En Noviembre de 1916 Jellicoe fue nombrado Primer Lord del Mar y su puesto como Comandante en Jefe de la Grand Fleet ocupado por Beatty. Cuando acudió al Almirantazgo los submarinos alemanes seguían actuando bajo la Ley de Presas, pero aún así el tonelaje mensual hundido dejó perplejo a Jellicoe; 341.000 toneladas en Octubre, 326.000 en Noviembre, para un total cercano a los dos millones de toneladas a lo largo del año.
"La situación de los suministros es, con mucho, la cuestión más seria del momento", le escribió a Beatty a fines de Diciembre de 1916, "
casi temo que sea demasiado tarde para recuperarnos, se deberían haber tomado medidas drásticas hace meses para detener las importaciones innecesarias, racionar el país y construir barcos. Todo se está comenzando a hacer ahora, pero quizá sea demasiado tarde”. Tarde era mejor que nunca; se puso en marcha un plan para construir barcos más rápido de lo que el enemigo los hundía, el diseño de los buques mercantes se estandarizó y 35.000 trabajadores cualificados fueron retirados del servicio militar y devueltos a los astilleros. Con el fin de proporcionar acero a los nuevos mercantes y escoltas, amén de descongestionar el trabajo en los astilleros, el Almirantazgo canceló los pedidos de cinco nuevos cruceros ligeros y tres grandes cruceros de batalla de la clase Admiral, con el consiguiente enfado de Beatty. Se estableció una red de búsqueda para localizar y comprar naves neutrales:
“Los puertos de todo el mundo fueron saqueados, se pagaron precios extraordinarios por barcos de vapor decrépitos e incluso los viejos veleros, abandonados o utilizados como depósitos en puerto, fueron reacondicionados y enviados nuevamente al mar", escribió Ernest Fayle, el historiador oficial de la marina mercante británica en la Gran Guerra. El resultado de todo ello fueron 1.163.000 toneladas añadidas a la flota mercante en 1917, aunque esta adición equivalió solo a poco más de una cuarta parte de las pérdidas británicas, cuatro millones de toneladas, más de seis incluyendo los buques neutrales, durante el mismo periodo de tiempo.
John Jellicoe.
El 18 de Diciembre de 1916 Jellicoe nombró al Contralmirante Alexander Duff como Jefe de una nueva División Antisubmarina, quien presentó nuevas rutas comerciales protegidas para los mercantes que navegaban independientemente a Gran Bretaña, cambiándolas con frecuencia para confundir a los Comandantes de los submarinos. Se desplegaron destructores y naves auxiliares para patrullar estas “carreteras” oceánicas, se colocaron más minas y se armaron más mercantes, pero aun así la tasa de pérdidas continuó aumentando:
"La posición es extremadamente grave", escribió Jellicoe al Primer Lord del Almirantazgo y al Gabinete de Guerra el 21 de Febrero de 1917. Pronto, temió, el Gobierno debería
"determinar cuánto tiempo podemos continuar en guerra si las pérdidas del transporte comercial continúan al ritmo actual".
El plan de Holtzendorff para estrangular el comercio británico parecía que podría obtener los resultados apetecidos y que el Imperio alemán se alzaría con la victoria, pero varios factores contribuyeron a su fracaso final, uno de ellos la intervención estadounidense en la guerra. A finales de Marzo de 1917 el Contralmirante William S. Sims, Presidente del Colegio de Guerra Naval de Estados Unidos en Newport, Rhode Island, recibió la orden de presentarse de inmediato y en secreto a Washington, donde recibió instrucciones para viajar de incógnito a Gran Bretaña para coordinar la cooperación estadounidense con la Royal Navy. Sims navegó hacia Inglaterra como "Sr. SW Davidson", vestido con ropa civil y sin uniforme en su equipaje, y pronto fue consciente del peligro submarino cuando su barco golpeó una mina cerca de Liverpool, pero el buque no se hundió, los pasajeros fueron transferidos a otra embarcación y llegaron a Gran Bretaña con seguridad el 9 de Abril. Allí, el "Sr. Davidson” fue recibido por un tren especial que le llevó a Londres; para entonces su alias era innecesario, tres días antes el Congreso había declarado la guerra a Alemania.
William Sims, un hombre alto, erguido y canoso nacido en Canadá, se convirtió en ciudadano estadounidense, ingresó a la Armada y consiguió reputación como especialista en artillería. Había sido inspector de prácticas de tiro, Capitán del acorazado USS Minnesota y luego comandado una flotilla de destructores antes de ir al War College. La razón obvia para enviar a Sims a Gran Bretaña fue que cinco años antes había pronunciado un discurso en Londres que en ese momento pareció arruinar su carrera: en 1910, estando en Inglaterra, había prometido ante una gran audiencia que, en caso de guerra con Alemania, Gran Bretaña podría
"confiar en el último barco, el último dólar, el último hombre y la última gota de sangre de su parentela más allá del mar”, gesto de anglofilia pública no autorizado por el que Sims había recibido una reprimenda directa del Presidente Taft. Ahora, sin embargo, cuando se necesitaba un Oficial superior para coordinar la planificación con la Armada británica, el entusiasmo de Sims fue recordado favorablemente. No todos los Oficiales estadounidenses compartían sus puntos de vista, antes de que Sims abandonara Washington, el Almirante William S.Benson, Jefe de Operaciones Navales, le previno:
“No dejes que los británicos te engañen, no es asunto nuestro sacarles las castañas del fuego, tan pronto lucharíamos contra los británicos como contra los alemanes".
Contralmirante Sims.
En Londres Sims descubrió que el pueblo británico no era consciente del peligro al que se enfrentaba su país, el Gobierno había dejado de publicar las cifras de toneladas hundidas y las multitudes que atestaban los teatros todas las noches ignoraban alegremente el hecho de que solo quedaba suministro de trigo para seis semanas. Pensó que en realidad los alemanes habían descubierto una forma de ganar la guerra y estaban en camino de lograrlo; a menos que la terrible destrucción del tonelaje mercante pudiera ser sustancialmente controlada, la retirada de Gran Bretaña de la guerra no estaba muy lejos.
En la mañana del 10 de Abril Sims visitó a Jellicoe en el Almirantazgo. Los dos hombres eran amigos, se habían conocido en China en 1901 y habían mantenido el contacto debido a su interés mutuo en la artillería naval. Sims admiraba mucho al Almirante británico, el Primer Lord del Mar era
"un hombre pequeño, poderoso en su estructura, infatigable, profundo, simple y directo, el ídolo de los Oficiales y hombres de la Grand Fleet. El éxito le hizo más callado, suave y digno, era todo cortesía, todo cerebro, accesible, franco, de mente abierta". Saludando a su visitante, Jellicoe sacó un papel de su cajón y lo tendió sobre la mesa. Era un registro del tonelaje perdido de buques británicos y neutrales de los últimos meses.
"Estaba bastante asombrado", escribió Sims más tarde, “porque nunca había imaginado algo tan terrible. Expresé mi consternación al Almirante Jellicoe”.
"Sí", dijo tan calmadamente como si estuviera hablando del tiempo y no del futuro del Imperio Británico. "Es imposible para nosotros continuar la guerra si continúan las pérdidas como hasta ahora".
"¿Qué vas a hacer al respecto?", Le pregunté.
“Todo lo que podamos. Estamos aumentando nuestras fuerzas antisubmarinas de todas las formas posibles, utilizando todas las naves con las que podemos luchar contra los submarinos, construyendo destructores, arrastreros y otras naves similares tan rápido como podemos. Pero la situación es muy grave y necesitaremos toda la ayuda que podamos obtener".
"Parece que los alemanes están ganando la guerra", comenté.
"Ganarán a menos que podamos detener estas pérdidas, y detenerlas pronto", respondió el Almirante.
“¿No hay solución para el problema?”, Pregunté.
"Absolutamente ninguna que podamos ver ahora", respondió Jellicoe.
Por mala que fuera, Jellicoe esperaba que la situación empeorara. Se acercaba el verano, lo que ofrecería a los submarinos más luz natural y una mejor climatología, Jellicoe podía calcular y aplicar la aritmética tan bien como Holtzendorff, fue relativamente fácil determinar cuánto tiempo podían resistir los Aliados, lo que indicaban las cifras era que, a menos que se pudiera hacer algo rápidamente, el final llegaría aproximadamente en Noviembre.
Jellicoe no era el único alarmado, el Rey Jorge V invitó a Sims a pasar una noche en el castillo de Windsor y, después de la cena, mientras fumaban unos puros, le dijo que los hundimientos debían detenerse o los Aliados perderían la guerra. Solo el Primer Ministro se mantuvo optimista, Lloyd George,
"un niño grande y exuberante", como lo describió Sims,
"siempre se reía y bromeaba, y se entregaba constantemente a la réplica y al juego”. Su rostro nunca traicionó la más mínima ansiedad:
"Oh, sí, las cosas están mal", decía con una sonrisa y un movimiento de su mano,
"pero lograremos derrotar a los submarinos, ¡no temas!".
Sims le dijo a Jellicoe que nadie en los Estados Unidos era consciente de que la situación resultaba tan grave y preguntó cómo podrían ayudar. La mayor necesidad, enfatizó Jellicoe, era
"todos los destructores, arrastreros, yates, remolcadores y otras pequeñas embarcaciones disponibles con suficiente velocidad para lidiar con los submarinos". Pidió que Estados Unidos construyera más barcos mercantes para reemplazar las pérdidas, también sugirió que Estados Unidos podría reparar y poner en servicio todos los transatlánticos alemanes y buques de carga internados en puertos estadounidenses. Sims telegrafió a Washington describiendo la gravedad de la crisis submarina, dijo que la mejor manera de que Estados Unidos ayudara de inmediato era enviando destructores y otras naves ligeras para servir en las aguas al Oeste de Irlanda a lo largo de las cuales se establecían las rutas de envío que significaban vida o muerte para la causa aliada. El Embajador Page apoyó de todo corazón a Sims y personalmente le pidió al presidente Wilson que enviara treinta destructores. El 13 de Abril informaron a Sims que seis destructores estadounidenses zarparían de inmediato, a los que seguirían otros lo antes posible. El 14 de Abril la 8ª Flotilla de destructores, con sede en York River, Virginia, partió hacia Boston con el fin de prepararse para un
"servicio largo y distante".