Quien dice municiones dice armas de fuego y entonces se plantea la pregunta : ¿ qué armas de fuego utilizaba la Grande Armée ? y contestar equivale a definir dos categorías de armamento : las armas individuales y las armas que calificaríamos de colectivas.
Las armas individuales son las manejadas por una sola persona : el fusil, la pistola o el trabuco. Cuando hablamos de las dos primeras, convendría mejor hablar de ellas en plural ya que existían varios modelos de fusiles y pistolas según a quien se destinaban ; así pues, teníamos un fusil para la infantería y otro para las tropas a caballo como los dragones o los húsares.
Las armas colectivas son las que requieren la presencia de varias personas para maniobrarlas y están reunidas en la artillería abarcando los cañones, morteros y obuses sin contar las minas. Para evitar confusiones, nos ha parecido útil, en algunos casos, poner el nombre en francés de ciertos proyectiles.
Pero antes de hablar de las municiones, consideremos brevemente las mejoras introducidas por Gribeauval y el tema de la pólvora sin la que las armas de fuego serían inútiles.
I - LA ESTANDARIZACIÓN
En el origen del sistema de municiones usadas bajo el Primer Imperio se encuentra la obra que Jean-Baptiste Vaquette de Gribeauval (1715-1789) emprende en 1765 bajo Luis XV. Se le conoce sobre todo por la reforma de la artillería de la que tuvimos ocasión hablar en otra parte, pero su visión de la normalización se extiende a todas las armas de fuego tratando de adaptar cada arma a un uso preciso y de reducir el número de variantes de las municiones para obtener una producción cuantitativamente más elevada y el menor riesgo de confusión posible. Si más adelante hablaremos de las diferentes municiones, aquí sólo plantearemos un problema : el calibre de las municiones que, bajo la monarquía, sufría de las variaciones en el valor de las medidas que podían diferir de una provincia a otra. Era pues imprescindible que las municiones se adaptaran al arma a que iban destinadas ; dicho de otra manera : si se destinaba una bala a un fusil de infantería de calibre de 7 líneas y 9 puntos (17,5 mm), no era cuestión que su diámetro fuera de 7 líneas y 10 puntos (17,63 mm) o de 7 líneas y 8 puntos (17,25 mm) ya que en el primer caso no entraba en el cañón y en el segundo aumentaba el viento (espacio entre la bala y la circunferencia del ánima) de 1 punto (0,19 mm) lo que le hacía perder a la vez precisión y alcance, amén de poder dañar el ánima a la larga. Para solucionar este problema, Gribeauval va a recurrir a un sistema sencillo : el de las cribas. Esquemáticamente, se hace pasar la munición por una placa dotada de un agujero que corresponde al diámetro máximo admisible para dicha munición : si no pasa se la rechaza por demasiado grande ; las municiones que han pasado esta primera prueba son dirigidas hacia otra placa con un agujero que corresponde al diámetro mínimo admisible para dicha munición : si pasa se la rechaza por demasiado pequeña. Cualquier operario, sin necesidad de que haya recibido una formación particular, puede proceder a este control que asegura municiones fiables.
Lo que actualmente parece obvio no lo era tanto bajo la Monarquía y aún menos bajo la Revolución dada la desorganización que llegó a reinar, y que conste que una diferencia de 1 punto podía considerarse como mínima en aquellos tiempos perturbados y tanto bajo Gribeauval como bajo la Revolución las causas de estas situaciones hoy impensables son varias : diferencias en las pesas y medidas (según la región una libra puede pesar entre 380 y 552 gramos, por ejemplo), multitud de manufacturas, falta de precisión de las herramientas, necesidad de producir muchas armas, dar la preferencia a la cantidad aunque fuera en detrimento de la calidad ya que era más importante la “potencia de fuego” que la precisión …
II - LA PÓLVORA

--- Fábrica de pólvora ---
Cuanto atañe a la pólvora depende de la Administración General de las Pólvoras y Salitres creada en 1775 por Turgot, bajo el reinado de Luis XVI. Sus misiones principales son la búsqueda de salitre, la fabricación y la venta de las pólvoras. El 23 de septiembre de 1791, la Asamblea Nacional vota un decreto que reorganiza la primera institución. El Directorio, por ley del 13 de fructidor del Año V (30 de agosto de 1797), procede a una amplia reforma dándole el monopolio de producción y venta y el Primer Cónsul la pone bajo el control del ministerio de la Guerra por decreto del 27 de pluvioso del Año VIII (16 de febrero de 1800). En 1811, Francia dispone de 16 fábricas de pólvora con 916 molinos, a lo que hay que añadir 16 refinerías de salitre y 36 almacenes donde reinan reglas estrictas : está prohibido entrar sino descalzo o con alpargatas ya que los clavos de las suelas de los zapatos, al frotar contra el empedrado del suelo, pueden producir chispas, y se tiene que dejar fuera las espadas, bastones y otros accesorios metálicos por las mismas razones.
Bajo la Monarquía, el problema de la “pólvora de cañón” o pólvora negra suscita largos debates entre científicos y especialistas, debates que continúan bajo el Imperio. Lo cierto es que nunca faltará pólvora menos tal vez en la isla de Lobau durante las jornadas de Essling en 1809, penuria causada por la crecida del Danubio.
Tres elementos entran en la composición de la pólvora. El salitre (nitrato de potasio) ha de ser muy puro con tres cocciones y muy seco, en pequeños cristales, ya que le da la fuerza a la pólvora, aportando el oxígeno a la combustión de azufre y carbón. Respecto al azufre, que la hace inflamable, se explotan minas de pirita o bisulfuro de hierro recurriendo a nuevos procedimientos de extracción. El carbón, cuyo origen ha de ser vegetal para obtener una combustión rápida, se obtiene a partir de madera de álamo, sauce o avellano. Durante el periodo imperial, la pólvora no conocerá grandes evoluciones : el mayor progreso será conseguir que esté siempre seca (1810-1812), el segundo intervendrá bastante tarde con la pólvora “esférica”.
Hasta la Revolución la pólvora es una mezcla, llamada “seis-as-as”, de un 75% de salitre, un 12,5% de carbón y un 12,5% de azufre (o sea, 12,5 x 6 - 12,5 x 1 - 12,5 x 1). Bajo el Comité de Salvación Pública, se modifican las proporciones pasando a un 76% de salitre, un 15% de carbón y un 9% de azufre ; la fórmula siguiente será un 80% de salitre, un 15% de carbón y un 5% de azufre. Siendo decepcionantes los resultados ya que la pólvora se altera rápidamente, lo que trae como consecuencia la reducción del alcance de las armas, la administración imperial decide en 1808 volver a las “pólvoras antiguas” que se usaban antes de 1789. Hasta 1818, tres años después del Imperio, el ejército francés sigue usando la misma pólvora con las mismas proporciones (que seguirán vigentes hasta 1866) tanto para las armas individuales como para la artillería. Solamente en 1820 se adoptará una pólvora especial para las armas individuales, la llamada “pólvora de mosquete”.
El origen de los ingredientes cambia según las circunstancias, lo que conlleva diferencias en la eficacia. Antes de la Revolución, se importaba el salitre de la India pero la guerra y la actividad de la Armada británica interrumpen esta fuente de suministro. Francia se ve obligada a sacarlo de su suelo y hasta cierto punto de las paredes, inventando métodos de refinamiento y secado rápidos. También puede ser elaborado a partir de potasa y ácido nítrico ; la potasa se obtiene por combustión de vegetales y aparecen tantas calidades como especies vegetales empleadas. Lo mismo ocurre con la madera que interviene en la elaboración del carbón. Gassendi estima que, según la pureza, el alcance puede variar entre 233 y 288 metros, lo que representa una pérdida de un 20%.
Bajo la Revolución y el Imperio, la pólvora se obtiene pasando por fases que consisten en la trituración, la pulverización y la mezcla realizadas en morteros esféricos. A continuación, vienen el riego, la compresión y la granulación, efectuándose estas operaciones en graneadores y cribas. Para terminar, se procede a la separación de los granos usando cribas de mallas finas.
Las pruebas se efectúan mediante “probetas”, unos morteros de un diámetro de 7 pulgadas 9 puntos (19 cm) con un proyectil esférico de un diámetro de 7 pulgadas (18,8 cm) que pesa 59 libras (29,3 kg).
Esta pólvora, también llamada “pólvora negra” o “pólvora de munición”, tiene dos inconvenientes mayores : apenas empezada la batalla crea una densa nube de humo que no permite apuntar certeramente y, entablada ya la batalla, a partir de unos 50 disparos, el cañón del fusil se llena de hollín que puede llegar a impedir la introducción de la bala, no dejando para limpiarlo otro remedio que orinar dentro. Con la humedad, el arma puede dar gatillazo llegando a dispararse cuando el tirador ya no apunta al blanco.
A principios de las guerras del Imperio, la pólvora francesa es muy inferior a la de los Aliados. Con el aumento de las necesidades, en vísperas de la campaña de Rusia, la producción de pólvora negra se eleva notoriamente no sólo en la cantidad con unas 3 000 toneladas anuales, sino también en la calidad que evoluciona enormemente con el recurso a los servicios de los mayores químicos de la época.
A principios del siglo XIX Berthollet había descubierto ya una pólvora fulminante, también llamada oxigenada o muriática, pero tenía efectos demasiado violentos para que se usara con armas de guerra.
Uso menos ortodoxo de la pólvora : en caso de penuria de sal se utiliza para sazonar los alimentos, a pesar de que le dé un color negro a la comida, por contener nitrato de potasio y nitrato de sodio, sin hablar del carbón. En cuanto al resultado de la “receta” original, el testimonio del brigadier Lambry tiende a disuadirnos de probarla :
La guisamos (una pierna de carnero) con col y pólvora, a falta de sal, lo que no daba un color muy bonito al caldo, ni un sabor muy bueno al carnero.
Es de notar que este uso sigue en vigor con los embutidos actuales donde se añaden nitritos como conservantes alimenticios así como fijadores del color.
III - LOS SISTEMAS DE DISPARO
Lo primero para hacer efectiva la acción de las municiones es disparar, es decir encender la pólvora para que despida la munición o, en ciertos casos, hacer que la pólvora de la munición se inflame, provocando así la explosión. Disparar se aplica pues a tres tipos de armas.
1 - Las armas individuales

--- Fusil modelo 1777 Año IX – Mecanismo ---
Por armas individuales entendemos las de pequeño calibre como fusil y pistola. Sin entrar en los detalles de la carga en “12 tiempos 18 movimientos” enseñada a los reclutas, diremos que, después de verter una pequeña parte de la pólvora del cartucho en la cazoleta, se cerraba el rastrillo, se vertía el resto de la pólvora en el cañón y se introducía la bala. Entonces, para disparar, se apretaba el gatillo haciendo que el pedernal percutara el rastrillo y así produjera una chispa que inflamaba el contenido de la cazoleta que a su vez encendía la carga de pólvora por un conducto, el oído, que comunicaba la cazoleta con la recámara del fusil o de la pistola.
2 - Las armas de calibre importante
El disparo de las armas de calibre importante, lo que equivale a hablar de la artillería, difiere del de las armas individuales por ser el mecanismo con pedernal poco extendido (solamente en algunos cañones de marina). La misma técnica aquí descrita se aplica a cañones, obuses o morteros.

--- Disparo de un cañón ---
En el fondo del ánima se introduce la carga de pólvora que disparará el proyectil. Por el oído se pasa un punzón o aguja para perforar la tela del cartucho y, accesoriamente, limpiar el conducto del oído de restos del estopín precedente. Hecho esto, se introduce el estopín por el oído hasta que alcance la carga de pólvora.
Precisemos que el estopín es un tubito de caña o de papel untado con aceite de linaza, relleno con pólvora fulminante, que se emplea para comunicar el fuego desde el exterior a la carga de pólvora que disparará la bala. La última operación consiste en acercar el lanzafuego o botafuego. Este se compone de un palo que sirve de mango y, en una extremidad de las extremidades, de una parte metálica fija que recibe un tubito de papel blanco untado con aceite de linaza que contiene pólvora ; esta como mecha puede consumirse durante unos 12 minutos. Su manejo no está sin peligro ya que la pólvora fulminante produce chispas y no una llama continua, lo que explica que se arrime el fuego al estopín desde cierta distancia, a la vez para protegerse de las chistas y para evitar el retroceso del cañón que puede alcanzar unos 5 metros con una pieza de 12 libras.
Las armas explosivas
Las armas explosivas, entender obuses y bombas, se distinguen de los otros proyectiles en el sentido de que no actúan por impacto directo en el blanco sino por una explosión retardada. El plazo deseado antes de la explosión se fija de manera más o menos precisa mediante una espoleta introducida a través del cuerpo metálico y que, actuando a modo de mecha, pone cierto tiempo antes de provocar la explosión de la carga del obús o de la bomba.

--- Obús y espoleta ---
La espoleta consiste en un tubo ligeramente cónico dispuesto para recibir la carga de pólvora que el artificiero calcula en relación con la demora que se espera y la distancia por recorrer. Para protegerla de la humedad, viene envuelta en pergamino revestido con masilla. Una vez colocada, no se enciende previamente al disparo sino por el mismo disparo : las llamas producidas por la carga explosiva que lanza el proyectil ocupan todo el tubo, pasando por el “viento” o espacio que queda entre el proyectil y la circunferencia del ánima, rodean la bomba y llegan hasta la espoleta que está en la parte anterior, orientada hacia la boca del cañón. Procediendo de esta forma se evita que la explosión empuje la espoleta hacia dentro del obús o de la bomba, lo que provocaría una explosión prematura dentro del cañón o que, caso más raro, si después de encender la espoleta no se disparara la pieza por cualquier razón como una pólvora húmeda, explotara dentro de ésta.
Después de estos preámbulos, podemos pasar al examen de las diferentes municiones utilizadas en la Grande Armée, tanto en batallas como en asedios.
IV - LAS BALAS
1 - Las características

--- Balas para fusil modelo 1777 ---
La bala se destina a diferentes tipos de armas que llamaremos “individuales”. Se presenta bajo la forma de una esfera de plomo de un diámetro de 16,54 mm (7 líneas 4 puntos) con un peso de 24,45 g (0,83 onza). Como, en teoría, el diámetro de ánima del fusil tiene que ser de 17,5 mm (7 líneas 9 puntos), la norma de las balas se llama “de 16 por libra”, lo que no es totalmente exacto.
En un principio entran 16 balas en una libra (unos 500 g) lo que corresponde a balas de 31,25 g (una onza) ; con el tiempo, para tener en cuenta el volumen ocupado por el papel del cartucho, se pasa a 18 balas por libra, pesando entonces cada una 27,7 g (0,9 onza). La última evolución, debida a la falta de precisión en la fabricación de las armas durante el periodo revolucionario que se traduce por variaciones en el diámetro del tubo según donde se fabrica el arma, es una bala de “20 por libra” o sea, una bala de 24,45 g con un diámetro de 16 mm.

--- Moldes para nueve balas ---
Las balas se funden en moldes reglamentarios por series de nueve. Enfriado el metal, se las saca del molde, se cortan las rebabas, se las hace rodar en un cilindro de desbarbar para pulir la superficie y se termina haciéndolas pasar por cribas para controlar el calibre.
Para hacerlas más dañinas, los combatientes usan métodos reprensibles. Jean-François Chiappe habla de “balas mascadas” que corresponden al uso de morder el plomo para crear asperezas con el fin de provocar más daño al adversario y para favorecer el desarrollo de una infección. Marbot describe cómo, durante los sitios de Zaragoza, los españoles utilizaban balas aplastadas a martillazos para crear cortes que les daban el aspecto de una rueda de reloj ; desgarraban la carne y eran más difíciles de extraer.
2 - El cartucho
Así se presentaban las municiones sueltas y empaquetadas.

--- Cartuchos sueltos y empaquetados ---
La fabricación de los cartuchos corresponde a los artilleros. Con el papel cortado de antemano, 10 hombres pueden realizar 8.000 a 10.000 cartuchos en 10 horas, repartiéndose la tarea entre 6 hombres para enrollar el papel, 2 para llenar el cilindro así realizado y 2 para empaquetar los cartuchos.
La bala viene envuelta en un cartucho, pero éste no tiene nada que ver con los actuales y podríamos presentarlo como un “kit” en el que viene todo lo necesario para disparar. En aquella época se trata de un estuche de papel realizado a partir de una hoja de forma trapezoidal de 14,4 cm x 11,5 x 5,8. Una vez debidamente doblado, mide 13 cm, contiene una bala de plomo de 24,45 g (una onza como máximo) y una carga de 12,24 g (media onza) de pólvora, teóricamente igual a la mitad del peso de la bala. Con una libra (500 g) de pólvora se fabrican 40 cartuchos.
Los obreros encargados de realizar los cartuchos disponen de un cilindro de madera en una de cuyas extremidades está un hueco donde se aloja la bala. Seguidamente se enrolla el papel alrededor del cilindro dejando unos 13 mm de papel sobrante para hacer el pliegue que cubrirá la bala. Quitado el cilindro de madera, el primer operario pasa este cilindro de papel con la bala a un compañero para que éste lo llene con la cantidad exacta de pólvora y doble el papel para cerrar la otra extremidad del cilindro. A su vez, este obrero pasa los cartuchos terminados al compañero siguiente que prepara los paquetes de 15 (tres por cinco) que tienen que corresponder exactamente a los huecos previstos en las cartucheras.
Cada soldado lleva consigo 50 cartuchos en total (35 en la cartuchera y 15 en la mochila) pero con las reservas que vienen en furgones cada hombre dispone teóricamente de 110 cartuchos. Nunca le faltarán municiones a la infantería durante todas las campañas del Imperio.
Para cargar el arma, el soldado abre el cartucho con los dientes por la parte opuesta a la donde se encuentra la bala (la ausencia de dientes incisivos es motivo de exención), vierte una pequeña parte de la pólvora en la cazoleta donde la chispa del pedernal la encenderá e introduce la cantidad restante en el cañón, entonces mete la bala y por fin empuja con la baqueta el papel hecho una bola evitando así que la bala caiga si inclina el fusil.
En caso de fallo, se emplea el sacatrapos, espiral de hierro a modo de sacacorchos que se atornilla en el extremo de la baqueta y sirve para sacar los tacos o las balas del ánima del cañón.
3 - Para qué armas
La bala se utiliza para armas individuales : la pistola y el fusil.
No extrañe que se utilicen balas de 16 mm de diámetro con armas de 17,5 o 17,07 mm ; se explica por dos razones principales : la falta de precisión en la realización de los cañones cuyo calibre no es tan uniforme como sería de desear y la pólvora negra que ensucia rápidamente el arma en la que no puede entrar la bala después de unos 50 disparos.
a - Armas de calibre de 17,5 mm (7 líneas y 9 puntos)
Estas armas difieren por el largo, tanto del arma y del cañón, como por el peso.
- El fusil de infantería modelo 1777 :
Largo total : 1,515 m – Largo del cañón : 1,137 m – Peso del arma : 4,375 kg – Alcance : 200 a 250 m
Es el arma por excelencia de la infantería y el más fabricado ya que alcanzará los 2 millones de ejemplares.
- El fusil de dragón se distingue del de infantería por ser más corto :
Largo total : 1,417 m – Largo del cañón : 1,028 m – Peso del arma : 4,275 kg – Alcance : 200 a 250 m
Es un arma que tiene en cuenta el carácter especial del cuerpo de los dragones : tropas que combaten tanto a pie como a caballo. Si el fusil de dragón es más corto que el de infantería no es tanto para adaptarlo a un uso a caballo sino para facilitar el transporte del arma. Bajo la Revolución se trata de un fusil de infantería cuyo cañón presenta imperfecciones en la boca así que se cortan unos 5 cm. Con la reforma de 1801 (Año IX) aparece una nueva versión pensada para este uso especial. Alcanzará los 450.000 ejemplares siendo distribuido también a los “voltigeurs” y a la artillería a pie.
b - Armas de calibre de 17,1 mm (7 líneas y 7 puntos)
- El mosquetón de caballería :
Largo total : 1,15 m – Largo del cañón : 0,76 m – Peso del arma : 3,3 kg – Alcance : 200 a 250 m
Aparecida en 1778 con la reforma de Gribeauval, esta arma quiere ser un compromiso entre carabina y fusil de infantería. Llegando su producción a los 230.000 ejemplares, adopta en 1801 el nombre de “mosquetón de caballería Año IX”. Las modificaciones conciernen el largo de la culata y del cañón. Destinado en un principio a la caballería ligera (cazadores y húsares) lo adoptan más tarde la gendarmería, la marina imperial, los granaderos a caballo de la Guardia y hasta coraceros y carabineros durante la campaña de Rusia. Nunca será un arma muy cómoda por las dificultades que presenta para cargarla a caballo.
Respecto a la carga de pólvora que admite esta arma, el general De Brack queda bastante impreciso : Lo mismo que hay un solo calibre, hay un solo cartucho ; se distribuye indiferentemente para los fusiles de granaderos como para las pistolas de caballería. La cantidad de pólvora que contiene un cartucho viene calculada para obtener los alcances más largos. […] ¿ En qué debe basarse el cálculo de la carga ? En la solidez, la ligereza y el alcance del arma : la solidez para no deteriorarla rápidamente ; la ligereza para evitar unos disparos demasiado inciertos por un retroceso demasiado fuerte ; el alcance para dar en el blanco… Unos consejos poco concretos, pero se sabe que las tropas usaban solamente los tres cuartos de la carga de pólvora, unos 9 g en vez de 12,2.
- La pistola de arzón :
Existen dos modelos de pistolas particularmente usados en la caballería : el modelo Año IX que se fabrica hasta 1807 y el modelo Año XIII fabricado a partir de 1806 que se usa también en la marina.
Largo total : 0,35 m – Largo del cañón : 0,20 m – Peso del arma : 1,3 kg – Alcance : 55 m
En este caso también interviene una reforma en el Año IX (1801) que supone el abandono de la pistola 1777 y se ve completada en el Año XIII (1805). El alcance se reduce a 55 metros con la misma carga que la del fusil de infantería. Su eficacia es óptima a corta distancia pero hay que evitar el disparo “a quemarropa”, como indica De Brack : es menester que la extremidad del cañón no toque al enemigo, porque la pistola podría explotar y herir al tirador.
El que estas dos armas no se destinen a un uso intensivo explica que haya sido posible ganar 2 puntos (0,4 mm), y que, siendo mínima la diferencia, se utilice un solo tipo de munición para todas las armas, teniendo en consideración que el calibre estándar de la bala es de 16 mm (7 líneas y 1 punto).
Junto a estas pistolas de caballería, existen más modelos : la reglamentaria de marina modelo 1786, la de gendarmería, la de gendarmería de los puertos (ambas del modelo Año IX, la reglamentaria de mameluco, la de oficial de infantería de la Guardia Imperial … se puede decir que todas las armas empleadas durante el Primer Imperio tienen su origen en la gran reforma de Jean-Baptiste Vaquette de Gribeauval.
4 - Los efectos
Teóricamente el fusil modelo 1777 puede disparar hasta una distancia de 600 m con una inclinación de 4 a 5 grados y según Bardin llega a 974 m (500 toesas) con una inclinación de 45 grados. En realidad, el alcance práctico o letal es de 250 m ; el útil, el que causa una herida, entre 250 y 400 m ; más allá de 400 m la herida no es peligrosa si no alcanza la cabeza o el tronco ; a 800 m apenas llega a producir rasguños. La penetración en tablas de pino es de 5,7 cm a 157 m y 4,6 cm a 250 m.
El capitán Bugeaud (nombrado mariscal en 1843, bajo el reinado de Louis-Philippe I) estima que El verdadero peligro empieza a 300 pasos (195 m), que va creciendo hasta 100 (65 m) o 150 pasos (97 m) y luego disminuye hasta ser insignificante cuando las dos tropas se enfrentan. El soldado apunta y dispara cuando el enemigo está demasiado lejos ; cuando el enemigo está cerca, el soldado pierde la moral y lo que le importa es disparar a menudo y la mayor parte del tiempo sin apuntar. La conclusión es que hay que disparar una sola vez pero con seguridad.
El problema mayor es el de los fallos que alcanzan un promedio de un disparo de cada diez o doce con tiempo seco ; con lluvia o niebla espesa, es casi imposible disparar. Pruebas realizadas entre 1810 y 1811 evidencian que falla un disparo de cada 16 (un 6,25%), lo que hace de él un arma bien poco fiable ya que la proporción es de uno por 28 (un 3,6 %) con el ruso, uno por 44 (un 2,3 %) con el inglés y hasta uno por 62 (un 1,6%) con el austríaco. Más pesimistas todavía, unas pruebas de la misma época revelan 138 fallos sobre 900 disparos (¡ un 15,6% !)
5 - La precisión
La precisión es el verdadero punto débil del arma. La diferencia importante entre el diámetro de la bala y el calibre del fusil llamada viento, al ser de 1,5 mm, perjudica a la vez el alcance del arma y su precisión porque la bala no es guiada con la exactitud necesaria en su recorrido por el cañón. El uso de balas esféricas da lugar a desviaciones considerables del orden de 1 m por 100 m. Pruebas sobre los disparos que dan en el blanco en relación con la distancia evidencian una pérdida de precisión que no depende únicamente del tirador : a 70 m un 100% alcanza el blanco, a 100 m pasamos a un 88%, a 125 m es un 79%, para bajar rápidamente a un 65% a 150 m, un 46% a 175 m y un 19% a 200 m.
Pero la falta de precisión no se debe solamente a la forma de la bala sino también a diferencias de peso y calidad en la carga de pólvora, al retroceso y al humo que, después de cada disparo, tapa la visión del soldado. Con un fusil de pedernal, la cadencia de tiro merma a partir del momento en que el cañón empieza a ensuciarse y la precisión también se reduce ya que el hollín frena la bala. Asimismo, la lluvia y la humedad entran en línea de cuenta puesto que deterioran las municiones, los pedernales y oxidan las partes metálicas de los fusiles. La eficacia máxima, y así lo declaran los militares de la época, se obtiene con los fuegos de salva en que dispara simultáneamente una línea completa de soldados, con la velocidad para recargar y la cantidad de balas disparadas, sobre todo si se tiene en cuenta que el enemigo avanza en línea compacta, codo contra codo, y que la bala, si se desvía de un metro a la derecha o a la izquierda, siempre da en un blanco si se tiene en cuenta que la norma es de dos hombres por metro de frente.
Otro aspecto del problema es el soldado. En una época en que se tenía que reclutar masivamente, la formación deja que desear a menudo. El general Roguet se queja de que No es el fuego el que pone más tropas fuera de combate […] sino el abandono demasiado rápido de la unidad y del orden cuando se presentan situaciones imprevistas. A partir de 1806, en una carta a Eugene de Beauharnais, Napoleón se preocupa por el tiro al blanco Me imagino que los quintos habrán llegado en cantidad. No perdáis tiempo en hacerlos armar y ejercer. En vuestros campamentos, haced practicar el tiro al blanco ; no basta con que un soldado dispare, lo que hace falta es que dispare bien. y en otra a Davout en 1811 apremia Es muy importante que los soldados practiquen el tiro al blanco. Su insistencia permite suponer que la precisión no era lo que se podía esperar.
Otro obstáculo a la precisión es el humo que emana de la combustión de la pólvora negra y del humo en general provocado no sólo por los disparos de los fusiles : a éstos hay que añadir el de los cañones y de los incendios que aparecen en el campo de batalla. Puede ser tal su espesor que en ciertos puntos la visibilidad no excede los 100 metros. Es conocida la anécdota de un joven oficial que mandaba el fuego y sus soldados no disparaban ; el oficial se impacientó y uno de los veteranos presentes le contestó con la mayor calma : Aún hay tiempo, no les vemos todavía el blanco del ojo.
6 - El transporte
El transporte es una de las principales preocupaciones en cuanto toca a los cartuchos. No es tanto que se tema una explosión siempre posible por un descuido o si un proyectil llega a alcanzar el medio se transporte sino en primer lugar la humedad que inutiliza la munición puesto que el salitre es muy propenso a absorber el agua.
a - La cartuchera

--- La cartuchera ---
El modo de transporte de los cartuchos individual es, para el soldado, la cartuchera (en francés : la giberne) que se lleva colgada de una bandolera que cruza el pecho desde el hombro izquierdo hasta el muslo derecho. El interior lo constituye un bloque de madera con huecos para 2 paquetes de 15 cartuchos con la bala hacia arriba más 5 cartuchos sueltos colocados en sendos agujeros y, en un sexto agujero, las herramientas necesarias para el mantenimiento del arma : un botellín de hojalata con aceite, un trapo graso, una aguja para limpiar el oído del fusil, pedernales de recambio ya que un pedernal servía para unos cincuenta disparos y un pedernal … de madera para el ejercicio. Exteriormente es un estuche de badana que, por supuesto, ha de ser impermeable. Por lo tanto, la cartuchera es el objeto de muchos cuidados por parte del soldado ya que, en que la engrase bien o mal, puede irle la vida : unos cartuchos húmedos o un pedernal mojado inutilizan el arma y lo dejan indefenso frente al enemigo. En 1845 será sustituida por la cartuchera tal como la conocemos hoy.
La cantidad de cartuchos en campaña es de 200 por hombre. En 1809 Napoleón da la orden de que cada soldado lleve 50, los cajones de infantería transporten 60 por hombre y 60 más en los cajones del cuerpo de ejército (el parque dispone de unos 10 cajones) y que los depósitos conserven 60 cartuchos por soldado. Estas cantidades son teóricas : en realidad parece que el soldado se las arreglaba para llevar más cartuchos que la norma porque “más vale que sobre que no que falte” ; entre los que no había usado y los recuperados sobre los compañeros fallecidos, podía llevar hasta 30 cartuchos más a pesar de la carga que representaban.
En la caballería, se estimaba que con 20 cartuchos un soldado tenía bastante ya que su arma por definición era el sable.
b - El cajón de municiones

--- Cajón de artillería ---
Cuando se trata de transportar los cartuchos para una tropa importante, se recurre al cajón de artillería organizado especialmente para este fin. Exteriormente, el cajón de artillería se presenta como un cofre rectangular cubierto por una tapa en forma de tejado de dos aguas. En la parte delantera los varales que se prolongan de un pie (unos 33 cm) permiten, en un primer tiempo, transportar un costal de avena destinado a los caballos sometidos al esfuerzo de arrastrar el cajón ; más tarde recibirán un cofre de herramientas para el conductor. El sistema descansa sobre cuatro ruedas, siendo las traseras mayores que las delanteras que pertenecen a un avantrén dotado de una lanza a la que se unen dos pares de caballos. La parte trasera ofrece un eje orientado oblicuamente en el plano vertical para colocar una rueda de recambio ; también lleva algunas herramientas necesarias para desatascar el cajón en caso de necesidad : picos, palas ....
En esta foto de uno de los pocos cajones existentes (sólo quedan dos en el Museo del Ejército de los Invalides en París y uno en el Museo del Ejército de Dresde), la lanza que no está montada en el avantrén aparece en el lado izquierdo.

--- Interior del cajón ---
Interiormente, tres separaciones inamovibles de 1 pulgada 3 líneas (3,4 cm) de espesor contribuyen a la robustez del conjunto y dividen el cajón en cuatro compartimentos. La altura de estas separaciones rebasa las partes laterales de una pulgada (2,7 cm).

--- Cajón para cartuchos ---
Cuando se trata de transportar municiones de infantería (un cajón por batallón), se tiene que considerar que los cartuchos de unos 45 g para fusiles vienen por paquetes de 15 que pesan unos 675 g cada uno. El cargamento se reparte sobre tres pisos separados por entarimados montados como ventanos para evitar que los cartuchos se aplasten bajo el propio peso. Cada piso tiene una altura de 3 pulgadas 9 líneas (unos 10 cm) para disponer los paquetes verticalmente pero en el cajón llamado “de 4”, por ser menos alto que los “de 12” y “de 8”, los paquetes del piso superior se guardan horizontalmente (Ver grabado, abajo : altura comparada entre cajones ; a la izquierda cajón “de 8 y 12” y a la derecha cajón “de 4”). El largo de los paquetes se alinea paralelamente al largo del cajón, lo que permite distribuir once paquetes sobre el ancho del compartimento y nueve sobre el largo. Un cajón de “12 y 8” contiene 1.089 paquetes, lo que equivale a 16.335 cartuchos para el fusil modelo 1777. Un cajón “de 4”, de tamaño ligeramente inferior, contiene 1.062 paquetes, lo que equivale a 15935 cartuchos.
Por cierto, como cada cartucho incluye su bala de plomo el peso total, unos 750 kilos, es muy superior al de un cargamento con municiones para cañón : la diferencia alcanza 161 libras (unos 80 kilos), más que lo recomendado, restando movilidad a este tipo de cajón. Al final, el cajón de “12 y 8” se queda en el parque de artillería y se usa el cajón “de 4” para seguir a la tropa : si éste “sólo” transporta unos 14.000 cartuchos, tiene la ventaja de pesar unos 100 kilos menos.