


Bibliografía General.

Libros
Historiadores de Chile, Enzina, Castedo, Vial, Barros Arana
Chilehistoria.
Historiadores de la Independencia
San Martin, Memorias
Diario de José Miguel Carrera
Quintanilla, Memorias
Zapiola, recuerdo de 30 años.

Web
Icarito.cl
Wikimedia.com
Redchilena.cl
Memoriachilena.cl
ElHistoriador.com.ar
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Aguila Audaz
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por Aguila Audaz »

Buen comienzo
[Mi abuelo era un hombre muy valiente, solo le tenia miedo a los idiotas...Le pregunte porque y me respondio.....Porque son muchos y al ser mayoria eligen hasta presidente.- Facundo Cabral- Cantautor Argentino
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Luis Cruz Martinez
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por Luis Cruz Martinez »

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La expedición de Osorio

El 3 o 4 de Mayo de 1814 se hacía a la vela en Talcahuano con rumbo al Callao el alférez de navío Pedro Tavira. Era portador de un oficio del general Gabino Gainza, datado en Talca el 26 de Abril, en el cual este jefe informaba a Abascal de la “Próxima llegada a este cuartel del señor Hillyar, comandante de la fragata de S.M.Britanica, surta en el puerto de Valparaíso, con proposiciones del director supremo de Santiago para la Paz…”
El oficio concluía con estas palabras: “Pienso no perder un palmo de terreno del adquirido hasta aquí, y avanzar y consumar la pacificación de todo este reino”.

Estas frases y las noticias que en el mismo oficio le daba Gainza sobre la falta de armas y la desorganización de las fuerzas insurgentes, hicieron concebir al virrey del Perú, don José de Abascal, la esperanza de que, convencidos de la imposibilidad de alcanzar la independencia, se acogerían a las benévolas proposiciones que les hiciese en su oportunidad.
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El Virrey del Perú, José Fernando de Abascal.

Al fin, iban a terminar la molesta revolución de Chile y sus exigencias de dinero, armas y soldados, en momentos en que la guerra del Alto Perú tenía a Lima exhausta de las tres cosas. Con esos antecedentes se comprenderá su sorpresa y su indignación cuando un mes más tarde se impuso, en otro oficio de Gainza, de la firma del Tratado de Lircay.
Abascal, desconcertado, no acertaba a conciliar el contenido de los 2 documentos, escritos con solo 20 días de diferencia. Para colmo, los informes de los jefes y oficiales extranjeros que transportaban en ese tiempo mercancías entre la capitanía general y el virreinato, lejos de calmarlo, lo irritaron aún más. Según ellos, no había sobrevenido en la marcha de los acontecimientos militares ningún cambio que justificara el tratado de Lircay, y en cuanto al fondo, la situación de los revolucionarios era desesperada. El país estaba completamente agotadote todo género de recursos, y la gran mayoría de los pobladores quería el término de la guerra y la vuelta al régimen colonial. La revolución era sostenida por algunos pocos exaltados.

Bastaba entonces enviar un jefe entendido y resuelto con un corto numero de soldados para consumar la reconquista. Esta ultima decisión, tropezaba con serias dificultades. Acabamos de ver que la prolongada guerra del Alto Perú la pacificación de Quito y los auxilios remitidos a los realistas chilenos, habían dejado exhaustos al tesoro peruano. Escaseaban además las armas y las municiones, y era difícil enganchar soldados. Sin embargo, la voluntad de hierro de Abascal ayudada por algunos auxilios inesperados, allanó las dificultades.
Obtuvo del comercio a titulo de donativos y empréstitos, $100.000. La llegada sorpresiva del Batallón Peninsular Talaveras, fuerte de 800 soldados de línea y una compañía de artilleros le permitió disponer de una base fuerte para emprender las operaciones. La calidad de estos soldados, cambiaría para siempre la fisonomía de las batallas que a continuación iban a suceder en Chile.
Pero el propio Gainza fue el que allanó el camino a la expedición. Trabajando incansablemente desde la firma del tratado, y aprovechando la guerra civil desatada entre los insurgentes, había reorganizado el ejército realista hasta “2462 plazas de infantería, y 363 artilleros”, según informaba en carta del 16 de junio de 1814.

El virrey confió el mando de la expedición al general Mariano Osorio. Este jefe había nacido en Sevilla hacia 1772, en el seno de una familia noble, e ingresó muy joven en la escuela de artillería de Segovia. Después de una carrera militar que, sin ser brillante, justificaba sus ascensos, se le había enviado a Lima en 1812, con los empleos de comandante de artillería y profesor de matemáticas. Osorio no iba a revelar mayores dotes de general, pero era un hombre culto, de inteligencia rápida y de maneras afables. Sensato y no exento de cierta sagacidad, supo asesorarse por los más competentes oficiales de verdadero valer que la guerra había formado en el ejército realista de Chile.
El ejército se embarcó en 3 navíos, al mando del coronel Rafael Maroto, distinguido oficial del ejército español, que lo excedía mucho en las dotes que exigen el comando superior.
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Mariano Osorio.

Abascal impartió un detallado instructivo de 24 artículos. Debía desembarcar en Talcahuano, defender ese puerto y la ciudad de Concepción. Enseguida tomaría el mando del ejercito en chillan y desde ahí dirigiría un oficio al gobierno de Chile ofreciéndole un perdón general y olvido eterno de todo lo sucedido. Osorio debía asumir el mando, cumpliendo y asiendo cumplir “con la mayor escrupolisidad el perdón y olvido de todo lo pasado”.Las instrucciones contemplaba el caso de que el gobierno insurgente rechazara el perdón, para cuyo caso debía “rendir la ciudad a discreción”.El resto de las instrucciones se limitaban al cumplimiento de normas y contribuciones en dinero, además de ordenar el presidio de ciertos promotores o cabecillas de la rebelión.
El ultimo punto que nos interesa indicar es el referido al paso de una expedición para que echándose rápidamente sobre Mendoza y su campiña, ponga en consternación la capital de las provincias del Rio de la Plata, a fin de distraer sus fuerzas hacia aquella parte, dejando mas expeditas las operaciones de los ejércitos de Montevideo y Alto Perú. El jefe que vaya mandando esas tropas “procurará por todos los medios posibles ponerse en comunicaciones con el general del ejército del alto Perú”.

Osorio desembarcó en Talcahuano el 12 de agosto y se dirigió en el acto a Concepción, en medio de las entusiastas aclamaciones de los realistas, de las salvas de artillería y de los repiques de las campanas. El coronel Berganza le dio los datos necesarios para formarse concepto de la situación Militar. Dispuso que el comandante Antonio Quintanilla organizase un escuadrón de caballería con los oficiales, las armas y el vestuario que se pusieran a sus ordenes y prosiguiendo a Chillan, entró es esta ciudad el día 18. El entusiasmo de los jefes, de la tropa y del pueblo excedió a todo lo que chillan había presenciado hasta entonces.
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Desde que pisó tierra en Talcahuano, se había dado cuenta del entusiasmo y de la alta moral de los realistas, sin distinción de civiles y militares. Todos parecían olvidar el largo calvario de sufrimientos, miserias y sacrificios que venían recorriendo desde el fracaso de Pareja en las márgenes del Maule. Cuando se firmó el tratado de Lircay, era general en el campo realista la convicción de que el agotamiento producido por la ineptitud de los gobernantes, el temor a la anarquía, y los sacrificios impuestos por la prolongada lucha, habían desmoralizado a los patriotas. Esa convicción, que con cortas restricciones reflejaba la realidad, había sido la varita mágica que permitió a Gainza rehacer en menos de dos meses su ejército. El nuevo cuartelazo de Carrera había sido el golpe de gracia asestado a la patria vieja. La guerra civil hacia innecesarios los sacrificios de una nueva campaña. La tarea de Osorio iba a limitarse a “arrojar algunas paladas de tierra sobre el cadáver de una revolución”, y a restablecer sin tropiezo el antiguo orden de cosas. Y si, contra toda previsión, los bandos se unían para oponer resistencia, el ejército patriota, muy inferior al realista en número, calidad y armamento, esta vez sería aniquilado en el primer combate.

En Chillán, pudo Osorio cerciorarse de que los realistas no exageraban el estado de desmoralización de los insurgentes. Numerosos soldados, oficiales y funcionarios abandonaban la causa patriota, que creían perdida, para solicitar plazas en el ejército realista. Dispuso que el comandante Barañao organizase un segundo escuadrón de caballería, y redactó los oficios al gobierno de Chile. El día 21 de agosto salió el capitán Antonio Viel Pasquel con la comunicación en la cual Osorio le informaba el desahucio del tratado de Lircay que ya conocemos. Le ofrecía el perdón en los mismos términos que indicase Abascal y le amenazaba en caso de resistencia.

Carrera al recibir el oficio contaba con apenas 800 hombres de mediocre calidad, enterados en gran parte con los desertores del ejercito del sur, y alrededor de mil milicianos de caballería, que en una batalla servían mas de estorbo que de ayuda.
No había armas, vestuario ni tiempo para organizar nuevas fuerzas. Solo cabía recurrir a los 200 auxiliares de Buenos Aires, soldados de línea de primer orden (probados en el combate de Cucha Cucha), y a los 1900 hombres que le quedaban al ejército de Talca después del combate de Tres Acequias. Más Carrera no permitió que Las Heras y sus auxiliares se batieran en el ejército en castigo por no haberlo ayudado contra O`higgins.
Este último, viendo ya la desesperante situación, tomó la iniciativa y se acercó a Carrera para romper el “impasse”.
Se sucedieron una serie de oficios y conferencias, en los cuales la posición de O`higgins fue reduciéndose cada vez más. Carrera no estaba dispuesto a ceder nada, y finalmente se salió con la suya, pues O`higgins se allanó a aceptar en el convenio todo lo que Carrera deseaba.
“El ejercito de la capital está ya identificado con el restaurador del Sur”, escribía un bando de la junta, mientras Carrera y O`higgins recorrían juntos los cuarteles y las calles de la capital, procurando aplacar los rencores y reanimar el patriotismo.

Barros Arana dice que la renuncia de carrera habría podido salvar la patria vieja, aunando todas las voluntades, como en 1813. Esta creencia no pasa de ser una ilusión, el ejército de Talca era incapaz de afrontar el choque con el de Osorio, aún antes que la guerra civil quebrantara su moral y disciplina. Tampoco era posible robustecerlo, como veremos a continuación.
La revolución no generó ninguna cabeza organizadora. O`higgins era incapaz de organizar ejércitos, además su falta de ascendiente y otros rasgos de su personalidad, nunca le permitieron mantener orden ni disciplina.
Carrera tampoco era un organizador de nada, y si aunque se lograra reunir hombres, se carecía de todo tipo de elementos, uniformes, armas, municiones, oficiales, clases y tiempo.
La situación de las fuerzas patriotas, lejos de mejorar con el abuenamiento entre Carrera y O`higgins, las quebraron moral y materialmente. Los oficiales y tropas de ambos cuadillos se odiaban más que realistas y patriotas. Como hemos visto, numerosos oficiales se pasaron a los realistas, y varios jefes, entre ellos el teniente coronel Manuel Bulnes y el sargento mayor Manuel Vega, secretario de O`higgins, siguieron el mismo camino. Los que no desertaron, siguieron peleando por deber, con la certidumbre de que, si por un milagro triunfaban, al día siguiente Carrera deportaría a su general y a todos los jefes, y borraría del escalafón a todos los oficiales.
En el ejército de carrera, después de batir a la vanguardia de O`higgins en Tres Acequias, mejoró la moral y elevó en algunos cientos de soldados sus efectivos, pero en septiembre era básicamente un conglomerado de hombres, sin organización ni disciplina, mal armados y escasos de municiones. Carrera dio impulso a los preparativos militares, tomando algunas medidas eficaces y oportunas, perdidas en una mayoría estrafalaria o inútiles. En ves de concentrar los esfuerzos y los recursos en poner en pie de guerra las tropas existentes, los aplicó de preferencia a aumentar el número de hombres, movilizando milicias, y formando nuevos cuerpos, que en ningún caso podrían estar listos antes de cuatro meses. Se impusieron una serie empréstitos forzosos a los españoles y a realistas conocidos y otra serie a patriotas, no logrando juntar siquiera $126.000.-
Todos estos esfuerzos chocaron con la actitud hostil de la aristocracia, que le quitó todo tipo de concurso. Al revés de 1813, en que suplió la ineptitud del gobierno esta vez, por odio a Carrera se situó al margen de la contienda. Nada intentó contra el dictador, pero tampoco le prestó su ayuda.
Los resultados reales no fueron más allá de la compostura de unos pocos cientos de fusiles y del enrolamiento de algunos vagos, desertores y esclavos, en su mayoría enganchados a la fuerza.
Si la moral en ambos ejércitos era desastrosa, la desorganización alcanzaba límites insostenibles, como consecuencia de la ineptitud de los dos jefes para disciplinar y conducir tropas, de la guerra civil y del desbarajuste general en todos los servicios. En los transportes, las armas, los vestuarios, las municiones reinaba un caos espantoso. Había unidades, como la artillería de Millan, que formaba la vanguardia, que contaba con un solo oficial. Del diario de O`higgins: “solo tenemos aquí 200.000 cartuchos de fusil, al tiempo de municionar las tropas, se han encontrado muchos paquetes húmedos...”
Mientras tanto, el ejército español se dirigía a santiago en medio del júbilo de la casi totalidad de los pobladores. Empezó a salir de Chillan el 28 de agosto, en cuatro divisiones. Mandaba la vanguardia, compuesta por 1602 hombres y 4 cañones, el coronel Idelfonzo Elorreaga; la primera división con 1400 hombres y 4 cañones, el de igual clase José Rodríguez Ballesteros; la segunda con 1050 hombres y 4 cañones, el corones Manuel Montoya, y la tercera con 950 hombres y 6 cañones, el coronel Rafael Maroto. Al salir de Chillan, Osorio contaba pues con 5002 plazas, de las cuales 500 eran de caballería y 120 de artillería, y 18 cañones. Como no tuvo combates ni dispersiones en el camino, y descontando los piquetes que posiblemente dejo en Talca y otros pueblos, llegó a Rancagua con más de 4.500 plazas. Contrariamente a la creencia general, estos soldados en su totalidad, inclusive los 500 hombres de caballería, representaban valor militar. Los 3900 criollos valían, a lo menos, por igual número de plazas del antiguo ejercito chileno de Talca. Estaban bien armados y vestidos y los animaba una alta moral, sostenida por el ambiente, que se había tornado muy realista. Los 600 veteranos del Talaveras representaban un poder militar que no podían resistir las tropas patriotas de la época, mal armados y vestidos, sin disciplina y que aún carecían del sentimiento definido del patriotismo, que nada tenían de común con los que escalaron el Pan de Azúcar o asaltaron las trincheras de Chorrillos y Miraflores.
Para darse cuenta lo que representaban los 600 soldados españoles de línea, es necesario recordar el juicio de un juez tan competente como imparcial, que escribió sus recuerdos de la guerra para sus amigos chilenos en 1843: el general Antonio Quintanilla. “Las tropas del ejercito real, así como las del patriota, en ninguna de estas acciones (de los combates previos al desembarco de Osorio) se batieron en formación. Si se hubiese presentado por una u otra parte dos compañías solamente, que hubiesen maniobrado y guardado formación, habrían sido suficientes para decidir la suerte de la guerra, a favor del ejercito que las tuviese…”
El ejército patriota de Rancagua tenía el 1ro de Octubre de 1814 los siguientes efectivos: Comandante en Jefe, José Miguel Carrera. Primera división, comandante brigadier Bernardo O`higgins, 1155 plazas y 6 cañones; segunda división, comandante general Juan José Carrera, 1861 plazas y 5 cañones; tercera división, comandante Coronel Luis Carrera, 915 plazas y 4 cañones. En resumen, 3931 hombres, de los cuales 1700 eran milicianos, que al iniciarse la batalla emprendían la fuga, arrastrando consigo a las fuerzas de línea, como había sucedido hasta entonces en todas las batallas y se volvería a repetir en esta. Sólo debía estimarse su efectivo en 2230 soldados, cuyo valor militar era más o menos equivalente al de los soldados criollos realistas.

El comando español era muy superior. Osorio, lo mismo que O`higgins y Carrera, carecía de dotes naturales para el comando en jefe, pero tenía escuela y a lo menos impartía ordenes inspiradas por sus subalternos. Entre los jefes divisionarios, Maroto, Quintanilla y Elorreaga podían figurar honrosamente en cualquier ejército europeo.
Sería Inútil insistir en la ineptitud de O´higgins como general en jefe, y Carrera seguía siendo el mismo de 1813, una contínua vacilación. Lo que pasaba en el comando superior continuaba en el divisionario, solamente dos jefes patriotas habían revelado dotes para el mando: el teniente coronel Joaquín Prieto y el Coronel Luis Carrera. El primero estaba reclutando soldados en Choapa y el segundo lo retuvo José Miguel junto a él.
Otro aspecto inexplicable de la batalla de Rancagua es la ausencia de Carrera. Anticipándose a los tiempos, desde que asumió el mando, creyó que el puesto del general estaba a retaguardia. Pero en la campaña de 1814 no sólo permaneció alejado de los combates, sino que también del teatro de operaciones. O`higgins lo llamó con insistencia, pero ni estos llamados ni el aviso de la proximidad del enemigo hicieron cambiar su resolución. Ahora, si no podía ir personalmente, ¿Por qué no asesoró a O`higgins con el teniente coronel Joaquín Prieto cuyas aptitudes para el comando estaban probadas en los combates de Quirihue y Cauquenes? ¿Por qué no mandó a su hermano Luis, que se había revelado un genio militar en Tres Acequias?
La suma de todos estos factores encuadra la campaña de 1814. La contienda debía fatalmente resolverse en un solo choque. Derrotado el ejército patriota, su total disolución era ineludible. El expediente ideado por Carrera y acogido hasta nuestros días de detener al ejército español en la Angostura de Paine para ganar tiempo y reforzar al ejército patriota es una simple ingenuidad. El desequilibrio entre ambos ejércitos era demasiado grande para que la habilidad de las posiciones estratégicas y tácticas pudiese anularlo. Los patriotas habrían sido derrotados lo mismo en las márgenes del Maule que en las del Cachapoal, en Rancagua en la Angostura, o en el llano de Maipú; lo mismo mandados por Sucre, San Martín o Bolívar que por Carrera, O`higgins o Mackena.
El caso es que Osorio avanzó imperturbable desde Chillan hasta el rio Cachapoal, casi frente a Rancagua, donde lo esperaba O`higgins.
Última edición por anibalbarca el 27 Feb 2009, editado 1 vez en total.
Razón: Color de fuente contrario a las normas del foro
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por Luis Cruz Martinez »

Gracias señor Moderador, seevitará escribir en otro color.
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por Luis Cruz Martinez »

Planes de Batalla

Llegamos entonces al capitulo de la historia de Chile que a hecho correr ríos de tinta a los historiadores.

Carrerinos y O`higginistas se recriminan mutuamente las responsabilidades que le caen a cada uno en el desenlace de la batalla. La simplificación de los textos y el nulo estudio en terreno han generalizado un concepto falso de los planes estratégicos que condujeron al Desastre de Rancagua.

La historia clásica dice que Carrera y O`higgins se habrían informado desde el principio de la superioridad aplastante del ejército del Rey, y habían caído en la indesición de elegir las posiciones que podrían contrarrestarla. La elección de estas posiciones se dividió entre la Angostura de Paine por carrera y la villa de Rancagua por O`higgins. Bueno, el 1ro de Octubre O`higgins no pensaba encerrarse en Rancagua ni Carrera defenderse en Angostura. El resultado de la batalla se debió a una serie de errores involuntarios creada por el paso del rio Cachapoal por el ejército Realista. Pero no nos adelantemos y veamos los hechos como se presentaron para que cada cual saque sus conclusiones.

Carrera y O`higgins libraron la batalla sin saber contra cuales fuerzas se enfrentaban. Hasta el 8 de septiembre creían que la ocupación realista de Talca era una maniobra para distraerlos del verdadero plan, la invasión de Santiago por Mar. Ese día se le informó a Carrera de la entrada del ejercito realista en San Fernando. El espía informaba también de la marcha del ejército por tierra “con fuerza que no pasaba de 2000 hombres.”
El día 23, resumiendo los informes de los espías escribía a O`higgins que su “efectivo total era de 2900 hombres”.

Pero si la información con la cual se contaba era deficiente, el plan estratégico de defensa era peor, o simplemente no existía. El lector debe comprender que un rasgo de la personalidad de Carrera era su indesición para tomar una desición de corte militar, por simple que fuera. Su gran visión futura, plasmada en las muchas obras e iniciativas de su gobierno ligadas a la vida civil, bibliotecas, institutos y leyes, lamentablemente no se aplicaban a los planes militares.
Tampoco existía una dualidad de mando, Carrera era Comandante en Jefe, según decreto del 9 de Septiembre. O`higgins simplemente tomó la desición que en el momento le pareció más acertada según las circunstancias.

Veamos los planes de defensa de Carrera:

Primer plan: Pensó librar la batalla en los llanos de Maipú, para aprovechar su superioridad en caballería, pero pronto se dio cuenta que esta elección importaba la renuncia a las demás ventajas tácticas del terreno, siendo dueño de escogerlo.
Segundo plan: Desechado el llano de Maipú, se fijó en la Angostura de Paine, antigua posición que Carrera ya había utilizado durante la guerra civil para detener a O`higgins. Esta posición no habría cambiado la suerte de la batalla, Osorio la podría haber eludido pasando por la cuesta de Chada, cayendo por las espaldas del ejército atrincherado, y dejando al mismo rio cortándole la retirada, o bien la habría forzado con la superioridad aplastante de sus tropas. Las posiciones fortificadas no suplen la moral de las tropas y de los pueblos, pero constituían la mejor línea de defensa dada la calidad y la moral del ejército patriota.
Para ello habría que concentrar todo el ejército en esa posición y preparar el terreno con trincheras, fortines, bastiones, fosos, y con todos los recursos de la fortificación pasajera, como lo había hecho Mackena en Membrillar y Quechereguas. No se hizo ni lo uno ni lo otro.
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Vista actual de la Angostura de Paine

Tercer plan:
Carrera se decidió por este plan. Consistía en detener a Osorio utilizando al rio cachapoal como gran barrera fluvial, aumentando el flujo del rio cortando los alimentadores de los canales de regadío. Impartió a O`higgins la orden de ocupar la plaza de Rancagua con la primera división el día 18 de septiembre, y la reforzó hasta 1155 hombres. Esta villa debía servir de Base de operaciones de su plan. En caso de ser atacado antes de reunírseles las otras dos divisiones, O`higgins debía replegarse a Santiago. El día 21, cuando se impuso que las avanzadas de Osorio llegaron al Cachapoal, le envió la segunda división al mando de su hermano Juan Jose, con lo cual el ejército llegó a contar con 1861 hombres.
Cuarto plan: Temiendo que el ejército no alcanzara a reunir antes del paso del rio por Osorio, Carrera cambió por tercera vez las órdenes. O`higgins debía batir al ejército realista sólo si tenía superioridad numérica. En caso contrario, debía retirarse a la Angostura de Paine.
Quinto Plan: El nuevo plan, duró solo cuatro días. Variando por cuarta vez su criterio, resolvió defender a todo trance la línea de Rancagua. De acuerdo a la nueva resolución, se suspendieron los trabajos de fortificación de Angostura, así que si O`higgins se retira hacia esa posición el día primero, como eran sus instrucciones, no habría encontrada ni trincheras, ni víveres, ni municiones.
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Sexto plan: El 28 de septiembre comunicó a O`higgins su nuevo plan estratégico, se trata de entretener a Osorio al sur del rio con maniobras, impidiendo que construyera puentes y/o balsas, evitando el choque decisivo fin de ganar tiempo y afrontarlo con fuerzas superiores. "Ello nos dará tiempo que apetecemos, estacionando las marchas del enemigo”… Una ilusión sin duda.

O`higgins tampoco está exento de responsabilidad, aunque simplemente se limitó a cumplir las instrucciones de su superior. En un primer momento pensó atrincherarse en Rancagua con una corta división de tropas escogidas, como lo había visto hacer a Mackena y debilitar al enemigo durante 2 o 3 días, para que después cayese Carrera con el grueso de las fuerzas patriotas sobre el quebrantado ejército realista. Su convencimiento era tal, que murió con la idea que si Carrera carga con la tercera división el día 2 de octubre, el triunfo habría sido patriota. Tan confusa era esta idea, que pronto propuso el encierro de todo el ejercito en Rancagua: "Las Angosturas no son suficientes para contenerlo. Hay otro camino por Aculeo, que aunque difícil para la artillería gruesa, no lo es para la de montaña, y dirigiendo por él, los enemigos pueden dejar burlada la división de Angostura”. En cambio, no reparaba que “La ciudad de Rancagua, situada en el centro de un valle ancho, traficadle en todas las direcciones cerraba en forma aun mas deficiente el camino de la capital” (Vicuña Mackena)... La idea era tan insensata, que O`higgins finalmente renunció a ella y se dirigió al Cachapoal, abandonando el acopio de víveres y municiones en Rancagua.
Como ven, hay responsabilidades compartidas, pero a mi opinión que creo objetiva, la responsabilidad mayor cae en el comandante en jefe, José Miguel Carrera, quien con una serie de ordenes y contraordenes simplemente facilitó a Osorio el aniquilamiento de las fuerzas patriotas.
Mientras tanto, la noche del 30 de Septiembre de 1814, las tropas de Osorio salieron desde la hacienda de Requínoa en demanda del Cachapoal.
Última edición por anibalbarca el 02 Mar 2009, editado 1 vez en total.
Razón: Anibalbarca: restaurar foto no válida
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Satur
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por Satur »

Está resultando apasionante, Luis, sigue así :Bravo
Cuando el líder eficaz ha dado por terminado su trabajo,
la gente dice que todo ocurrió de un modo natural.
LAO TSE.

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Halberdier
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por Halberdier »

Bueno lo primero felicitar a Luis por el trabajazo, pero una pregunta: ¿porqué se titula el post El ejército de los Andes?.
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Luis Cruz Martinez
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por Luis Cruz Martinez »

Hola gracias a todos por sus comentarios.
Cuando comencé a escribir el hilo sobre ejercito de los andes, me dí cuenta que para comprender su acción, era necesario conocer los sucesos inmediatamente anteriores al periodo en el cual se desarrolló. El Ejército de los Andes básicamente se formó sobre los restos de una migración de tropas derrotadas, así que me sentía en el deber de explicar la causa de esa migración. Al investigar sobre la migración, esta resultó igual de apasionante, así que decidí incorporarla al hilo.
Muchas gracias por la lectura.
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HONDERO
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por HONDERO »

Hola, Luis.

Me parece fascinante el relato, además que ayuda a entender el contexto.

Seguí adelante, espero con ansia, día a día, tu escrito.

Saludos.
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Luis Cruz Martinez
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por Luis Cruz Martinez »

El Desastre de Rancagua

Durante la marche de San Fernando al Cachapoal, alcanzó a Osorio un propio, despachado por el intendente de Concepción, que venía matando caballos. Era portador de un oficio del Virrey que transformaba por completo el plan de campaña. A principios de agosto, llegaban a Lima noticias alarmantes sobre la fisonomía de la guerra del Alto Perú. El Cusco se había sublevado el 3 de Agosto. No siendo posible detener la expedición de Osorio, que ya había zarpado, le dirigió un oficio en el cual indicaba que “en caso de triunfar en Chile despachara el cuerpo de Talaveras y el Chiloé a Arica u otro puerto intermedio para que reforzase el ejercito de Alto Perú, y si el estado de la guerra no permitiese un rápido desenlace, celebrase un pacto que le permitiera dirigirse con todas sus fuerzas al Perú”. Esta orden puso en la mayor encrucijada a Osorio. Estando tan próximo a la victoria, resolvió desobedecer la orden del Virrey y ordenó el paso del Cachapoal. Carrera mientras tanto salía de Santiago a las dos de la mañana del 30 y llegó a Mostazal a las 12 del día primero. Ahí lo esperaba la tercera división al mando interino de José María Benavente. Su detención en ese lugar hasta el día de hoy, es un misterio.

Dejamos a O`higgins resguardando los pasos del rio Cachapoal. Las primeras luces del día primero le permitieron darse cuenta del aspecto imprevisto que había tomado su situación estratégica. Mientras sus fuerzas contenían algunos piquetes de caballería en los vados de Los Robles y de Baeza, el grueso del ejército realista los cruzaba, sin la mayor resistencia, dos leguas al poniente de Rancagua y avanzaban con su flanco derecho apoyado en el rio en demanda de la retaguardia de la primera división patriota.
O`higgins tenía muchos defectos, pero no era ningún cobarde. Quiso detener al enemigo y para ello formó línea de Batalla a 12 cuadras al Poniente de la ciudad, parapetado en unas tapias, para dar tiempo que se le reuniese la segunda división de Juan José Carrera y la tercera de Benavente. Pero Osorio, dejando unos mil fusileros y seis piezas de artillería en el frente de sus fuerzas, se dirigió con el grueso de su ejército a interponerse entre la división patriota y la ciudad, cortándole al mismo tiempo la retirada hacia el norte. Juan José, que no estaba subordinado a O`higgins, se replegó desde donde acampaba a 2 Km. de Rancagua hacia la plaza de Rancagua. Los milicianos que componían la mayoría de su fuerza se desbandaron. O´higgins, obligado por su maniobra de la mañana, se vio entonces copado, y ante el serio riesgo de ser rodeado y aniquilado por fuerzas cuatro veces mayores, no le quedó otra alternativa que refugiarse en la ciudad, que “estaba parapetada pero no preparada para un sitio”.
En Rancagua no se había preparado nada para resistir un asedio, salvo las cuatro trincheras que cerraban el acceso a las cuatro calles. Rancagua difiere en eso del resto de las ciudades de Latinoamérica, pues las calles desembocan por el centro de la plaza y no por las esquinas.
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Plano actual de la ciudad de Rancagua

En cuanto al valor militar de estas trincheras, la forma de ángulos salientes, era un error en la defensa de las calles, pues obligaba a los soldados a hacer fuego oblicuamente. El escaso espacio encerrado entre ellas acumulaba hombres, caballos, municiones, forrajes y víveres, “ofreciendo al enemigo un blanco a la masa apretujada”. (Enzina)
A Juan José Carrera le correspondía por grado el mando de la plaza, sin embargo al divisar a O´higgins se le acercó y le dijo: "O´higgins, usted mande el todo de la fuerza, disponga a su arbitrio, etcétera”, y se fue a la parroquia, donde estuvo durante los dos días que duraron los combates.

Con los 600 infantes y los artilleros de la segunda división que quedaron en la plaza, enteró O´higgins 1750 hombres. Tenía además 1600 fusiles, 9 cañones y alrededor de 60.000 cartuchos de fusil. Como los milicianos y los cobardes desertaron en los primeros movimientos de la mañana, podríamos decir que estos soldados representaban una selección, si se repara que combatieron en un recinto estrecho en donde la cercanía con los jefes y oficiales fue muy eficaz.
La torre de la iglesia de La Merced sirvió como punto de observación a O´higgins, y viendo que sería embestido por las cuatro calles a la vez, colocó en cada trinchera 2 cañones con los fusileros necesarios para su defensa, apostó tiradores escogidos en las torres de las iglesias La Matriz y La Merced y en los tejados y las ventanas vecinas a los bastiones e hizo abrir troneras. Colocó en la plaza las municiones, los víveres, los bagajes y las tropas de reserva. Aquí se colocaron también la caballería mandada por Ramón Freire y Rafael Anguita
Osorio mientras tanto terminó a las diez de la mañana de concentrar sus fuerzas en las posiciones para iniciar el asalto del recinto fortificado. Su plan era concentrar su ataque por el costado sur, a fin de empujar a los patriotas hacia Santiago y echarlos sobre la caballería que había apostado en la alameda. El asalto a la trinchera sur quedó a cargo del coronel Maroto con el batallón Talaveras, dos compañías del real de Lima, los húsares de la Concordia y 6 cañones; el de la trinchera oriente se confió al coronel Montoya, los dos batallones del Chiloé y cuatro cañones; los batallones de Chillan y de Valdivia, con cuatro cañones, al mando de los coroneles Clemente Lantaño y Juan Nepomuceno debían tomarse los del norte y los de Concepción y los de Castro, con otros cuatro cañones al mando del coronel José Ballesteros el del poniente.
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Para comprender la conducta de un militar tan competente como el coronel Maroto, es necesario recordar que la orden del virrey obligaba a Osorio a aniquilar al ejercito patriota, si fuese posible, en horas, y que los jefes españoles lo suponían en tal grado de desmoralización, que bastaba el avance de Los talaveras para hacerlo huir a la desbandada. Además, se había desarrollado desde Chillán una abierta competencia entre las tropas criollas y las peninsulares. Los primeros se sentían desdeñados por los últimos, y aguardaban ansiosas el momento de demostrarles que los excedían en valentía y corazón. A la orden de ataque entonces, los soldados del Talaveras avanzaron a pecho descubierto por la calle San Francisco que daba directamente a la trinchera sur sin disparar un tiro. Los defensores de esta esperaron hasta que estuviesen a menos de cien pasos para abrir una cortina de metralla y balas de cañón, que los detuvo en seco. El desconcierto duró unos segundos, pues se protegieron en las calles laterales y las salientes y desde ahí abrieron un fuego ordenado y eficaz. Creyendo quebrantada la resistencia, se lanzaron nuevamente a clavar sus bayonetas en los adobes para trepar a la trinchera, pero fueron rechazados otra vez por las descargas y los culatazos que destrozaban los cráneos de los más intrépidos. Cuando la noticia del rechazo a los Talaveras llegó a oídos de Osorio, este montó en cólera, y ordenó que cargasen sobre la trinchera los húsares de la Concordia. Maroto, tapándose los ojos dio la orden, y el coronel Barañao, gritando a los españoles: “¡Vean como se pelea en América!”, se precipitó como un alud sobre el bastión patriota. Un casco de metralla lo dejó fuera de combate en la mitad de la carga y antes de tres minutos, la calle quedaba materialmente sembrada de soldados y caballos muertos y heridos.
Se sucedieron a continuación una serie de asaltos a las trincheras del norte y del oriente, los que fueron rechazados. En cambio, la del lado poniente fue asaltada con gran ímpetu por los batallones criollos Concepción y Castro, y se libró una encarnizada lucha cuerpo a cuerpo. O´higgins, viéndola perdida, acudió personalmente con la reserva de 150 infantes y logró restaurar el combate con grandes pérdidas.
En vista de la tenacidad de la resistencia, Osorio resolvió iniciar un asalto en regla. Emplazó cañones a dos o tres cuadras de los reductos patriotas y colocó tropas en todos los edificios que permitan hacer fuego sobre las tropas patriotas. Esta vez los cañones y fusileros realistas causaron algunas bajas entre los defensores. A las dos de la tarde, creyendo ya quebrantada la resistencia, ordenó la orden de asaltar las trincheras por los cuatro costados al mismo tiempo, pero las tropas de O´higgins resistieron la embestida sin grandes pérdidas. Se suceden a continuación una serie de ataques y contra ataques entre defensores y atacantes. Se luchaba en cada marco de puerta, ventana y techo, tratando de infligir el mayor daño al enemigo. Un ejemplo: 50 soldados patriotas al mando del teniente Ibáñez tratan de tomar por asalto la batería del Talaveras que comanda Vicente San Bruno. Este los rechaza y manda a una partida junto a un cañón a cortarles la retirada avanzando por el interior de las casas. Un subteniente de apellido Maruri, sorprendió a los realistas que esperaban emboscar a Ibáñez en el patio de una casa, y arrastrándose por los techos, les lanza una granada provocando la muerte y fuga de todos menos dos, que trae prisioneros junto al cañón.
Al atardecer, Osorio dispuso un nuevo asalto general, que se prolongó hasta que la oscuridad puso término al combate.
La noche transcurrió en una continua alerta. Los patriotas esperaban a cada momento un asalto nocturno y los realistas una tentativa para romper el cerco. Los primeros reparaban sus trincheras y recogían sus numerosos heridos dentro del estrecho recinto.
Al caer la tarde, un jefe político realista cortó la acequia que abastecía de agua a los defensores, así que en el resto de la batalla carecerían de ella para la bebida de los hombres y animales y para refrescar los cañones. El espectáculo era dantesco. “Las calles están sembradas de cadáveres; a los pies de las trincheras y principalmente en la calle de San Francisco están éstos amontonados formando piras. Las murallas y la tierra están salpicadas de sangre. En los hospitales provisorios gimen centenares de heridos. La ciudad a esas horas sólo es alumbrada por las rojizas llamaradas de los incendios que en varios puntos se declaran a causa del bombardeo y del enemigo que intencionalmente enciende varias chozas y casas. Negras e inmensas columnas de humo, coloreadas por los reflejos de aquellas hogueras, se levantan y confunden a grandes alturas.” (Thomas)

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Pintura del sitio de Rancagua según Natalia Babarovic y Voluspa Jarpa

Mientras tanto, en el cuartel general español se desarrollaba una escena que estuvo a punto de convertir en triunfo el encierro de los patriotas. Osorio había desobedecido las últimas órdenes del virrey al no reembarcar el regimiento Talaveras. Si por desgracia se perdía el Perú, toda la responsabilidad recaería sobre sus hombros. El fantasma del proceso, la perdida de su carrera y hasta el patíbulo se le representaron en ese momento. Era temerario y necio exponer la suerte del virreinato por una empresa secundaria como era la reconquista de Chile, así que dio la orden de levantar el sitio y marchar inmediatamente a Concepción. Quintanilla, Maroto y los otros jefes lo convencieron a esperar que el cansancio y la falta de agua terminaran por rendir a los defensores. Se suceden entonces una serie de preparativos para concluir con la batalla.

O´higgins reúne a sus oficiales para discutir el estado de la situación. De aquella reunión se resuelve no rendir la plaza y solicitar ayuda y refuerzos a la tercera división de carrera, que recordemos a esa hora aún no se movía de Graneros. Un oficial de dragones, moviéndose por los techos llevó el siguiente mensaje hasta Carrera: “si vienen municiones y carga con su división todo está hecho”. Un par de horas después el oficial volvió con la siguiente respuesta: “Municiones no pueden ir sino en la punta de la bayonetas. Mañana al amanecer hará sacrificios esta división, Chile para salvarse necesita un momento de resolución”. Desde la madrugada del día dos de Octubre O´higgins y sus vigías escrutaron con angustia el horizonte en dirección a Graneros. Los refuerzos prometidos no se divisaban y los realistas habían recomenzado un feroz ataque, precedido del incendio de las casas próximas a las trincheras. La casa vecina a la trinchera de San Francisco se incendió y las llamas pescaron la techumbre de la casa en donde se almacenaban las municiones…. La explosión detuvo por algunos segundos la lucha entre atacantes y vencedores.
A las diez de la mañana se oye el capitán Astorga baja corriendo desde la torre de La Merced con la tan ansiada noticia: ¡Llegaron los auxilios! ¡Viene la tercera división! ¡Viva la Patria! O´higgins ordenó tocar las campanas y que se prepararan todos los hombres que pudiesen marchar para que en conjunto con las tropas llegadas se atacase a los realistas. Grande fue su sorpresa al ver que desde lo alto de la Merced como la tercera división, casi sin presentar combate, se retiraba ante los disparos de una columna al mando de quintanilla enviada a enfrentarla.
¿Qué había pasado? La explicación la encontramos en el mismo diario de Carrera: “El enemigo hacía movimiento sobre nuestra retaguardia y nos presentaba fuerzas muy superiores; nada era esto, lo espantoso para nosotros era ver que mientras más nos empeñábamos los de la tercera división, menos fuego se hacía de la plaza llegando al extremo de callar enteramente. Me persuadí y todos creyeron que la plaza estaba capitulando o iba a capitular. ¿Qué hacer en tales circunstancias? Estoy satisfecho de haber llenado mis deberes, ordenando la retirada a la Angostura, para fortificarnos en aquella ventajosa posición”. El porqué Carrera no atacó las posiciones realistas en esta fase de la batalla es un misterio hasta hoy. De lo que se deduce en sus escritos, es que esperaba el repliegue de O´higgins hacia Angostura como era el primer plan, o bien al escuchar las campanas de la plaza creyó que esta ya se había rendido. Aunque conocida ya la animosidad entre ambos comandantes es posible cualquier tipo de explicación. El caso es que con la retirada de la tercera división los sitiados perdieron toda esperanza de ser liberados y de convertirse de sitiados en victoriosos atacantes. Las bajas eran de casi mil hombres y la situación se hacía insostenible. El propio O´higgins mas adelante recordaría estos momentos al dictarle a John Thomas su relación de la batalla de Rancagua: “El enemigo pone fuego a la hilera de casas que se extiende por la vereda derecha (Calle san Francisco, hoy Estado). El cañoneo no cesa. El agua de las acequias se cortó, los labios de los soldados estaban ennegrecidos de morder cartuchos. Las cargas de los cañones se inflaman antes de llegarles el lanza fuego. Se oye una detonación espantosa, una chispa cae sobre el polvorín y vuela media manzana. Un clarín de parlamento resonó en el lado de San francisco Un oficial precedido de una bandera blanca avanza intimando rendición. La respuesta es una descarga acompañada de un ¡Viva la Patria!”
Junto con la muerte del parlamentario, los soldados realistas emprenden un último y furioso ataque. La enardecidas tropas españolas asaltaban las trincheras cubiertas de heridos y sangre, pasando a bayoneta a todo enemigo, no importando si estaba combatiendo o estaba herido.
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O´higgins ordena la retirada

Durante este ataque O´higgins vio todo perdido y ordena la retirada. Da la orden de montar a todos los que aún puedan hacerlo, llevando en ancas a otros heridos leves, mujeres, niños y todo civil que se encontrase en peligro inminente de ser asesinado. Montaron cerca de 500 hombres, echando las mulas adelante para que abriesen camino, y al toque de carga, irrumpen junto a sus fieles Freire, Astorga y Molina en las filas enemigas, atropellando las barricadas de los realistas por la calle de La Merced (hoy Cuevas). Como siempre en la primera línea, sable en mano O´higgins rechaza toda protección especial y encabeza el mismo la salida suicida. Su caballo quedó trabado en las trincheras logrando finalmente salvarlas con dificultad entre disparos y la lucha cuerpo a cuerpo.
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Carga de O´higgins sobre las trincheras realistas

Al llegar a La cañada, hoy calle freire, los fugitivos fueron alcanzados por las descargas realistas, cayendo al lado de O´higgins el capitán Manuel Astorga. O´higgins fue interceptado por los jinetes realistas, pero sus acompañantes pudieron rechazar el ataque. El sargento Jiménez paró un sablazo dirigido a O´higgins mientras un soldado de apellido soto lo mataba de un fusilazo. En el caballo del realista muerto pudo O´higgins proseguir la fuga.
Lo imprevisto de la salida y la ferocidad del combate impidieron a los soldados realistas seguirlos. Sin embargo volcaron su furia en los que quedaron, los heridos, las mujeres y vecinos refugiados en La Merced, junto a algunos dragones que se quedaron a defenderlos fueron pasados a cuchillo. El hospital de sangre lleno de heridos que no podían moverse es consumido por las llamas. "Los heridos se lanzan desesperados a las puertas que están cerradas y suben como locos a las ventanas que miran a la calle para pedir auxilio y aspirar aire puro, todos mueren quemados”.
Quedaron en Rancagua, sin poder huir el coronel Bernardo Cuevas, fusilado de inmediato al ser confundido con O´higgins, el coronel Calderón, a quien Osorio le perdonó la vida, los oficiales Ovalle y José María Yánez, muertos mientras se rendían en las trincheras. Solamente la llegada de Osorio y otros oficiales puso fin, con grandes esfuerzos, la matanza desatada. Sólo doscientos lograron escapar.
“Al ponerse el sol, O´higgins echó una ultima mirada hacia Rancagua, donde quedaban sus compañeros, y sólo divisó en el horizonte lejano una columna de humo, que se levantaba al cielo en el apacible silencio de la tarde”. (Thomas)


A las 5 de la tarde del 2 de Octubre de 1814, el Coronel Juan Gregorio de Las Heras, comandante del destacamento de 200 auxiliares del ejército de Buenos Aires se encontraba al norte de Santiago. Desde el desembarco de Osorio había pronosticado la pérdida de la revolución chilena. Así que en cuanto supo las noticias de Rancagua, escribió a Balcarce, su superior: "Yo creo llegado los que había presagiado. Mañana al alba salgo a auxiliar la capital y creo que ya no llegue a tiempo. Sostenga usted la cordillera con las tropas que pueda, y puede estar seguro de que a mí no me cortan la retirada. “
Una oleada de temor se abatió sobre todos los vecinos comprometidos. A medida que iban llegando grupos de soldados huyendo la noticia del desastre se multiplicaba por toda la ciudad. La pluma de un memorialista, don Vicente Pérez Rosales, nos deja un cuadro de esos momentos. “Las gentes afluían a la plaza mayor, se empeñaban por adquirir noticias en el palacio de gobierno, pero ahí no se había recibido comunicación alguna del cuartel general. Mientras tanto, lo oficiales y soldados fugitivos que entraban a la capital confirmaban la magnitud del desastre”. Los patriotas de alguna importancia política se prepararon para cruzar la cordillera y muchos se pusieron en camino “Sin más ropas que las comunes, iban huyendo de las persecuciones que vendrían y del populacho miserable que se había entregado al robo apenas supo la noticia del desastre nacional.” Los más allegados al gobierno encabezaban el éxodo. Los pocos caudales del estado se empaquetaron en arcones. "Las calles de santiago eran teatro de escenas que partían el corazón. Los unos salían para un país extranjero, quizás para no volver jamás. Grupos de mujeres, anegadas en lágrimas y con los cabellos sueltos se retorcían por saber noticias del esposo, hijo o hermano que estaba en el ejército, sin obtenerlas".
El pánico alcanzó aún a los hombres de nervios mas templados. “Espantaba ver el gentío de a pie y a caballo que seguía, llevándoselo todo por delante, el conocido camino de la cuesta de Chacabuco en demanda de los Andes, y en el corazón de la sierra, aquí y allí sembrados no se veían otra cosa que grupos de mujeres a pie, llevando unos sus hijos de la mano, otros sentados para cobrar aliento, y los mas solicitando ayuda a la gente que huía alimentos con que sustentarse para seguir huyendo”.
“Para que se deduzca cuanto debieron sufrir las familias menos acomodadas que la mía en la inmigración, básteme referir que por solo nueve mulas de silla que nos franqueó por especial favor el conocido Loyola, empresario de carretas en el camino de Valparaíso, pagó mi padre $14.000. Nada pues pudimos llevar, todo quedó en la casa a cargo de un antiguo y buen sirviente. Recuerdo que mientras ensillaban las cabalgaduras y se echaban colchones sobre los caballos regalones de Solar, el resto de la familia se ocupaba de enterrar las alhajas y la plata labrada que aún nos quedaba”.


En su marcha a Santiago, Las Heras encontró a esta masa de desesperados que huían hacia Mendoza, y viendo que nada podía hacer para ayudar a la causa, resolvió quedarse a proteger a los refugiados. Mandó piquetes a proteger la ruta de santiago a Los Andes, para evitar los robos y asaltos que ya habían comenzado. Requisó a punta de pistola mulas, carretas y caballos a los arrieros que se negaron a cooperar, y mandó ganado adelante para que limpiaran la nieve del camino que en esa fecha del año aún estaba cerrado.
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El 3 de Octubre llegaba a santiago O´higgins, y siguiendo la ruta del resto, se internó en la cordillera hacia Mendoza. Ya nadie creía en Carrera. Fueron inútiles sus esfuerzos por proseguir la lucha primero en Angostura, luego en Coquimbo. A la postre, se retiró con unos pocos partidarios a la cuesta de Los Papeles pretendiendo detener ahí a los realistas. El 11 de Octubre llegó a este punto Las Heras, cubriendo la retirada de los últimos civiles y negándose a auxiliarlo, se internó en la cordillera. “En la tarde se presentó una división enemiga de 400 fusileros que atacó y destruyó nuestra pequeña guerrilla. Aprovechamos la oscuridad de la noche para retirarnos al otro lado de la cumbre. Las Heras estaban en el Juncalillo y luego que supo de la derrota de nuestra guerrilla, tomó el camino para buscar puntos militares. Todo cuanto habíamos salvado hasta allí, o lo entregamos al saqueo, o lo quemamos, o lo tiramos al río. Al amanecer subimos a la cumbre, hasta cuyo punto subió también el enemigo, quien nos tomó más de 150 prisioneros desarmados, y en la noche estaban todos los emigrados de la parte de Mendoza”. (Carrera).

Terminaba así la Patria Vieja, que al igual que en Venezuela debería llamarse “Patria Boba”. Se extinguía así el último episodio de las infortunadas campañas de la primera emancipación. Vendría ahora el periodo conocido como Reconquista Española y la Guerra de Zapa, mientras al otro lado de la cordillera, en Plumerillo, San Martín empezaba a preparar su Ejercito de Los Andes.
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HONDERO
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por HONDERO »

Siempre me pareció muy sospechosa la inacción de Carrera en Rancagua.

Un hombre que quería un Chile independiente, pero sólo con él a la cabeza.

Lamentablemente para Chile en ese momento, sus dos máximos líderes, no eran lumbreras militares.

Saludos.
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Luis Cruz Martinez
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por Luis Cruz Martinez »

Bueno, ya vemos que han pasado doscientos años y sigue aún la enemistad entre los seguidores de Carrera y O´higgins. Leí en una entrevista a uno de los directores de la serie Heroes producida por UC Television, canal 13 de Chile. Decía que entre todos los heroes chilenos, a O´higgins no lo quería filmar nadie, y que para el cargo de director tuvieron que hacer un sorteo. En cambio para Carrera y Manuel Rodriguez, los directores se los peleaban, lo mismo que los actores, ninguno quer´´ia interpretar a O´higgins, y por eso se busco uno casi desconocido.
No sé porqué no se quiere mucho a O´higgis acá en Chile, puede ser que se haya identificado mucho su figura con el régimen militar. A mi punto de vista no era mal tipo. Carrera tan poco lo era, simpelmente que parece que como militar no hacía nada de ruido. Siempre he pensado que no existe el politico militar polifacetico. O se es politico, o se es Militar, no se puede ser ambos.


saludos
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por Luis Cruz Martinez »

Los emigrados chilenos en Mendoza

La provincia de Cuyo había formado parte de la antigua Capitanía general de Chile. Las ciudades de Mendoza, San Juan y San Luis habían sido fundadas por conquistadores de Chile y formado parte de este reino hasta 1778, año en que se anexó definitivamente al virreinato de Buenos Aires. Junto con segregarla, se incorporó a ella la intendencia de Córdoba, hasta que por decreto de 20 de noviembre de 1813 se formo con ella una nueva gobernación, cuya capital era Mendoza.
Hacia 1814, la población era de aproximadamente 40.000 habitantes, cuya filiación chilena estaba aún muy viva, pero con grandes variaciones incorporadas al alma local. El comercio de los vinos, aguardiente, las frutas y verduras, las harinas, los salazones y las conservas dulces y la activa explotación de de la industria de los transportes, especialmente de la yerba mate, del azúcar, del cobre y de la mercancía europea puso a los vecinos de Cuyo en contacto constante con Santiago, Valparaíso, el norte de Chile, Buenos Aires, el Paraguay, Santa Fe, Salta y aún el Alto Perú. Se dio el caso así que el cuyano de la época tenía una mayor amplitud de espíritu, gracias al contacto constante de muchos tipos de culturas y pueblos distintos. Como buenos comerciantes comprendieron que una buena red de caminos facilitaba el comercio. Junto a ella llegaron también los esclavos negros, que gracias al clima favorable se multiplicaron en gran número. La propiedad territorio se dividía en lotes, en general de tamaño uniforme, plantados de viñas y olivares, hortalizas y cereales. Numerosos potreros dedicados a la crianza de animales, a la engorda y muchos mataderos mantenían alimentado gran parte del territorio argentino de la época. El desarrollo de la industria de los transportes trajo consigo una enorme cantidad de carretas, bueyes, arrias de mulas y conductores de carros y arrieros junto a una gran industria complementaria. Las fabricas de arneses, herrerías, etc. cobraron un desarrollo paralelo. La industria textil había prosperado, especialmente en San Luis, y en toda la región la practicaban mujeres en forma casera.
Mendoza se pronunció por la revolución el 25 de junio de 1810, San Luis y San Juan la siguieron. En ninguna de las tres ciudades se produjeron discrepancias profundas como en Chile. Desde que Liniers fue vencido en Córdoba, la lucha se desplazó hacia Salta y Montevideo, dejando sus recursos libres de las depredaciones que conlleva una guerra.
Estos antecedentes hacen comprender como pudo organizar un ejército de 4.000 hombres admirablemente disciplinados junto a los elementos para tramontar Los Andes y cambiar la faz de la lucha por la independencia.

Los dos primeros gobernadores fueron los coroneles Juan Florencio Terrada y Marcos Balcarce. Al último, había asumido el coronel José de San Martín, quien tomó su cargo en los primeros días de septiembre, o sea, un mes antes de llegar la noticia del desastre de Rancagua.
El coronel Balcarce, al entregar el mando, le suministró datos sobre el estado de la revolución chilena, la cual desconocía. No le ocultó juicios sobre sus protagonistas, especialmente Carrera. El doctor Paso se los confirmó mas adelante, añadiendo el dato no menor de su conocida antipatía al pueblo argentino. Los desterrados chilenos, especialmente Irisarri y Mackena se lo representaron destituido de capacidad política y militar, de un carácter imposible de sobrellevar y en cuyas manos la revolución chilena iba a perderse definitivamente. Dicho y hecho, el desastre de Rancagua confirmó el pronóstico unánime de los enemigos de Carrera, pero aún así quiso confirmar el juicio conociéndolo personalmente. La oportunidad llegó mas pronto de lo previsto.
El oficio que Las Heras había enviado a Balcarce llegó con un propio el día 7 de Octubre. De inmediato el coronel Balcarce se puso en contacto con el director supremo Gervasio de Posadas. Le solicitaba refuerzos en hombres, armas, artillería y municiones para contener a la invasión realista que ya veía asomar por la cordillera.

Los primeros emigrados comenzaron a llegar el día 9 de octubre. San Martín salio de Mendoza con rumbo a Uspallata, unas treinta leguas hacia la cordillera, a su encuentro, con el ánimo de “proporcionarles personalmente consuelos” dice en su diario.
“Allí se presento a mi vista un cuadro de desorden enternecedor que pueda figurar. Una soldadesca dispersa, sin jefes ni oficiales, y por lo tanto sin el freno de la subordinación, salteando, insultando y cometiendo toda clase de excesos, hasta inutilizar los víveres. Una porción de gente azorada que clamaba a gritos venganza contra los Carrera, a quienes llamaban los perturbadores y destructores de la patria. Una multitud de viejos, mujeres y niños que lloraban de cansancio y fatiga, de sobresalto y temor. Un numero crecido de ciudadanos que aseguraban con firmeza que los Carrera habían sacado de Chile más de un millón de pesas pertenecientes al estado y que los traían repartidos entre las cargas de sus muchos faccionarios, pidiéndome no permitiera la defraudación de fondos tan necesarios para reivindicar la patria”.
Dispuso entonces bajo pena de muerte que la tropa dispersa se reuniese en piquetes, y la confió el mando al capitán Ramón Freire. Habiendo encontrado en el camino al propio O´higgins lo saludo afectuosamente y le pidió hiciera valer su autoridad para poner orden en el caos que se había producido. El concurso del coronel Alcázar que aún conservaba el mando de cien dragones hizo posible establecer el orden.
Comenzó a circular el rumor que la retaguardia formaba por Las Heras se batía en retirada luego de ser destrozada, y los realistas se descolgaban por la falda oriental de la cordillera. Se engendró el pánico entre las mujeres, niños, ancianos y soldados que habían hecho alto en Uspallata para descansar. San Martín prosiguió hasta Picheuta, y allí recibió aviso de Las Heras de que proseguía en orden la retirada sin ser perseguido por el enemigo. El diario de Carrera dice que se encontró con San Martín en el Camino a Uspallata. De ser así, simplemente no se dirigieron saludo, pues San Martín escribe que recién lo encontró al regresar al anochecer. “A la misma hora, vino a cumplimentarme el brigadier don Juan Jose Carrera, a nombre del gobierno de Chile, expresándome que en una choza inmediata se encontraban reunidos los tres individuos que lo componían, por si yo quería ir a verlos. Le contesté que me era muy grato saber que habían llegado buenos y mandé inmediatamente a mi ayudante con un recado de atención , habiéndome chocado vivamente que estos señores quisiesen conservar una autoridad de gobierno supremo sin pueblo, sin súbditos y en territorio extraño”. El conflicto quedaba planteado, y otros sucesos se iban a encargar de precipitarlo. Los emigrados venían separados en dos grupos irreconciliables. No cabía ni mediación ni justicia, simplemente San Martín tenía que deshacerse de uno de ellos, como ocurrió finalmente.
Como vimos, los emigrados afirmaban que en los baúles de Carrera y sus acompañantes venía un millón de pesos pertenecientes al fisco chileno y San Martín resolvió incautarlos. El registro de los baúles resultaba odioso, y como observa Mitre, deslustraba hospitalidad. Además si el hecho era inexacto, exponía al gobernador a caer en el ridículo. Arriesgándose, San Martín dispuso el registro del equipaje de carrera y su comitiva. Este se resistió y como disponía de la fuerza, siguió su camino pasando por sobre el oficial dispuesto para ello en el punto de Villavicencio. Más el 16 de octubre al llegar a Mendoza los hizo pasar por la aduana, y el gobernador pudo cerciorarse que las cargas de plata pertenecientes al estado chileno habían caído en poder de los realistas. El choque había quedado aplazado, pero Carrera se encargó de reavivarlo al día siguiente. Dirigió un oficio en duros términos a San Martín el día 17: “Apenas pisé este territorio cuando conocí que mi autoridad y mi empleo eran atropellados”. San Martín replicó el mismo día: "Yo pregunto a vuestra V.S. de buena fe si en un país extranjero hay mas autoridad que las que el gobierno y las leyes del país constituyen”.
Por el momento, la fuerza estaba en manos de Carrera y San Martín nada podía contra el. Carrera seguía mandando desde el cuartel que le habían señalado a los emigrados y soldados carrerinos. Se sucedieron una serie de choques, oficios y visitas que no referiremos, hasta que San Martín decidió tomar el toro por las astas. “Carrera se las veía ahora con un zorro que lo superaba en sagacidad y astucia” (Encina). San Martín, auxiliado por O´higgins, Mackena, Freire y sobre todo por Alcázar, se adueñó de la mitad de las fuerzas chilenas, las reforzó con el destacamento de Las Heras y el 30 de Octubre rodeó con más de 1.000 hombres y dos cañones el cuartel de San Agustín, donde estaba Carrera, y le intimó rendición. Carrera no se atrevió a afrontar una lucha contra fuerzas superiores. José Miguel, Juan José, Uribe y Benavente quedaron presos en el cuartel.
San Martín simplemente cumplió las órdenes de su gobierno. Con fecha 26 octubre había recomendado a San Martín que diera las "más oportunas disposiciones para que los brigadieres Carrera y otras personas que quisiesen se trasladasen a Buenos Aires", pero en vez de despacharlos a la capital, los envió a San Luis, excepto los soldados carrerinos, unos 530, quienes si fueron remitidos a la capital donde fueron incorporados al ejercito argentino.
Vimos que al conocer el desastre de Rancagua, Balcarce había solicitado refuerzos a la capital. Esta le envió dos compañías del batallón número 8, a cargo del sargento mayor Bonifacio García y 143 artilleros. Sumados a la pequeña división de Las Heras y descontando los soldados carrerinos enviados a Buenos Aires y la dispersión de muchos de los que seguían a Alcázar, O´higgins y Freire, San Martín no contaba con más de 600 soldados en toda la provincia. Estaba inerme contra una invasión de Osorio. Se sabía que después de la ocupación de Santiago, los realistas disponían de un ejercito de más de cinco mil plazas, y se presentía que entre las instrucciones de Abascal figuraba la de atacar por la espalda al ejercito argentino de Salta. Aún se ignoraba la orden de reembarcar al Talaveras al Alto Perú. La población de Mendoza, temía una agresión realista que la obligaría abandonar sus hogares y perder la mayor parte de sus bienes, como había sucedido en Chile. Los ojos de todos convergían ahora hacia el coronel José de San Martín.
Se había generalizado una confianza mística en él: Mientras San Martín mandara, Osorio no franquearía Los Andes.
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Aguila Audaz
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por Aguila Audaz »

San Martin venia precedido por su reconocida capacidad como militar de carrera, cosa que por estas tierras salvo los españoles realistas , nadie podia ponerse a la altura (obviando a Alvear, mas politico que militar), y por haber puesto en orden el ejercito del Alto Peru, a la vez que organizo en la region una estrategia de contencion de los avances españoles hacia el sur con la intencion de fijar tropas enemigas en la region haciendo que las mismas no pudieran acudir a Chile primero y posteriormente a la defensa del Peru
San Martin al tomar cnocimiento de que los patriotas chilenos habian sido vencidos y habian empezado a cruzar la cordillera en fuga, puso sobre los principales pasos piquetes de aviso, ademas comisiono a ciertos personajes de su confianza para que recruzaran la cordillera y averiguaran cuales eran las intenciones de los realistas.-
Al saber que si bien estos tenian la suficiente cantidad de tropas como para iniciar una invasion, pero que no contaban con los elementos necesarios, ni con la capacidad de los jefes de organizar una invasion a travez de la cordillera, y que en el supuesto e hacerlo tendrian por lo menos un año para organizarla, y ademas debia venir para esto un Jefe capacitado desde la peninsula y con conocimientos suficientes como para llevar adelante la empresa del cruce en fuerza ( y es de publico conocimiento que no existia en España alguien con este tipo de conocimientos).-
Por eso es que se dedico a organizar retenes en los principales pasos, a fin de evitar la infiltracin de tropas o espias que pudieran informar de sus intenciones a la vez que acordaba con los distintos caciques de las tribus del sur para que lo mantuvieran informados, usandolos a la vez en una campaña de desinformacion al enemigo
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por HONDERO »

Hola, Luis.

Hace un años y meses participo en un foro, donde hay muchos chilenos.

Allí me enteré de cierta tirria que se le tiene a O'Higgins, mientras que en Argentina, sigue siendo un personaje casi sagrado (por ser amigo de San Martín), todo debido a que fue figura emblemática del régimen de Don Augusto César.

Supe con sorpresa, que Carrera era un heroe republicano y democrático, casi un izquierdista en opinión de algunos.

De seguro, ni tan tan, ni muy muy.

Saludos.
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Luis Cruz Martinez
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por Luis Cruz Martinez »

Si bueno, ya lo había mencionado en el hilo de la Batalla de Maipú.
Acá en Chile no es muy querida la figura de O´higgins, creo que por culpa del uso y abuso que hicieron de su figura durante el régimen del general Pinochet. Sin ir mas lejos, Pinochet se autoimpuso el cargo de "Capitan General", el mismo que tuvo O´higgins, esto es: jefe del Ejército y Jefe del Gobierno. Así que la cultura popular se inclina mas por la figura de José Miguel Carrera, enemigo ultra de O´higgins y más aún por el de Manuel Rodriguez, legendario guerrillero. Incluso el brazo armado del partido comunista chileno llevaba su nombre. Bueno todo esto es politica, pero los hechos son indesmentibles.
Actualmente, con la vuelta a la democracia en nuestro pais a vuelto a florecer poco a poco el gusto por O´higgins, gracias tambien a una serie de television que lo retrató bastante mas humano, reflejando su perfil de hijo ilejitimo y su relacion de "conviviente".
Ojalá que la discusión no se vaya por el aspecto politico, sólo lo menciono para que el lector entienda la circunstancias pasadas y actuales del relato.

Saludos
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por Halberdier »

En mi parecer se sobrevaloran las posibilidades del virreynato peruano que unicamente eran defensivas. Lo primero que debe subrayarse es que no hay ninguna unidad originaria europea combatiendo en el Alto Perú en las victorias españolas de Guaqui, Ayohuma, Vilcapugio o Viluma: se trata de un ejército español donde se daban las ordenes en lengua quechua. La reacción y toma del Alto Perú fue más bien producto de la amenaza de extender la revolución argentina contra el Cuzco. La campaña fue muy bien pero ahí quedó la cosa porque no había fuerza para más.

Chile es una cuestión distinta porque la capitanía efectivamente formaba parte del virreynato peruano. Para aquél escenario se emplearon dos batallones expedicionarios casi a plena fuerza, junto con unidades que eran mas bien remanentes, pero mayoritariamente otra vez son tropas de Lima o de Concepción. Desde luego nunca se tuvo la intención de emprender la derrota de Buenos Aires desde Chile ya que apenas, si podía conservarse Santiago ya era pedir mucho.
no contaban con los elementos necesarios, ni con la capacidad de los jefes de organizar una invasion a travez de la cordillera, y que en el supuesto e hacerlo tendrian por lo menos un año para organizarla, y ademas debia venir para esto un Jefe capacitado desde la peninsula y con conocimientos suficientes como para llevar adelante la empresa del cruce en fuerza ( y es de publico conocimiento que no existia en España alguien con este tipo de conocimientos)
pérdon pero esto lo veo yo bastante gratuito. La cordillera andina la han cruzado repetidas veces los ejércitos realistas y mandadas bien sobradamente, el problema de esos años era lo que dejarían en Chile, de retaguardia, un país de enemigos. Se pretende dar más bombo a lo que en realidad podía hacer un virreynato de Lima que apenas si podía contener la revolución de Santiago, a base de mantener una fuerza permanente que no podía sostener sin la gente chilena.

Además, no solo en Vilcapuquio o Viluma, en Torata y Moquegua, repetidamente demostraron las armas del rey su saber hacer la guerra de montaña contra los patriotas. De hecho en las cumbres de Torata se aniquiló la expedición libertadora y terminaron sus días ahí varias de las unidades de los Andes... pero eso es adelantarse mucho, ... solo quiero precisar estos puntos:

-que el realista era un ejército fundamentalmente defensivo.
-que la guerra de montaña no es nada nuevo para los jefes españoles.

dejemos proseguir al autor de este interesante post :dpm:
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Aguila Audaz
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por Aguila Audaz »

Mas alla de que tan vez nos salgamos del hiulo de la historia pero hay que tener en cuenta que los treatros/escenarios secundarios tienen su importanci ya que de una u otra menara influyeron en el principal o a la inversa.-
PRIMER ERROR
se trata de un ejército español donde se daban las ordenes en lengua quechua. La reacción y toma del Alto Perú fue más bien producto de la amenaza de extender la revolución argentina contra el Cuzco. La campaña fue muy bien pero ahí quedó la cosa porque no había fuerza para más..- "la lengua quechua fue erradicada" en su uso diario, solo se mantenia viva en las comunidades indigentas estando prohibido su uso en publico, quien asi lo hacia era castigado en publico (ver los anales de los Tribunales de Potosi y otros, donde se deja constancia de la cantidad de azotes aplicados a los infractores).-
El Ejercito Realista, estaba formado por criollos reclutados dentro de las poblaciones del virreinato, los cuadros y los mandos, salvo casos excepcionales, (ya que provenian de familias de reconocida nobleza o pureza racial) eran españoles pèninsulares, muy pocos criollos accedian a altos cargos en el ejercito
SEGUNDO ERROR
La reacción y toma del Alto Perú fue más bien producto de la amenaza de extender la revolución argentina contra el Cuzco. La campaña fue muy bien pero ahí quedó la cosa porque no había fuerza para más.
El Alto Peru, era pàrte de la Administracion del Virreinato del Rio de la Plata y por caracter transitivo de los estados correspondia a las Autoridades que gobernaban en Buenos Aires su control, en avance español desde Lima, no quiso evitar que se extendiera la sublevacion hacia el norte sino que busco volver esos territorios a los "dominios de España".-
El ahi quedo la cosa duro varios años e incluso llego a tener a los realistas en Tucuman a las puertas de las serranias bajas que fenaban el paso a Cordoba y luego de eso no habia nada hasta Buenos Aires.-
TERCER ERROR
pérdon pero esto lo veo yo bastante gratuito. La cordillera andina la han cruzado repetidas veces los ejércitos realistas y mandadas bien sobradamente,
No existen registros del cruce de la cordillera de ninguna unidad militar y menos de un ejercito en fuerza para el combate, si nincluso en el dia de hoy el desplazamiento de una unidad militar por la zona en situacion de combate requiere de una apoyo y equipamiento bastante abundante, emnos lo podian hacer en esos tiempos donde habia poco de nada", inclusive para aquellos que hemos tenido la oportunidad de recorrer la zona por donde se realizaron los cruces es todavia hoy un motivo de asombro por la dureza del terreno.-
No existe en los registros/anales del Ejercito Español ( y en esto pido ayuda a mis colegas españoles) en America, la participacion de algun alto jefe con experiencia en cruce de altas cumbres
CUARTO ERROR
Además, no solo en Vilcapuquio o Viluma, en Torata y Moquegua, repetidamente demostraron las armas del rey su saber hacer la guerra de montaña contra los patriotas. De hecho en las cumbres de Torata se aniquiló la expedición libertadora y terminaron sus días ahí varias de las unidades de los Andes...
Vilcapujio y Ayohuma no de debio a la capacidad de los jefes realistas sino mas bien a la incapacidad ( falta de conocimiento en el arte militar de los patriotas) Torata y Moquegua, fue un mal calculo de parte del jefe patriota (Alvarado)que creyo que la superioridad lo superaba con el valor, y frente a el tenia al mejor estratega (Cantenac) y a unidades fogueadas en la lucha mientras que el solo tenia aquellas que habia podido rearmar fundiendolas
llegado el momento puedo poner una relacion completa de ambas batallas
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por HONDERO »

Desde ya, el Ejército Real del Perú, no era netamente defensivo, sino no se explicaría sus constantes ofensivas, desde la actual Bolivia, a territorio argentino (Jujuy, Salta y Tucumán).

Si al final de la historia, se demostró, que era inútil intentar seguir avanzando hasta Buenos Aires, eso se debe a la resistencia de los patriotas.

Y a la inversa, si el Ejército del Norte, debió mantenerse a la defensiva, fue debido a los éxitos defensivos del Ejército Real, y a la concentración de esfuerzos en el Ejército de los Andes.

Como dice Águila, el Alto Perú, pertenecía al Virreynato de Buenos Aires, y el Virrey Abascal usurpó la legítima autoridad de la Junta de Buenos Aires (tan legítima como la de Sevilla si vamos al caso), al decidir que el Alto Perú debía pertenecer a su Virreynato.

Por eso, cualquier resistencia, con las armas en la mano por parte de tropas no pertenecientes al Virreynato del Río de la Plata era absolutamente ilegal, y castigada en consonancia.

Saludos.
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Luis Cruz Martinez
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por Luis Cruz Martinez »

Halberdier escribió:En mi parecer se sobrevaloran las posibilidades del virreynato peruano que unicamente eran defensivas.
No lo veo tan así, para comprender los acontecimientos del momento debemos observar que a mediados de 1815, la revolución había sido sofocada en toda América y sostenía solamente en Buenos Aires. Más adelante veremos que el principal escollo que tuvo San Martin fue la escases de tropas y armas. Todo era enviado al Alto Perú y Montevideo.
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por Aguila Audaz »

A lo que se debe sumar las crecientes luchas internas con los diferentes caudillos, llegando en alguno momento a seguir apoyando a la campaña emancipadora
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por Aguila Audaz »

SE ME CHISPOTEO
DEBE LEERSE ENTRE
algun momento .. negandose ... a seguir
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por Aguila Audaz »

Esto es autorrobo
:dpm:
La Cordillera de los Andes en la zona de Mendoza tiene alturas de 6.000 mts y mas, esta compuesta por dos cadenas pricipales y 3 0 4 paralelas, divididas por profundas gargantas.
Dato ilustrativo:Saliendo de la Aduana en el lado chileno,se aprecia la profundidad viendo a los camiones de gran porte como pequeños gusanos en el fondo( los conductores de buses dicen a esta vision como la de la costurera " ya que frunce el .... alma").
Los pasos eran muy estrechos ya que solo lo transitaban los arrieros ( pude conocer algunos de la epoca que todavia subsisten y no son mas anchos que una acera de 1,50 mts), por alli pasaron en 24 dias:
3000 infantes, 700 de caballeria, 250 artilleros
7359 mulas de silla, 1922 de carga, 1600 caballos.
Realice ejercicios militares de especializacion en montaña, con todo el equipo moderno (1970) en la misma epoca del año . Nos toco una caminata, terminamos el dia que no sabiamos que no nos dolia (eramos personal entrenado). Imaginen ropa de algodon o lana, calzado de suela, ojotas, (igual a sandalias con dos o tres tiras de cuero).
Durante el dia se soportaba, a la noche no habia paño que parara el viento y el frio
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por Halberdier »

Bueno, veamos si es asi o no, si estamos en un error tu o yo. (00)

ERROR 1
El Ejercito Realista, estaba formado por criollos
Te lo diré con una cita bibliográfica para que de aquí en adelante no tengas que incurrir en más errores querido amigo:

"Fue un constante problema para los mandos el idioma de esta tropa,puesto que la inmensa mayoría sólo hablaban su lengua nativa-elquechua o el aymara- por lo cual los oficiales debían conocerla para poder dirigirlos".
http://books.google.es/books?hl=es&q=Fu ... a=N&tab=wp

Si cayeses en la cuenta que el comandante en jefe del ejército de operaciones español del virreyanto peruano era originario de la ciudad peruana de Arequipa, Goyeneche, no diriras lo que dices de que los criollos no formaban el mando. No te ofendas, pero de verdad que no tienes ningún conocimiento del ejército español en las Américas me refiero, te lo digo de buen corazón porque supongo que lo dices por simple desconocimiento y no por mala fé de liarla. Ten bien presente que toda la guerra del Alto Perú y Perú fue hecha con tropas mayoritariamente de indios, que en su región se llaman a si mismos Quechuas. Para que te hagas una idea clara: el ejército realista de cada lugar es fundamentalmente de gente de ese mismo lugar.

ERROR 2
El Alto Peru, era pàrte de la Administracion del Virreinato del Rio de la Plata y por caracter transitivo de los estados correspondia a las Autoridades que gobernaban en Buenos Aires su control
¿ y este contrasentido qué es?. Los revolucionarios de Buenos Aires, sus juntas, no tienen más derechos que el de conquista por la fuerza de las armas. Desde luego ningún derecho en nombre del Virreynato del río de la Plata, el cual es una administración de las posesiones de Fernando VII. Desposeer al monarca es entrar en la ilegalidad, no al revés.

Las Juntas de España nacieron en territorios ocupados por armas extranjeras, nunca se erigieron en propietarias de los posesiones de Fernando, no se atribuyeron ningún derecho, solo administraban porque no había quién. ¿No habían en América administradores llamados Virreyes?. Las Juntas americanas tomaron para sí mismas los derechos del monarca, son revolucionarias, rompen con el antiguo orden, es decir son ilegales, desleales y felonas. No son lo mismo a las juntas españolas aunque os empeñeis.

ERROR3
No existen registros del cruce de la cordillera de ninguna unidad militar
Bueno, o sea que Bolívar miente y no cruzó la cordillera de los Andes, o resulta que no hay que cruzar la cordillera de los Andes para ir de Jauja al Callao y viceversa como hizo Canterac, o resultará que solo hay cordillera de los Andes para ir de Mendoza a Chacabuco,... o ya que finalmente para cruzar por ahí, precisamente, no dirás que la de San Martin es la peor de todas ¿no?. :burla: pero que anda ya! hombre!, no digo más, pero estos puntos ameritan otro post :P
Última edición por Halberdier el 07 Mar 2009, editado 3 veces en total.
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Re: El Ejército de Los Andes

Mensaje por Halberdier »

Todo era enviado al Alto Perú y Montevideo.
Te digo lo mismo Luis, y no te interrumpo más si me dejan, de la otra parte también todo era enviado al Alto Perú y Montevideo.
HONDERO
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Re: El Ejercito de Los Andes

Mensaje por HONDERO »

Hola, Halberdier.

En 1810 se dio una situación muy conflictiva en Las Indias.

La Junta Central de Sevilla había caido, los funcionarios designados por ella no tenían autoridad, el Rey estaba cautivo, prisionero de los franceses.

En las principales ciudades de América hispana, se dio el grito: JUNTA COMO EN ESPAÑA.

Habiendo cesado la autoridad del Rey, y hasta su vuelta, el poder retrovertía al pueblo (Doctrina Suarista).

En el caso particular de Buenos Aires, la Junta de Gobierno, se formó con el declamado (y muy falso) deseo de proteger los intereses del Señor Don Fernando VII hasta que este regresase (más o menos como los Senescales de Gondor esperaban el regreso del Rey, o sea nunca).

En tanto esa Junta representaba la voluntad del pueblo del Virreynato, o por lo menos así lo dijese, la intención del Virrey Abascal de usurpar su autoridad sobre el Alto Perú era flagrantemente ilegal.

La Junta de Buenos Aires al fusilar los oficiales Liniers, Nieto, Córdoba y Paula Sanz, y enfrentar a los rebeldes, no hacían más que aplicar la ley que se le impone a cualquier sedicioso.

Este argumento consitucional y legalista, se sostiene por unos años, hasta que la "máscara" de Fernando VII, tras los que se cubrían algunos hombres de la Junta, cae definitivamente.

Pero hasta ese momento, cualquier resistencia contra la Junta era ilegal, y sancionada con muerte, (arcabuceamiento), llegado el caso.

En fin, el problema de estos Virreynatos, es que Napoleón fue derrotado, hecho que en realidad, nadie podía imaginar, y el legítimo Señor jamás volvería.

Saludos.
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Re: El Ejército de Los Andes

Mensaje por Luis Cruz Martinez »

José de San Martín.

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Para poder comprender a cabalidad la personalidad el gran gestor de la independencia sudamericana, es imprescindible conocer antecedentes de sus rasgos biográficos y su personalidad.
Su nombre completo era José Francisco de San Martín y Matorras. “Había nacido el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú, uno de los treinta pueblos de las antiguas misiones guaraníticas, situadas sobre las márgenes del Alto Uruguay y Alto Paraná, pertenecientes entonces al gobierno de Buenos Aires” (Mitre). Sus padres fueron el capitán Juan de San Martín, teniente gobernador del departamento de Yapeyú , de noble alcurnia y cortos alcances (según Mitre) y de doña Gregoria Matorral el Ser, “doncella noble” y sobrina del conquistador del Chaco del mismo apellido. José Francisco fue el tercer varón de una familia de cuatro hijos. Después de una breve permanencia en buenos aires, donde asistió a una escuela de primeras letras, San Martín se trasladó a los 8 años con sus padres a España. Durante escaso tiempo fue alumno del Seminario de Nobles de Madrid pues posteriormente se incorporó a los doce años como cadete del regimiento Murcia. La educación y formación fundamental de San Martín sería la militar. Esa fue su escuela y ella moldeo su carácter y explica todas las actitudes de su vida. Se familiarizó con el francés, leyó tratados de estrategia y organización militar y adquirió conocimiento generales más bien modestos. Su carrera militar en la península lo llevó al grado de teniente coronel graduado, a los 31 años, como recompensa por su acción en la batalla de Bailén. Sobrio, reservado, equilibrado y empecinado (porfiado según Encina) en el cumplimiento del deber. Su máxima era: “serás lo que debas ser o no serás nada”. Como pocos estadistas de su época, la honradez de su vida privada lo autorizó a escribir en su testamento orgullosamente: “Declaro no deber ni haber debido nada jamás a nadie”, a pesar que las privaciones que debió soportar en su modestísima vida de soldado.
Se le han hecho muchas críticas, la mayoría infundadas, pero nadie se ha atrevido a decir que utilizó sus altos cargos para acumular riquezas personales. Su solitario y pobre destierro en Francia (Boulogne-sur-mer), desde 1823 hasta 1850 comprueba, más allá de toda duda, su desinterés y desprendimiento. Me atrevería a decir que San Martín fue tremendamente responsable y brillante. Su trabajo metódico y celoso en el cumplimiento del deber no le granjeó muchos adeptos. Era sin duda un “Trabajó lico”. Su principal Biógrafo, Bartolomé Mitre dice que mas que un hombre era un sistema. Siempre prevalecía la seriedad y responsabilidad profesional. Gustaba de hacer bromas, divertidas . Sus anécdotas siempre dejaban una enseñanza moral. Mitre alcanzó a recoger algunas. La mujer de un sargento pidió el indulto de una falta cometida por el marido. Al margen escribió el general: “No me entiendo con mujeres, sino con soldados sujetos a la disciplina militar”. Otra vez mandó a sobreseer en el proceso seguido a una chacarera “por haber hablado contra la patria”, con la multa de “entregase diez docenas de zapallos para el ejercito”.
La nota alta de su mando político y militar fue siempre la disciplina. Un día intentó penetrar con uniforme y botas herradas al laboratorio de mixtos, donde se fabricaban los explosivos. El centinela le impidió por dos veces el paso, y solo lo dejó entrar cuando volvió vestido de crin y calzado de alpargatas. Al salir lo hizo llamar y le regaló una onza de oro. En otra oportunidad se presentó un oficial pidiendo hablar con José de San Martín y no con el general. Había perdido en el juego la caja del batallón. San Martín tomó de su gaveta el dinero necesario y entregándoselo le dijo: "Entregue usted el dinero a la caja de su cuerpo y guarde el mas estricto secreto, porque si el general San Martín se entera lo manda fusilar”.
Por otra parte, su salud era precaria. Padecía del estomago y sus permanentes hemorragias de sangre hacen pensar en ulceras gastrointestinales de carácter nervioso, lo que acentuaba aun mas el carácter prudente y profundamente equilibrado de todos sus actos. Respecto de su apariencia física, todos los historiadores están de acuerdo en describirlo como un hombre atractivo, muy moreno, alto, robusto y musculoso. La célebre escritora María Graham, acerba y despiadada enemiga de San Martín, tuvo la oportunidad de conocerlo personalmente en 1822 y lo describe: Los ojos de San Martín tienen una peculiaridad que solo había visto antes una sola vez una celebre dama. Son oscuros y bellos ,pero inquietos, nunca se fijan en un solo objeto más de un momento, pero en ese momento expresan mil cosas. Su rostro es verdaderamente hermoso, animado, inteligente mas no abierto… No tiene genio sin duda alguna, sino cierta dosis de talento, ninguna instrucción y solo un ligero barniz de conocimientos generales que luce con habilidad… Su bella figura, sus aires de superioridad y esa suavidad de modales que debe principalmente de la autoridad que durante tanto tiempo ha ejercido, le procuran muy positivas ventajas. Comprende el Ingles y habla mediocremente el francés, y no conozco otra persona con quien pueda pasarse mas agradablemente una media hora, pero su falta de corazón y de sinceridad, cierran las puertas a la intimidad y mucho más a la amistad. Aspira a la universalidad como Napoleón, de quien habla como un modelo, es un hecho que esta noche ha hecho ostentación de si mismo…”
Historiadores y biógrafos han coincido en afirmar que era un gran conocedor de hombres, Encina en cambio rebate esta afirmación argumentando que solamente descubrió a Zenteno, siendo incapaz de reconocer por ejemplo a buenos jefes divisionarios. De todas maneras percibía bastante bien los caracteres siendo muy talentoso al momento de hermanarlos para trabajar en conjunto en busca de un fin determinado. La cualidad que tenía y en la que sin duda todos coinciden es sencillamente, la astucia.

Los principales cargos que se le han hecho a San Martín pueden ser resumidos en estos:
Que era un hombre frío, calculador poseedor de una gran vanidad personal, que además caía en grandes postraciones y abatimientos de los que lograba escapar mediante estupefacientes y drogas. Creo que solo esto último tiene algo de verdad. Caía en abatimientos debido a su precaria salud. Sus dolores eran tan agudos, las hemorragias de sangre tan abundantes, que le administraban opio para calmarlos, según el propio Mitre. Su personalidad destacó entre sus contemporáneos porque era ordena y metódico, y sabía claramente cuales eran sus objetivos, la independencia de América del Sur y el establecimiento de de un sistema político en que prevaleciera el orden y la probidad. Sus conocimientos tácticos y estratégicos y en especial su indiscutible dote de organizador, no eran más que el reflejo de las experiencias ganadas en Europa ( Véase uno de los mas despiadados críticos de San Martín, Benjamín Subercaseaux, “Tierra de Océanos”, 1948).
La segunda critica de importancia, en la cual caen además casi todos los próceres iberoamericanos, es que pertenecía a una oscura sociedad secreta, la Logia Lautaro, siendo uno de los principales promotores de ella y ejerciendo una nefasta influencia sobre O´higgins. Bueno, ello es efectivo sólo en parte. Su pertenencia a la Logia es efectiva, no tiene discusión. Pero en contraste con Monteagudo o Alvear que utilizaron la institución para sus fines personales, San Martín la aprovechó para mover los hilos de la causa independentista. Respecto del caso de los hermanos Carrera y Manuel Rodríguez, está documentado que hizo valer toda su influencia para salvarlos en el caso de los primeros, y sólo se enteró del asesinato del segundo cuando se lo informó el mismo O´higgins.
Finalmente destacar el rasgo esencial de la vida de este prócer, fue su hondo sentimiento americanista. Bolívar, Palacios y San Martín pasaron a la historia propiciando un nacionalismo continental, pero lo que destaca a San Martín por sobre el resto es planificar y llevar a cabo un paciente plan de emancipación de América. Mas adelante ahondaremos en este famoso plan, solamente precisar ahora que había sido elaborado mucho antes incluso de la llegada de los emigrados chilenos, y que para ello se había hecho nombrar gobernador de Cuyo.
Pero no nos adelantemos. Ya revisamos la personalidad del prócer, veamos ahora su legado estratégico.

Llegamos entonces a la gran incógnita de la vida de San Martín. En Agosto de 1811 solicitó su retiro del ejército con derecho a cargar uniforme, y permiso para pasar a Lima a atender “intereses descuidados” y prestar ayuda a sus hermanos ¿Qué lo decidió a dar este paso?. Aparentemente el momento que atravesaba España se contradecía con su formación ordenada y metódica. Pensaba que en América estaba el porvenir y no en la vieja Europa. “Desde la página aún en blanco del libro de las grandezas humanas, la inmortalidad le hacia señas” (Encina). Por decreto de 6 de septiembre de 1811 la regencia le concedió el permiso, llegando a Buenos Aires el 9 de marzo de 1812, y el 16 de Marzo ofrecía sus servicios al gobierno de Buenos aires. Se le concedió el empleo de teniente coronel de caballería, y se le nombró comandante del escuadrón de granaderos a caballo, el cual debía organizar. Empezó inmediatamente la tarea entonces, escogiendo cuidadosamente los oficiales e imprimiéndoles los conceptos de disciplina que tenía tan arraigado. El pequeño combate de San Lorenzo demostró una eficiencia militar desconocida en los ejércitos de América de la época: el orden, la disciplina, los sables afilados a molejón, los uniformes, las juntas de oficiales, todo era distinto a como se usaba en ese entonces. Como recompensa, se le ascendió a coronel el 7 de diciembre de 1812. Simultáneamente contrajo matrimonio con doña Remedios Encalada el 12 de octubre de 1812, lo que le abrió las puertas a la alta sociedad bonaerense.

Después de triunfar sobre los realistas en Tucumán y Salta, Belgrano acababa de sufrir dos derrotas sucesivas en Vicapugio y Ayohuma. Deseaba que ya se le reemplazase, pero no había ningún general argentino que le llegase a su altura. Entre los coroneles destacaba la figura de san Martín y Belgrado lo pidió, siendo ratificado en el cargo el 3 de diciembre de 1813, con el cargo de Mayor General. San Martín no quiso usar ni el cargo ni la autorización, pero obligado por el gobierno tomó el mando del ejercito de salta. “Belgrano se puso a sus ordenes en calidad de simple jefe de regimiento, y dio él primero el ejemplo de ir a recibir humildemente las lecciones de táctica y disciplina que dictaba el nuevo general” (Mitre).
Antes de dejar Buenos Aires, San Martín sabía que se le confiaba el mando de simples jirones del antiguo ejercito del Alto Perú, pero el cuadro que se le presentó al llegar excedía a todo lo que había imaginado “Un hospital sin medicinas, sin cajas de instrumentos, sin útiles para el servicio, sin colchones, almohadas, sabanas ni cubiertas de ninguna clase” “Unas tropas tan desnudas que se resiente la decencia al ver un defensor de la patria con el traje de un pordiosero” “Gastos urgentes en la maestranza, sin lo que no es posible habilitar nuestro armamento para ponernos en estado de contener al enemigo” (Diario de San Martín).
Era una locura emprender entonces una campana ofensiva con dichos elementos, por lo que procedió a concentrar los restos del ejército de línea en Salta mientras fomentaba la guerrilla de gauchos, para gastar y contener al enemigo. En aquella ciudad procedió a la instrucción y organización de 3.000 soldados que enteró entre lo que quedaba a Belgrano, lo que trajo con él desde Buenos Aires y otros refuerzos que reclutó en la provincia. Pero aquí la formación tropezó con rebeldía del soldado poco acostumbrado a la disciplina. “En vez de aplicarse con mas empeño que nunca a la propia instrucción y disciplina de la tropa, he tenido el desconsuelo de verlos abandonados, distraídos y negligentes, dando los oficiales mas trabajo que los mismos soldados” (Oficio de 8 de abril de 1814). A mediados de abril de 1814, sufrió un ataque al músculo gástrico, agravada con vómitos de sangre. Le diagnosticaron reposo y se le concedió el 7 de mayo, dejando como sucesor al brigadier José Rondeau.
Algunos historiadores sostienen que San Martín renunció a propósito al comando del ejército del norte al comprender la imposibilidad de derrotar al virreinato del Perú por ese camino, que resultaba más largo y tortuoso que lo previsto inicialmente, experiencia validada con los 4 años de guerra. “Las Provincias Unidas tenían metidas dentro de sus propias carnes dos cuñas de acero: Montevideo, sobre la margen oriental del Rio de la Plata, aun día de camino de Buenos Aires y Salta, en su frontera del norte”. (Mitre).
La plaza de Montevideo, defendida por 3.000 hombres de línea, 2.000 milicianos, 335 piezas de artillería y una escuadra de 14 buques de guerra, constituía un gran peligro, no sólo desde el punto de vista de los esfuerzos que España hiciera por reconquistar a Buenos Aires, sino también de las relaciones con el Brasil. El ejercito realista del Alto Perú se había atrincherado esperando los refuerzos que preparaba Abascal, para reanudar su avance y darse la mano con Vigodet en Buenos Aires. Era pues necesario tomar Montevideo a todo trance para evitar que esta plaza sirviese de base de operaciones a las fuerzas que se preparaban en la península, ya libre de franceses, y además se necesitaba también ocupar el Alto Perú y concluir con el poder español en América dándole el golpe mortal en Lima.
Generales, gobernantes y opinión publica se habían orientado hacia estos objetivos, todos, excepto San Martín. Se desconoce de donde tomó San Martín la idea de llegar a Lima por mar a través de Chile. Ya en 1813 la junta chilena había dado algunos esbozos de ese plan, inspiración personal de Infante. Por intermedio de Manuel de Salas, enviado chileno en Buenos Aires se discutió el plan para embarcar en forma conjunta la expedición, asunto que no prosperó por los hechos ya relatados. No sabemos si San Martín tuvo o no acceso a este plan, el asunto es que de un momento a otro comenzó a hablarle de él a todo el mundo y la historia se lo asoció como propio. En todo caso, la autoría o no del plan no le quita grandeza a su obra, su gran mérito fue el llevarlo a cabo. Como sea, su observación del hecho de que en todas las ocasiones en que los patriotas argentinos habían intentado avanzar hacia el Alto Perú o Charcas, habían sido derrotados, lo convenció de que remontar el altiplano para llegar al Perú no era factible o se convertiría en una empresa costosísima y fuera del alcance de las armas patriotas. Era necesario entonces buscar un medio a través de Chile y el pacifico. Por lo demás, la causa argentina no estaría totalmente segura si los realistas se consolidaban en Chile. El 22 de abril escribía a Rodríguez Peña: “Ya le he dicho a usted mi secreto. Un ejército pequeño y bien disciplinado para pasar a Chile y acabar ahí con los godos, apoyando a un gobierno de amigos sólidos para acabar también con los anarquistas que reinan. Aliando las fuerzas, pasaremos por el mar a tomar Lima .”
Las noticias del Desastre en Rancagua le allanaron el camino a su plan, ahora todo era más fácil, simplemente tenía que organizar el ejercito, cruzar la cordillera y derrotar a los realistas…siempre y cuando Osorio lo permitiera.
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Aguila Audaz
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Re: El Ejército de Los Andes

Mensaje por Aguila Audaz »

si me permitir un agregado resultado del autorobo
Lo importante de su personalidad, mas alla de sus dotes militares ( algo a tener en cuenta ) es que fue un personaje que pudo tener la suma de poder, y no lo quiso, pudo tener riquezas y no las tuvo, y dejo para la posteridad una forma de vida y una conducta ( que muchos por mi tierra ensalzan pero no la copian).
Muestra San Martin, desde el comienzo de su carrera militar en America,cual era su pensamiento y formacion, crea para sus granaderos unas normas de conducta ( las buscare y se las transcribire), que creo en ningun regimiento del mundo se han impuesto.
En el combate de San Lorenzo, en la arenga le dice a sus hombres " espero que los Señores Oficiales y Granaderos se comporten de acuerdo al pensamiento que tienen de Regimiento"
Era su primer combate, o sea que ya los Granaderos tenian cierta fama de tropas aguerridas.
Cuando va a hacerse cargo del Ejercito del Norte, no menosprecia al pobre Gral Belgrano( abogado metido a militar), sino que lo reconoce como un par, y segun dicen le ofrece estar a su mando.
En Cuyo, levanta un ejercito de la nada, a la vez que ordena una provincia economicamente.
Entiendo que muchos piensen que los nuevos historiadores desmistifican a los heroes, pero creo que haciendolos mas humanos, nos dan la dimension real de lo que fueron. A mi me vendieron un bronce cuando estudie,el ser perfecto, EL SANTO DE LA ESPADA ( dixit Mitre), luego leyendo historia, me di cuenta que hacia pis y caca igual que yo( perdon moderador), pero que en el contexto de su epoca y con los elementos que tenia hizo cosas muy importantes.
Hay que reconocer que su formacion militar en España, le permitio llegar a donde quiso, quienes lo formaron supieron dar los golpes necesarios en el yunte para lograr el acero de su caracter.
lamentablemente aqui no lo supieron apreciar, su unico amigo fue Pueyrredon quien mientras fue Director lo apoyo en su campaña, es interesante leer la correspondencia entre ambos, y ver en que contexto se hicieron las cosas.
No fue un traidor a España, fue un elemento mas de los que se fueron aglutinando para que america se separara.

El reglamento que fue aprobado por voto secreto entre todos los oficiales del Regimiento de Granaderos, muchos de los cuales posterirmente fueron los mejores Jefes militares de mi pais muestra ya su impronta y como habia de dejar en otros sus ideas y principios-
- Por cobardia en accion de guerra en la cual aun agachar la cabeza sera reputado como tal.-
- Por no admitir un desafio, sea justo o injusto.-
- Por no defender a todo trance el honor del cuerpo cuando se lo ultraje en su presencia o sepa que ha sido ultrajado en otra parte..-
- Por trampa infame como de artesano
- Por falta de integridad en el manejo de intereses, por no pagar a la tropa el dinero que se le haya suministrado.-
- por hablar mal de otro compañero con personas u oficiales de otros cuerpos
- Por publicar las disposiciones interiores de la oficialidad en su junta secreta.-
-¨Por familiarizarse en grado vergonzoso con los sargentos cabos y soldados.-
- Por poner mano a cualquier mujer que haya sido insultado por ella.-
- por no socorrer en accion de guerra a un compañero suyo, que se halla en peligro pudiendo verificarlo.-
- Por presentarse en publico con mujeres, conocidas como protitutas.-
- Por concurrir a casa de juegos que no sean las pertenecientes a la clase de oficiales, es decir , jugar con personas de clase baja o indecentes.
- Por hacer uso inmoderado de la bebida en terminos de notable con perjuicio del honor del cuerpo
El que no lo cumplia era separado del regimiento.
Cuenta la historia que un dia se presenta en su domicilio un oficial quien solicita ser atendido por " Don Jose de San Martin", este lo recibe y se entera que el oficial en cuestion se habia jugado a las cartas los caudales de su regimiento que estaban a su cargo. San Martin toma de la caja fuerte el imorte y se lo da al oficial diciendole.... vaya y devuelva el dinero, pero cuide que no se entere el General San Martin porque seguro lo manda fusilar..., dicen que nunca mas piso una taberna donde se jugaba, y cuidaba que ningun oficial o soldado cayera en este vicio
[Mi abuelo era un hombre muy valiente, solo le tenia miedo a los idiotas...Le pregunte porque y me respondio.....Porque son muchos y al ser mayoria eligen hasta presidente.- Facundo Cabral- Cantautor Argentino
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Luis Cruz Martinez
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Re: El Ejército de Los Andes

Mensaje por Luis Cruz Martinez »

Muchas gracias por tu aporte aguila, aunque el párrafo del juego de cartas ya lo había mencionado.
Es interesante el reglamento del regimiento de granaderos, al cual no tenía acceso, lleno de ejemplos de moralidad y disiplina.
Salu2
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Luis Cruz Martinez
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Re: El Ejército de Los Andes

Mensaje por Luis Cruz Martinez »

Los siguientes tres capitulos transcurren en un periodo de tiempo paralelo entre los años 1814 y 1817. A fin de dar continuidad al relato, se dividieron dependiendo del lugar en donde transcurrieron.
Así, se dejó primero Los planes Realistas, para luego seguir con la Guerra de Zapa y finalmente la Organizacion del Ejército de los Andes. De ahí se enlaza con el cruce de los Andes, los primeros combates y finalizar con la Batalla de Chacabuco.

Dicho lo anterior, continuamos con el relato.

Los Planes Realistas

El virrey José Fernando de Abascal fue sin duda la cabeza mejor organizada entre los mandatarios españoles que hicieron frente al movimiento revolucionario. No sólo logró mantener la fidelidad del virreinato, sino que sofocó las rebeliones de Quito y del Cusco, mantuvo a raya a los revolucionarios del Plata y preparó la reconquista de Chile, sin más auxilio de España que el regimiento Talaveras. Como todos los hombres, tenía su lado flaco y ese era la vanidad. Siempre había sido fatuo, pero ya a los 70 años, ésta se había exacerbado a límites incorregibles. Uno de estos accesos, sumado al carácter ligero y puntilloso de Osorio, iba a precipitar la independencia de Chile… y la de América del Sur.
Recordemos que cuando Osorio se embarcó hacia Chile, llevaba extensas instrucciones del virrey de que hacer y como actuar, como si fuese capaz de prever cada uno de los pasos futuros de los revolucionarios. No es raro entonces que creyera que todo era obra suya y que Osorio simplemente se limitó a obedecer sus instrucciones, siendo un simple instrumento de su plan, cosa que en realidad vimos que tampoco fue tan así.

Osorio entró a Santiago el 5 de Octubre y asumió como gobernador interino de Chile. Abascal lo ratificó y recomendó calurosamente al monarca. Poco más de un año gobernaría Osorio, hasta diciembre de 1815. Si bien dejó el recuerdo de haber sido en lo personal un militar distinguido y conciliador, la acción de algunos de sus colaboradores y las severas instrucciones de Abascal dejaron una secuela de resentimientos como resultado de su política un poco represiva.
Se llevaron a cabo allanamientos y detenciones de los más connotados patriotas, algunos de ellos de avanzada edad. No se respetaron las canas de don Ignacio de la Carrera ni de don Manuel de Salas ni de Juan Antonio Ovalle. Junto con Egaña, Eyzaguirre, De la Lastra y otros fueron desterrados a la isla cárcel de Juan Fernández. Estas represalias hirieron profundamente a la aristocracia criolla, pero lo que más afectó a la opinión pública fueron las arbitrariedades cometidas por Vicente San Bruno, capitán del batallón Talaveras, y su lugarteniente el sargento Francisco Villalobos.
Uno de los actos más dolorosos fue el asesinato de los reos de la cárcel de Santiago. Habiendo recibido la noticia de que algunos presos pensaban fugarse, San Bruno los reprimió ferozmente, dejándolos primero escapar con ayuda de Villalobos, que se fingió adicto a los complotados. La cobarde represión pudo degenerar en una carnicería si no hubiese intervenido oportunamente el coronel Luis Urrejola.
La buena voluntad y el buen humor del gobernador hicieron algo por suavizar las asperezas que los excesos de los talaveras producían. Incluso Osorio apoyó la iniciativa de que se mandara al coronel Urrejola y al licenciado Manuel Elizalde a España, a fin de obtener el perdón del rey para los desterrados de Juan Fernández.
Simultáneamente, impuso nuevas contribuciones que fueron resistidas por los patricios, algunos de los cuales apelaron ante el gobernador. Conocida es la respuesta que don Mariano dio a uno de estos reclamos, presentado por el rico realista don Juan Martínez de Luco y Aragón. En su característico estilo bromista, el brigadier y gobernador falló: “Como Luco y Aragón, libre de contribución; como vecino y pudiente, pagará al día siguiente”.
Esta misma liviandad de pluma le valdría caer en desgracia frente a Abascal. Resulta que este último hizo escribir en la “Gaceta del Gobierno” en Lima un articulo en el cual afirmaba que la guerra en Chile había finalizado gracias al “camino trazado por vuestro virrey y concurriendo con su mas infatigable constancia y buen deseo a la consumación del camino trazado”. En otras palabras, quitaba todo mérito a Osorio y se lo imponía él mismo.
Otro general habría dejado pasar silenciosamente el desahogo de vanidad de Abascal, pero Osorio era audaz, y picado en su amor propio respondió en la misma gaceta: “Estos caminos y estos planes que no fueron ni tan bastos ni tan finos, ni se me dieron ni los traje, y si están hechos, sin duda se quedaron en esa y en poder de V., pues mi precipitada salida no dio lugar a recogerlos”…”Soy demasiado conocido y así no necesito para aumentar y ostentar mi opinión del mérito y el trabajo ajeno”…
Abascal, irritado con su insolente réplica, se apresuró en rectificar sus oficios al rey en los cuales recomendaba a Osorio. Pretextando el mareo del cargo, lo acusó de ser un general mediano, insubordinado e inepto. La corte se dejó impresionar por los nuevos informes y buscó otro general para reemplazarlo en el gobierno de Chile. El elegido fue don Francisco Casimiro Marcó del Pont Ángel Díaz y Méndez.
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Casimiro Marcó del Pont.

La elección no pudo ser más desafortunada. Sus adjetivos han proliferado de tal manera que se ha convertido en el símbolo de un funcionario torpe, fatuo, típico elegante caballero de rancio abolengo español que había obtenido por influencias en la corte el titulo de mariscal. Los ochenta baúles y cajones que desembarcaron en Valparaíso y su enjambre de criados no dejan ninguna duda sobre su riqueza y apego a las comodidades y lujos de la época. Su elegante y hermosa “calesa” casi representaba un insulto a la pobreza del reino. Sólo pocos historiadores lo tratan con benevolencia, expresando que era un gobernador afable, sencillo y bien inspirado, aún cuando tenía “pasión por la elegancia”. Sin embargo su inicial buena disposición no podía prosperar dadas las circunstancias por la cuales atravesaba el país. “Incapaz de darse cuenta de la aventura en que se había embarcado, creyó venir a Chile a lucir condecoraciones, a deslumbrar sus ropas y sus muebles y a recibir tranquilamente agasajos y honores, sentado en su sillón de presidente” (Vial). En todo caso creo que Marcó demostró falta de carácter para imponerse a sus colaboradores, especialmente a los mas violentos, como San Bruno, quien lo indujo a acentuar la represión y los abusos.

El nuevo mandatario había nacido en Vigo hacia 1770, en el seno de una familia de honrados comerciantes. Ingresó a los 14 años como cadete en el regimiento de infantería de Zaragoza. Fue hecho prisionero dos veces por los franceses durante el sitio de la ciudad. Su mismo hermano Juan José le consiguió la gobernación de Chile. Desembarcó el 19 de diciembre de 1815 en Valparaíso y juró ante el cabildo el día 26. Los primeros días fueron una feliz luna de miel, el pueblo estaba atónito con los lujos traídos por el nuevo gobernador, su carroza, los trajes, los sombreros, los modales, los lujosos muebles. Pero su ausencia de don de mando y la odiosidad de la política inspirada por San Bruno y los realistas exaltados, aguijonearon la reacción del pueblo en contra del régimen colonial. A la vuelta de un año casi había desaparecido el recuerdo de los sacrificios y de las miserias de la patria vieja, recubiertos por los males del presente: el exceso de contribuciones, la pobreza general, la ausencia de los deudos remitidos a Juan Fernández o fugados a Mendoza y Buenos Aires, la perdida de los destinos y los abusos de los Talaveras.
El 26 de diciembre de 1815 llegaron noticias procedentes desde Rio de Janeiro, traídas por el capitán de una fragata española. El pliego informaba que en Buenos Aires se preparaba una poderosa expedición corsaria al pacifico. Además había comenzado a circular el rumor que 7.000 soldados estaban a punto de cruzar la cordillera para caer sobre Chile, aunque para esas fechas la organización del ejercito en Mendoza estaba en pañales.
Las noticias de estas expediciones movieron a los realistas exaltados a exigir a Marcó que terminara con la política de suavidad y templanza que propiciara Osorio. La nueva política se inició el 9 de enero de 1816, destinado a apremiar el cobro de contribuciones. El 12 se emitió un bando que entre otras cosas dictaba una especie de toque de queda, además de la prohibición de salir de la ciudad sin autorización del presidente y la pena de la horca a quienes fueran sorprendidos con armas de fuego. Este bando, en momentos en que no había ni la más remota posibilidad de invasión fue obra nada menos que de Vicente San Bruno.
De San bruno solo se conoce que nació en Aragón, que vistió durante un tiempo los hábitos de la orden franciscana y que gracias a su valentía durante el sitio de Zaragoza fue nombrado capitán. Con ese grado ingresó al regimiento Talavera de la Reina, pasando a América en la expedición que finalizó en la batalla de Rancagua.
Sobre San Bruno y su regimiento ha caído una fama de crueldad y maldad extrema que ha llegado hasta nuestros días. Se sabe que el regimiento fue formado por los miembros más indisciplinados del ejército, lo que ayudaría a comprender los excesos llevados. El propio O´higgins lo describe como "un monstruo de quien se desdeña la misma potencia a quien pertenezca y la tierra se avergüenza de estar bajo sus pies".
El 17 del mismo mes, se crearía el tribunal de vigilancia y seguridad publica. Lo formaban por supuesto San Bruno y cuatro vocales. Su misión: juzgar las denuncias de traición al rey y castigarlas con penas que iban desde los azotes a la muerte.

La causa de la independencia debía recibir de Marcó y San Bruno un impulso aun mas eficaz que toda la propaganda que procedía de Mendoza, gracias a las antipatías que generaron las medidas que se han enumerado. El gobernador promulgaría también un bando estableciendo una medida que iba a ser demostrativa de cómo de un conflicto político se iría pasando rápidamente a una irreconciliable pugna de nacionalidades: los cargos de responsabilidad en el ejército, como antes lo habían sido los de la administración, fueron quitados de manos de los criollos chilenos para ser entregados a españoles peninsulares. Todas estas disposiciones fueron poco a poco polarizando el ambiente y ganado adeptos aquellos que aspiraban a obtener un cambio definitivo del régimen realista, el cual ya se identificaba como español.
La lucha por la independencia había relajado las normas de vida en los campos y en las ciudades. La licencia había alcanzado límites pavorosos, especialmente en la plebe. Osorio quiso reprimirla durante los primeros meses de su gobierno, mas viendo que el rigor iba enajenando voluntades, optó por una política hábil y elástica, suavizando los castigos y ocultando la mano, para que el descontento no cayera sobre él y los españoles. San Bruno en cambio, emprendió medidas represivas contra los borrachos, las prostitutas, los jugadores, los ladrones, los desordenes, las fiestas, etc. La severidad de las medidas le granjeó el odio hacia su persona y de rebote, al gobierno.
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El cuadro muestra una Chingana, fiesta popular de la época. La bandera chilena corresponde a un período posterior.

Entre los soldados peninsulares y el pueblo chileno había una antipatía profunda, que estallaba ante el acto más insignificante. Los Talaveras extremaban la dureza cuando tenían que intervenir en peleas de taberna o en desordenes callejeros. Golpeaban a los ebrios con sus sables o les daban puntapiés en el suelo. La brutalidad que hacían gala en las visitas domiciliarias degeneraban en verdadero salvajismo. Cuando cogían a algún joven aristócrata, para evitar su huida le bajaban los pantalones hasta el tobillo, se le ataba con una cuerda y con una vela encendida en la mano lo conducían ante el tribunal de vigilancia. A los rotos simplemente se les apaleaba.
Como era inevitable, el pueblo tomó a los Talaveras un odio mortal. El soldado que se alejaba solo del cuartel era apedreado. Mas de uno pereció a golpes o precipitado al rio desde un puente o desde alguna barranca. Los atentados se multiplicaron tanto que solo podían salir del cuartel en grupos armados.
El pueblo había permanecido realista de corazón. Se había batido obligado por sus patrones, o por simple animosidad en contra del general o el soldado del otro bando. El rey había quedado por sobre de la guerra civil, como una entidad mítica y no existía el deseo de Independencia: le era indiferente ser gobernado por España o los Carrera, mientras se le dejara vivir en paz. . Ahora, irritados por los Talaveras, se tornaron enemigos irreconciliables. La mayoría de los patriotas ahora se sumaron a los que deseaban el pronto término del régimen realista. Sentían ahora en carne propia las tropelías de un regimiento que el rey había mandado expresamente desde España para azotarlos, apalearlos o insultarlos. En sus ojos, el Rey y los Talaveras eran uno sólo.
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Curioso montaje del emblema del regimiento Talaveras

Cuando los primeros agentes de San Martín cruzaron la cordillera en la primavera de 1815, se encontraron con un ambiente muy distinto del que un año antes habían dejado los emigrados. Los recuerdos de los padecimientos de la revolución se habían desvanecidos, y los males del presente empezaban ocupar su lugar con rapidez.
Hay bastante exageración en los primeros comunicados de los agentes, pero en general fueron bien recibidos en los hogares de sus familiares, y lo más halagador fue comprobar la simpatía en el grueso de los indiferentes. Ya a partir de 1816 la propaganda de los revolucionarios empezó a caer en terreno fértil, principalmente entre el Aconcagua y el Maule.
La verdad es que el gobierno de Marcó no se ahogó en un charco de sangre como lo han hecho creer muchos historiadores. Los jefes realistas, casi todos hombres cuerdos, se dieron cuenta de la absoluta inutilidad de las medidas represivas. Así que hasta la llegada de las guerrillas, la política de Marcó se caracterizó por una gran sonajera de amenazas incumplidas, que a nadie atemorizaron. Con la aparición de las montoneras que tomaron por horas a Melipilla y San Fernando, el presidente extremó los bandos terroríficos. Ordenó formar en cada villa un consejo de guerra permanente. Pareciéndole que la prohibición de transitar a caballo dificultaba los movimientos de las bandas, dictó un decreto que prohibía circular en ellos… Obviamente nadie hizo caso a una medida que determinaba paralizar un país entero. A fin de restablecer la unidad de espíritu del país sin efusión de sangre, dictó un decreto que autorizaba a todos los patriotas para salir de Chile, garantizándoles que no se les seguiría ningún proceso a sus personas ni a sus bienes. Como era de esperarlo, los revolucionarios, que presentían el pronto triunfo de las armas patriotas, no se acogieron al ofrecimiento que les significaba abandonar su hogar, su patria, sus bienes y sus familias. El presidente, irritado con el fracaso de un ofrecimiento que creía generoso, siguió proceso a unos 300 patriotas, casi todos inofensivos, desterrando al Callao “26 paisanos, 16 frailes y 1 clérigo” (Encina).

Aunque gobernaba un país veinte veces mas poblado que Cuyo, se topó con los mismos problemas financieros que San Martín. Los Mapuches y Huilliches radicados en la mitad austral, Vivian al margen de la civilización española, y Copiapó y Coquimbo carecían de fuerza económica. Los recursos entonces estaban limitados a la zona central de Santiago, bastante maltratada por la guerra civil y las posteriores exigencias de Osorio. El principal problema no era la pobreza. Marcó necesitaba arrancar recursos a un pueblo que le era hostil en su gran mayoría y que presentía el pronto termino del dominio español.
Recurrió, como General de los Andes, a los préstamos y contribuciones en especies. A fin de ahorrar la compra de mulas para el arrastre de la artillería, impuso a los dueños de calesas y otros vehículos la obligación de facilitar las suyas cada vez que el ejército las requiriese. Repartió también, con moderación y justicia, un donativo de 700 caballos para el ejército. La contribución de cada hacendado no debía exceder los 2 animales, y los pequeños quedaron exentos.
Hasta noviembre de 1816 pudo hacer frente a los gastos gracias al impuesto de $43.000 mensuales que Osorio había repartido por un año. Pero al expirar el plazo, el fisco iba a caer en falencia. Marcó procuró buscar otros tributos a fin de cumplir la palabra empeñada que la contribución solo duraría un año. Elevó los impuestos al trigo y la harina que se exportaba. Recargó los derechos de importación de azúcar y gravó los vinos. Con estas medidas creía poder aumentar las rentas por conceptos de aduanas en unos $10.000 mensuales, pero como el comercio con Argentina estaba interrumpido y el de Lima se había tornado irregular, las expectativas de mayores ingresos fue ilusoria.
No le quedó otra alternativa que un empréstito de $400.000 que repartió en todo el país con bastante equidad y sin distinción. Los bonos pagaban un interés de 5% y su reembolso quedaba garantizado, siempre y cuando triunfaran los realistas. Como todo el mundo confiaba en lo contrario, la colocación fue muy dificultosa.

Marcó, abandonado a si mismo, intentó reforzar el ejercito en la medida que los recursos del país se lo permitían, con bastante actividad y cordura. Pidió nuevos contingentes a Chiloé, mas la isla ya estaba exhausta y no pudo responder a la exigencia. Recurrió entonces a los pobladores de la intendencia de Concepción, sin mejores resultados. Del Maule al sur, el pueblo no quería oír hablar de guerra. Tuvo pues que recurrir al enrolamiento forzado, recurso peligroso en un pueblo que le era hostil. Se dio cuenta de la importancia de su posición estratégica, lo que motivo que se dirigiera al rey el 30 de octubre de 1816, solicitando que se le enviaran dos mil soldados de infantería y un regimiento de caballería desprendidos de las tropas de Morillo tenia en Venezuela. Mientras, luchó empeñosamente por vestir y disciplinar al ejercito de Santiago, recomponía fusiles, fortificaba Talcahuano, hacia disciplinar las milicias y procuraba organizar nuevos cuerpos con los ex soldados de los ejércitos de Pareja y de Gainza. No se exagera la ineptitud de Marco como general en jefe, pero se incurre en un error al ocultar sus dotes de organizador y el empeño que puso al intentar conjurar una catástrofe que veía con clarividencia.
Reemplazó a los jefes criollos, que eran valientes y leales, pero incapaces de inculcar a sus tropas la pericia y la disciplina de los ejércitos europeos. Con el concurso de Atero, Olaguer Feliú, Cacho, Morgado, Carvallo y una docena más de oficiales españoles competentes, elevó la disciplina de los cuerpos realistas a un nivel desconocido en los ejércitos de la América Española, excepto el de los Andes, pues hasta Chacabuco, nadie se dio cuenta de la calidad de las tropas de San Martín. Entre los batallones de Marcó y los que mandaron Mackena y O´higgins había una distancia sideral.

Según la revista pasada en el mes de enero de 1817 por el oficial real José Ignacio Arangua, el ejercito realista se componía de “4.037 hombres acreditados, bien vestidos y disciplinados”. Con los jefes y oficiales y algunos ligeros aumentos, su efectivo total, según el informe del brigadier Maroto, de fecha 17 de abril de 1817, era de 4.317 hombres, sin tomar en consideración los destacamentos de artillería de Coquimbo, de Valparaíso y de los buques armados en Guerra. Ateniéndose al mismo informe, las dotaciones por cuerpo eran las siguientes:

Infantería

Batallón Concepción, comandante J.J. Campillo 800 hombres
Batallón Chillán, comandante José Alejandro 700 hombres
Batallón Chiloé, comandante José Arenas 420 hombres
Batallón Valdivia, comandante José Piquero 320 hombres
Batallón Talaveras, comandante Rafael Maroto 444 hombres
Batallón fuerzas destacadas en Valdivia 200 hombres
Total 2.884 hombres

Caballería

Carabineros de la Concordia, comandante Antonio Quintanilla 263 hombres
Húsares de Abascal, comandante Manuel Barañao 370 hombres
Dragones de la Frontera, comandante Antonio Morgado 600 hombres
Total 1.233 hombres

Artillería

Dos Baterías, comandante Fernando Cacho 200 hombres

Los historiadores culpan mucho a la ineptitud de Marcó la perdida de la revolución en Chile. Esta afirmación es cierta sólo en parte. El error del gobierno español no sólo fue encargarlo en un puesto para el cual no estaba preparado, si no además fue dejarlo solo, abandonándolo a su propia suerte, negándole los refuerzos de soldados y los recursos que la mas elemental intuición política y militar aconsejaba remitir a Chile sin medir los sacrificios. El virrey sólo le envió 8 cañones, 180 fusiles y 300 quintales de pólvora, y el ministro de España en Rio de Janeiro, 500 fusiles usados, muchos de mala calidad.
Fue el único que vio con claridad los peligros militares del ambiente adverso. Nadie divisó con más claridad que él la imposibilidad de defenderse por largo tiempo contra el ejército de Los Andes, que dentro de las idas de la época, podía cruzar la cordillera desde Copiapó a Valdivia y aprovechar las coyunturas que le brindaban la situación interna de Chile. Fue también el primero en presentir el desastre, si no se le auxiliaba con unos 2.600 soldados españoles de primera clase. Su concepción estratégica de que era necesario mantener el ejército concentrado en Santiago, listo para obrar según las circunstancias, contrasta con la miopía de Ordóñez y de todos sus tenientes, empeñados en defender Valdivia, Concepción, Coquimbo, San Fernando, etc. En carta a Ordóñez expresaba esta concepción estratégica: “Me veo obligado a mantener desamparadas las extremidades del territorio por cubrir el centro de esta capital como punto que encierra toda la riqueza y toda la fuerza moral del reino, y único que ocupa las verdaderas miras del enemigo”. Para lograr el objetivo, Marcó debía mantener reunidos un ejercito entre 3.000 a 4.000 hombres, confiando a las milicias las defensas de las villas. El enemigo no contaba más que con tres pasos para llegar al centro de Chile, que son Los Patos, El Planchón y Uspallata. Manteniendo la defensa en Chacabuco o Colina, era posible derrotar al ejército invasor.
Pero mientras preconizaba este plan, ordenó todo lo contrario. Adoptó tapar todos los portillos de la cordillera y defender todas las costas del reino, para evitar que San Martín se colara tal como lo hacen los ratones en una despensa. ¿Qué le ocurrió?, pues lo mismo que a Carrera. Incapaz de tomar una decisión cualquiera, propia o ajena, llevaba a una resolución tras otra. Él mismo dice en sus escritos que sabía que las noticias del paso de tropas por uno u otro lado eran simples ardides de San Martín para distraerlo, pero igualmente malgastó recursos en perseguir cada uno de estas pistas, distrayendo y dispersando fuerzas dentro del territorio.

A pesar que para fines de 1816 las armas del rey estaban triunfantes en toda América, en la partida de Chile, los dados recién estaban tirados.
Señora!!!....El Chileno no se rinde!!!!
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