El agua fue motivo permanente de fricción entre judíos y árabes desde finales de los años cuarenta. No podemos obviar el hecho de que los 13.000 km2 del Neguev, en el sur de Israel, son en realidad arena, polvo y tierra calcinada por un sol inclemente, y ellos forman más de la mitad del territorio israelí. En 1949, sólo había en esa árida extensión 27 asentamientos con alrededor de 3.000 personas viviendo en condiciones precarias.
Sobre la importancia capital que el agua tiene para el Estado de Israel, el poco carismático primer ministro israelí, Levi Eshkol, antiguo granjero e ingeniero especializado en obras hidráulicas, había sido meridianamente claro al explicárselo a sus ministros con su monótona manera de expresarse:
Vayamos pues a las “fuentes” del conflicto, nunca mejor dicho, para comprender y poder valorar su transcendencia.... sin control sobre las fuentes de agua no podemos realizar el sueño judío... El agua es la base de la existencia judía en la Tierra de Israel.
LAS FUENTES DEL CONFLICTO SOBRE EL AGUA
Las fronteras internacionales entre Israel y Siria fueron establecidas en 1923 tras el final de la Primera Guerra Mundial, después de unas largas negociaciones entre Gran Bretaña, quien había obtenido el mandato de Palestina por la Liga de Naciones y Francia, quien tenía el mandato sobre Siria. Los británicos habían insistido en incluir al río Jordán y el mar de Galilea (también conocido como lago Kinneret y lago de Tiberíades) dentro de las fronteras de su mandato, petición que finalmente fue aceptada aunque al poco tiempo Gran Bretaña transfirió de su mandato de Palestina al mandato francés de Siria los Altos del Golán y los territorios que ocupaban las cabeceras de los ríos Jordán y Banias. Decisión arbitraria que traería largas y funestas consecuencias.
A la conclusión de la guerra de independencia de Israel en 1949 (primera guerra árabe-israelí), el ejército sirio controlaba pequeñas porciones dentro de las fronteras de Israel marcadas por el plan de partición que en 1947 había efectuado la ONU. En las negociaciones para el acuerdo de armisticio entre ambas naciones, Israel requirió la retirada de las tropas sirias de dichos territorios, considerando incluso el uso de la fuerza para forzarles a ello. Siria, quien había quedado aislada en su confrontación contra Israel tras los iniciales armisticios firmados en 1949 por el gobierno judío con Egipto (febrero), Líbano (marzo) y Jordania (abril) tuvo que aceptar el plan propuesto por Ralph Bunchle, mediador de la ONU, acorde al cual Siria debía retirar sus tropas de los territorios conquistados al oeste de la frontera internacional, quedando dichos territorios como zonas desmilitarizadas (DMZ). Por todo ello, una gran parte del margen oriental del Alto Jordán y varias zonas situadas al oeste del río Jordán y al sureste del Mar de Galilea, quedaron incluidas en la zona desmilitarizada.
El armisticio firmado entre Israel y Siria el 20 de julio de 1949 trataba de forma muy superficial la cuestión de la soberanía de dichas zonas desmilitarizadas. Por lo tanto, Israel consideró dichas zonas como parte inseparable de su territorio y Siria las seguía considerando como territorios en disputa a la vez que también reclamaba su soberanía. Hasta el día de hoy, Siria todavía no reconoce la legitimidad de esta frontera.
La escasez de recursos hídricos por parte de Israel y el desproporcionado acceso que sobre los mismos tenían la parte norte y sur del país, hicieron que se estudiaran numerosos planes para un uso eficiente del agua, iniciados ya en el período del mandato británico en Palestina. Ya en tiempos del gobierno del famoso primer ministro israelí, David Ben-Gurion, se consideró al Neguev como el futuro del Estado de Israel, por lo que la visión de “florecer el desierto” tuvo especial relevancia. No es de extrañar por ello que Israel declarara de interés nacional el uso de su parte de agua del río Jordán, al igual que la integridad de su territorio y el libre acceso al golfo de Aqaba por los estrechos de Tirán, todo lo cual sería defendido a cualquier precio considerándolos como un casus belli.
Por su parte, los gobiernos árabes de la región habían prometido públicamente que el agua de Galilea jamás correría hacia el sur. Además, para los egipcios era de una gravedad extrema que el desierto del Neguev “floreciera” haciendo por ello que millones de judíos se trasladaran al sur abriendo nuevos asentamientos a tiro de piedra del territorio egipcio en la península del Sinaí. En consecuencia, los Estados árabes e Israel se enfrentaron a través del viejo río con objeto de resolver de una vez para siempre quién impondría su hegemonía.
Pero antes de meternos en el meollo de la cuestión, repasaremos en la siguiente entrada algo de geografía para conocer más a fondo las características del nacimiento del río Jordán, el cual desemboca en el mar Muerto.
EL RÍO JORDÁN
La cabecera del río Jordán se ubica a unos 28 km al sur de la frontera entre Israel y Líbano y está compuesta por tres principales afluentes: el río Hasbani, originario del Líbano, que cuenta con una capacidad media anual de aproximadamente 150 millones de metros cúbicos; el río Banias, originario de Siria (situación anterior a junio de 1967 cuando los sirios ocupaban los Altos del Golán) con una capacidad similar; y el río Dan, originario de Israel, con una capacidad aproximada de 260 millones de metros cúbicos de agua. Desde dicha confluencia, el río Jordán sigue hacia el sur por el lado occidental de la frontera internacional hasta el mar de Galilea.
Llegado a este punto, el río fluye hacia el valle del Jordán, situado en territorio israelí hasta llegar a Naharayim, en la frontera entre Israel y Jordania y desde ahí se dirige hasta el valle de Beit-She’han, formando en esa zona la frontera natural entre estos dos últimos países. El afluente más importante del río Jordán se encuentra, no obstante, al sur del Mar de Galilea: se trata del río Yarmuk que nace en territorio sirio y que cuenta con una capacidad anual de 450 millones de metros cúbicos de agua.
No hay que ser un lince para darse cuenta de que una parte importante de los afluentes del río Jordán se forman en países árabes, los cuales por ello tienen la posibilidad de privar de agua a Israel simplemente desviando el cauce de dichos ríos para que no confluyan en el Jordán ni, por supuesto, en el mar de Galilea.
El Alto Jordán, el mar de Galilea y el río Yarmuk eran las principales fuentes de agua para los proyectos de irrigación en Israel y Jordania. Como máximo, existía la posibilidad de que, en el Sur del Líbano y Siria, se hiciera un uso marginal de esas aguas; hubiese sido razonablemente legítimo para los Estados árabes ribereños reclamar mayores derechos en este aspecto. Pero, por otra parte, era totalmente irracional afirmar que Israel, a través de cuyo territorio corría el Jordán a lo largo de más de 100 km, no tenía derecho a desviar ni un solo centímetro cúbico de agua hacia su árido territorio del sur.
Entre el invierno de 1952 y la primavera de 1953, israelíes y sirios llevaron a cabo duras negociaciones para la asignación de las zonas desmilitarizadas y para llegar a acuerdos sobre el uso de los recursos hídricos. Dichas negociaciones no dieron sus frutos y por ello en septiembre de 1953, Israel decidió emprender un ambicioso proyecto para transportar agua desde la región norte de Israel a la semidesértica región meridional del país.
LA TRAÍDA NACIONAL DE AGUAS – EL ACUEDUCTO NACIONAL DE ISRAEL
Una vez presentado el plan inicial para desviar parte del río Jordán desde el valle israelí de Jule, frente a los Altos del Golán, hacia el sur del país, las autoridades sirias protestaron de forma contundente ante la ONU. Finalmente, ante las presiones de los EE. UU. para que Israel no llevara a cabo su proyecto y suspendiera las obras bajo la amenaza de cortar toda ayuda económica al país hebreo, Israel suspendió los trabajos el día 28 de octubre de 1955. Pese a ello, en 1956 Israel puso en marcha las obras del acueducto nacional con el fin de bombear agua directamente desde el mar de Galilea, el cual se encuentra a una altura de 212 metros bajo el nivel del mar, lo que le convierte en el lago de agua dulce más bajo del mundo.
El conflicto entre Israel y Siria por los recursos hídricos hizo que el presidente Eisenhower nombrara a Eric Johnston, presidente de la comisión del Congreso de los EE. UU. para el desarrollo internacional, para que mediara en el conflicto. Johnston presentó un proyecto formulado por ingenieros especialistas en irrigación y expertos legales. Esto concedía a cada país suficiente agua para sus necesidades de acuerdo con los usuales criterios internacionales. Incluso los ingenieros árabes habían admitido que esta sugerencia era totalmente razonable. Pero sus Gobiernos se negaban a ratificar el acuerdo basándose en supuestas dificultades de carácter político. A pesar de ello, el peso de la opinión pública causó su efecto. Israel, aunque no obligada formalmente por un proyecto que sus vecinos se habían negado a firmar, decidió aceptar de forma voluntaria las limitaciones que imponía.
Durante varios años los ingenieros israelíes habían estado construyendo una estación de bombeo para elevar el agua a 700 metros sobre el mar de Galilea y hacerla correr a lo largo de una combinación de tuberías subterráneas, canales abiertos y túneles que pueden transportar 72.000 metros cúbicos a la hora, esto es, 1,7 millones de metros cúbicos al día. Los Estados Unidos estaban asociados en cada una de las etapas de la empresa, pues tanto Kennedy (presidente de los EE. UU. a partir de enero de 1961) como Johnson, se habían comprometido a ello mediante documentos escritos.
EL PLAN ÁRABE PARA DESVIAR LAS AGUAS DEL RÍO JORDÁN
En 1963, el presidente egipcio Nasser se percató de que su política de violencia verbal, combinada con la restricción militar, no intimidaba en absoluto a Israel. Además, probablemente iba a privarle de su hegemonía en el mundo árabe. Su respuesta fue convocar una reunión en la cumbre, en El Cairo, en enero de 1964. Asistieron a ella los jefes de los trece Estados árabes los cuales abarcaban una superficie de unos 10 millones de kilómetros cuadrados y una población de ochenta millones de habitantes. El motivo de su inquietud era su fracaso a la hora de intimidar a un país que, comparado con todos ellos, podía calificarse de pigmeo. En dicha cumbre árabe, que tuvo lugar del 13 al 17 de enero, los dirigentes árabes ratificaron su oposición frontal al desvío de aguas del mar de Galilea por parte de Israel, acordando el comienzo en 1965 de la construcción del Plan Diversión del agua de la Cabecera del Jordán y que cuando estuviera terminado desviaría el agua del río Banias, para que ni entrase en Israel ni al mar de Galilea, sino que fluyese a un muro de contención ubicado en Mukhaiba para Jordania y Siria. También se desviarían las aguas del río Hasbani, otro afluente, para que fluyera hacia el río Litani en el Líbano y Jordania construiría una presa en el río Yarmuk. Si dicho proyecto árabe se hubiera llevado a cabo hubiera supuesto la reducción de la capacidad de transporte de agua hacia Israel en aproximadamente un 35%.
En septiembre de 1964 se produjo otra cumbre árabe donde se dio luz verde a la puesta en marcha "de forma inmediata" del plan para desviar las aguas de los principales ríos tributarios del Jordán, estimándose en ocho años el tiempo necesario para completarlo.
La campana de alarma que despertó a los países árabes haciéndoles ver su propia impotencia fue la terminación, por parte de Israel, de la traída nacional de aguas en junio de 1964 cuando el preciado líquido comenzó a manar. Este proyecto tenía un enorme valor para la economía de Israel, ya que esa “autopista del agua”, como la denominan los funcionarios de la empresa nacional de aguas Mekorot encargada del proyecto, era la columna vertebral que garantiza el abastecimiento a todo el país y se empleaba para equilibrar el nivel de las reservas allá donde escasea más de una determinada temporada.
La pretensión musulmana de, literalmente, "secar" al Estado de Israel ante la falta de recursos hídricos sólo se podía lograr preparando un canal de desviación a pocos centenares de metros de distancia de la frontera siria. Desde finales de 1964 hasta 1965, los carros de combate y la aviación israelí atacaron la maquinaria árabe, lo que finalmente se tradujo en la definitiva paralización de las obras.
El general Ariel Sharon, quien sería posteriormente Ministro de Defensa y Primer Ministro de Israel, no tuvo dudas sobre la relevancia de dichos acontecimientos:
Bibliografía:La gente generalmente piensa que el 5 de junio de 1967 es el día en el que comenzó la Guerra de los Seis Días. Esa es la fecha oficial pero, en realidad, la guerra comenzó dos años y medio antes, en el día en que Israel decidió actuar ante el intento árabe de desviar el río Jordán.
A never-ending conflict - A guide to Israeli Military History. The War over the Water during the 1960s. Ami Gluska. Praeger Publishers, 2004
Power and Water in the Middle East - The Hidden Politics of the Palestinian-Israeli Water Conflict. Mark Zeitoun. I.B. Taurus, 2008
The Encyclopedia of the Arab-Israeli Conflict. ABC-CLIO, 2008
Turning Water into Politics - The Water Issue in the Palestinian-Israeli Conflict. Alwyn R. Rouyer. Macmillan Press Ltd, 2000
Watershed - The Role of Fresh Water in the Israeli-Palestinian Conflict. Stephen C. Lonergan and David B. Brooks. International Development Research Centre, 1994