La Guerra contra el arenque salado holandés
Publicado: 23 Dic 2020
1. Guerra económica.
En torno a 1602, estaba cada vez mas claro que había que buscar vías para doblegar la economía de las Provincias Unidas si se quería ganar la guerra de Flandes. Algo complicado, dado que las “provincias rebeldes” eran una potencia económica, y un reflejo de ello se dio ese mismo año de 1602 con la creación de la poderosa Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales (VOC).
Por un lado se intentó perjudicar los intereses comerciales neerlandeses mediante medidas económicas como embargos, aranceles, etc. Los pilares de la economía neerlandesa fueron estudiados por hombres como el arbitrista y comerciante Juan de Gauna, inspirador del decreto proteccionista de 1603, un ambicioso decreto con el objetivo de limitar el comercio neerlandés y potenciar el comercio interno dentro de la Monarquía, decreto que no dio los resultados esperados.
Medidas mas militares consistían en tratar de impedir el tráfico comercial. Por lo que respectaba al tráfico comercial fluvial, esto se podía lograr conquistando fortalezas clave que permitieran establecer un punto de bloqueo. Respecto a los propios puertos en sí, se hubiera necesitado una gran fuerza naval estacionada en la zona para tratar de establecer un bloqueo; cuando la situación era mas bien la contraria.
Aunque no se estuviera en condiciones de competir de tú a tú en el frente naval de Flandes, eso no justificaba la escasa atención prestada a desarrollar una armada en presencia en la región. Incluso una pequeña fuerza naval podía ser una amenaza para el intenso tráfico naval mercantil. Sería Federico Spínola en 1593 quien planteara por fin algo en ese sentido, solicitando permiso para traer un puñado de galeras mediterráneas al Norte, con las que iniciar una guerra comercial en serio. Guerra que estaba principalmente en manos de un de momento reducido número de corsarios flamencos; corsarios que habían empezado a operar desde 1583 tras la captura del puerto de Dunkerque por parte del duque de Parma.
Aunque la guerra económica contra Holanda se desarrollaría en muchos frentes, en el presente relato nos centraremos en uno de ellos, uno que llegó a hacer bastante daño.
El tráfico comercial neerlandés era un objetivo suculento. Pero además de los numerosos mercantes que formaban la flota comercial mas grande de su época, los neerlandeses también contaban con una enorme flota pesquera. Aunque podía llegar a haber hasta 2.000 naves dedicadas a la actividad -muchas de ellas meros botes de escaso valor-, el corazón de la industria pesquera lo componían los cerca de 700-800 “buizen” dedicados a la pesca de altura del arenque.
La industria pesquera del arenque era uno de los pilares económicos neerlandeses y fuente de orgullo nacional por su gran grado de desarrollo y organización. Organizados en grandes flotas y contando con arrastreros con gran capacidad de almacenaje, la industria pesquera neerlandesa dominaba completamente a sus rivales del mar del Norte, los cuales se contentaban con el uso de pesqueros de cabotaje.
Los neerlandeses explotaban los grandes bancos de arenques del mar del Norte en largas campañas, en las que siguiendo la migración del arenque, llegaban a la zona de las islas Orcadas y Shetland,. A finales del siglo XIV habían empezado a implementar técnicas de salazón en los propios arrastreros, transportando todo lo necesario (sal, toneles...), de tal manera que no se tenían que preocupar por volver pronto a puerto al no trabajar con pescado fresco. Esto les permitía desarrollar campañas que tradicionalmente iban del 24 de junio hasta el 31 de enero.
El arenque salado holandés era muy valorado por su gran calidad. El 80% se exportaba, y además se pagaba por él un buen precio en los mercados internacionales, a los que llegaba de manera económica gracias a la propia gran red naval comercial holandesa.
La pujanza de la industria pesquera no solo ofrecía grandes recursos económicos sino que redundaba en un desarrollo de toda la industria naval y sus oficios (marineros, carpinteros, veleros...), algo de lo que también se beneficiaban de una u otra manera la marina comercial y la marina de guerra.
Había ciertos puertos, cuya prosperidad recaía en la suerte de la industria pesquera del arenque. En Zelanda destacaban los puertos de Zierikzee, Veere y Brouwershaven; en el sur de Holanda, varios puertos a lo largo del Maas como Schiedam y Delfshaven e incluso en el propio Rotterdam todavía era un factor relevante; y en el norte de Holanda: Hoorn, Medemblik y el principal de todos: Enkhuizen.
De Enkhuizen, era Meynert Semeyns, que en 1639 escribía orgulloso: «Los holandeses capturan arenques y los preparan mejor de lo que lo hará nunca cualquier otra nación; y el Señor a través del instrumento del arenque, ha hecho de Holanda un mercado de intercambio esencial para toda Europa. El arenque mantiene el comercio holandés y el comercio holandés mantiene a flote el mundo».
Mas allá del entusiasmo de Semeyns, la propia República reconocía públicamente que la industria del arenque era una “mina de oro”, y por tanto un activo a salvaguardar.
Desde España, no se dejó de valorar la posibilidad de no solo atacar la flota mercante neerlandesa sino también dañar la flota pesquera. Dicha iniciativa toma forma oficial en torno a 1602.
Ese año, una consulta del Consejo de Estado de Felipe III recogía la siguiente opinión del marqués de Velada: «Sería muy conveniente reforzar la armada de Dunquerque para impedir al enemigo la pesca del arenque, lo que podríamos conseguir con un coste relativamente pequeño si lo comparamos con el daño que podría causar. La pesca es la base que sostiene a los pueblos holandeses y ésta sería una forma de influir grandemente en sus dirigentes. Entiende que esta táctica podría ponerse en marcha con 10 o 12 barcos de guerra de unas 200-300 toneladas, capaz de destruir completamente en las actuales condiciones la flota pesquera de los rebeldes, pues sus barcos no están preparados ni para la lucha ni para la navegación».
En noviembre de 1602, Felipe III sentenció: «Llevemos la guerra hasta sus propias casas, a sangre y fuego, por mar y por tierra. Reforzaremos la armada de Dunquerque y junto a las galeras de Federico cargaremos contra sus pesquerías».
La guerra a la industria pesquera holandesa iba a tener un notable impacto, aunque no decisivo ni homogéneo. Un estudio neerlandés sobre la industria pesquera cita 4 periodos profundamente “disruptivos” en la pesca del arenque debido a la guerra: 1595-1604, 1626-32, 1635-37 y 1642-46. A continuación veremos como se desarrolló esta faceta del conflicto, así como algunos aspectos ligados a esta lucha.
Cuadro de Bonaventura Peeters dedicado a los pilares de la economía holandesa en la primer mitad del siglo XVII: la flota mercante representada por los grandes cargueros de las compañías de Indias y la flota pesquera representada por los buizen dedicados al arenque.
Litografía en honor a Willem Bueckel, pescador zelandés, considerado el introductor de la técnica de limpiado y salado del arenque en alta mar. Las agallas y parte del esófago se extraen para eliminar el sabor amargo mientras que el hígado y el páncreas se mantienen en el pez durante el curado con sal, ya que liberan enzimas que aportan sabor. Tras la extracción de las agallas se almacena el pescado en toneles con una proporción de sal a arenque de 1:20.
Harringbuis holandés, ca. 1480-1490. La extensión de las técnicas de curado en alta mar en toneles conllevó la adopción de un nuevo modelo de pesquero con más capacidad de carga: el buis o harringbuis (buis arenquero)
Ahumado de arenques en un puerto pesquero holandés, en torno a 1600.
En torno a 1602, estaba cada vez mas claro que había que buscar vías para doblegar la economía de las Provincias Unidas si se quería ganar la guerra de Flandes. Algo complicado, dado que las “provincias rebeldes” eran una potencia económica, y un reflejo de ello se dio ese mismo año de 1602 con la creación de la poderosa Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales (VOC).
Por un lado se intentó perjudicar los intereses comerciales neerlandeses mediante medidas económicas como embargos, aranceles, etc. Los pilares de la economía neerlandesa fueron estudiados por hombres como el arbitrista y comerciante Juan de Gauna, inspirador del decreto proteccionista de 1603, un ambicioso decreto con el objetivo de limitar el comercio neerlandés y potenciar el comercio interno dentro de la Monarquía, decreto que no dio los resultados esperados.
Medidas mas militares consistían en tratar de impedir el tráfico comercial. Por lo que respectaba al tráfico comercial fluvial, esto se podía lograr conquistando fortalezas clave que permitieran establecer un punto de bloqueo. Respecto a los propios puertos en sí, se hubiera necesitado una gran fuerza naval estacionada en la zona para tratar de establecer un bloqueo; cuando la situación era mas bien la contraria.
Aunque no se estuviera en condiciones de competir de tú a tú en el frente naval de Flandes, eso no justificaba la escasa atención prestada a desarrollar una armada en presencia en la región. Incluso una pequeña fuerza naval podía ser una amenaza para el intenso tráfico naval mercantil. Sería Federico Spínola en 1593 quien planteara por fin algo en ese sentido, solicitando permiso para traer un puñado de galeras mediterráneas al Norte, con las que iniciar una guerra comercial en serio. Guerra que estaba principalmente en manos de un de momento reducido número de corsarios flamencos; corsarios que habían empezado a operar desde 1583 tras la captura del puerto de Dunkerque por parte del duque de Parma.
Aunque la guerra económica contra Holanda se desarrollaría en muchos frentes, en el presente relato nos centraremos en uno de ellos, uno que llegó a hacer bastante daño.
El tráfico comercial neerlandés era un objetivo suculento. Pero además de los numerosos mercantes que formaban la flota comercial mas grande de su época, los neerlandeses también contaban con una enorme flota pesquera. Aunque podía llegar a haber hasta 2.000 naves dedicadas a la actividad -muchas de ellas meros botes de escaso valor-, el corazón de la industria pesquera lo componían los cerca de 700-800 “buizen” dedicados a la pesca de altura del arenque.
La industria pesquera del arenque era uno de los pilares económicos neerlandeses y fuente de orgullo nacional por su gran grado de desarrollo y organización. Organizados en grandes flotas y contando con arrastreros con gran capacidad de almacenaje, la industria pesquera neerlandesa dominaba completamente a sus rivales del mar del Norte, los cuales se contentaban con el uso de pesqueros de cabotaje.
Los neerlandeses explotaban los grandes bancos de arenques del mar del Norte en largas campañas, en las que siguiendo la migración del arenque, llegaban a la zona de las islas Orcadas y Shetland,. A finales del siglo XIV habían empezado a implementar técnicas de salazón en los propios arrastreros, transportando todo lo necesario (sal, toneles...), de tal manera que no se tenían que preocupar por volver pronto a puerto al no trabajar con pescado fresco. Esto les permitía desarrollar campañas que tradicionalmente iban del 24 de junio hasta el 31 de enero.
El arenque salado holandés era muy valorado por su gran calidad. El 80% se exportaba, y además se pagaba por él un buen precio en los mercados internacionales, a los que llegaba de manera económica gracias a la propia gran red naval comercial holandesa.
La pujanza de la industria pesquera no solo ofrecía grandes recursos económicos sino que redundaba en un desarrollo de toda la industria naval y sus oficios (marineros, carpinteros, veleros...), algo de lo que también se beneficiaban de una u otra manera la marina comercial y la marina de guerra.
Había ciertos puertos, cuya prosperidad recaía en la suerte de la industria pesquera del arenque. En Zelanda destacaban los puertos de Zierikzee, Veere y Brouwershaven; en el sur de Holanda, varios puertos a lo largo del Maas como Schiedam y Delfshaven e incluso en el propio Rotterdam todavía era un factor relevante; y en el norte de Holanda: Hoorn, Medemblik y el principal de todos: Enkhuizen.
De Enkhuizen, era Meynert Semeyns, que en 1639 escribía orgulloso: «Los holandeses capturan arenques y los preparan mejor de lo que lo hará nunca cualquier otra nación; y el Señor a través del instrumento del arenque, ha hecho de Holanda un mercado de intercambio esencial para toda Europa. El arenque mantiene el comercio holandés y el comercio holandés mantiene a flote el mundo».
Mas allá del entusiasmo de Semeyns, la propia República reconocía públicamente que la industria del arenque era una “mina de oro”, y por tanto un activo a salvaguardar.
Desde España, no se dejó de valorar la posibilidad de no solo atacar la flota mercante neerlandesa sino también dañar la flota pesquera. Dicha iniciativa toma forma oficial en torno a 1602.
Ese año, una consulta del Consejo de Estado de Felipe III recogía la siguiente opinión del marqués de Velada: «Sería muy conveniente reforzar la armada de Dunquerque para impedir al enemigo la pesca del arenque, lo que podríamos conseguir con un coste relativamente pequeño si lo comparamos con el daño que podría causar. La pesca es la base que sostiene a los pueblos holandeses y ésta sería una forma de influir grandemente en sus dirigentes. Entiende que esta táctica podría ponerse en marcha con 10 o 12 barcos de guerra de unas 200-300 toneladas, capaz de destruir completamente en las actuales condiciones la flota pesquera de los rebeldes, pues sus barcos no están preparados ni para la lucha ni para la navegación».
En noviembre de 1602, Felipe III sentenció: «Llevemos la guerra hasta sus propias casas, a sangre y fuego, por mar y por tierra. Reforzaremos la armada de Dunquerque y junto a las galeras de Federico cargaremos contra sus pesquerías».
La guerra a la industria pesquera holandesa iba a tener un notable impacto, aunque no decisivo ni homogéneo. Un estudio neerlandés sobre la industria pesquera cita 4 periodos profundamente “disruptivos” en la pesca del arenque debido a la guerra: 1595-1604, 1626-32, 1635-37 y 1642-46. A continuación veremos como se desarrolló esta faceta del conflicto, así como algunos aspectos ligados a esta lucha.
Cuadro de Bonaventura Peeters dedicado a los pilares de la economía holandesa en la primer mitad del siglo XVII: la flota mercante representada por los grandes cargueros de las compañías de Indias y la flota pesquera representada por los buizen dedicados al arenque.
Litografía en honor a Willem Bueckel, pescador zelandés, considerado el introductor de la técnica de limpiado y salado del arenque en alta mar. Las agallas y parte del esófago se extraen para eliminar el sabor amargo mientras que el hígado y el páncreas se mantienen en el pez durante el curado con sal, ya que liberan enzimas que aportan sabor. Tras la extracción de las agallas se almacena el pescado en toneles con una proporción de sal a arenque de 1:20.
Harringbuis holandés, ca. 1480-1490. La extensión de las técnicas de curado en alta mar en toneles conllevó la adopción de un nuevo modelo de pesquero con más capacidad de carga: el buis o harringbuis (buis arenquero)
Ahumado de arenques en un puerto pesquero holandés, en torno a 1600.