Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

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Oskar Matzerath
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Oskar Matzerath »

Lutzow escribió:L [/i]Churchill, al recibir una copia del informe de Fisher lo había calificado de "brillante", pero también dijo: "Hay algunos puntos en los que no estoy convencido, de estos, el más importante es la cuestión del uso de submarinos para hundir buques mercantes, no creo que esto lo haga un Estado civilizado ”. En Febrero de 1915 el Almirantazgo estaba convencido de que los submarinos no podrían causar mucho daño al enorme tráfico mercante de Gran Bretaña. Churchill, al dirigirse a la Cámara de los Comunes el 15 de Febrero sobre el tema de la proclamación de la zona de guerra alemana, declaró que "sin duda se incurrirá en pérdidas, de eso doy una advertencia completa, pero creemos que no podrán causar daños vitales si nuestro tráfico mercante se mantiene regularmente. Si toman las precauciones adecuadas y legítimas, esperamos que las pérdidas se circunscriban dentro de límites manejables, incluso desde el principio, cuando se debe esperar que el enemigo haga su mayor esfuerzo para producir un sobresalto”. Por su parte el Ministerio de Asuntos Exteriores dudaba de que el Gobierno alemán fuera lo suficientemente imprudente como para torpedear buques mercantes neutrales, incluidos los estadounidenses, y concluyó que la proclamación alemana era falsa en gran medida.[/i]
En relación con este pasaje, también lo recoge Andrew Roberts en su recientemente publicada biografía de Winston Churchill (Churchill, la biografía), en la cual afirma que le comentó en enero de 1914 a Fisher que los submarinos se utilizarían solo contra barcos acorazados y que no le parecía posible que "una potencia civilizada pueda emplear jamás los submarinos (...) para echar a pique a un barco mercante". Y eso que, unas pocas líneas antes, el autor extrae una cita de los diarios del escritor Wilfrid Blunt en la que se asegura (en octubre de 1912) que Churchill era plenamente consciente de la importancia de esta arma: "cree firmemente en el submarino como arma del futuro" y añade " y está impulsando todo lo que puede esa arma de la marina". En otro momento, en referencia a la presentación de los Presupuestos de la Marina, el 17 de marzo de 1914, hace dos interesantes reflexiones a los parlamentarios. "Si quieren hacerse una idea mental auténticamente ajustada a la realidad de lo que son los combates entre los grandes buques acorazados de nuestros días no han de figurarse que se asemejan al choque de dos hombres vestidos de armadura que se golpean con pesadas espadas de acero (...) ya que lo cierto es que se parece más que una contienda entre dos cáscaras de huevo decididas a embestirse mutuamente con una maza". Y una segunda reflexión sobre el papel de los submarinos, hablando del "valor estratégico del submarino y del determinante papel que ésta arma, respaldada acaso, en algunos aspectos, por hidroaviones, puede desempeñar en la guerra naval futura". Una visión muy acertada, pero corta de miras, ante lo que el futuro deparaba.

Gracias Lutzow por deleitarnos con tu narración.


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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por APV »

¿Qué sabían los servicios de inteligencia de la situación rusa?
Lo digo para que ambos bandos descartasen tanto la paz cuando los rusos estaban tambaleándose al borde del colapso de cara al invierno de 1916.
Ya se vio que en la ofensiva de enero en Letonia las tropas empezaron a amotinarse.
Conoce al enemigo y conócete a ti mismo; y en cien batallas no estarás jamás en peligro Sun Tzu.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Oskar Matzerath escribió:
Lutzow escribió:L [/i]Churchill, al recibir una copia del informe de Fisher lo había calificado de "brillante", pero también dijo: "Hay algunos puntos en los que no estoy convencido, de estos, el más importante es la cuestión del uso de submarinos para hundir buques mercantes, no creo que esto lo haga un Estado civilizado ”. En Febrero de 1915 el Almirantazgo estaba convencido de que los submarinos no podrían causar mucho daño al enorme tráfico mercante de Gran Bretaña. Churchill, al dirigirse a la Cámara de los Comunes el 15 de Febrero sobre el tema de la proclamación de la zona de guerra alemana, declaró que "sin duda se incurrirá en pérdidas, de eso doy una advertencia completa, pero creemos que no podrán causar daños vitales si nuestro tráfico mercante se mantiene regularmente. Si toman las precauciones adecuadas y legítimas, esperamos que las pérdidas se circunscriban dentro de límites manejables, incluso desde el principio, cuando se debe esperar que el enemigo haga su mayor esfuerzo para producir un sobresalto”. Por su parte el Ministerio de Asuntos Exteriores dudaba de que el Gobierno alemán fuera lo suficientemente imprudente como para torpedear buques mercantes neutrales, incluidos los estadounidenses, y concluyó que la proclamación alemana era falsa en gran medida.[/i]
En relación con este pasaje, también lo recoge Andrew Roberts en su recientemente publicada biografía de Winston Churchill (Churchill, la biografía), en la cual afirma que le comentó en enero de 1914 a Fisher que los submarinos se utilizarían solo contra barcos acorazados y que no le parecía posible que "una potencia civilizada pueda emplear jamás los submarinos (...) para echar a pique a un barco mercante". Y eso que, unas pocas líneas antes, el autor extrae una cita de los diarios del escritor Wilfrid Blunt en la que se asegura (en octubre de 1912) que Churchill era plenamente consciente de la importancia de esta arma: "cree firmemente en el submarino como arma del futuro" y añade " y está impulsando todo lo que puede esa arma de la marina". En otro momento, en referencia a la presentación de los Presupuestos de la Marina, el 17 de marzo de 1914, hace dos interesantes reflexiones a los parlamentarios. "Si quieren hacerse una idea mental auténticamente ajustada a la realidad de lo que son los combates entre los grandes buques acorazados de nuestros días no han de figurarse que se asemejan al choque de dos hombres vestidos de armadura que se golpean con pesadas espadas de acero (...) ya que lo cierto es que se parece más que una contienda entre dos cáscaras de huevo decididas a embestirse mutuamente con una maza". Y una segunda reflexión sobre el papel de los submarinos, hablando del "valor estratégico del submarino y del determinante papel que ésta arma, respaldada acaso, en algunos aspectos, por hidroaviones, puede desempeñar en la guerra naval futura". Una visión muy acertada, pero corta de miras, ante lo que el futuro deparaba.

Gracias Lutzow por deleitarnos con tu narración.
Gracias a ti por leerlo Oskar, me alegra que te resulte interesante, aunque básicamente es un trabajo de traducción trufado de datos sacados de aquí y allá y aportaciones propias... :dpm:

Es muy interesante lo que cuentas y viene al hilo de un tema que quería tocar algún día, existe unas tesis de un autor (ahora no la tengo a mano) donde asegura que en la reunión del Almirantazgo de Julio de 1914, Churchill entregó un memorándum donde nada menos pretendía dejar de construir acorazados para dedicar el presupuesto y los esfuerzos de los astilleros a construir submarinos y una especie de torpederos blindados capaces de resistir impactos de 15 cm (que como sabemos era el armamento secundario de los buques capitales germanos). El mundo académico se le echó encima y existe otra tesis, a mi entender más seria, donde se refuta la primera, pero no estaría de más narrarlo...

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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

APV escribió:¿Qué sabían los servicios de inteligencia de la situación rusa?
Lo digo para que ambos bandos descartasen tanto la paz cuando los rusos estaban tambaleándose al borde del colapso de cara al invierno de 1916.
Ya se vio que en la ofensiva de enero en Letonia las tropas empezaron a amotinarse.
Este punto lo pensaba tratar un poco más adelante, junto a la segunda campaña submarina irrestricta... Hasta donde sé a los Aliados el desplome ruso les pilló un tanto por sorpresa, al menos eso se desprende de su convicción de que estaban ganando la guerra, como bien a apuntas, y respecto a los alemanes parece que les falló el olfato, aunque en el memorándum de Holtzendorff existe un apartado donde se hace mención a las dificultades que atravesaría el Imperio ruso debido a la campaña submarina, al tener que aprovisionarse solo a través de Vladivostok (no tenían medio de saber que, por falta de comunicaciones adecuadas, las mayor parte de las mercancías descargadas en Arkangel terminaban pudriéndose en puerto...). Tras la guerra, Von Tirpitz escribe en sus memorias que, de saber que ocurriría la Revolución Rusa, quizá hubiese sido mejor plantearse no llevar a cabo la campaña submarina, pero que no tenían modo de conocer que ésta iba a acontecer... sí parece que falló la Inteligencia.

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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Holtzendorff inmediatamente envió la orden imperial a Scheer. Para lograr el máximo impacto psicológico, la nueva campaña no se anunciaría hasta la tarde del 31 de Enero, unas horas antes de que se dispararan los primeros torpedos. A partir de entonces, los submarinos no desperdiciarían disparos de advertencia y no enviarían grupos de abordaje para examinar los documentos y la carga. Los barcos Hospital debían salvarse, excepto en el Canal de la Mancha, donde Ludendorff creía que la Cruz Roja estaba siendo utilizada como transporte de tropas, los buques claramente identificados como vapores neutrales, buques del socorro belga y transatlánticos recibirían una semana de gracia para llegar a puerto con seguridad, a partir de entonces ellos también debían ser hundidos sin previo aviso.

En Washington, ni Wilson ni Bernstorff sabían que se había tomado la decisión de reanudar la campaña submarina, ambos hombres continuaron trabajando por la paz si ello todavía era posible; para mantener la neutralidad estadounidense en caso contrario. Para el Embajador lo fundamental era mantener informado a Berlín, mientras ello fuese posible, creía que Bethmann-Hollweg sería capaz de detener la campaña submarina. Para facilitar el contacto de Bernstorff con Zimmermann en Berlín, Wilson autorizó al Ministro de Relaciones Exteriores alemán a enviar mensajes en código alemán a su Embajador en Washington a través del cable del Departamento de Estado. Lansing se opuso amargamente a esta violación de la práctica diplomática, pero Wilson, creyendo que la nobleza de sus fines justificaba estos medios sin precedentes, anuló a su Secretario de Estado. Ante la insistencia del Presidente, Bernstorff había prometido usar el cable solo para transmitir y discutir las ofertas de paz.

Al principio, el cable zumbaba exclusivamente con mensajes sobre el tema previsto, aunque no eran de una naturaleza que el Presidente o el Embajador hubieran esperado. El 10 de Enero, el día después de la conferencia decisiva en Pless, Zimmermann informó a Bernstorff que "la intervención estadounidense sobre negociaciones de paz es totalmente indeseable". Frenéticamente, Bernstorff respondió: "El Gobierno de Estados Unidos debe disponer de tiempo. Como todas las decisiones son tomadas por Wilson, las discusiones con Lansing son meras formalidades, es mi deber expresar claramente que considero inevitable una ruptura con los Estados Unidos si se toman medidas como liberar los submarinos”. El 19 de Enero, Bernstorff fue informado tardíamente sobre la decisión tomada en Pless de comenzar la campaña irrestricta el 1 de Febrero, y se le ordenó no decir nada al respecto hasta el día anterior. Inmediatamente escribió a Zimmermann solicitando un período de gracia de un mes para los mercantes neutrales y para ofrecer a los esfuerzos de paz de Wilson algo de tiempo extra. De lo contrario dejó claro que "la guerra sería inevitable". El Kaiser leyó este telegrama y escribió en su margen: "No me importa".

Ahora, solo Wilson se mantenía vanamente esperanzado con su iniciativa de paz. Sopesando las respuestas recibidas, había concluido que los objetivos de guerra de los Aliados eran tan arrogantes como los de los alemanes, su enfoque ahora era tan imparcial que Bernstorff informó a Berlín: "Aunque parezca extraño para los oídos alemanes, Wilson es considerado aquí en general como pro-alemán". El 22 de Enero el Presidente leyó en el Senado su histórico discurso sobre una "paz sin victoria": "La victoria significaría imponer los términos de un vencedor a los vencidos", dijo. “Sería aceptada con humillación, bajo coacción, con un sacrificio intolerable, y dejaría un aguijón, un resentimiento, un recuerdo amargo sobre el cual descansarían los términos de paz, no permanente, sino como sobre arenas movedizas. Solo una paz entre iguales puede durar”. No se puede decir que los acontecimientos de los años 30 no le diesen la razón. También habló por primera vez sobre la creación de la Sociedad de Naciones, la democratización de los pueblos y su derecho a la autodeterminación, poniendo como ejemplo la creación de un Estado polaco “unido, independiente y autónomo”, palabras que podrían haber irritado a Rusia pero causaron incluso peor recibimiento en Alemania. La reacción en Estados Unidos fue mixta, algunos aplaudieron el idealismo de las palabras del Presidente, sin embargo Theodore Roosevelt se burló: "La paz sin victoria es el ideal natural del hombre que está demasiado orgulloso para luchar". Bernstorff, al escuchar el discurso mientras guardaba el secreto de una política suicida en su opinión, decidió no rendirse. El 27 de Enero, telegrafió a Zimmermann: “House me invitó a visitarlo, me informó que si tuviéramos confianza en él, el Presidente estaba convencido de que sería capaz de lograr conferencias de paz. Le agradaría especialmente que Su Excelencia declarase al mismo tiempo que estamos dispuestos a acudir a la conferencia de paz sobre la base de su llamamiento. Si la campaña submarina se lleva a cabo ahora sin más preámbulos, el Presidente considerará esto como una bofetada en pleno rostro y la guerra con Estados Unidos será inevitable. Por otro lado, si aceptamos la propuesta de Wilson y los planes se tuercen por la terquedad de nuestros enemigos, sería muy difícil para el Presidente entrar en guerra contra nosotros, incluso si comenzamos una guerra submarina sin restricciones, solo es cuestión de posponer la declaración por un tiempo. Soy de la opinión de que obtendremos una mejor paz ahora mediante conferencias, de lo que lograremos si Estados Unidos se uniera a las filas de nuestros enemigos”.

Bethmann-Hollweg, al leer este mensaje, solicitó a la Armada que esperare, pero le dijeron que era demasiado tarde; veintiún submarinos ya habían zarpado con instrucciones precisas sobre el torpedeamiento de mercantes. El 29 de Enero el Canciller telegrafió a Bernstorff: “Por favor, agradezca al Presidente. Si su oferta solo nos hubiera llegado unos días antes, deberíamos haber podido posponer la apertura de la nueva campaña submarina. Ahora, sin embargo, a pesar de la mejor voluntad del mundo, por razones técnicas, lamentablemente es demasiado tarde. Ya se han hecho extensos preparativos militares que no se pueden deshacer y los submarinos están navegando con nuevas instrucciones”. El Kaiser no se disculpó, volvió a bramar: “De acuerdo, rechacemos de una vez por todas las negociaciones con Estados Unidos, si Wilson quiere la guerra, ¡que lo haga y la tendrá!”.

A las cuatro y diez de la tarde del 31 de Enero de 1917, un desventurado Embajador Bernstorff se reunió formalmente con el Secretario de Estado Lansing para anunciar que Alemania comenzaría la guerra submarina sin restricciones ese mismo día a medianoche. Se permitiría una única excepción al bloqueo submarino: una vez a la semana, se consentiría el paso de un barco de pasajeros de EE.UU. siempre que no llevara contrabando y atracara únicamente en Falmouth, solo los domingos. Para su identificación, el barco debe pintarse con franjas verticales rojas y blancas alternadas de un metro de ancho y debe enarbolar una gran bandera blanca y roja a cuadros en cada mástil. Después de que Lansing hubiese leído la nota alemana, Bernstorff dijo: "Sé que es muy grave, mucho, y lamento profundamente que sea necesario". “Creo que lo lamentas”, respondió Lansing, “porque sabes cuál será el resultado. Pero no te culpo personalmente.” "No deberías", dijo Bernstorff. "Sabes cuán constantemente he trabajado por la paz". "Lo sé", respondió Lansing y, al ver los ojos del Embajador borrosos por las lágrimas, tomó su mano extendida. Entonces Bernstorff hizo una reverencia, Lansing dijo: "Buenas tardes" y la reunión terminó.

Cuando Bernstorff llegó a Berlín a través de Suecia varias semanas después, Bethmann-Hollweg le dijo que se había visto obligado a dar su consentimiento para la campaña submarina porque "el pueblo alemán nunca habría entendido que hubiéramos concluido una paz insatisfactoria sin intentar vencer a través de nuestra última y más efectiva arma”. Cuando Bernstorff vio al Kaiser, Guillermo II lo llevó a pasear por el parque y se alejó afablemente de toda discusión política. Ludendorff, sin embargo, fue implacable: “En Estados Unidos querías hacer las paces. Evidentemente pensaste que estábamos al final de nuestras fuerzas”, dijo. "No, no pensé eso", respondió Bernstorff. "Pero quería hacer las paces antes de llegar al final de nuestras fuerzas".
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por APV »

Lutzow escribió:no tenían medio de saber que, por falta de comunicaciones adecuadas, las mayor parte de las mercancías descargadas en Arkangel terminaban pudriéndose en puerto...)
Ahí estaba el gran problema logístico ruso y que estaba llevando a la catástrofe, había suficientes alimentos a pesar de la movilización parcial del campesinado y de los cambios estructurales hacia una autosuficiencia de pequeños agricultores frente a la anterior agricultura latifundista de exportación, el problema es que no había forma de transportar los recursos a las ciudades.
Las rutas ferroviarias norte-sur llevaban los suministros a las ciudades mientras que las este este-oeste suministraban al ejército que luchaba en el oeste contra alemanes y austrohúngaros. Por la guerra el ejército se había apoderaba del material ferroviario en detrimento de las rutas civiles eso suponía por ejemplo escased en Petrogrado.
Lutzow escribió:saber que ocurriría la Revolución Rusa
Pues era un secreto a voces, incluso el embajador británico Buchanan pedía que la zarina se dejase de meter en política (y de andar cambiando ministros) y que se reordenase el gobierno, y el jefe de la misión de inteligencia británica, Hoare, era consciente del aspecto de fin de fiesta que tenía todo.
En el invierno de 1916 ya no era si habría revolución, sino quien la haría y no solo lo preparaban los revolucionarios radicales o populistas como Kerensky; sino que desde las filas de los kadetes con Miliukov o desde los liberales como Lvov e incluso el jefe de estado mayor Alexeev o Brusilov, se preparaban golpes de estado.

Solo las vacilaciones y el frío frenaban por ahora los acontecimientos.

En cuento al ejército las tropas de retaguardia no eran de fiar (reservistas y heridos convalecientes), y el ataque de Navidad (calendario juliano) del 12º Ejército Ruso mostraba la gravedad de la situación: aunque los fusílenos letones lucharon bien y penetraron la línea alemana, no había reservas y el 17º Regimiento Siberiano se amotinó negándose a avanzar cuando se le mandó apoyar el ataque; pronto la rebeldía se extendió por los Cuerpos de Ejército Siberiano II y VI.
Aunque ciertas unidades aún mostraron combatividad frente al contraataque alemán, estaba claro que el ejército ruso hacía aguas.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

El problema con el ruido de sables o las revoluciones es que pueden sonar durante mucho tiempo antes de acontecer, y a Alemania se le acababa el ídem... Belinda Davis escribe que de no ser porque en Febrero de 1917 el Imperio alemán se embarcó en la segunda campaña submarina irrestricta, ese mismo año hubiese estallado la revolución debido a las escasez de todo tipo que producía el bloqueo entre la población alemana... Yo no lo veo porque el SPD no la hubiese apoyado, los espartaquistas eran una minoría y de producirse una revuelta a esas alturas el Ejército la hubiese aplastado sin dificultades...

La mejor opción era la propuesta por Bernstorff, seguirle el juego a Wilson, ponerle buena cara a todo y dejar que la Entente se enredase con sus objetivos de guerra sobre acabar con el militarismo prusiano, algo difícil de defender en una conferencia de paz; se hubiese ganado tiempo, la revolución rusa podría haber estallado (o no, debido a las negociaciones) y en última instancia si se culpaba del fracaso a la Entente preparar a EE.UU. para llevar a cabo la campaña submarina sin interferencias... Pero con unos objetivos de guerra propios que incluían nada menos que Polonia y Bélgica, irreales a todas luces dado al propio desarrollo de la contienda, el bloqueo y la espada de Damocles que venía a ser EE.UU., se decide irresponsablemente jugárselo todo a la carta de los submarinos, menospreciando tanto la capacidad de resistencia británica como el poderío industrial y humano estadounidense...

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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por APV »

Lutzow escribió: de producirse una revuelta a esas alturas el Ejército la hubiese aplastado sin dificultades...
En el caso ruso la situación era mucho peor porque incluso la clase dirigente quería cambios y echar al zar y a la zarina; el problema como dije son las vacilaciones de algunos como los grandes duques en los que se depositaria el poder tras el derrocamiento o las dudas de liberales y conservadores en apelar a las masas populares.

Respecto a la fiabilidad del ejército ruso en ese momento; el 17 de octubre de 1916 (juliano) estalla una huelga en diversas fábricas de Petrogrado, cuando los policías tratan de disolverlos cargando con látigos y sables, ante eso, soldados del 181º Regimiento saltaron las verjas de su cuartel y se lanzaron al ataque contra los policías. Hubo que traer cosacos y tropas de refuerzo para arrestar a esos soldados, y sacar de la ciudad al regimiento.

Para colmo en la batalla de Kovel en agosto de 1916 la Guardia Imperial había atacado muy al viejo estilo a campo abierto por una zona pantanosa siendo masacrada, y con ella uno de los elementos sólidos al régimen.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Para Lansing, un intervencionista que creía que una victoria alemana sería intolerable y que tarde o temprano Estados Unidos debía entrar en guerra para apoyar a los Aliados, había un lado positivo en el anuncio de Bernstorff, sin embargo resultó un duro golpe para Wilson, para los fundamentos de sus creencias y su política conciliadora. Antes de que Lansing pudiera llegar a la Casa Blanca, un boletín de Associated Press que anunciaba la decisión del Gobierno alemán llegó a manos de Joseph Tumulty, el secretario del Presidente, quien entró en el Despacho Oval: "Levantó la vista de su lectura", dijo el secretario. "Sin comentarios, puse el fatídico trozo de papel en su escritorio y silenciosamente vi las expresiones que corrían por sus fuertes rasgos: primero asombro, luego incredulidad, seguidos de gravedad y severidad, un repentino color gris, los labios apretados y el bloqueo familiar de la mandíbula que siempre le caracterizó en momentos de suprema resolución. Me devolvió el papel y dijo en voz baja: "Esto significa guerra".

En Berlín, el Ministro de Asuntos Exteriores Zimmermann, casi alegre, informaba al Embajador Gerard. "Verá, todo irá bien, Estados Unidos no hará nada, porque el Presidente Wilson está por la paz y nada más, todo continuará como antes. He hecho arreglos para que visites el Cuartel General y veas el Kaiser la próxima semana y todo irá bien". Gerard envió un cable a Washington diciendo que los alemanes sentían "desprecio y odio por Estados Unidos, a quienes veían como una raza gorda y rica sin sentido del honor y listos para defender cualquier idea con el fin de mantenerse fuera de la guerra”.

El día después de la visita de Bernstorff a Lansing, el Coronel House llegó a la Casa Blanca para encontrar a Wilson caminando por su biblioteca, reorganizando nerviosamente sus libros. La señora Wilson sugirió una partida de golf, pero House dijo que pensaba que la gente podría considerarlo frívolo dado el delicado momento que vivía la nación, por lo que decidieron jugar al billar antes de tratar los asuntos políticos. La angustia de Wilson surgió del hecho de que se le había despojado de su libertad de acción, durante más de dos años había repetido que Estados Unidos no toleraría la guerra submarina sin restricciones, ceder ahora el principio de la libertad de los mares mancharía el honor estadounidense y restaría credibilidad a su palabra. No tenía elección, debía romper las relaciones diplomáticas, el 3 de Febrero ordenó que Bernstorff recogiera sus acreditaciones y que Gerard regresará de Berlín, pero incluso estas acciones no significaban que Estados Unidos tuviera la intención de declarar la guerra de forma inmediata, el Presidente todavía encontraba impensable que el Gobierno alemán destruyera deliberadamente mercantes estadounidenses y otros barcos neutrales. Al anunciar la ruptura diplomática ante el Congreso, dijo: “Me niego a creer que las autoridades alemanas tengan la intención de hacer lo que nos han advertido que se sienten en libertad de hacer, solo los hechos deliberados por su parte pueden hacerme creerlo incluso ahora”. El Embajador Spring-Rice escribió a Balfour aconsejando paciencia, advirtiendo que aunque la situación diplomática era alentadora para los Aliados, la influencia más fuerte en el país seguía siendo el deseo de permanecer neutral y no debía esperarse demasiado de inmediato. "El punto principal es si y hasta qué punto el gobierno de los Estados Unidos está dispuesto y puede defender sus derechos. Muchas personas aquí piensan que puede estar dispuesto (aunque eso es dudoso) pero que no puede hacerlo. No hay duda de que el sentir del Congreso es pacífico”.

Durante el primer mes después de la ruptura de las relaciones diplomáticas el Presidente continuó esperando, por una parte por ver qué harían los alemanes y por otra para que los acontecimientos cristalizaran en la opinión pública. El Congreso debatió grandes asignaciones para el Ejército y la Armada mientras dos buques mercantes estadounidenses, el Housatonic y el Lyman M. Law, fueron torpedeados sin pérdida de vidas. Mientras tanto, la amenaza alemana de hundir todos los buques mercantes en la zona de guerra tuvo un efecto de arrastre en la economía, los nerviosos armadores estadounidenses eran reacios a enviar sus barcos al mar, los puertos de la costa Este estaban repletos de embarcaciones ancladas, por lo que la parálisis se extendió a la red de ferrocarriles; miles de vagones de carga, incapaces de descargar su contenido, con alimentos estropeándose en su interior, estaban estacionados en los apartaderos. Debido al peligro de crisis económica las cámaras de comercio exigieron medidas, los pacifistas se manifestaron para pedir que los barcos estadounidenses se mantuvieran fuera de la zona de guerra. los intervencionistas abogaban por armar a los buques mercantes con órdenes de disparar contra cualquier amenaza. Theodore Roosevelt, morado de indignación, gritó: “Se esfuerza por escabullirse de la guerra, es un completo cobarde”. El 26 de Febrero, Wilson solicitó al Congreso que autorizara armar a los mercantes estadounidenses para protegerlos "en su navegación legítima y pacífica de los mares". Mientras hablaba, llegaron noticias de que el transatlántico RMS Laconia había sido torpedeado sin previo aviso. Doce pasajeros civiles, incluidos dos estadounidenses, ambas mujeres, habían muerto.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Arthur Zimmermann, el nuevo Ministro de Asuntos Exteriores del Imperio, era "una especie de alemán grandote y muy alegre", según le describió el Embajador Gerard. Zimmermann había cruzado América en tren una sola vez, pasando dos días en San Francisco y tres en Nueva York. En Berlín, esto lo cualificó como un experto en asuntos estadounidenses equivalente a Bernstorff, que había pasado ocho años como Embajador en los Estados Unidos. El ex-Canciller Bernhard von Bulow no estaba impresionado por su compatriota recién ascendido: "Está lleno de las mejores intenciones, uno de esos alemanes que tienen buenos propósitos, cuya laboriosidad es incuestionable, sus virtudes son sólidas, un tipo excelente que habría hecho un trabajo muy bueno y útil si se hubiera quedado en el servicio consular. Podría haberlo hecho aún mejor como fiscal, la gente lo habría saludado por todos lados cuando fuese por las mañanas a tomar su aperitivo en el hotel local; buenos días, buena salud, su señoría."

A Zimmermann le gustaba hablar sin rodeos, durante la crisis del RMS Lusitania , cuando todavía estaba bajo las órdenes de Jagow, le recordó a Gerard la gran población germano-estadounidense en los Estados Unidos: “Su país no se atreverá a hacer nada contra Alemania porque tenemos quinientos mil reservistas alemanes en Estados Unidos que se levantarán en armas contra su Gobierno si se atreve a tomar cualquier medida contra nosotros", al tiempo que golpeaba la mesa con su puño. "Le dije", respondió el Embajador, "que tenemos quinientos mil postes de luz en Estados Unidos y allí es donde los reservistas alemanes terminarían si intentaran cualquier levantamiento". Durante el asunto del SS Sussex, Zimmermann dijo a un grupo de reporteros alemanes: "Caballeros, no tiene sentido desperdiciar palabras sobre la desvergüenza y el descaro del Sr. Wilson, pero le hemos quitado la máscara de la cara". Ahora, frente a otra crisis submarina, Zimmermann confiaba en que él podría manejar a los estadounidenses; Alemania, le aseguró a Gerard, no comenzaría una guerra submarina sin restricciones sin llegar primero a un acuerdo con Estados Unidos, a sabiendas de la decisión tomada en Pless. En una gran cena el 6 de Enero para honrar al Embajador, Gerard les dijo a los invitados que "las relaciones entre los dos países nunca habían sido mejores" y que "siempre y cuando hombres como Hindenburg y Ludendorff, Muller, Holtzendorff y el Secretario de Estado Zimmermann estén a la cabeza de los servicios civiles, militares y navales en Alemania, sin duda será posible mantener intactas estas buenas relaciones". Si detrás de estas palabras había ironía o ingenuidad, porque todos los nombrados tramaban una acción que pondría a Estados Unidos al borde de la guerra, no está claro.

Imagen
Arthur Zimmermann.

Detrás de su máscara de bonhomía, el alegre Zimmermann estaba tramando un asunto desagradable para su amigo estadounidense. Durante las semanas posteriores a la decisión de Pless, el Ministro de Asuntos Exteriores buscó la forma de contribuir a la próxima campaña submarina, y no tuvo mejor ocurrencia que idear un plan extraordinario diseñado para mantener a Estados Unidos ocupado en su propio lado del Atlántico una vez que los submarinos comenzaran a hundir barcos estadounidenses: ofrecer una alianza a México. Sin mayor reparo Zimmermann decidió utilizar el cable del Departamento de Estado que Wilson había puesto a disposición de Bernstorff para comunicar las propuestas de paz estadounidenses a Berlín. Bernstorff, por supuesto, había prometido que este canal se usaría solo para este propósito, pero Zimmermann no vio la necesidad de honrar la palabra del Embajador. El 16 de Enero envió un telegrama codificado a Washington con el fin de que desde allí se hiciese llegar al Embajador en México, Von Eckhardt:

Nos proponemos comenzar el primero de Febrero la guerra submarina sin restricciones. No obstante, nos esforzaremos para mantener la neutralidad de los Estados Unidos de América.

En caso de no tener éxito, proponemos a México una alianza sobre las siguientes bases: hacer juntos la guerra, declarar juntos la paz; aportaremos abundante ayuda financiera; y el entendimiento por nuestra parte de que México ha de reconquistar el territorio perdido en Nuevo México, Texas y Arizona. Los detalles del acuerdo quedan a su discreción.

Queda usted encargado de informar al Presidente de México de todo lo antedicho, de la forma más secreta posible, tan pronto como el estallido de la guerra con los Estados Unidos de América sea un hecho seguro. Debe además sugerirle que tome la iniciativa de invitar a Japón a adherirse de forma inmediata a este plan, ofreciéndose al mismo tiempo como mediador entre Japón y nosotros.

Haga notar al Presidente que el uso despiadado de nuestros submarinos ya hace previsible que Inglaterra se vea obligada a pedir la paz en los próximos meses.


El telegrama llegó al Departamento de Estado en Washington el 17 de Enero y fue entregado, codificado e ilegible para los estadounidenses, a la Embajada alemana. Bernstorff decodificó y leyó su copia informativa y, al no tener otra opción, envió el original a México. Mientras tanto el telegrama, rápidamente descodificado, también estaba en manos de la Room 40, pues los servicios de inteligencia británicos tenían pinchada la línea, además de haber descifrado el código diplomático germano. Obviamente no podían entregarlo de inmediato y comprometer las relaciones con Estados Unidos si este país supiese que sus comunicaciones por cable estaban siendo interceptadas, pero urdieron un plan según el cual el telegrama habría sido interceptado entre Washington y México, y el 23 de Febrero el Ministro de Asuntos Exteriores británico presentó formalmente el telegrama de Zimmermann a Walter Page, el Embajador estadounidense, quien lo transmitió a Washington. Cuando Lansing, que siempre había sentido que no se podía confiar en los alemanes, le dijo al Presidente cómo se había enviado el telegrama de Zimmermann, Wilson se agarró la cabeza y gritó: "¡Dios mío! ¡Buen señor!"

El 28 de Febrero, mientras se debatía en la Cámara de Representantes un proyecto de ley que autorizaba el armamento de buques mercantes estadounidenses, la Casa Blanca entregó el telegrama a la prensa. Al día siguiente, 1 de Marzo, el New York Times anunció: "Alemania busca alianza contra Estados Unidos: pide a Japón y México que se unan a ella". La noticia de que el Gobierno alemán estaba conspirando para entregar territorios de los Estados Unidos a México enfureció al público estadounidense, y en una oleada de emoción patriótica, el proyecto de ley para armar buques mercantes fue aprobado por la Cámara con 403 votos a favor y 13 en contra. Activistas por la neutralidad y ciudadanos pro-alemanes manifestaron que el telegrama era falso, un intento de Gran Bretaña de involucrar a Estados Unidos en la guerra, logrando crear cierto clima de incredulidad al respecto, que no duró mucho porque el iluminado de Zimmermann, pensando que a esas alturas la hostilidad o no de Estados Unidos no tenía mayor importancia, reconoció su autoría el 3 de Marzo.

Durante otro mes Wilson esperó el "acto manifiesto" que hiciese inevitable la guerra. El 12 de Marzo el vapor estadounidense Algonquin fue hundido a cañonazos, pero la tripulación pudo escapar y alcanzar tierra después de veintisiete horas en botes abiertos. El 18 de Marzo, otros tres buques mercantes estadounidenses, Illinois, City of Memphis y Vigilancia, fueron torpedeados sin previo aviso; quince tripulantes de este último fallecieron. "Si no va a la guerra", escribió en privado Theodore Roosevelt a Henry Cabot Lodge, "lo desollaré vivo". Sin embargo, durante otras dos semanas, el Presidente esperó. En una reunión de Gabinete el 20 de Marzo, dio la vuelta a la mesa y pidió consejo a cada miembro; la recomendación unánime fue la guerra, pero Wilson no dio pistas de su propia opinión. Al día siguiente, convocó al Congreso a una sesión especial el 2 de Abril para escuchar "una comunicación sobre asuntos graves de política nacional".

Estaba lloviendo en Washington esa noche cuando el Presidente fue al Capitolio. Su automóvil estaba escoltado por un escuadrón de caballería por la insistencia de Lansing y el Fiscal General, quienes temían que un "fanático anarquista o pacifista pro-alemán" pudiera intentar un asesinato. "Nunca lo olvidaré", escribió el Embajador británico Spring-Rice. “El Capitolio estaba iluminado desde abajo, blanco contra un cielo negro. Me senté en el suelo del Congreso, el Presidente entró, y con una voz perfectamente calmada, recitó de palabra y obra lo que Alemania había dicho y hecho". "La actual guerra submarina alemana contra el comercio es una guerra contra la humanidad", dijo Wilson. “Hay una elección que no podemos hacer, somos incapaces de hacer: no elegiremos el camino de sumisión." Pidió un reconocimiento formal de que "el status de beligerante nos ha sido impuesto", y luego dijo: "Es algo terrible llevar a nuestro pacífico pueblo a la guerra, pero el derecho es más precioso que la paz. El mundo debe ser seguro para la democracia, ha llegado el día en que Estados Unidos tiene el deber de gastar su sangre y su fuerza por los principios que la dieron a luz. Con la ayuda de Dios, no puede hacer otra cosa”. El Congreso debatió y el 4 de Abril el Senado votó a favor de la guerra, 82–6. Dos días más tarde, el Congreso confirmó la decisión, 373–50.

Todo sucedió como temían el Presidente estadounidense, el Canciller alemán y el Embajador Bernstorff: la decisión de comenzar una nueva campaña submarina sin restricciones había llevado a Estados Unidos a la guerra. Para los nombrados era una noticia funesta, pero no pareció preocupar gran cosa a los Generales y Almirantes germanos, quienes tenían todas las esperanzas depositadas en los submarinos, cuyos éxitos durante los primeros meses de la campaña parecían darles la razón
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por pepero »

Pues Zimmermann demostró todo lo que no se debía hacer y favoreció la declaración de la guerra por parte de los Estados Unidos. ¿Nos contaras también su jugada con los bolcheviques?

Saludos.
Pepe
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Un luces Zimmermann, aunque la entrada en guerra de Estados Unidos era solo cuestión de tiempo tras el anuncio de la campaña submarina irrestricta... Trataré el fracaso de la misma y quizá me extienda algo más hasta el Armisticio, pero la jugada de Lenin y los bolcheviques toca muy de refilón el tema del hilo, quizá al final mencione algo si escribo una pequeña biografía de los personajes que han ido apareciendo en el mismo, en plan qué fue de ellos tras perder protagonismo en el hilo...

Saludos.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Resubiendo (segunda)

Alemania inició la campaña submarina con unos 105 submarinos operativos, cifra que se esperaba aumentase gradualmente a lo largo de los próximos meses a más de 120 (incluyendo la previsión de pérdidas) pese a que los astilleros no estaban construyendo sumergibles al ritmo previsto por falta de materiales y trabajadores especializados. Esta cifra seguía estando lejos de los 222 que la escuela de Kiel había considerado necesarios para estrangular económicamente a Gran Bretaña, hecho que se compensaba en parte porque la evolución tecnológica del submarino resultaba notable en los últimos cuatro años; los actuales eran más veloces, podían permanecer más tiempo sumergidos, su autonomía era mayor y su capacidad de cargar torpedos doblaba a la de clases anteriores.

En Febrero no se alcanzó la cifra prevista de 600.000 toneladas hundidas previstas en el memorándum de Holtzendorff, pero no se alejó demasiado dado que se alcanzaron las 520.000, que se incrementaron a 564.000 en Marzo y se dispararon a 860.000 en Abril; parecía que los defensores de la campaña submarina irrestricta no se equivocaban cuando aseguraron que la misma acabaría poniendo a Gran Bretaña de rodillas. Otro punto del memorándum, el miedo de los neutrales a navegar en la zona de guerra, también pareció cumplirse en un principio cuando hasta 600 mercantes de países no beligerantes se negaron a zarpar de los puertos británicos, donde se encontraban en el momento de anunciarse públicamente al inicio de la campaña.

En las memorias de Von Tirpitz o Scheer podemos leer que el fracaso de los submarinos se debe a que no se les concedió vía libre en 1916 (cuando su número apenas superaba las cincuenta unidades), y que se concedió a los británicos un año entero para prepararse, pero como veremos a continuación esto no es cierto, los Aliados no estaban en absoluto preparados para enfrentarse al peligro submarino, las 860.000 toneladas hundidas en Abril resultan significativas a este respecto.

Imagen
Zona de guerra establecida por el Imperio alemán el 1 de Febrero de 1917.

Tres grandes rutas comerciales transportaban alimentos y materias primas a Gran Bretaña, una de ellas cruzaba el Mar de Irlanda desde el suroeste hasta Liverpool y Bristol, otra se extendía por el norte de Irlanda y desde allí a Liverpool y una tercera trascurría a través del Canal hasta Southampton y otros puertos. El punto focal para la mayor parte de este comercio radicaba en lo que la Royal Navy denominaba los Enfoques Occidentales: la amplia extensión de aguas entre Lands End, la costa irlandesa y el Golfo de Vizcaya, y era aquí donde los U-boats estaban creando, en palabras de Churchill, "un verdadero cementerio de embarcaciones británicas".

Las primeras líneas de defensa de Gran Bretaña contra estos enemigos consistían en poco eficaces campos de minas y redes a través del Canal, y una vez que los submarinos alcanzaban alta mar, la Royal Navy se basó en barcos de superficie de todo tipo para intentar cazarlos, ya sea con las escasas cargas de profundidad disponibles en ese momento o embistiéndolos. Los destructores británicos, diseñados para atacar a buques de guerra de superficie enemigos, podían navegar a 34 nudos, muy por encima de los 15 a 17 nudos que podía hacer un submarino, pero una vez sumergido, este estaba a salvo porque los primitivos hidrófonos solo podían ser utilizados con el buque parado, pues el ruido de sus propias hélices camuflaba el que emitía un U-boat.

La incapacidad de atacar a un enemigo sumergido era solo una parte del problema que involucraba a los destructores británicos, otra complicación era que había muy pocos de ellos. La Royal Navy simplemente no poseía suficientes destructores para escoltar la Grand Fleet, mantener la Fuerza Harwich, asegurar los cruces del Canal y, simultáneamente, proteger a los mercantes de los submarinos. En Abril de 1917 Gran Bretaña tenía en comisión unos 250 destructores, muchos de ellos viejos y desgastados después de tres años de servicio, y los cien más modernos fueron asignados a la Grand Fleet, nadie deseaba enviar a los acorazados a la batalla sin su pantalla protectora. Aun así, en Febrero de 1917 Beatty permitió a regañadientes que se tomaran prestados ocho de sus destructores para labores antisubmarinas en el Sur del Mar del Norte, mientras desde cualquier otra estación, los Almirantes al cargo dijeron que sus flotillas no podían ser despojadas sin comprometer sus misiones: la Fuerza Harwich cubría el sur del Mar del Norte y la costa holandesa, la patrulla de Dover se enfrentaba a treinta submarinos alemanes y otros tantos destructores alemanes con base en Flandes, las expediciones militares en Grecia y Oriente Medio requerían destructores para proteger sus transportes. Tampoco había mucha esperanza en las nuevas construcciones, Gran Bretaña estaba botando solo entre cuatro y cinco destructores por mes, una tasa que los astilleros dijeron que no podría aumentar durante mucho tiempo.

Durante la fatídica primavera de 1917 los submarinos no solo estaban agotando las existencias de alimentos importados que necesitaba la población civil de Gran Bretaña, sino que también estaban minando directamente a la propia Royal Navy, pues los acorazados más nuevos y poderosos de la Flota, buena parte de los cruceros ligeros y casi todos sus destructores se movían con petróleo, proveniente de Hampton Roads, Estados Unidos, transportado en buques grandes y lentos, presentando objetivos fáciles para los submarinos. En un momento dado se habían hundido tantos petroleros que la reserva de combustible de Gran Bretaña se había reducido de manera alarmante; pasando de un suministro suficiente para seis meses a solo ocho semanas.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

En Noviembre de 1916 Jellicoe fue nombrado Primer Lord del Mar y su puesto como Comandante en Jefe de la Grand Fleet ocupado por Beatty. Cuando acudió al Almirantazgo los submarinos alemanes seguían actuando bajo la Ley de Presas, pero aún así el tonelaje mensual hundido dejó perplejo a Jellicoe; 341.000 toneladas en Octubre, 326.000 en Noviembre, para un total cercano a los dos millones de toneladas a lo largo del año. "La situación de los suministros es, con mucho, la cuestión más seria del momento", le escribió a Beatty a fines de Diciembre de 1916, "casi temo que sea demasiado tarde para recuperarnos, se deberían haber tomado medidas drásticas hace meses para detener las importaciones innecesarias, racionar el país y construir barcos. Todo se está comenzando a hacer ahora, pero quizá sea demasiado tarde”. Tarde era mejor que nunca; se puso en marcha un plan para construir barcos más rápido de lo que el enemigo los hundía, el diseño de los buques mercantes se estandarizó y 35.000 trabajadores cualificados fueron retirados del servicio militar y devueltos a los astilleros. Con el fin de proporcionar acero a los nuevos mercantes y escoltas, amén de descongestionar el trabajo en los astilleros, el Almirantazgo canceló los pedidos de cinco nuevos cruceros ligeros y tres grandes cruceros de batalla de la clase Admiral, con el consiguiente enfado de Beatty. Se estableció una red de búsqueda para localizar y comprar naves neutrales: “Los puertos de todo el mundo fueron saqueados, se pagaron precios extraordinarios por barcos de vapor decrépitos e incluso los viejos veleros, abandonados o utilizados como depósitos en puerto, fueron reacondicionados y enviados nuevamente al mar", escribió Ernest Fayle, el historiador oficial de la marina mercante británica en la Gran Guerra. El resultado de todo ello fueron 1.163.000 toneladas añadidas a la flota mercante en 1917, aunque esta adición equivalió solo a poco más de una cuarta parte de las pérdidas británicas, cuatro millones de toneladas, más de seis incluyendo los buques neutrales, durante el mismo periodo de tiempo.


Imagen
John Jellicoe.

El 18 de Diciembre de 1916 Jellicoe nombró al Contralmirante Alexander Duff como Jefe de una nueva División Antisubmarina, quien presentó nuevas rutas comerciales protegidas para los mercantes que navegaban independientemente a Gran Bretaña, cambiándolas con frecuencia para confundir a los Comandantes de los submarinos. Se desplegaron destructores y naves auxiliares para patrullar estas “carreteras” oceánicas, se colocaron más minas y se armaron más mercantes, pero aun así la tasa de pérdidas continuó aumentando: "La posición es extremadamente grave", escribió Jellicoe al Primer Lord del Almirantazgo y al Gabinete de Guerra el 21 de Febrero de 1917. Pronto, temió, el Gobierno debería "determinar cuánto tiempo podemos continuar en guerra si las pérdidas del transporte comercial continúan al ritmo actual".

El plan de Holtzendorff para estrangular el comercio británico parecía que podría obtener los resultados apetecidos y que el Imperio alemán se alzaría con la victoria, pero varios factores contribuyeron a su fracaso final, uno de ellos la intervención estadounidense en la guerra. A finales de Marzo de 1917 el Contralmirante William S. Sims, Presidente del Colegio de Guerra Naval de Estados Unidos en Newport, Rhode Island, recibió la orden de presentarse de inmediato y en secreto a Washington, donde recibió instrucciones para viajar de incógnito a Gran Bretaña para coordinar la cooperación estadounidense con la Royal Navy. Sims navegó hacia Inglaterra como "Sr. SW Davidson", vestido con ropa civil y sin uniforme en su equipaje, y pronto fue consciente del peligro submarino cuando su barco golpeó una mina cerca de Liverpool, pero el buque no se hundió, los pasajeros fueron transferidos a otra embarcación y llegaron a Gran Bretaña con seguridad el 9 de Abril. Allí, el "Sr. Davidson” fue recibido por un tren especial que le llevó a Londres; para entonces su alias era innecesario, tres días antes el Congreso había declarado la guerra a Alemania.

William Sims, un hombre alto, erguido y canoso nacido en Canadá, se convirtió en ciudadano estadounidense, ingresó a la Armada y consiguió reputación como especialista en artillería. Había sido inspector de prácticas de tiro, Capitán del acorazado USS Minnesota y luego comandado una flotilla de destructores antes de ir al War College. La razón obvia para enviar a Sims a Gran Bretaña fue que cinco años antes había pronunciado un discurso en Londres que en ese momento pareció arruinar su carrera: en 1910, estando en Inglaterra, había prometido ante una gran audiencia que, en caso de guerra con Alemania, Gran Bretaña podría "confiar en el último barco, el último dólar, el último hombre y la última gota de sangre de su parentela más allá del mar”, gesto de anglofilia pública no autorizado por el que Sims había recibido una reprimenda directa del Presidente Taft. Ahora, sin embargo, cuando se necesitaba un Oficial superior para coordinar la planificación con la Armada británica, el entusiasmo de Sims fue recordado favorablemente. No todos los Oficiales estadounidenses compartían sus puntos de vista, antes de que Sims abandonara Washington, el Almirante William S.Benson, Jefe de Operaciones Navales, le previno: “No dejes que los británicos te engañen, no es asunto nuestro sacarles las castañas del fuego, tan pronto lucharíamos contra los británicos como contra los alemanes".

Imagen
Contralmirante Sims.

En Londres Sims descubrió que el pueblo británico no era consciente del peligro al que se enfrentaba su país, el Gobierno había dejado de publicar las cifras de toneladas hundidas y las multitudes que atestaban los teatros todas las noches ignoraban alegremente el hecho de que solo quedaba suministro de trigo para seis semanas. Pensó que en realidad los alemanes habían descubierto una forma de ganar la guerra y estaban en camino de lograrlo; a menos que la terrible destrucción del tonelaje mercante pudiera ser sustancialmente controlada, la retirada de Gran Bretaña de la guerra no estaba muy lejos.

En la mañana del 10 de Abril Sims visitó a Jellicoe en el Almirantazgo. Los dos hombres eran amigos, se habían conocido en China en 1901 y habían mantenido el contacto debido a su interés mutuo en la artillería naval. Sims admiraba mucho al Almirante británico, el Primer Lord del Mar era "un hombre pequeño, poderoso en su estructura, infatigable, profundo, simple y directo, el ídolo de los Oficiales y hombres de la Grand Fleet. El éxito le hizo más callado, suave y digno, era todo cortesía, todo cerebro, accesible, franco, de mente abierta". Saludando a su visitante, Jellicoe sacó un papel de su cajón y lo tendió sobre la mesa. Era un registro del tonelaje perdido de buques británicos y neutrales de los últimos meses.

"Estaba bastante asombrado", escribió Sims más tarde, “porque nunca había imaginado algo tan terrible. Expresé mi consternación al Almirante Jellicoe”.

"Sí", dijo tan calmadamente como si estuviera hablando del tiempo y no del futuro del Imperio Británico. "Es imposible para nosotros continuar la guerra si continúan las pérdidas como hasta ahora".

"¿Qué vas a hacer al respecto?", Le pregunté.

“Todo lo que podamos. Estamos aumentando nuestras fuerzas antisubmarinas de todas las formas posibles, utilizando todas las naves con las que podemos luchar contra los submarinos, construyendo destructores, arrastreros y otras naves similares tan rápido como podemos. Pero la situación es muy grave y necesitaremos toda la ayuda que podamos obtener".

"Parece que los alemanes están ganando la guerra", comenté.

"Ganarán a menos que podamos detener estas pérdidas, y detenerlas pronto", respondió el Almirante.

“¿No hay solución para el problema?”, Pregunté.

"Absolutamente ninguna que podamos ver ahora", respondió Jellicoe.


Por mala que fuera, Jellicoe esperaba que la situación empeorara. Se acercaba el verano, lo que ofrecería a los submarinos más luz natural y una mejor climatología, Jellicoe podía calcular y aplicar la aritmética tan bien como Holtzendorff, fue relativamente fácil determinar cuánto tiempo podían resistir los Aliados, lo que indicaban las cifras era que, a menos que se pudiera hacer algo rápidamente, el final llegaría aproximadamente en Noviembre.

Jellicoe no era el único alarmado, el Rey Jorge V invitó a Sims a pasar una noche en el castillo de Windsor y, después de la cena, mientras fumaban unos puros, le dijo que los hundimientos debían detenerse o los Aliados perderían la guerra. Solo el Primer Ministro se mantuvo optimista, Lloyd George, "un niño grande y exuberante", como lo describió Sims, "siempre se reía y bromeaba, y se entregaba constantemente a la réplica y al juego”. Su rostro nunca traicionó la más mínima ansiedad: "Oh, sí, las cosas están mal", decía con una sonrisa y un movimiento de su mano, "pero lograremos derrotar a los submarinos, ¡no temas!".

Sims le dijo a Jellicoe que nadie en los Estados Unidos era consciente de que la situación resultaba tan grave y preguntó cómo podrían ayudar. La mayor necesidad, enfatizó Jellicoe, era "todos los destructores, arrastreros, yates, remolcadores y otras pequeñas embarcaciones disponibles con suficiente velocidad para lidiar con los submarinos". Pidió que Estados Unidos construyera más barcos mercantes para reemplazar las pérdidas, también sugirió que Estados Unidos podría reparar y poner en servicio todos los transatlánticos alemanes y buques de carga internados en puertos estadounidenses. Sims telegrafió a Washington describiendo la gravedad de la crisis submarina, dijo que la mejor manera de que Estados Unidos ayudara de inmediato era enviando destructores y otras naves ligeras para servir en las aguas al Oeste de Irlanda a lo largo de las cuales se establecían las rutas de envío que significaban vida o muerte para la causa aliada. El Embajador Page apoyó de todo corazón a Sims y personalmente le pidió al presidente Wilson que enviara treinta destructores. El 13 de Abril informaron a Sims que seis destructores estadounidenses zarparían de inmediato, a los que seguirían otros lo antes posible. El 14 de Abril la 8ª Flotilla de destructores, con sede en York River, Virginia, partió hacia Boston con el fin de prepararse para un "servicio largo y distante".
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Prinzregent »

Con permiso de Lutzow, procedo a copiar/pegar los mensajes del día 13, posteriores a su mensaje sobre la segunda campaña submarina.

APV escribió:
Quizás era un buen momento para que la flora germana saliese de manera intermitente a mar abierto para presionar a la Royal (aunque sin trabar combate) y obligar a esta a zarpar y al mismo tiempo alejar a los destructores de los cargueros y convoyes.
La respuesta de Lutzow fue:
Realmente la Grand Fleet nunca fue despojada de su extensa escolta de destructores, salvo unos pocos como hemos visto con los ocho que debió ceder Beatty, en este sentido que zarpase o no la Hochseeflotte no cambiaría mucho las cosas, pero en el del gasto de combustible sí hubiese tenido su importancia obligar a que toda la Grand Fleet hubiese tenido que zarpar periódicamente... El problema para la Flota de Alta Mar es que tampoco estaba en mejores condiciones de zarpar debido al contínuo trasvase de hombres desde sus buques a los submarinos, hecho que les restaba eficacia en todos los parámetros...

Saludos.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Gracias Prinz... ¿De dónde los has sacado? Los daba como perdidos tras el backup...

Saludos.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Prinzregent »

Los hilos que sigo los suelo guardar para mi. Soy bastante urraca en ese sentido. >:-> >:->
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

¿Copias todos los mensajes de un hilo?... :shock Pues bienvenido sea en este caso... :dpm:

Saludos.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Prinzregent »

Acepto un Mortadelo y Filemón firmado por Ibáñez como pago :-B :-B
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Te pago con la continuación del relato, escribiendo tranquilo sabiendo que tengo a alguien que cuida de él... :-B

Saludos.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Durante los primeros treinta y dos meses de guerra, los mercantes británicos habían navegado independientemente, estableciendo su propio rumbo y velocidad, ajustándose vagamente a un sistema de enrutamiento establecido por el Almirantazgo. Se pensaba que la seguridad radicaba en un gran número de buques mercantes ampliamente dispersos, en el manto de la noche y las tormentas, en el equipamiento de algunos con cañones, en zigzagueos ocasionales y, lo más importante, en la suerte. En Enero de 1917, un memorándum del Almirantazgo reiteró específicamente esta política y condenó cualquier otra: “Siempre que sea posible, los buques deben navegar solos, el sistema de varios barcos que navegan en conserva o como convoy no se recomienda en ningún área donde sea posible un ataque submarino. Es evidente que cuanto mayor sea el número de barcos que forman el convoy, mayores serán las posibilidades de que un submarino pueda atacar con éxito”

Para Abril de 1917 la realidad había hecho trizas estas suposiciones, con 372 mercantes hundidos en ese mes, una media superior a los doce al día. La nueva solución, aceptada a regañadientes por el Almirantazgo, pasaba por el sistema de convoyes que acababa de condenar. Irónicamente, la Armada británica ya había tenido un éxito sustancial con el convoy, los Escuadrones de Batalla de la Grand Fleet habían navegado repetidamente en el Mar del Norte bajo escolta de destructores sin sufrir ninguna pérdida. Ciertamente era un convoy un tanto sui géneris, con buques navegando a una velocidad que doblaba a las de los mercantes y con tripulaciones bien entrenadas, pero tampoco los transportes de tropas con escolta enviados al Mediterráneo habían sufrido pérdidas sustanciales, o incluso en aguas propias la Royal Navy escoltaba tropas y suministros a través del Canal hasta Francia todos los días sin perder un hombre, un arma o un caballo. También los barcos que transportaban carbón a Francia empezaron a navegar en convoy, dado que el carbón era una importante exportación británica y esencial para la economía y la producción de guerra de sus aliados, solo Francia necesitaba importar 1,5 millones de toneladas de carbón cada mes y los carboneros realizaban 800 viajes de ida y vuelta cada treinta días. En Febrero, cuatro convoyes, que el Almirantazgo prefería denominar salidas controladas, navegaban todos los días escoltados por arrastreros armados. Entre el 10 de Febrero, cuando zarpó el primer convoy, y finales de Abril, se realizaron 2.600 salidas de convoyes de ida y vuelta a Francia y solo 5 carboneros resultaron hundidos, la tasa de pérdida fue de 0.19 por ciento. El 4 de Abril se tomó la decisión de convoyar el comercio escandinavo; carbón británico en dirección a Noruega y minerales metálicos, nitratos, madera y alimentos a Gran Bretaña. En el primer mes de este arreglo, la tasa de pérdidas se desplomó del 25 por ciento al 0.24 por ciento.

¿Por qué, entonces, el Almirantazgo esperó tanto antes de extender el sistema de convoyes a la zona vital de los Enfoques Occidentales? La respuesta de Jellicoe se basaba, en gran parte, en la falta de destructores. Cuando Sims preguntó si los convoyes podrían funcionar en esta área crítica, Jellicoe dijo que la cantidad de escoltas disponibles era "totalmente insuficiente". Fue para compensar esta escasez que el Primer Lord del Mar había presionado a Sims, y Sims, a su vez, había presionado al El Departamento de la Marina para que enviara destructores estadounidenses a Europa. Pero el Almirantazgo tenía otras razones para la cautela, los Oficiales navales dudaban de la capacidad de los buques mercantes que navegaban en columnas para mantener una formación cerrada, especialmente de noche; los mercantes, según la Armada, no podrían seguir las señales y zigzaguear al unísono; variaban en velocidad y tendían a rezagarse, una dificultad que solo podía superarse reduciendo la velocidad del convoy a la del barco más lento. Además, se pensaba que la llegada simultánea de una gran cantidad de barcos congestionaría gravemente los puertos y las instalaciones de los muelles, lo que ralentizaría la descarga de las mercancías.

Las dudas del Almirantazgo eran compartidas por los curtidos hombres que capitaneaban los mercantes británicos; el 23 de Febrero de 1917, tres semanas después de que comenzara la campaña submarina irrestricta, Jellicoe invitó a diez Capitanes de barcos mercantes a visitarlo en el Almirantazgo, donde el Primer Lord del Mar solicitó sus puntos de vista sobre la viabilidad de navegar en convoy como protección contra los submarinos. Enfatizó la necesidad de mantener el puesto en estrecha formación, lo ideal sería que los barcos viajaran en líneas separadas por sólo 400 metros. "Absolutamente imposible", respondieron a coro los diez Capitanes: "Tenemos tan pocos Oficiales de cubierta competentes que el Capitán tendría que estar en el puente las 24 horas". Además carecían de telégrafos adecuados en la sala de máquinas con los que ajustar la velocidad, sus inexpertos ingenieros no podían hacer los delicados ajustes necesarios, la mala calidad del carbón que quemaban proporcionaba una potencia variable a las hélices, lo que hacía imposible las constantes y ligeras variaciones de velocidad necesarias para mantener el puesto. En general, sus barcos no tenían suficiente personal y este era inexperto, no podían maniobrar de noche o con niebla en formación cerrada sin luces, estaban seguros de que perderían más barcos debido a colisiones de los que los submarinos podrían hundir. Por todo ello los Capitanes declararon enfáticamente que no querían convoyes, preferían navegar solos y correr el riesgo.

En el tiempo trascurrido entre esta reunión y finales de Abril la situación no dejó de empeorar, en tres meses casi dos millones de toneladas de mercantes habían sido enviadas al fondo del mar, y en el mismo periodo de tiempo la Royal Navy solo había logrado hundir siete submarinos. Estos sombríos datos obligaron al Almirantazgo a reconsiderar los convoyes atlánticos, Duff ya estaba monitorizando los resultados de los convoyes de carbón a Francia y Jellicoe había aprobado la institución de convoyes a Escandinavia, el obstáculo para extender el convoy a los Enfoques Occidentales seguía siendo la falta de escoltas. Jellicoe fue muy criticado por su tardanza en autorizar el convoy oceánico, pero para él se trataba de sacar conclusiones de datos técnicos, no se opuso al convoy puramente por principio, su naturaleza era ser cauteloso, como demostró en la batalla del Jutlandia, no era dado a tomar iniciativas sin disponer primero de toda la información necesaria, pero el tiempo apremiaba a Gran Bretaña.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Los métodos de Lloyd George eran muy diferentes a los de Jellicoe. Viendo cómo se disparaban las pérdidas de barcos, rugió de rabia y vertió su desprecio hacia el "paralizado y confuso Almirantazgo" con su "atmósfera de nerviosismo agazapado", su "condición de total desesperación" y sus "documentos paralizantes". “Había mirado a los atemorizados ojos de nuestros Almirantes y sólo vi pesimismo aturdido". Los "Altos Almirantes" eran "hombres cuya cautela excedía su valor", que "andan con sombría tristeza y corazones abatidos, cuyos informes están llenos de desesperación". Durante la última semana de Abril, el Primer Ministro organizó un pequeño teatro, o eso es lo que dijo más tarde. El 23 de Abril planteó en el Gabinete de Guerra la cuestión de las pérdidas de embarcaciones y la posibilidad del convoy. Jellicoe, que estaba presente en la reunión, dijo que el convoy estaba siendo considerado, que el obstáculo era la escasez de escoltas, que se habían prometido destructores estadounidenses pero ninguno había llegado todavía. Esa noche en el Almirantazgo Duff fue a la oficina de Jellicoe y le dijo que las pérdidas de mercantes lo habían convencido de que debía intentarse ampliar el sistema de convoyes, y Jellicoe le pidió que redactara un acta en la que se detallara esta recomendación. El 25 de Abril el Gabinete de Guerra se volvió a reunir para discutir la crisis de los submarinos. Según Lord Beaverbrook, que no estaba presente, Lloyd George "anunció su intención de ir él mismo al Almirantazgo y tomar decisiones perentorias", fijándose la visita para el 30 de Abril. El 26 Duff redactó su informe para Jellicoe y al día siguiente el Primer Lord del Mar aprobó las recomendaciones y autorizó un convoy experimental desde Gibraltar al Canal. Como resultado, cuando Lloyd George llegó al Almirantazgo tres días después, Jellicoe le dijo al Primer Ministro que el sistema de convoyes estaba siendo probado. Según Hankey, que estaba presente, Lloyd George se alegró "y pasó todo el día allí muy agradablemente, almorzando con el Almirante Jellicoe y su esposa y cuatro niñas pequeñas". La versión de Beaverbrook, que una vez más no estaba allí, era que "el 30 de Abril el Primer Ministro aterrizó en el Almirantazgo, se sentó en la silla del Primer Lord y tomó las riendas"

Diecisiete años después, Lloyd George anunció en sus Memorias de Guerra que era responsable de la decisión de adoptar el convoy: "Al parecer, la perspectiva de ser anulado en su propio santuario galvanizó al Almirantazgo. En consecuencia, cuando llegué allí y encontré a la Junta en un estado de ánimo decaído, insistí en que estudiasen el convoy de Gibraltar". El profesor AT Patterson, biógrafo de Jellicoe y editor de sus cartas, califica el relato de Lloyd George como "una parodia de los hechos". El informe de Duff era lo suficientemente largo y detallado, dice Patterson, como para "virtualmente excluir la posibilidad de que se haya elaborado en unas pocas horas" después del anuncio de la visita del Primer Ministro. En 1928 Duff escribió a Jellicoe y declaró enfáticamente que su propia propuesta de convoyes había sido influenciada sólo por las crecientes pérdidas de embarcaciones: "Mi impresión fue que él (Lloyd George) vino a investigar la organización del Almirantazgo en general. No hay ningún fundamento para creer que su visita fuera de alguna manera la causa de mi sugerencia de que había llegado el momento de iniciar los convoyes". El propio Jellicoe escribió más tarde que cualquier declaración de que su aprobación del acta de Duff y la decisión de iniciar los convoyes de prueba "fue el resultado de la presión ejercida sobre el Almirantazgo por el Gabinete de Guerra es bastante incorrecta. Las opiniones de los Oficiales navales experimentados sobre una cuestión técnica que implica la más grave responsabilidad no podrían verse afectadas por la opinión externa, por muy alta que fuese la posición de donde emanaba esa opinión". Sir Edward Carson, que era Primer Lord del Almirantazgo en ese momento, leyó con indignación la afirmación de Lloyd George en las Memorias de Guerra del ex primer ministro. "El pequeño petimetre", dijo de Lloyd George, había escrito "la mayor mentira jamás contada".

Más tarde, Jellicoe escribió: “Uno puede deducir de algunos libros escritos tras la guerra que aparentemente hubo ciertos Oficiales menores que fueron recibidos por el Sr. Lloyd George, quien les dio sus ideas para lidiar con la amenaza submarina. Es cierto que el Sr. Lloyd George me hizo una o dos sugerencias para enfrentar la amenaza, pero estas eran de tal naturaleza que no podrían haber emanado del cerebro de ningún Oficial naval".El lenguaje y el comportamiento de Lloyd George en este episodio eran totalmente característicos de este galés de elevado ego, incapaz de aceptar una derrota y dispuesto a alcanzar el éxito sin tener en cuenta el costo que podía tener para los demás. Su hijo mayor Richard lo describía del siguiente modo:

"Mi padre", explicó Richard Lloyd George, "una vez bajo el hechizo del ejercicio de su propio encanto, tanto si se trataba de una audiencia en una reunión pública como si consistía en una sola persona, se dejaba llevar completamente, sin ninguna otra idea en su cabeza, sin pensar en las consecuencias. Mi padre fue probablemente el mayor Don Juan natural en la historia de la política británica, toda su vida, incluyendo 53 años de matrimonio con mi madre, estuvo involucrado en una serie de asuntos con mujeres. La principal salvaguarda de mi padre en estas cuestiones fue que casi nunca se involucró emocionalmente en serio, no tenía sentido de lealtad hacia sus amantes y podía presentar una defensa indignada, con protestas rotundas de que estaba siendo "víctima de estas arpías vanagloriosas que querían presumir de su conquista". Casi nunca había una relación continuada en el tiempo, así que en cualquier momento podía declarar sin miedo a contradecirse: "Apenas conozco a esa mujer, no la he visto durante meses y no tengo la menor intención de volver a verla". "Retratar su vida sin tener en cuenta este lado de su personalidad", concluye el hijo, "es como no relatar la discapacidad auditiva de Beethoven durante la composición de sus grandes obras"

El 10 de Mayo dieciséis buques mercantes, navegando en tres columnas y escoltados por dos mercantes y tres yates armados, partieron de Gibraltar hacia Inglaterra, navegando a seis nudos y medio. Ocho días más tarde el convoy fue recibido en el borde exterior de la zona de peligro submarino por seis destructores de Devonport, y el 20 de Mayo los dieciséis mercantes llegaron ilesos a Plymouth. No se habían encontrado submarinos y, lo que es igualmente importante, los Capitanes de los mercantes se dieron cuenta de que podían mantener la posición, obedecer las señales y zigzaguear al unísono, y además que "habían disfrutado de más sueño del que habían tenido durante meses". Este éxito tuvo como consecuencia que se formase otro convoy experimental, esta vez a través del Atlántico Norte. El 24 de Mayo doce barcos mercantes partieron de Hampton Roads hacia Gran Bretaña, navegando a 9 nudos. Fueron escoltados la mayor parte del camino por el crucero HMS Roxburgh y, al llegar a la zona de peligro, recibidos por ocho destructores. Dos vapores se rezagaron y abandonaron el convoy, uno de los cuales fue torpedeado, mientras el resto de barcos alcanzaron su destino sin novedad el 7 de Junio. A pesar de la niebla y el mal tiempo, la Armada informó que el mantenimiento de la formación había sido excelente.

El éxito de estos dos convoyes de prueba animó al Almirantazgo a ampliar el esfuerzo, en Junio sesenta y cuatro buques mercantes, reunidos en cuatro convoyes, fueron escoltados desde Hampton Roads a Gran Bretaña. Reunidos de forma segura y recibiendo instrucciones dentro de los puertos americanos en lugar de en mar abierto, los convoyes del Atlántico Norte empezaron a partir cada cuatro días. A finales de Julio, veintiún convoyes formados por 354 barcos habían cruzado el Atlántico, de los cuales los submarinos solo hundieron dos. Este descenso en las pérdidas de embarcaciones destruyó la objeción de "demasiados huevos en una sola cesta" que para primeros de año representaba el sentir del Almirantazgo respecto al convoy. La presencia de escoltas eliminaba la amenaza de ataque artillero y obligaba a los submarinos a utilizar sus torpedos, si sus Comandantes eran capaces de sortear a la escolta y encontrar una buena posición de disparo. Esencialmente, como Sims lo describió gráficamente, el convoy se las arreglaba para "establecer una milla cuadrada de la superficie del Océano en la que los submarinos no podían operar y luego mover esa milla cuadrada hasta llegar a puerto".

A menudo, los submarinos nunca llegaron a ver el convoy o sus escoltas, como escribiría más tarde Churchill: "La inmensidad del mar es tan grande que la diferencia entre el tamaño de un convoy y el de un solo barco se reduce en comparación con la insignificancia. De hecho, había casi tantas posibilidades de que un convoy de cuarenta barcos en orden cerrado se deslizara sin ser percibido entre los submarinos de patrulla como las que había para un solo barco, y cada vez que esto ocurría, cuarenta barcos escapaban en lugar de uno" Este fenómeno también fue observado por Karl Doenitz, por entonces Comandante de un submarino: “Los Océanos se quedaros vacíos de repente. Durante largos períodos de tiempo, los submarinos, operando individualmente, no veían nada en absoluto; y luego, de repente, se localizaba una enorme multitud de barcos, treinta o cincuenta o más de ellos, rodeados por una fuerte escolta de buques de guerra de todo tipo. El submarino solitario, que probablemente había visto el convoy por pura casualidad, atacaría entonces, acometiendo una y otra vez durante varios días y noches hasta alcanzar el agotamiento físico del Comandante y la tripulación. El solitario submarino podría hundir uno o dos barcos, o incluso varios, pero eso era un pobre porcentaje del total. El convoy seguiría navegando, en la mayoría de los casos ningún otro submarino alemán lo vería y llegaría a Gran Bretaña, llevando un precioso cargamento de alimentos y materias primas”.

El éxito del convoy obligó a los Oficiales navales que luchaban contra los submarinos a cambiar su forma de pensar. Formados en la tradición de guerra ofensiva de la Royal Navy, anteriormente habían considerado el convoy como una táctica defensiva en la que los buques de guerra entregaban la iniciativa al enemigo, la mayoría de los Oficiales preferían la caza agresiva de submarinos, pero la experiencia puso estas tácticas patas arriba. El convoy concentraba las fuerzas navales de superficie donde el enemigo sumergido estaba obligado a acudir si deseaba causar daños, el convoy actuaba como un imán donde las fuerzas de escolta podían combatir y hundir a los submarinos. Sin embargo, para que el convoy funcionara, tenía que haber suficientes barcos de escolta. ¿Dónde los encontraría Gran Bretaña?
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Antigono Monoftalmos »

Lutzow escribió: 15 Feb 2020 "Tenemos tan pocos Oficiales de cubierta competentes que el Capitán tendría que estar en el puente las 24 horas". Además carecían de telégrafos adecuados en la sala de máquinas con los que ajustar la velocidad, sus inexpertos ingenieros no podían hacer los delicados ajustes necesarios, la mala calidad del carbón que quemaban proporcionaba una potencia variable a las hélices, lo que hacía imposible las constantes y ligeras variaciones de velocidad necesarias para mantener el puesto. En general, sus barcos no tenían suficiente personal y este era inexperto, no podían maniobrar de noche o con niebla en formación cerrada sin luces, estaban seguros de que perderían más barcos debido a colisiones de los que los submarinos podrían hundir. Por todo ello los Capitanes declararon enfáticamente que no querían convoyes, preferían navegar solos y correr el riesgo.
Madre mía, que situación más mala...estaban en cuadro...y se la ponían en bandeja a los submarinos del Káiser :~i
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Bueno, sin adelantar acontecimientos, parece claro que los Capitanes mercantes subestimaban la valía de sus tripulaciones...

Saludos.

P.S. No sé ni dónde me ando con eso de adelantar acontecimientos, si acababa de subir el capítulo siguiente al que menciona Antígono, donde se entra de lleno en los convoyes...
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

El viernes 4 de Mayo de 1917, seis modernos destructores de la US Navy atracaban en el puerto irlandés de Queenstown, causando una gran impresión en los marinos británicos, pues los buques de la clase Tucker habían sido asignados recientemente, estaban bien armados, tenían una velocidad de 30 nudos y una gran autonomía de 4.600 kilómetros a 20 nudos, cualidad que resultaría de gran ayuda para actuar en los Enfoques Occidentales. Los barcos sitos en el puerto dieron la bienvenida a los recién llegados enarbolando la bandera estadounidense en sus mástiles, en la ciudad la bandera de las barras y estrellas ondeaba en edificios públicos y casas particulares, a lo largo de la costa, miles de personas vitoreaban y saludaban a los recién llegados. El Comandante estadounidense era Joseph K. Taussig, quien en 1900, cuando era un guardiamarina de 21 años, había sido herido cerca de Tientsin durante la rebelión de los bóxer, compartiendo Hospital con un Capitán de la Royal Navy de 40 años llamado John Jellicoe, que había sido gravemente herido el mismo día. Diecisiete años después, cuando Taussig desembarcó en Queenstown, el Primer Lord del Mar lo recibió en nombre de "la nación y el Almirantazgo británico y con todos los buenos deseos posibles de mi parte. Todos tendremos que hacer nuestro trabajo para someter a la piratería”.

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Destructor clase Tucker.

Taussig también fue recibido por el Vicealmirante Sir Lewis Bayly, el Comandante en Jefe británico en Queenstown, quien debía tener el control operativo de docenas de destructores estadounidenses durante los próximos dieciocho meses. Taussig y sus Capitanes subieron por la empinada colina hasta el Admiralty House y encontraron en la cima un hombre serio, con el rostro curtido por el mar y cabello gris como el hierro, parado en un uniforme gastado con las manos detrás de la espalda. Se saludaron, luego se volvió hacia Taussig y le preguntó: "¿Cuándo estarás listo para zarpar?" "Estamos listos ahora, Señor, tan pronto como terminemos de cargar combustible", dijo Taussig.

Imagen
Joseph K. Taussig.

El 17 de Mayo otros seis destructores estadounidenses llegaron a Queenstown, seguidos de otros tantos una semana después. Estos y todos los buques estadounidenses posteriores que arribaron a Irlanda fueron puestos bajo el mando de Bayly porque Sims había convencido a sus superiores en Washington de que los buques de guerra estadounidenses en Europa, y la Armada de los EE. UU. en su conjunto, deberían usarse como un grupo de refuerzo para las fuerzas navales aliadas. Al contrario que Pershing y el US Army, Sims convenció a sus superiores en Washington para rechazar cualquier idea de intentar operar una flota estadounidense independiente en Europa, dejando de lado el orgullo nacional en aras de ganar efectividad con el fin de vencer en la guerra. Bayly jugó su papel a la perfección, poco después de que los destructores americanos llegaran a Queenstown la mayoría de los destructores británicos de Bayly fueron transferidos al Canal y al Mar del Norte, dejando al Vicealmirante británico al mando de una fuerza mayoritariamente estadounidense. "Cuidaba de nuestros barcos y sus hombres con el ojo celoso de un padre", dijo Sims. "Siempre se refería a 'mis destructores' y 'mis americanos' y ay de cualquiera que intentara interferir con ellos. Una o dos veces surgió una disputa entre un Capitán americano y uno británico, en tales casos el Vicealmirante Bayly defendió enérgicamente a los estadounidenses: "Hicisteis lo correcto", decía a nuestros hombres y luego reprendía a los británicos". El esfuerzo de Bayly por crear una fuerza internacional tuvo éxito, los Oficiales americanos le llamaban Tío Lewis y hacía sentir a los estadounidenses que la Casa del Almirantazgo era su hogar temporal. También se desarrolló un fuerte vínculo personal entre Bayly y Sims, hasta el punto de que cuando el primero debió cogerse cinco días de licencia a finales de Junio, solicitó al segundo que se hiciese cargo de la base en Queenstown, de tal modo que durante este periodo de tiempo Sims fue Comandante en Jefe de todas las fuerzas navales británicas y estadounidenses que operaban en la costa de Irlanda.

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Sir Lewis Bayly.

A finales de Junio Bayly tenía bajo su mando veintiocho destructores estadounidenses; para el 5 de Julio, treinta y cuatro; a finales de ese mes, treinta y siete. Finalmente, 8.000 marineros estadounidenses se asentaron en Queenstown; cuando terminó la guerra, había setenta y nueve destructores estadounidenses en aguas europeas, no solo en Irlanda, también en Brest y Gibraltar. De todos ellos solo uno se perdió por la acción del enemigo, el USS Jacob Jones, torpedeado el 6 de Diciembre de 1917, hundiéndose ocho minutos más tarde con la pérdida de 66 tripulantes, la mayor parte de ellos debido al estallido de las cargas de profundidad una vez el destructor se fue a pique. El autor de este hundimiento fue el submarino SM U-53, comandado por el célebre Hans Rose, cuya inesperada visita en Octubre de 1916 había asombrado a los ciudadanos de Newport, Rhode Island. Rose tuvo el gesto humanitario de emerger tras el ataque y recoger a dos heridos graves, al tiempo que radiaba su posición aproximada con el fin de que se auxiliase a los náufragos, antes de desaparecer de la escena.

Imagen
Hans Rose.

En Mayo de 1918, en el aniversario de la llegada de los primeros destructores estadounidenses a Queenstown, Bayly emitió un memorándum para todas las fuerzas navales de los Estados Unidos bajo su mando: "Mandarte es un honor, trabajar contigo es un placer, y conocerte es conocer las mejores cualidades de la raza anglosajona."

No solo el incremento en el número de escoltas resultó decisivo para complicar la misión de los U-boats, también sus prestaciones antisubmarinas mejoraron con el trascurso de los meses, desde hidrófonos más modernos que ya empezaban a ser capaces de señalar la presencia de un sumergible aun con el buque que los portaba en movimiento, hasta el uso masivo de cargas de profundidad. Estas ya se habían desarrollado en 1916 y en Diciembre de ese año se cobraban su primera víctima, pero su producción fue lenta y la asignación normal a principios de 1917 era de dos cargas de profundidad por buque antisubmarino, para aumentar un año más tarde a entre 35-40 cargas por cada destructor.

Ni el convoy ni las mejoras en las escoltas marcaron la diferencia rápidamente, en Mayo de 1917 las pérdidas de mercantes se redujeron a 616.000 toneladas, una disminución significativa respecto a la masacre de Abril, pero esto no se debió ni al comienzo del convoy oceánico ni a la llegada de buques de guerra estadounidenses; ninguno de los dos había tenido tiempo de surtir efecto, las pérdidas disminuyeron porque la flota submarina simplemente no pudo mantener el tremendo esfuerzo que había realizado en Abril y hubo menos efectivos en las zonas de caza, pero la perspectiva para el personal naval alemán seguía siendo brillante. En Mayo solo dos U-boats resultaron hundidos, mientras que ocho nuevos fueron asignados, de modo que en Junio los submarinos lograron hundir otras 696.000 toneladas, pero a partir de ese momento las disposiciones aliadas empezaron a ofrecer réditos y la marea gradualmente comenzó a cambiar. En Julio se hundieron 555.000 toneladas, en Agosto, la cifra se redujo a 472.000 toneladas; el promedio fue de más de medio millón de toneladas al mes, pero el plazo que había dado el Almirante Holtzendorff para la rendición de Gran Bretaña estaba pasando y no había signos de que los británicos tuviesen ninguna intención de demandar la paz. En Septiembre las pérdidas se redujeron a 353.000 toneladas y diez submarinos resultaron hundidos; en este mes ochenta y tres convoyes cruzaron el Atlántico. En Octubre, las pérdidas aumentaron nuevamente hasta las 466.000 toneladas, pero cayeron drásticamente en Noviembre a 302,000 toneladas, cuando el 90% del transporte marítimo británico navegaba en convoy. Aunque las pérdidas aumentaron nuevamente en Diciembre hasta las 411.000 toneladas, lo peor ya había pasado; de Enero a Abril las pérdidas mensuales promediaron 325.000 toneladas, desde Mayo hasta el final de la guerra, alrededor de 230.000 toneladas, cuando el 92% de los mercantes aliados navegaban en convoy, con una tasa de pérdidas inferior al 0,5%.

Para la Armada alemana la curva de pérdidas había ido en la dirección opuesta, entre Mayo y Julio de 1917 se perdieron quince submarinos, pero se asignaron veinticuatro nuevos y la proporción se mantuvo favorable: cincuenta y tres buques mercantes se hundieron por cada submarino perdido. El Alto Mando alemán entendió que la campaña submarina irrestricta no iba a poner a Gran Bretaña de rodillas en seis meses, pero en lugar de darse por vencido, el Estado Mayor Naval extendió el límite de tiempo y a principios de Julio se ordenó la construcción y entrega de noventa y cinco nuevos submarinos a partir del verano de 1918. Las pérdidas alemanas aumentaron drásticamente en los últimos cinco meses de 1917, se hundieron treinta y siete submarinos, más otros veinticuatro de Enero a Abril de 1918, y a partir de este último mes los astilleros estadounidenses y británicos estaban construyendo más tonelaje comercial del que estaba siendo destruido, los submarinos habían resultado derrotados. En realidad no fue el número de U-boats hundidos el hecho determinante para hacer fracasar la campaña submarina, más bien fue la tasa de supervivencia de los buques mercantes. El hundimiento de submarinos era una ventaja, no una necesidad, lo que resultaba realmente decisivo era que los barcos mercantes sobrevivieran y entregaran sus cargas; si podían lograrlo, ya fuese porque los sumergibles habían sido evitados u obligados a mantenerse alejados de los convoyes, no importaba cuántos submarinos se enviaran a pique.

Tal y como temían Bethmann Hollweg y Bernstorff, la campaña submarina no solo no había sacado a Gran Bretaña de la guerra sino que sumó a sus enemigos el tremendo potencial económico, industrial y humano de Estados Unidos, sellando el destino del Imperio alemán. Pero una última ventana de esperanza se abrió con la Revolución rusa, sino para ganar la guerra, si al menos para poder negociar en condiciones favorables, pues el derrumbe del Imperio zarista no solo permitía concentrar tropas en el Frente Occidental, también en cierto modo rompía en parte el bloqueo que asfixiaba Alemania; veremos cómo sus líderes dilapidaron esta última oportunidad que les había sido concedida.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

El Imperio ruso estaba prácticamente fuera de combate desde que a mediados de Julio de 1917 la Ofensiva de Kérenski, que buscaba poder negociar la paz desde una posición más favorable, fracasó y hundió definitivamente la moral de las tropas rusas. La Revolución bolchevique de Noviembre, auspiciada por los alemanes, tuvo como consecuencia el caos absoluto y la imposibilidad de que Rusia pudiese oponerse a cualquier término de paz propuesto por Alemania, por mucho que Trotski intentase retrasar el final todo lo posible en la esperanza de que la Revolución prendiese entre las tropas de las Potencias Centrales. Pese a las desorbitadas pretensiones germanas, que incluían la administración de toda Polonia, Bielorrusia y Lituania, así como la independencia de Ucrania y Finlandia, finalmente hubo de ceder y el Tratado de Brest-Litovsk se firmaba el 3 de Marzo de 1918.


Imagen
Mapa con el Tratado de Brest-Litovsk.

Por entonces el Imperio alemán tenía en armas aproximadamente a 4.750.000 hombres, se había asegurado una gran cantidad de materias primas en los territorios ocupados o en los países satélites, como el carbón del Donetsk, los cereales de Ucrania y los de Rumanía (que también había firmado la paz y comprometido a ceder toda su cosecha a los Imperios Centrales), y de no ser por la entrada en el conflicto de Estados Unidos, se habría asegurado la victoria en el Este y al menos un empate en el Oeste, pero el error de la campaña submarina irrestricta conllevaba que cientos de miles de hombres se estuviesen preparando al otro lado del Atlántico para ser destinados al Frente Occidental, y esos soldados, que un año y medio antes a Ludendorff le “importaban un comino”, ahora comprometían toda la estrategia alemana. Existía la opción realista, la de aceptar que la idea de jugárselo todo a una carta con la campaña submarina había resultado un fracaso, que a medio plazo la guerra estaba perdida y buscar el modo de negociar con Wilson en base a sus Catorce Puntos, que fueron promulgados el 8 de Enero, desde una posición de fuerza, pues gracias a las ganancias en el Este el Imperio alemán estaba capacitado para resistir al menos dos años, causando grandes bajas a sus enemigos. Para ello habría que haber adoptado una estrategia defensiva en la cual el sostenimiento de sus aliados, por débiles que fuesen, resultaba decisivo, pues el Imperio Austrohúngaro mantenía a raya a Italia y Bulgaria a la Fuerza Expedicionaria de Salónica, que contaba con 700.000 hombres; el Imperio otomano resultaba más complicado de ayudar dada su deficiente logística, pero su caída no supondría una gran pérdida una vez cumplida la misión de haber bloqueado a Rusia durante casi toda la guerra. Con 200.000 soldados apoyando a cada aliado, ejerciendo de amalgama de las tropas locales y siempre manteniendo una actitud defensiva, se podrían haber consolidado ambos frentes, el italiano y el balcánico, mientras con 3.350.000 hombres el Frente Occidental nunca hubiese estado tan fuertemente defendido. El millón restante era necesario en el antiguo Frente Oriental, tanto por la cantidad de territorio a controlar como por la inestable situación en el mismo, con bolcheviques, rusos blancos e intervencionistas aliados enfrentados, pero sobre todo era vital que esos hombres hubiesen sido utilizados con el fin de consolidar gobiernos títeres, principalmente en Ucrania, asegurándose una buena cosecha para alimentar a la población y a las tropas alemanas durante el próximo invierno. En estas circunstancias, y dado que los Aliados no hubiesen podido emprender una ofensiva hasta como pronto finales de 1918, es de esperar que Alemania hubiese resistido un combate generalizado a lo largo de todo el Frente Occidental en 1919, sufriendo sin duda muchas bajas, pero probablemente causando más, de tal modo que a finales de año Wilson, muy sensible a la muerte de sus compatriotas y preocupado por la revolución bolchevique, hubiese podido aceptar debatir sus Catorce Puntos, cediendo en temas sensibles para el Imperio alemán como la salida al mar de Polonia, Imperio que podría haber convencido a unos agotados británicos y franceses a concluir un tratado de paz en base a devolver Bélgica, ceder Alsacia-Lorena y el pago de algunas compensaciones económicas, con lo que Alemania podría haber salido bien librada de una guerra estratégicamente mal llevada.

Las ideas de Ludendorff eran otras, el mismo hombre que había echado en cara al Embajador Bernstorff que no confiaba en la fuerza de Alemania, dudaba de la moral de sus tropas para mantener una serie de grandes batallas defensivas en el Frente Occidental, y por lo tanto, decidió volver a jugárselo todo a una nueva carta con una serie de ofensivas en la primavera de 1918 que debían obtener la victoria total; el dictador de facto del Imperio no estaba dispuesto a negociar una paz que no contemplase las ganancias territoriales obtenidas por Alemania durante la guerra, Bélgica incluida. El Kaiser, que ya debería estar chasqueado ante las promesas incumplidas de que Gran Bretaña sería puesta de rodillas o que ningún soldado estadounidense pisaría suelo europeo, se dejó embaucar de nuevo con el proyecto de la prevista ofensiva hasta el punto de declarar: "Si una delegación británica viniese a demandar la paz, primero debe arrodillarse ante el estandarte imperial alemán, porque esta es una victoria de la monarquía sobre la democracia". La receta para el desastre estaba servida.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Este hilo se me ha ido un poco de las manos, me he dejado llevar por mis obsesiones imperiales y me encuentro narrando las Ofensivas de Primavera en el Frente Naval… Como no es cuestión de dejarlo así, ya no queda otra que hacer un pequeño resumen del Finis Germaniae predicho por Bethmann-Hollweg antes de incluir una reducida biografía de los personajes que han desfilado a través de estas páginas, mis disculpas por el tostón.

Para Marzo de 1918 Ludendorff había reunido unos 3.600.000 hombres en el Frente Occidental, tropas escogidas incluyendo todos los soldados menores de 35 años, alcanzando una ligera ventaja numérica sobre los efectivos aliados, que se sabía resultaba circunstancial por la llegada masiva de estadounidenses, que el General alemán calculó no resultarían determinantes hasta mediados del verano. Fue en lo único que no se equivocó, efectivamente las tropas procedentes de Estados Unidos durante la primavera ascendían a 318.000 hombres pero estaban faltos de equipamiento e instrucción; en Abril llegaron 119.000 más, para el 1 de Junio había 650.000 soldados estadounidenses en Francia, ese mes llegaron otros 279.000 y en Julio 250.000, de modo que para el 31 de Julio más de un millón de soldados estadounidenses estaban en el continente europeo.

No existía un plan estratégico u operacional más allá de atacar en el punto de encuentro de las líneas francesas y británicas, con la esperanza de expulsar a estos últimos del continente para luego lidiar con un Ejército francés supuestamente desmoralizado. Para Ludendorff todo consistía en abrir una brecha y lo demás vendría rodado, sin marcarse ningún objetivo operacional, lo que supondría un grave error que aceleraría el derrumbe de Alemania. Cuando el 21 de Marzo se inició la ofensiva denominada Michael las tácticas artilleras de Bruchmuller y de los stosstruppen obtuvieron un extraordinario éxito táctico aplastando al Quinto Ejército británico, rompiendo sus líneas y logrando un avance como no se había visto en el Frente Occidental desde 1914, pero los británicos lograron restablecer nuevas líneas defensivas y los problemas logísticos de los atacantes hicieron que finalmente su avance se detuviese a siete kilómetros de Amiens, que solo una vez iniciada la ofensiva y al fracasar el ataque sobre Arras, se tomó como objetivo. Si hubo una mínima oportunidad de que las Ofensivas de Primavera hubiesen logrado éxito, este pasaba por haber tomado Amiens (lo que se pudo haber logrado si hubiese sido el objetivo principal del ataque) para acto seguido realizar otra ofensiva más al Norte con el fin de capturar Hazebrouck, pues ambas ciudades eran importantes nudos ferroviarios por donde pasaba más del 50% del suministro de la BEF, que seguramente se hubiese visto obligada a abandonar Ypres y necesitaría mucho tiempo para reorganizar sus líneas de abastecimiento, lo que hubiese otorgado a los alemanes la posibilidad de continuar presionándoles hacia los puertos del Canal. Aunque aún habrían de trascurrir varios meses de ofensivas germanas, con nuevas victorias tácticas pero sin el menor sentido estratégico, la guerra estaba definitivamente perdida cuando no se logró ocupar Amiens, pues no solo en Michael los alemanes sufrieron casi 240.000 bajas de hombres insustituibles, además sirvió para que los Aliados creasen un mando único en la figura del Mariscal Foch y que en Estados Unidos Wilson ampliase el reclutamiento hasta los cuatro millones de efectivos, de los que la mitad fueron trasladados a Europa antes del Armisticio.

El golpe final de la Kaiserschlacht se lanzó el 15 de Julio, cuando Ludendorff atacó entre Reims y Soissons; seis puntas de lanza alemanas cruzaron el Marne y avanzaron siete kilómetros, pero luego se detuvieron en seco. Dos días después Foch contraatacó el saliente del Marne con veintitrés divisiones, incluidas cinco divisiones estadounidenses que contaban con el doble de efectivos que cualquier División aliada o germana. En la noche del 18 de Julio Ludendorff ordenó a las tropas alemanas que habían cruzado el Marne tres días antes que se retiraran a través del río. Tres semanas después, en el Norte, el Ejército británico inició una nueva ofensiva, el 8 de Agosto un ataque encabezado por 600 tanques rompió las estiradas líneas germanas y avanzó más de diez kilómetros el primer día capturando miles de prisioneros y cientos de cañones. Después de que se les hubiese prometido la victoria antes de iniciarse las fracasadas Ofensivas de Primavera, la moral de las tropas se quebró: "Estáis prolongando la guerra" o "esquiroles", gritaban quienes se retiraban a las unidades de refuerzo que se acercaban. "El 8 de Agosto fue el día negro del Ejército alemán en la historia de esta guerra", dijo Ludendorff más tarde.

"No conoces a Ludendorff, que es genial en un momento de éxito", dijo una vez Bethmann-Hollweg a un colega "pero si las cosas van mal, pierde los nervios". Esta sentencia se hizo muy evidente después del 8 de Agosto, cuando el estado de ánimo de Ludendorff se movía entre el pánico, la rabia indiscriminada y un optimismo alegre e irracional. El 14 de Agosto, solo seis días después del "Día Negro", Ludendorff y Hindenburg se encontraron con el Kaiser, el Canciller von Hertling, el Príncipe Heredero y el Emperador austríaco Karl en el Cuartel General de Spa, Bélgica. Karl había venido a anunciar que el Imperio austrohúngaro no podía continuar la guerra durante el invierno: "Estamos totalmente acabados", pero Ludendorff propuso en cambio "paralizar gradualmente la voluntad del enemigo de luchar con una defensa estratégica", que hubiese sido la decisión correcta en Marzo, pero en las condiciones actuales, tras haber sufrido casi un millón de bajas durante la Kaiserschlacht, resultaba una quimera. El Alto Mando alemán continuaba estando totalmente alejado de la realidad, Ludendorff admitía que no se podía ganar la guerra, pero afirmaba que si se podía mantener un frente defensivo, Alemania aún podría conservar Bélgica y Luxemburgo, y Austria podría salvar su imperio multiétnico. Para lograr esta "defensa estratégica", Ludendorff exigió ayuda para reforzar el Frente Occidental, y el emperador Karl, desviado de su propósito original, se encontró prometiendo enviar Divisiones austriacas a Francia. Hindenburg cerró la conferencia diciendo: "Espero que podamos defendernos en suelo francés y, por lo tanto, al final imponer nuestra voluntad al enemigo". Unos días después, el Príncipe Heredero Rupprecht de Baviera hizo una evaluación diferente y más realista de la situación, escribiendo al Príncipe Max de Baden: "Debido a la errónea operación más allá del Marne y la serie de fuertes reveses que la siguieron, absolutamente fatales tanto material como moralmente, nuestra situación militar se ha deteriorado tan rápidamente que ya no creemos que podamos resistir durante el invierno, incluso es posible que ocurra una catástrofe antes”.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por APV »

Lutzow escribió: 23 Feb 2020 El Imperio ruso estaba prácticamente fuera de combate desde que a mediados de Julio de 1917 la Ofensiva de Kérenski, que buscaba poder negociar la paz desde una posición más favorable, fracasó y hundió definitivamente la moral de las tropas rusas. La Revolución bolchevique de Noviembre, auspiciada por los alemanes, tuvo como consecuencia el caos absoluto y la imposibilidad de que Rusia pudiese oponerse a cualquier término de paz propuesto por Alemania, por mucho que Trotski intentase retrasar el final todo lo posible en la esperanza de que la Revolución prendiese entre las tropas de las Potencias Centrales.
La situación era tan grave en el ejército ruso, que cuando vieron que los bolcheviques mareaban la perdiz, los alemanes desencadenaron la Operación Faustschlag, donde fue un simple paseo de estación en estación: Narva, Smolenks, Minks, Kiev,... cayeron en esos 11 días.
De haber querido podían haber seguido tranquilamente hasta San Petersburgo o Moscú sin encontrar una verdadera resistencia (y de haber tomado Tula y sus fabricas de armas hubiera acabado con cualquier atisbo de formar en el futuro el ejército rojo).

El frente italiano también estaba frito, Caporetto era un desastre que haría imposible una ofensiva italiana en bastante tiempo. Y de haber dispuesto de unas veinte o treinta divisiones frescas para un nuevo impulso la defensa del Piave se hubiera roto (los anglo-franceses eran tan pesimistas que sus divisiones enviadas a reforzar a los italianos las colocaron en una nueva línea tras el Mincio).
¿La pérdida del Cuadrilátero, Venecia, Padua,... como hubiera afectado políticamente a Italia?
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por Lutzow »

Quizá las Potencias Centrales hubiesen podido sacar a Italia de la guerra en 1918, ¿pero a qué coste? Los medios, tanto humanos como materiales, eran limitados y estamos hablando de un frente secundario donde en ningún caso se iba a ganar la guerra, si se adoptaba una postura estratégica defensiva global con el fin de lograr una paz aceptable, había que intentar consolidar tanto al Imperio austrohúngaro como a Bulgaria, pero la partida decisiva se jugaría en el Frente Occidental, y en mi opinión es allí donde había que dedicar el esfuerzo principal, cavando como topos durante todo el año, creando múltiples líneas defensivas y acumulando munición para poder ofrecer una resistencia tenaz e inquebrantable durante todo 1919, con el fin de desgastar tanto a los Aliados que estos estuviesen abiertos a negociar un acuerdo de paz en base a los Catorce Puntos...

Saludos.
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Re: Bloqueo y contrabloqueo: la partida decisiva.

Mensaje por APV »

Si Italia salía de la guerra en otoño de 1917 (aunque eso es a discutir) el bloqueo de Otranto se rompe, y Grecia unida a la guerra de manera forzada podría replantearse su posición. Eso podría suponer el cierre del frente macedonio ante una concentración de esfuerzos, lo que liberaría a Bulgaria y Austria de frentes.

Empezar 1918 con un único frente en Europa (a parte el de Palestina y Mesopotamia) daría muchas cartas para negociar.
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