Acinipo:
La ciudad decae a lo largo del siglo III; en el siglo IV este núcleo urbano pierde su importancia en la zona, pasando la hegemonía en el territorio más cercano a Arunda, la actual Ronda. Según las últimas investigaciones y el hallazgo en el yacimiento de restos cerámicos la ciudad pudo quedar deshabitada no antes del siglo VII.
Assegonia:
El asentamiento se mantuvo ocupado hasta el siglo V y la tipología de la cerámica encontrada permite suponer que sufrió una lenta pero continuada decadencia económica. En dicho siglo V, el enclave quedó prácticamente deshabitado ya que no se han encontrado restos materiales que denoten una presencia significativa de pobladores.
Ategua:
La ciudad adquirió una importancia esencial durante la República romana y, más concretamente, durante la Segunda guerra civil romana, Julio César entró en Ategua el 19 de febrero de 45 a. C., rindiéndose el bando pompeyano al ejército de César. De esta época se conforma la mayor parte de la morfología actual, incluyendo varias domus abandonadas durante el siglo II, así como un edificio de carácter civil, termas romanas, probablemente de época tardorepublicana o de comienzos del Imperio romano, y enterramientos en la ladera. Asimismo, existe constancia de que un representante de la Iglesia cristiana de Ategua acudió a la celebración del Concilio de Elvira, a comienzos del siglo IV, acompañando al obispo Osio. Los únicos datos disponibles de época tardoantigua es una necrópolis, desconociendo si hubo un núcleo urbano en el momento.
Durante el siglo X, en plena época islámica, Ategua fue mencionada por el historiador Ibn Hayyan como la pequeña aldea de Ataba, perteneciente a la cora de Córdoba (Qurtuba). En el siglo XII Ibn Sahib al-Sala indicó que Ibn Hamish, tras saquear la ciudad de Córdoba, huyó en Ataba que estaba desierta. En los últimos momentos del islam en la zona, se construyó una fortaleza en su cima, que continuó siendo ocupada en siglos posteriores hasta su abandono en el siglo XV.
Augustóbriga:
La población se convirtió, en tiempos medievales, en Talavera la Vieja
Bedunia:
El lugar concreto de su localización es el Castro de San Martín de Torres, donde aparecen restos de construcciones, y abundantes restos de cerámica común y Terra sigillata, y monedas desde Augusto hasta finales del siglo IV.
Caetaria:
El asentamiento fue abandonado definitivamente en el siglo VI, momento en que las ciudades romanas del estrecho entraban en declive o desaparecían, y no aparece mencionada en las fuentes escritas durante la conquista árabe de la península ibérica.
En este caso, o casos, el declive de las factorías de salazón llega hasta el VI, no sé si por comercio con Bizancio, porque las demás factorías parecen entrar en declive en el III, cuando cesa la economía imperial a grandes rasgos. Pero siguen funcionando con los bárbaros en este caso.
Caparra:
Durante la Alta Edad Media, la ciudad empieza a despoblarse, acentuándose el abandono a partir de la invasión musulmana, y posteriormente no existen datos de que fuera repoblada una vez que el territorio fue conquistado por los reinos cristianos.
Cara:
La moneda más antigua es de Antonino Pío. La cerámica del III-IV, poca. Miliarios conservados hasta mediados del IV.
Caraca:
Pocos datos, dudas sobre su ubicación durante mucho tiempo.
Carissa Aureliana:
La ciudad se abandona en época tardorromana, tras su destrucción hacia el 560 d. de C., siendo arrasada por los vándalos más tarde.
Esta podría entrar en la categoría, pero en fecha tardía y despoblada.
CArtaia:
constatándose su abandono a fines del siglo V o principios del s. VI d. C, momento en que se instalan en Carteia los visigodos y más tarde estuvo en manos musulmanas.
Los visigodos se asientan, estaba abandonada, no destruída por ellos.
Así, vemos que o bien estaban en franca decadencia o abandonadas cuando las invasiones y que éstas dan un suspiro de vida a las ciudades. Es la verdadera invasión bárbara la de 711. La peor y más destructiva de todas, la de los verdaderos bárbaros. A finales del IV, muchas habían desaparecido ya. Las que no lo hicieron, sobrevivieron un tiempo bajo los godos, hasta la fecha fatídica.
Prometí también que no haré guerra ni paz ni pacto a no ser con el consejo de los obispos, nobles y hombres buenos, por cuyo consejo debo regirme.
IV Item. Decreta que Don Alfonso, Rey de León y de Galicia estableció en la Curia de León en 1.188