Los Bosques de Hürtgen (
Staats Forest Hürtgen) están situados en la frontera de Alemania y Bélgica. La zona incluía partes del Muro del Oeste (
Westwall), también conocida como Línea Siegfried, el equivalente alemán de la Línea Maginot, baluarte defensivo de la frontera occidental alemana que había sido comenzado en 1936, y que al estallido de la IIGM no había sito todavía concluido. Cuando los alemanes comenzaron su campaña del Oeste en 1940, las obras quedaron en suspenso, pero fueron ocupadas nuevamente por las tropas de Hitler tras su larga retirada desde Normandía. Hürtgen era una densa área de abetos y otros árboles con abruptos salientes que, ocasionalmente, desembocaban en mesetas y aldeas agrícolas que rompían ese paisaje enmarañado de verde y espeso bosque. A través de esta zona, la organización Todt había construido un sistema de fortines de cemento y búnkeres de tierra y troncos, que estaban intercomunicados y que fueron ampliados con trampas de alambradas y campos de minas destinados a restringir cualquier movimiento.
He visto unas cuantas fotografías del bosque, y la verdad es que mete miedo. En realidad, los bosques profundos, de alta arboleda, donde apenas llega la luz del sol, son todos iguales. Si uno se pierde en ellos y lo coge el anochecer, bien, la situación es para no pensar en Lovecraft y compañía.
Cuando la 28ª DI llegó para relevar a la 9ª DI se encontró un paisaje dantesco. Entre la espesa foresta yacían por un lado los cadáveres esparcidos y entremezclados de americanos y alemanes, y por otro las tumbas registradas de los que habían tenido más “fortuna”; cascos abandonados, máscaras de gas, guerreras ensangrentadas y minas perdidas completaban un triste paisaje que las malas condiciones meteorológicas convertían en desolador. La humedad de este paisaje tan lúgubre pronto se iba a cebar en la salud de cientos de soldados; sus primeros síntomas eran los problemas respiratorios que poco a poco se iban convirtiendo en neumonía. En un terreno encharcado, frío y húmedo, la división padecía una escasez de 9.000 galochas (chanclos; con gran ironía este tipo de calzado sólo llegó cuando la 28ª se retiró del combate de Hürtgen). El mal de “pie de trinchera” fue endémico. En esta atmósfera depresiva, la nieve y las temperaturas heladas hacían de Hürtgen lo que ya dije que yo acostumbro a llamar “el corredor del infierno”. Algunos comentarios de sus protagonistas:
“
No hubo en toda Europa una batalla más devastadora, frustrante y sangrienta que la del bosque de Hürtgen” (Mayor general William G. Weaver, comandante de la 8ª DI). Claro que Weaver no combatió en Rusia. Quien sí combatió en Rusia fue el mayor general von Gersdorff, que en Hürtgen era jefe del estado mayor del Séptimo Ejército del general Brandenberger, a cargo de la defensa. Gersdorff dijo que Hürtgen había sido peor que lo que había visto en Rusia. “
Mostradme a un hombre que haya estado en Hürtgen y si dice que nunca tuvo miedo, entonces está mintiendo” (Robert S. Rush, cronista del 22º Regimiento de Infantería de la 8ª DI). “
Huelo la muerte cada vez que veo un pino. Nunca más hubo en mi casa un árbol de navidad” (Stephen J. Butko, 28º RI de la 8ª DI). Y así por el estilo. Tanta unanimidad en los comentarios es prueba irrefutable de que aquello debió parecerse al infierno.
En Hürtgen, como más tarde sucedió temporalmente en las Ardenas, los americanos no podían contar con la superioridad de sus fuerzas aérea y blindada. Este factor marcó parte de la campaña; el otro factor vino determinado por el absoluto desconocimiento del terreno por parte de los estadounidenses, por las malas condiciones meteorológicas y por la tenaz resistencia alemana. Con esto, el resultado de las batallas responde a lo que un periodista americano definió como “el holocausto de Hürtgen”.
La 28ª División de Infantería fue la primera unidad estadounidense en pisar tierra alemana cuando el 11 de septiembre de 1944 sus patrullas cruzaron el río Our, y dos días más tarde el resto de la división entró en Alemania para dedicarse a destruir fortines y fortificaciones del Muro del Oeste. El 1 de octubre, corta de suministros y refuerzos, la unidad se retiró a retaguardia para descansar y recuperarse. La mayoría de sus hombres fueron enviados a París mientras que el resto permaneció entrenando a los reemplazos para la próxima acción de la unidad. El 26 de octubre la 28ª reemplazó a la 9ª DI en el bosque de Hürtgen.
El teniente general Courtney H. Hodges, comandante del Primer Ejército, quería que el Bosque de Hürtgen dejase de ser una amenaza antes de retomar la ofensiva general. Tanto él como el comandante del VII Cuerpo, el mayor general J. Lawton (“
Lightning Joe”) Collins, eran veteranos de la campaña Meuse-Argonne en la IGM, y creían que Hürtgen era una amenaza oculta y una buena posición de contraataque, igual que lo había sido Argonne en octubre de 1918. Si las fuerzas estadounidenses podían romper a través del bosque hacia la encrucijada en la aldea de Schmidt, obtendrían el control del saliente más alto y de este modo facilitarían el ataque sobre la llanura de Monschau, hacia el Ruhr, y más allá hacia el Rhin.
Sin embargo, lo que parecía una tarea sencilla, según los erróneos datos de la inteligencia americana, se volvió una tarea inalcanzable y sangrienta para los soldados de la 9ª DI que habían sido asignados para esta misión a finales de septiembre. Tras un mes de combates desesperados no habían conseguido avanzar más de 3 kilómetros y habían sufrido 4.500 bajas. Los alemanes habían combatido con tenacidad poco común y levantaron su moral al frustrar los ataques de la 9ª División de Infantería, que no podía contar, dada la naturaleza del terreno y el tiempo, con el apoyo de su fuerza aérea. En la página oficial de esta unidad se puede encontrar una crónica de los combates.
El mayor general Leonard Gerow, comandante del V Cuerpo, especificó las misiones para cada uno de los tres regimientos de la 28ª División de Infantería del mayor general Norman D. Cota. El 109º RI atacaría al norte hacia la plaza de Hürtgen y bloquearía cualquier contraataque contra el flanco izquierdo de la división. El 110º RI debía atacar al sur desde Germeter a través del bosque y la línea defensiva de fortines para formar un corredor cerca de Simonskall. Este corredor proporcionaría una ruta de suministros principal más segura y transitable hacia Schmidt, plaza que debía tomar un solo regimiento: el 112º RI. Para ello asaltaría primero Vossenack y luego bajaría hacia el río Kall, lo cruzaría, subiría por el saliente de Kommerscheidt y finalmente llegaría a Schmidt. Gerow anticipó a Cota que el ataque principal del Primer Ejército comenzaría el 5 de noviembre. Sin embargo, cuando el mal tiempo inesperadamente canceló este plan, Hodges no vio ningún motivo para cancelar igualmente el ataque de la 28ª DI el 2 de noviembre. La certeza de que no podría esperar ninguna ayuda, sin duda, tuvo que afectar a la moral de Cota.
Después de un bombardeo de preparación de artillería, el 2 de noviembre de 1944 comenzó el avance de los soldados del 109º RI. El mando y control en la densa foresta pronto se convirtieron en un serio problema que se vio empeorado por los mapas incorrectos de las unidades. En esta situación, muchos soldados, inseguros de su posición, comenzaron a atrincherarse cesando en su ataque. Unos perdieron o pasaron de largo su objetivo, y otros se toparon con los campos de minas y con los morteros y ametralladoras alemanas, que frustraron los intentos de los ingenieros americanos por limpiar los campos de minas. Muchos de los heridos estarían congelados antes del amanecer. Los alemanes no perdieron su oportunidad de lanzar contraataques contra los flancos e infiltrárse entre las posiciones atacantes, obligando a los estadounidenses a retirarse a sus posiciones iniciales.
En tales condiciones, enterrados en sus trincheras desprotegidas contra la artillería alemana, los soldados del 109º RI lucharon sólo para sobrevivir, situación que continuó hasta el 6 de noviembre, cuando los miembros del 12º Regimiento de Infantería de la 4ª DI los relevaron. Los ataques y contraataques repetidos elevaron las bajas americanas a una ratio de más del 50%. Totalmente desmoralizados, los componentes del 109º RI se retiraron a su área de reagrupamiento en Germeter, bajo una lluvia constante que, por veces, variaba de aguanieve a nieve. Cuando ya estaban pensando en un merecido descanso, los supervivientes del 109º RI recibieron nuevas órdenes: debían apoyar a los otros dos regimientos de su división, el 110º y el 112º, ambos tambaleantes y peligrosamente al borde de la destrucción total.
El ataque inicial del 110º RI contra el cinturón de defensa de fortines cerca de Raffelsbrand y su avance a lo largo del río Kall hacia Simonskall, se frenó casi tan pronto como comenzó. El fuego de ametralladora alemán desde los búnkeres y fortines, junto con las minas y alambradas, detuvieron en seco al 110º, y al igual que el 109º, sus unidades se encontraron desorientadas, y su único pensamiento fue la supervivencia. El 3 de noviembre, Cota ordenó otro asalto por el 110º que resultó todavía más desastroso. Una compañía regresó con menos de 45 soldados, y en algunos batallones todos los oficiales de grado de compañía resultaron muertos o heridos. Entonces Cota llamó a su batallón de reserva para emplearlo como apoyo. Se supone que esta decisión proporcionó el éxito del 112º en la toma de Schmidt el 3 de noviembre, pero más tarde Cota lamentaría su decisión.
En la mañana del 2 de noviembre, el 112º RI del coronel Carl L. Peterson atacó al este desde Germeter. Dos batallones pronto fueron detenidos en los bosques en similares circunstancias que las que habían experimentado los batallones del 109º y 110º. Pero el 2º batallón del 112º procedió según lo planificado y, con la ayuda de algunos tanques que tenía asignados, controló a media tarde la importante plaza de Vossenack. Peterson decidió retirarse de los bosques y atacar al día siguiente al sudeste desde Vossenack, hacia el desfiladero del Kall.
Este ataque trajo casi un éxito increíble al alcanzar su objetivo al anochecer, después de haber cruzado por Kommerscheidt. Según comenta el teniente coronel Thomas E. Christianson (“
The destruction of the 28th Infantry Division in the Huertgen Forest, November 1944”), cuyo relato estoy siguiendo, de forma inconcebible se capturaron soldados alemanes que estaban bebidos, jugando a las cartas y comiendo. Cota recibió felicitaciones de sus superiores y, a pesar de las tremendas bajas sufridas por los regimientos 109º y 110º, dijo sentirse como “un pequeño Napoleón”.
Pero al mismo tiempo que se producía el ataque inicial del 2 de noviembre, el mariscal Model y sus comandantes subordinados estaban realizando un ejercicio cerca de Colonia, y al tener noticias del ataque americano, Model ordenó a sus generales que llevaran esas prácticas a un combate real con los americanos: unidades de la 116ª División Panzer atacarían desde Hürtgen a las fuerzas estadounidenses. Cuando el general Erich Brandenberger, comandante del Séptimo Ejército alemán, se enteró de la captura de Schmidt, decidió retirar sus tanques de Hürtgen y enviarlos para contraatacar en el sector Schmidt-Kommerscheidt. Adicionalmente, elementos de la 89ª División y del 1055º Regimiento apoyarían el contraataque. Ignorado para los estadounidenses, nuevas fuerzas alemanas se estaban preparando para el ataque.
La 116ª División Panzer, conocida como “
División Windhund” recapturó la plaza de Schmidt, después de un fenomenal ataque. El OKH valoraba el estado de sus divisiones (sobre esto hay un monólogo muy interesante de Hitler que pondré en otra ocasión, si me acuerdo) de I a IV, siendo I la mayor valoración. La Windhund había recibido un valor de combate II el 1 de octubre de 1944. Por esas fechas tenía 28 Panthers (de una fuerza autorizada de 73) y 19 Pzkw-IV (de una fuerza autorizada de 78), junto con 11 cañones de asalto StuG-III en su 228º Batallón Panzerjäger. Contaba con 11.373 de una fuerza autorizada de 12.467. La Windhund había sido vapuleada en la bolsa de Falaise y posteriormente reconstruida. En los combates de septiembre fue nuevamente muy trabajada, por lo que en octubre se encontraba en las condiciones descritas, especialmente en una carencia grave de vehículos blindados. Sin embargo, se empleó muy bien en el combate por la recaptura de Schmidt. Después fue retirada merecidamente a Colonia.
Volviendo al contraataque alemán ordenado por Model, después de la obligada preparación artillera, los alemanes lanzaron un ataque combinado de blindados e infantería sobre el 112º RI. Los tanques alemanes, inmunes al fuego de los bazookas, atravesaron fácilmente el campo de minas que habían preparado los americanos. Los alemanes parecían atacar desde todas partes y el 112º RI pidió apoyo artillero y aéreo que, en las condiciones de combate tan cercano, eran imposibles de llevar a cabo. La unidad, cortada en sus comunicaciones y sufriendo numerosas bajas, quedó completamente aislada, se extendieron los rumores de una inmediata retirada y cundió el pánico.
Aunque Cota continuó ordenando al 112º RI la recaptura de Schmidt, esta unidad se pasó los dos días siguientes intentando defender Kommerscheidt. Los americanos lucharon desesperadamente, apoyados por tanques conducidos por el primer teniente Raymond E. Fleig, pero las bajas aumentaban y el tiempo empeoró, y Cota había comprometido su reserva en el sector de operaciones del 110º RI. Pronto se hizo patente la escasez de munición, comida y otras provisiones, y, para colmo, la principal ruta de suministros de Kall empezaba a tambalearse, hasta que finalmente quedó atascada por tanques, jeeps, y otro equipo destrozados o averiados que nunca llegarían a Kommerscheidt. Todos los intentos posteriores para suministrar esta posición fueron vanos.
Los soldados del 2º batallón del 112º RI, en el saliente de Vossenack, no fueron inmunes a la catástrofe que se avecinaba, pues los alemanes los tuvieron sujetos durante tres días al tormento de su artillería; los alemanes parecían que querían destruir las posiciones americanas una por una. En Vossenack se precipitó el desastre; los soldados americanos cayeron presa del pánico y abandonaron sus posiciones y su equipo huyendo la mayor parte hacia Germeter. Sólo la intervención de una fuerza de ingenieros que Cota había formado pudo restablecer el control de Vossenack después de un duro combate.
En la mañana del 6 de noviembre los alemanes cortaron la ruta de Kall y aislaron efectivamente a las tropas de Kommerscheidt. Un intento del teniente coronel Richard W. Ripple con su 70º Batallón de Tanques para romper a través de Kommerscheidt el 6 de noviembre, se demostró insuficiente por escasez de fuerzas. Mientras que todavía seguía intentando retomar Schmidt, Cota ordenó a su asistente el brigadier general George A. Davis, encabezar otra fuerza contra la villa. Ordenó al 109º RI, ya maltrecho de Hürtgen, asegurar la vía de Kall. El 109º RI entró en la oscura foresta sólo para perderse y acabar varios kilómetros alejado de Kall en la retaguardia del 110º RI.
La bolsa de Kommerscheidt resistió hasta el 7 de noviembre, cuando rompió por un ataque combinado de blindados e infantería. Los hombres aturdidos corrieron precipitadamente hacia la retaguardia rechazando las órdenes que se les daban. Los alemanes hicieron 260 prisioneros.
Pero la tenacidad de Cota por recapturar Schmidt persistía. El comandante Peterson recibió un mensaje (que Cota más tarde negó haber enviado) para regresar al cuartel general de la división. Acompañado por una escolta de dos hombres intentó circunvalar las patrullas alemanas para conseguirlo. Más tarde, los ingenieros lo encontraron herido junto con sus escoltas muertos. Cuando Peterson regresó al cuartel general, Cota lo acusó de desertar y abandonar a sus hombres; luego, Cota se desmayó.
El 8 de noviembre los supervivientes de Kommerscheidt intentaron romper: su viaje hacia el desfiladero y el cruce del río hacia Vossenack o Germeter fue un desastre. Una compañía regresó a Germeter con solo 81 de sus 193 hombres. Los grupos esparcidos fueron eliminados o capturados por los alemanes. Afortunadamente, los alemanes permitieron a los heridos y a sus camilleros utilizar el paso de Kall. Para la mayoría de las 6.184 bajas (muertos, heridos y desaparecidos) de la 28ª DI la batalla de Schmidt había terminado. El Bosque de Hürtgen no fue una experiencia única de la 28ª DI, sino que otras cinco divisiones tuvieron 23.000 bajas (muertos, heridos y desaparecidos), más otras 8.000 por casos de enfermedad y extenuación.
En este enlace http://carol_fus.tripod.com/army_hero_j_salzano2.html
tenéis un relato de la 47ª División Volksgrenadier. En este otro
http://www.techwarrior.cx/~roliver/8th/8th-chapter5.htm
el relato de la 8ª División de Infantería estadounidense.
Aquí http://carol_fus.tripod.com/german_3rd_panzer.html uno de la 3ª DP. Aquí http://carol_fus.tripod.com/german_fight_3rd_paradiv.html de la 3ª División de Paracaídas
Aquí
http://home.scarlet.be/~cv920172/indexenglish.htm una crónica de la Batalla de Hürtgen bajo la perspectiva alemana.
Y para acabar os dejo un relato del conductor de un Pzkw-IV de la 116ª DP:
Report of August Gövert of the 116 Panzer Division, who was involved in the attack on Schmidt on the 4th of November 1944 with his Mark IV tank.
We were transported from Wegberg by way of Nideggen on the 3rd of November, and arrived at 9 am on Saturday the 4th of November at Schmidt. In the forest in front of Schmidt we waited for the attack to come. We checked our tanks for the last time and we received supplies and extra tank-supplies. “Don’t eat all at once,” said our tank-commander Sergeant Dolezal. – The others followed his advise, but I ate everything that I had. What do I need this food for, when I will be dead and I can’t eat it anymore”, were my thoughts.
We could hear the sound of battle at Schmidt, so we could imagine what was going to come. Everyone was near the vehicle. Time and time again we thought about what to do to survive in case our tank would get hit. I went away from the others to take my rosary that I always had with me and prayed. – I can’t remember what I prayed exactly. This praying made me feel better and I felt that my life was in Gods hands.
At 14.00 hours the time was there: --- “On we go! - Attack at Schmidt”! The tank of Sergeant Dolezal took the lead. – I drove with my tank to the right side of Schmidt in the direction of Kommerscheidt.
After a short while we arrived at the first houses of Kommerscheidt. Suddenly the order came: -- “Dolezal stop! – Drive backwards again” We probably drove too far already. The commander ordered; -“Bubi, back up immediately” - “Turret at 6 o’clock”!
Turret at 6 o’clock means that the gun would point backwards. – This was like a death-sentence to me because when the turret is standing at 6 o’clock, the driver can’t get out of the tank anymore. The “backpack” of the turret will be positioned right atop the driver’s hatch and will block the way out of the tank for the driver. We just had started to back up when my tank started to tremble. – An American tank-round had hit my tank at the turret. It was such an unlucky hit that commander Dolezal and the gunner were killed on the spot. – The loader and our radio operator got wounded. Both of them left the tank but I didn’t even notice it.
(Lieutenant Fleig, who was in the lead of the American tank-force that arrived at about 14.00 hours at Kommerscheidt, couldn’t understand that our crew left our tank after a single hit with a HE-round. - He really wondered about that. It was his first shot of the day after his very difficult drive from Vossenack strait through the Kall-Valley, and this first shot was a bulls-eye right away.
But down below in the tank I didn’t even notice what was happening: I only heard in my headphones; - “The Non-Com is killed” – There wasn’t even a Non-Com in the tank however because the commander was Sergeant Dolezal. I tried to turn my tank and received another hit from the front. – This round came through where our radio-operator had been sitting just before he left the tank. The radios protected me against the shrapnel from the round: - I only got hit by a small piece of shrapnel in my eyebrow. – I was lucky.
My hatch was blown away with this hit: -- I didn’t need much time to get out of the tank. First I searched for shelter behind the tank. Then I saw on my left side a gate of a garden, and I started to crawl in its direction to get away from my tank. But as soon as I left the protection of my tank, I received an awful lot of small arms fire. – The Americans were shooting at me. I immediately went back behind the tank again in my search for shelter. – But now I found out that my tank was burning. – There was still a lot of ammunition in my tank, so I thought that it would explode every moment.
I looked to my right side, and I saw a stable for chickens. Next to my tank I saw my cap: - I picked it up and jumped into the chicken stable and than into the house next to it.—The house was already completely destroyed. After a short while I saw Staff Sergeant Pichler, who was also driving backwards with his tank.
He waved at me to jump on his vehicle. – When I climbed his tank, I also met our loader and gunner who were also with this tank. Both of them were wounded, like I was, but we managed to cling on to the tank of comrade Pichler. I can’t remember how far, or for how long we drove, but it was really hell.
Now I found out how many rounds are fired at a tank when it appears on the battlefield. – With rifles, machine-guns, rifle-grenades and anti-tank guns, - the Americans fired at our tank with everything they had. I literally could see the rounds flying through the air. – We could hear their eerie and deadly whistling and rushing through the air, and we pressed our bodies to the cold steel of the tank, as if that could save our lives. We saw the huge fountains of mud when the rounds hit the ground: - The shrapnel was flying over our heads, but we were lucky not to get hit.
After a short while I discovered a pillbox. I jumped off the tank and walked to it. I opened the door of the pillbox and went in. “Come in, my boy and shut the door”!!! – That’s how the Americans welcomed me. These Americans went into this pillbox to search for shelter during the German attack. They offered me a seat, took care of my wound on my right eyebrow, and gave me a cigarette, which I smoked together with them. A short time later we could hear the sound of a German tank outside of this pillbox. – The roaring of the engine and the clanking sound of the tracks.
I said “Goodbye” to the Americans. They allowed me get out without any problem. With this tank I drove back to Schmidt, where I met also the tanks of First Lieutenant Adams:-- I think it were 3 tanks.
Than we gave first aid to our wounded and brought them further backwards. Near the church I saw a German assault gun standing in a field right beside the road. - Only one man of the crew was left. – The driver was dead. Next to the assault gun were lying another 5 wounded comrades. It was very difficult to get these wounded on the assault gun, but finally we managed. Than I drove with the wounded in the direction of Harscheidt. – In the forest was a hospital, and this is where I brought the wounded. One of them died during the transport because loss of blood, because there was no doctor around and we couldn’t help.
Saludos cordials
José Luis