La Guerra Gótica (376-382)

Toda la Historia Militar desde la Prehistoria hasta 1453.

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Sir Nigel
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Sir Nigel »



Y ahora sí que los Balcanes ardían de verdad. Tervingos, greutungos y desertores avanzaron hacia el sur arrasando todo a su paso, desperdigándose en numerosas partidas de guerra para no dejar pueblo o villa en pie. La descripción que hace Amiano incluye todas las imágenes necesarias para cualquier escenario apocalíptico que se precie: saqueos, torturas y muertes por todas partes. Los godos avanzaron por las carreteras romanas hasta llegar a Adrianópolis y le pusieron sitio pero, por suerte para los habitantes de la ciudad, en especial para su magistrado, los godos eran unos verdaderos incompetentes en la toma de plazas fuertes. Aquí fue, harto de perder hombres inútilmente, donde Fritigerno soltó su famosa frase de que era mejor no hacer la guerra contra las murallas. Así pues los godos volvieron a lo que mejor sabían hacer, que era saquear los campos, pueblos y villas.

Lo que había comenzado como un reclutamiento masivo de campesinos y soldados se había convertido en la destrucción de varias provincias romanas, por si fuera poco situadas junto a la capital. Y, en realidad, eso era solo parte del problema: los godos se estaban convirtiendo en un foco para los descontentos. Por un lado, todos los godos que habían sido esclavizados unos meses atrás huían a la menor oportunidad para volver con sus familias, y por otro, algo mucho más alarmante, resulta que también la población romana se les estaba uniendo.

Amiano no habla demasiado sobre la población mayoritaria del Imperio, es decir, la que no pertenecía a la clase más pudiente. De hecho si nos fijamos bien cuando habla del sufrimiento ante saqueos y destrucciones, resulta que básicamente se está refiriendo al de sus colegas terratenientes. Amiano nos habla: “arrastrado como una bestia, un hombre antes noble, rico y libre”, “lamentos de niños y de niñas de familias nobles que veían sus manos atadas en una terrible cautividad” o del honor mancillado de “jóvenes y castas doncellas”. Los párrafos que aparecen unas páginas más atrás son más ambiguos hasta que al final leemos “y, ya para terminar, muchos ancianos que clamaban que estaban hastiados de vivir, después de perder sus riquezas y a sus bellas esposas”. Es poco probable que los esclavos y colonos tracios de tercera edad tuvieran riquezas y bellas esposas o que sus hijas fueran castas doncellas, así que podemos asumir fácilmente quien está hablando.

Dudo que los godos hicieran distinciones de clase a la hora de matar, violar o robar, así que el testimonio de Amiano podemos verlo más bien como una señal de hasta qué punto había dos mundos separados dentro del Imperio. En ese otro mundo, del que apenas habla Amiano, habría quienes decidieran que era mejor unirse a los godos que permanecer con la situación que les había tocado en suerte dentro del Imperio Romano. Él mismo nos lo cuenta, primero hablando de los esclavos huidos y luego:

A éstos se les iban sumando expertos en buscar minas de oro [no tengo demasiado claro de a qué se refiere con estos], y aquellos que no podían soportar la pesada losa de los impuestos, siendo recibidos de muy buen grado por todos, ya que fueron de gran utilidad mientras recorrían lugares desconocidos. No en vano, les mostraban los almacenes secretos de grano y los escondites de las personas”.

Años más tarde, en la década del 400, cuando los godos reiniciaran su andadura y se internasen en Italia, la situación se repetiría exactamente igual, y recibirían aún más refuerzos en forma de desertores (también empujados a ello por un caso de estupidez cuando el emperador decidió ejecutar a sus familias), esclavos y colonos. A pesar de estar en medio de territorio hostil, la hueste goda no dejaría de crecer.

Pero mientras los godos saqueaban Tracia el gobierno imperial empezaba por fin a moverse. Del Imperio de Occidente estaban llegando dos columnas de refuerzo, una al mando de Frigerido y otra del general de origen franco Ricomero. Éste último llegó prácticamente sin tropas a los Balcanes, ya que la mayor parte de sus soldados, originarios de la Galia, desertaron por el camino para volver a casa, temiendo que al dejar sin fuerzas la frontera los bárbaros destruyesen sus hogares. Los problemas para desplazar tropas de un lugar a otro del Imperio existían desde el siglo I, cuando las legiones comenzaron a asentarse por largos períodos en un mismo lugar, y fue una de las causas de que se usasen cada vez más vexillationes (destacamentos) separados de las legiones para evitar trasladar unidades completas de una sola vez. Como podemos ver, este problema persistía en el siglo IV.

Valente, por su parte, decidió por fin que no podía quedarse más tiempo en Antioquía y envió a Persia a su comandante de caballería, Víctor, para que intentase llegar a un acuerdo sobre Armenia. Él mismo se puso en marcha camino de Constantinopla, pero ante la urgencia de la situación envió por delante del ejército a sus generales Profuturo y Trajano con algunas fuerzas para que intentasen poner orden rápidamente. Amiano, que había sido soldado, nos dice de éstos que eran “generales ambos de gran ambición, pero nada hábiles a la hora de luchar”.


El género humano, al que muchos de mis lectores pertenecen, ha jugado desde siempre a juegos de niños y es probable que lo siga haciendo hasta el final, lo que supone un engorro para los pocos individuos maduros que hay.” Chesterton.
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Antigono Monoftalmos »

Cierto, es más, uno de los factores que ayudarían a consolidar los reinos germánicos son los apoyos y aliados que los monarcas germanos lograron entre las élites provinciales.
El momento ideal para ser un héroe, es aquél en que se ha acabado la batalla y los otros tipos han muerto, que Dios los tenga en su gloria, y tú te llevas todo el mérito.
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Sir Nigel »



La estrategia de Profuturo y Trajano fue directa. Unieron a todas sus tropas en un solo contingente y avanzaron hacia los godos, los cuales evitaron el enfrentamiento retrocediendo poco a poco hacia los Montes Hemo, la cordillera que se puede ver en el mapa justo encima de la línea Beroea-Cabyle-Dibaltum. Pondré de nuevo el mapa para no tener que andar cambiando de página:

Imagen

Amiano critica duramente esta forma de llevar a cabo la guerra, y señala que lo más adecuado hubiera sido realizar una guerra de pequeñas operaciones atacando a los destacamentos godos que saqueaban la campiña, dificultando así los suministros del enemigo. En lugar de eso los generales romanos se acercaron al contingente principal y lo siguieron a medida que se iba retirando. Ambos ejércitos se mantuvieron cerca uno del otro, pero sin llegar a entablar combate. Los godos atravesaron los Montes Hemo, siguieron su marcha hacia el norte casi hasta llegar al Danubio y se pararon en una localidad llamada Ad Salices.

En este lugar se produjo un estancamiento. Profuturo y Trajano se unieron (o quizá ya lo habían hecho un poco antes) a Frigerido y Ricomero, éste último al mando del contingente combinado de Occidente, ya que Frigerido alegó algunos dolores sospechosos que le impedían unirse a los combates. Los romanos estaban situados muy cerca del círculo de carros godo, y su plan era atacar la retaguardia enemiga en cuanto intentasen ponerse de nuevo en marcha. Los godos, por supuesto, eran conscientes del peligro, posiblemente porque los desertores del ejército romano los informaban. Amiano lo dice con toda la naturalidad y no da más detalles, pero llama la atención que se estuvieran produciendo deserciones hacia el bando que tenía todos los boletos para perder la guerra muy pronto. No solo estaba allí presente el ejército dispuesto a acabar con ellos, sino que el propio emperador Valente estaba en camino.

Como no podían salir de allí por las buenas, los godos dieron “la señal usual” a los grupos de forrajeadores, los cuales regresaron a toda velocidad al círculo de carros. Los romanos no tenían toda la ventaja que hubieran deseado (Amiano afirma que estaban en inferioridad numérica), pero tampoco los godos las tenían todas consigo. La fuerza combinada de tervingos y greutungos se acercaba quizá a los 20.000 hombres, pero la mayoría estarían mucho peor armados que los romanos, y posiblemente tenían una importante inferioridad en caballería. El plan inicial de los romanos había sido atacar la retaguardia enemiga y el de los godos no luchar en absoluto, pero ahora ambos se encontraban con que la única salida era una batalla formal y de frente. Tanto unos como otros pasaron la noche antes de la batalla en vela. La lucha comenzó a primera hora de la mañana.

Amiano tenía experiencia en el ejército y nos hace un vívido relato de los combates, pero lamentablemente lo hace desde el punto de vista de los hombres que luchaban y morían en las filas, y por lo tanto su narración es caótica desde el punto de vista táctico. Primero hace una referencia a una “zona elevada” que trataron de alcanzar los godos, mientras que los romanos se mantuvieron quietos en sus posiciones. Puede ser que los godos atacaran una altura, o que la tomaran antes del inicio de la lucha y los romanos aguantaran el envite desde una posición inferior. Luego nos explica cómo se aproximaron los ejércitos uno al otro “con gran cautela”, los romanos lanzando su grito de guerra (el barritus) y los godos gritando las hazañas de sus antepasados. A continuación se produjo un intercambio de proyectiles, insultos y amenazas, y finalmente el cuerpo a cuerpo. Ambos bandos formaron un fulcrum, un muro de escudos.

El fulcrum era una formación muy sólida. Los hombres de la fila delantera ponían sus escudos a media altura mientras los hombres de la segunda fila ponía los suyos cubriendo la cabeza y el pecho de los primeros. De esta forma en el frontal de la formación se podría ver una doble línea de escudos, una por encima de la otra, que cubrían completamente a los soldados. Por supuesto, abrir brecha en una de estas formaciones era algo muy difícil, que dependía mucho más de la fuerza y resistencia de los combatientes que de la habilidad. Los hombres pasaban sus lanzas y, cuando ésas se rompían, sus espadas, por los resquicios entre los escudos propios y enemigos intentando pinchar algo blando. En el Strategicon se aconseja que los soldados “se apoyen en sus hombros y usen su peso contra los escudos de forma que puedan aguantar fácilmente la presión”. La cosa no era fácil, y en Ad Salices los regimientos romanos y godos estuvieron chocando unos contra otros durante horas. Amiano nos dice que un momento dado la izquierda romana estuvo a punto de romperse, pero fue asistida por reservas y se consiguió controlar la situación. Quizá se estuviera usando una doble línea, como en Estrasburgo en el 357.

Las pinceladas que nos deja Amiano de los combates nos hablan de caballería persiguiendo a los que intentaban huir, hombres en el suelo paralizados por el miedo, heridas por flechas, por lanzas, por espadas... Y luego nos dice que, a pesar de todo, los hombres seguían luchando. Efectivamente, el combate duró horas y no acabó hasta el crepúsculo, cuando los contendientes debieron separarse por la falta de luz. El resultado fue un sangriento empate con numerosas bajas para ambos, y los romanos decidieron retirarse al día siguiente. Se había corrido un grave riesgo y casi lo pagan muy caro. No iban a probar una segunda vez. Los godos se mantuvieron en el mismo sitio recuperándose durante diecisiete días.

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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Penthea »

Estupendo hilo, Sir Nigel, y muy bien amenizado. Para leer despacio...

PS: hay que ver lo que te gustan los bárbaros.
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Sir Nigel »

Penthea escribió:PS: hay que ver lo que te gustan los bárbaros.
Qué va... créate fama... :)
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por APV »

Sir Nigel escribió:Ahora el emperador tenía una buena cantidad de problemas. Primero que su popularidad nunca había sido mucha, especialmente en la capital, así que dejar que se saquearan las villas de los terratenientes que con sus impuestos pagaban la defensa del imperio no era buena idea. Segundo, el problema con Persia persistía y no podía hacer volver al ejército así como así. Tercero, había una buena cantidad de godos en el ejército y había que tomar medidas; lo más probable es que no dieran problemas, pero unos cuantos estaban en Tracia y lo mejor sería llevárselos a otro sitio.
Valente solo era una sombra de su hermano Valentiniano I, y ya había estado a punto de perder el trono.

La situación en Oriente, era complicada: crisis en Armenia, rebelión Isaurica e incursiones sarracenas, pero se había estabilizado en parte al entronizar a Varazdat en Armenia y sofocar esas rebeliones e incursiones, por lo que la campaña contra Persia no era una necesidad urgente en ese momento.
Sir Nigel escribió:A pesar de estar en medio de territorio hostil, la hueste goda no dejaría de crecer.
También habría disidentes religiosos enfrentados al celo religioso de Valente, no olvidemos las facciones del cristianismo y el apoyo al paganismo de Juliano diez años antes.

Y también aquellos que se sintieran partidarios de la casa de Constantino, a fin de cuentas en el Imperio Romano el sentimiento a la familia reinante daba bastante legitimidad, y Valente como su hermano no lo eran, ya la usurpación de Procopio lo había demostrado, lo que haría que algunos siguiesen considerando a Valente un usurpador y que para eso mejor los bárbaros.
Su sobrino Graciano casado con la hija de Constancio II tenía más legitimidad.
Sir Nigel escribió:los romanos lanzando su grito de guerra (el barritus)
Al estilo germano, en la época alta imperial habrían usado el silencio (que da aún más miedo).
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Sir Nigel »

APV escribió:También habría disidentes religiosos enfrentados al celo religioso de Valente, no olvidemos las facciones del cristianismo y el apoyo al paganismo de Juliano diez años antes.
Lo curioso es que Valente, si no recuerdo mal, era arriano. Como los godos.
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por mclane »

Lo de que el silencio "da mas miedo" que el griterío creo que es una "Revertada", si algo se a caracterizado la guerra siempre es por gritos y ruido. En el reino animal por ejemplo (del que somos descendientes) un buen rugido evita muchos pleitos.
Cobdician caballeros las guerras de cada día
por levar muy grant sueldo e doblar la cuantía:
e fuelgan cuando veen la tierra en robería
de ladrones e cortones que traen en compañía.


Pero López de Ayala . Rimado de Palacio
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por APV »

Si pero era un arriano intransigente lo que suponía ir contra católicos, paganos y otros cultos.
Velentiniano I era católico pero más tolerante.

Los godos eran arrianos pero la pugna religiosa aún era muy reciente, Atanarico por ejemplo imponía el paganismo sobre sus tervingios.
mclane escribió:Lo de que el silencio "da mas miedo" que el griterío creo que es una "Revertada", si algo se a caracterizado la guerra siempre es por gritos y ruido. En el reino animal por ejemplo (del que somos descendientes) un buen rugido evita muchos pleitos.
En realidad no, enfrentarse a un ejército que se mantiene en silencio y frío puede ser aterrador; pues era un sello de unidades muy entrenadas por ejemplo los espartanos.

Por ejemplo recuerdo que un oficial francés contaba que atacando su columna una línea inglesa, iban pegando gritos y animándose en la carga, pero los ingleses no hacían nada sino que permanecían en silencio lo que los iba enfriando y acallando (porque también contenian la descarga).
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Sir Nigel »


I see the bad moon rising.
I see trouble on the way.


Ad Salices significó la pérdida de la iniciativa para el ejército imperial. Las tropas marcharon hacia Marcianópolis, se dieron órdenes de acumular todos los víveres de la región en las ciudades amuralladas y luego el ejército continuó hacia el sur, hacia los pasos de los Montes Hemo. El objetivo era dejar bloqueados a los godos en la franja de territorio situada entre los montes y el Danubio sin posibilidad de obtener alimentos mientras se aguardaba la llegada de refuerzos. Ricomero volvió a la Galia en busca de más tropas mientras que el emperador Valente, ante estas noticias, ordenó adelantarse a otra fuerza al cargo de Saturnino, que por aquel entonces estaba mando de la caballería en ausencia de Víctor.

Cuando los godos por fin se pusieron en marcha se encontraron con que los pasos de los Montes Hemo estaban fortificados con empalizadas y fuertemente guardados por las tropas imperiales. Durante un tiempo se sucedieron los asaltos contra los pasos, pero sin resultado, y a medida que pasaban los días tenían cada vez más problemas de suministros. Pero, si los bárbaros se habían convertido en un foco para los descontentos entre la población del Imperio, no había ningún motivo para que no lo fueran también para los que venían de fuera buscando oportunidades. Y, vista la situación, los godos estaban dispuestos a hacer un trato con el mismo diablo si hacía falta.

Amiano define a los hunos como “deformes y grandes, hasta tal punto que los confundirías con bestias de dos pies”, aunque luego tranquiliza al lector añadiendo un generoso “pero con aspecto humano”. Los describe viviendo a caballo, literalmente: “No en vano cualquiera de este pueblo, durante el día o la noche, compra y vende montado sobre su caballo y también come, bebe, e, incluso, inclinado sobre la estrecha cerviz de su caballo, dormita y cae en un sopor tan profundo que puede llegar a tener varios sueños.” En aquel momento estaban organizados en diferentes grupos: “no tienen ninguna autoridad regia y solo obedecen a un confuso grupo de nobles, enfrentándose así a todo tipo de situaciones.

Su forma de combatir era la típica de los nómadas de la estepa euroasiática, jinetes a caballo que se movían rápidamente y atacaban en los lugares más inesperados. En combate usaban potentes arcos compuestos, y al luchar cuerpo a cuerpo espadas y lazos con los que descabalgaban a sus enemigos. Con estas tácticas habían vencido a los godos y, antes que ellos, a los alanos, parte de los cuales estaban sometidos a los hunos.

Para nuestro historiador favorito los alanos eran de costumbres un poco menos fieras que los hunos, aunque no parece que para él eso signifique demasiado. Son altos, muchos de ellos rubios y “asustan por su mirada”. Son también nómadas, aunque sus jinetes no son arqueros, sino caballería pesada, y parece ser que para ellos “es afortunado el que ha perdido la vida en la guerra o en la lucha, y, en cambio, insultan a los que llegan a la vejez o mueren de forma accidental, acusándolos de degenerados y cobardes”. También son aficionados a arrancar cabezas enemigas y a colgar cabelleras en los arneses de sus caballos. Tienen una organización aún más descentralizada que los hunos, ya que “desconocen cualquier esclavitud, ya que todos proceden de sangre noble y eligen como líderes a aquellos de experiencia reconocida en la guerra”.

Monstruos que comían carne cruda los primeros, una mezcla de rohirrim y motoristas de Sons of Anarchy los segundos, parece que para Amiano ninguno cumplía los mínimos requisitos para una vida civilizada. Pero lo que deja claro es que era el tipo de gente que quieres tener a tu lado en una pelea, y los godos opinaban lo mismo.

Los refuerzos llegaron seguramente cuando estaba a punto de comenzar el invierno, y Saturnino, que para aquel entonces ya se encontraba al frente de las operaciones en los Montes Hemo, se encontró en una posición comprometida. Una cosa era defender los pasos frente a una multitud que se movía lentamente arrastrando carromatos llenos de civiles. Otra era bloquear a un fuerte contingente de caballería, dentro de la cual aún encima había hunos, para los que las maniobras envolventes a gran escala eran una especialidad. La única solución posible era abandonar los pasos y retroceder a la llanura tracia, refugiar a los soldados en las ciudades y esperar al emperador. O eso, o que cada destacamento de tropas se arriesgase a quedar rodeado y destruido.

Así, en cuanto los romanos abandonaron los pasos los godos se colaron por diferentes puntos y se desperdigaron por las llanuras del sur. De nuevo volvemos a tener el consabido relato de destrucción y matanzas generalizadas. Pero si el año anterior se trataba de un par de grupos de inmigrantes que empezaban a operar juntos, ahora se trataba de un verdadero ejército mejor armado, mejor cohesionado, con exploradores e informadores de la zona y un cuerpo de caballería de calidad. Esta vez no se limitarían a quemar aldeas, sino que también se lanzarían a localizar y destruir agrupaciones de tropas acantonadas junto a las ciudades. Por lo que se extrae de la narración de Amiano, esto era algo que los romanos no esperaban.

La primera víctima fueron las tropas al mando de Barzimeres, un oficial de origen oriental, probablemente armenio o persa. Esta fuerza se encontraba en esos momentos junto a la ciudad de Dibalto, y fue tomada completamente por sorpresa. Barzimeres improvisó una defensa como pudo y al comienzo los romanos aguantaron, pero después de un largo combate se vieron superados por la numerosa caballería enemiga, fueron completamente rodeados y finalmente masacrados. Con esta acción los godos destruyeron al menos dos unidades de élite: los “Cornutos” un regimiento de infantería llamados así por unos característicos cuernos que decoraban sus cascos, y los “Escuderos”, un regimiento de caballería pesada de la guardia.

Tenemos noticias de otro ataque más al oeste, cerca de la ciudad de Beroea, donde se encontraba uno de los oficiales provenientes de Occidente el año anterior, Frigerido, el oficial que había tenido dolores y no pudo participar en Ad Salices. Frigerido quizá tuviera dolores en momentos estratégicos, pero era un militar capaz. Había establecido un campamento fortificado en Beroea y desde allí vigilaba los movimientos que pudieran hacer los godos hacia el oeste (la provincia de Illiria, situada justo detrás, pertenecía al emperador de Occidente Graciano). Los godos fueron a por él, pero Frigerido había tomado la precaución de establecer una pantalla de exploradores y pudo escapar hacia el oeste a tiempo. Por el camino se encontró con otra fuerza, que no está muy claro si eran parte del grupo principal o no, o quizá a medias. Se trataba de las tropas de Farnobio, un noble godo al que también se le habían unido guerreros taifalos. Por la descripción que nos da Amiano se trataba de una fuerza puramente militar (Farnobio está saqueando “con sus hombres y con los taifalos”) que había cruzado el río para saquear esta zona y habían hecho huir a las tropas de guarnición. Frigerido atacó a los bárbaros, mató a la mayoría y se llevó como esclavos a los supervivientes.
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Sir Nigel »

APV escribió:En realidad no, enfrentarse a un ejército que se mantiene en silencio y frío puede ser aterrador; pues era un sello de unidades muy entrenadas por ejemplo los espartanos.

Por ejemplo recuerdo que un oficial francés contaba que atacando su columna una línea inglesa, iban pegando gritos y animándose en la carga, pero los ingleses no hacían nada sino que permanecían en silencio lo que los iba enfriando y acallando (porque también contenian la descarga).
Efectivamente, en la Antigüedad también hay algunos casos de tropas que "se enfriaron" al acercarse a un enemigo que se mantenía en silencio. De todas formas, en el ejército romano del siglo IV no se había producido un abandono de esta práctica, sino más bien una combinación de ambas cosas. Era obligatorio el silencio antes del choque y sólo se lanzaba el barritus en el momento de entrar en combate. Después de eso las tropas debían mantener el silencio otra vez. Se evitaba el griterío continuo porque, por lo que parece, se creía que era un derroche de energía que no proporcionaba ventaja (y seguramente haría más difícil dar órdenes). En mi opinión el efecto del barritus debía de ser muy superior al producirse entre dos silencios sepulcrales.
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Sir Nigel »

Movimientos de los alanos en los siglos IV y V.
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Desplazamientos hunos.
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Tiro con arco a caballo, cámara subjetiva con el caballo al trote.


Arquero a caballo romano y fulcrum
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Sir Nigel »

Artículo de Philip Rance sobre el fulcrum, "The Fulcum, the Late Roman and Byzantine Testudo: the Germanization of Roman Infantry Tactics?":

http://www.academia.edu/3677036/The_Ful ... 04_265-326
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Quinto_Sertorio »

¡¡BUeno...

Que a este paso vamos a saltar al Desembarco de Normandía... ejem......
¡¡A España, servir hasta morir!!

Los hombres se cansan antes de dormir, de amar, de cantar y de bailar que de hacer la guerra -- Homero.
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Sir Nigel »

Quinto_Sertorio escribió:¡¡BUeno...

Que a este paso vamos a saltar al Desembarco de Normandía... ejem......
Voy como puedo, Sertorio. :-...
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Sir Nigel »


You don't exist without me
Without me you don't exist
And if logic won't convinced you
Then there's always this
I'm bigger, smarter, stronger, tough
Yet sensitive and kind
And though I could crush you like a bug
It will never cross my mind


La situación de los Balcanes había llegado a un punto de extrema gravedad, al punto de que no uno, sino dos emperadores se dirigían hacia allí con sus tropas para solucionarlo. Mientras Valente se acercaba a Constantinopla desde el sur, Graciano, emperador de Occidente, hacía lo propio desde el noroeste.

La situación en Occidente, sin embargo, se complicó en el último momento por culpa de una tribu de alamanes. Se nos cuenta la historia de un miembro de la caballería de la guardia de origen alamán que volvió a su tierra por aquel entonces debido a unos asuntos particulares. Por lo que se sabe este hombre cruzó la frontera con un permiso y sin ningún tipo de impedimento, lo que nos puede dar una idea de hasta qué existían contactos entre un lado y otro de la frontera. En este caso el guardia resultó ser demasiado hablador y, ante las preguntas de sus paisanos sobre lo que ocurría en palacio, les informó de que Graciano estaba reuniendo tropas para dirigirse a Oriente debido a los problemas con los godos.

La reacción no se hizo esperar y los lentienses, tribu a la que pertenecía el guardia, organizaron algunas partidas para saquear el otro lado de la frontera aprovechando que las tierras romanas estaban poco guarnecidas, aunque fueron rechazados finalmente por los “celtas” (regimiento Celtae Seniores) y los “petulantes” (Petulantes Seniores). Estos dos regimientos tenían un claro origen occidental (los petulantes eran una tribu germánica, y el origen del regimiento Celtae sería de Galia o Bélgica). Ambas eran unidades de la Auxilia Palatina, y en el siglo V aparecerán en la Notitia Dignitatum bajo el mando directo del Magister Peditum de Occidente.

Imagen
En la tercera fila empezando desde abajo: en el medio el escudo de los Petulantes Seniores, e inmediatamente a su derecha el de los Celtae Seniores.

Graciano se vio obligado a retrasar sus planes en Oriente y preparar una campaña de castigo contra los lentienses. Amiano nos cuenta que esta única tribu, que formaba parte de la confederación alamana, reunió 40.000 hombres para su defensa “o incluso setenta mil, según dijeron algunos que querían aumentar la gloria del príncipe”. Fueran los que fueran, se iban a enfrentar al ejército de campaña de Occidente. La vanguardia romana estaba dirigida por Nanieno y Malobaudes. Por supuesto, Nanieno, romano, es prudente y creía en la reflexión antes de actuar, mientras que Malobaudes, bárbaro de origen franco, era valiente, belicoso y ardía por entrar en combate. Lo cierto es que la vanguardia romana chocó contra los germanos y llevó las de perder hasta que apareció el grueso del ejército al mando de Graciano. Según Amiano murieron todos los germanos excepto 5.000, incluido su rey Priario. Dejando de lado el asunto de los números, tampoco parece que la victoria fuera tan decisiva, visto cómo se desarrolló el resto de la campaña y la finalización de la misma.

Los lentienses se retiraron a zonas montañosas más allá del Rin seguidos por el emperador, el cual “atravesó el Rin con la moral muy elevada y decidido a destruir a todos esos pueblos desleales y belicosos”. Pero la campaña se volvió mucho más difícil al llegar a las tierras altas, donde se habían refugiado los germanos con sus familias y su ganado. Ante esto se seleccionaron 500 hombres escogidos entre todas las legiones para intentar tomar las alturas. Parece ser que el propio Graciano avanzó con ellos, y aunque el combate duró desde el mediodía hasta bien entrada la noche no se obtuvo ningún éxito destacable.

Después de este fracaso se optó por intentar rodear a los germanos y acabar con ellos por el hambre. Nos faltan detalles, pero parece que los germanos consiguieron evitar el bloqueo y se retiraron a unos montes todavía más inaccesibles. El emperador los persiguió también hasta allí, pero la acción acaba bruscamente en este punto. Los lentienses “al observar el tesón con que eran perseguidas sus vidas, suplicaron una rendición, que fue aceptada”. Así de sencillo. Da toda la impresión de que ambos bandos estaban simplemente hartos de combatir. Los lentienses aceptaron entregar rehenes y “a cambio, sin más castigos, se les permitió volver a la tierra donde habían nacido”. Un tratado muy favorable (sobre todo si tenemos en cuenta que Graciano estaba tan decidido a destruirlos al cruzar la frontera), que recuerda a la componenda entre Valente y Atanarico en medio del Danubio.

Graciano estaba ya preparado para moverse contra los godos, pero se habían perdido unos meses cruciales. Mientras tanto Valente había llegado a Constantinopla y esperaba a su colega occidental.
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Antigono Monoftalmos »

Sir Nigel escribió:la acción acaba bruscamente en este punto. Los lentienses “al observar el tesón con que eran perseguidas sus vidas, suplicaron una rendición, que fue aceptada”. Así de sencillo. Da toda la impresión de que ambos bandos estaban simplemente hartos de combatir. Los lentienses aceptaron entregar rehenes y “a cambio, sin más castigos, se les permitió volver a la tierra donde habían nacido”. Un tratado muy favorable (sobre todo si tenemos en cuenta que Graciano estaba tan decidido a destruirlos al cruzar la frontera), que recuerda a la componenda entre Valente y Atanarico en medio del Danubio.
Esto que mencionas es muy interesante, en el libro Historia de los Godos, la autora comentaba que esta especie de "clemencia" que recogen las fuentes era tan poco característica de los romanos, que se sospecha que en realidad estas supuestas victorias eran más bien propaganda, y que en realidad encubrían pactos entre los emperadores y unos germanos que los romanos ya no eran capaces de controlar ni de ponerles freno. Por eso les otorgaban tierras o prebendas, o les dejaban regresar a sus tierras con el botín.
El momento ideal para ser un héroe, es aquél en que se ha acabado la batalla y los otros tipos han muerto, que Dios los tenga en su gloria, y tú te llevas todo el mérito.
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Urogallo »

Very interesting. Excepto por el derrotismo de Antigono. Le aplico un bando moral por difundir propaganda sediciosa.
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Antigono Monoftalmos »

Tengo inmunidad diplomática :)
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Sir Nigel »


Oh thought it was a nightmare
Though it come so true
They told me don't go walking slow
The devil's on the loose


Se nos cuenta que Graciano castigó al guardia que se había ido de la lengua entre los alamanes y luego se dirigió a Oriente. Debió de ser él también quien sustituyó a Frigerido por Mauro. Frigerido se había desplazado al paso de Succo después de vencer la partida de godos y taifalos de Farnobio, había fortificado la posición de Succo e impedido el paso de enemigos hacia las provincias del Norte. Es descrito por Amiano como un general cauto y diligente, y su sustitución como un error ya que, según él, Mauro era “venal aunque con apariencia de fiero, voluble e indeciso”.

Los problemas en el mando tampoco eran algo inédito en Oriente, como hemos visto. Pero ante la urgencia de la situación Valente decidió, por fin, buscar a un comandante de probada capacidad: Sebastián.

Este hombre era considerado el mejor general de la época, y ésa era una de las razones por las que vivía ya prematuramente retirado en Italia. No entendía ni las políticas de palacio ni la corrupción, lo que le debe haber hecho ganar una buena cantidad de enemigos. Se le describe como un hombre sin vicios, totalmente entregado a la guerra y como un general que mantenía una rígida disciplina entre los soldados. Sebastián había llegado a Oriente desde Italia a petición propia, seguramente con la idea de obtener un mando si la situación era lo suficientemente grave. No se equivocó, era lo que Valente necesitaba en ese momento.

Consiguió su mando durante la breve estancia de Valente en Constantinopla, durante la cual se produjo una breve revuelta popular debido al problema con los godos y la poca popularidad del emperador. Se le encargó a Sebastián resolver la situación, y para eso se le nombró comandante de la infantería en detrimento de Trajano, al cual ya habíamos visto en Ad Salices. Solucionada la cuestión de la capital, Valente estableció su cuartel general en su villa de Melanthias, a pocos kilómetros de Constantinopla. Allí se debatió el siguiente movimiento contra los godos.

Algunos godos se encontraban en ese momento cerca de Adrianópolis, pero se retiraron con rapidez cuando se enteraron del avance del emperador. Fueron a reunirse con el grueso de sus fuerzas, que estaban en dos campamentos diferentes, uno de ellos cerca de Nicópolis y el otro en Beorea. El hecho de que hubiera dos campamentos se debía posiblemente a la necesidad de facilitar el suministro de alimentos a tanta gente.

El alto mando romano encaró la situación de forma opuesta a lo que habían hecho Trajano y Profuturo el año anterior. Lo primero era acabar con la libertad del enemigo para saquear el campo, cortar sus suministros y obtener la iniciativa. El encargado de conseguirlo sería, cómo no, Sebastián. Para ello el general seleccionó un pequeño grupo de tropas (unas dos mil, según Barbero – Amiano nos dice que “trescientos soldados seleccionados de cada una de las tropas”), y se dirigió con ellas hacia el Norte. De camino paró en Adrianópolis, donde la población le denegó el paso debido a sospechas de que pudieran tratarse de traidores. La discusión entre Sebastián y los dirigentes de la ciudad se prolongó todo el día, hasta que por fin se le permitió el acceso. Allí descansaría con sus tropas esa noche.

La acción de las tropas de Sebastián, llevada a cabo al día siguiente, es un buen ejemplo de las capacidades del ejército romano tardío si estaba bien dirigido. Las tropas romanas se mantuvieron ocultas moviéndose por desfiladeros y bosques, y un buen uso de la exploración permitió detectar ya al atardecer una fuerza de godos cerca del río Hebro. Esta fuerza fue rodeada durante la noche sin que se dieran cuenta de la aproximación de los romanos. A continuación se produjo el ataque, llevado a cabo completamente en silencio, y se sorprendió a los godos mientras dormían. A diferencia de otras ocasiones, los romanos no tomaron prisioneros para incorporarlos al ejército o convertirlos en esclavos. Prácticamente todos los godos fueron masacrados, excepto unos pocos que lograron huir corriendo. El botín capturado fue considerable.

No sabemos si ésta fue la única acción de este tipo llevada a cabo por Sebastián, pero según Amiano el efecto sobre los godos fue considerable. Por primera vez no podían sentirse seguros saqueando la campiña, y esto les vedaba su acceso a los alimentos del territorio. Fritigerno consideró demasiado arriesgado dispersar sus tropas para forrajear y, reuniendo a los suyos, abandonó Beroea para dirigirse a Cabyle “para evitar que tuvieran que soportar hambre y emboscadas en esas zonas tan llanas”.

Esta victoria tuvo seguramente un efecto contrario en Valente, que estaba necesitado de buenas noticias. Menos contento debió de sentirse sin duda con los mensajes que le llegaron de Graciano, el cual ya estaba retrasándose, pero que le enviaba correos optimistas explicándole con qué energía había derrotado a los alamanes. Graciano, por lo menos, ya había conseguido atravesar el Danubio y se había movido rápidamente con tropas ligeras a Sirmio, donde se paró cuatro días. A continuación se dirigió a Campus Martius (en la provincia de Dacia), pero para ese momento ya estaba sufriendo algunas fiebres. En esta zona, además, sus fuerzas fueron atacadas por sorpresa por los alanos y sufrieron algunas bajas.
Última edición por Sir Nigel el 12 Mar 2014, editado 2 veces en total.
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por mclane »

Hay una cosa que no termino de entender, ¿Como podían los bárbaros desplegar semejantes ejercitos y darles a los Romanos estopa sin el apoyo de una logística digna de ese nombre?
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Sir Nigel »

mclane escribió:Hay una cosa que no termino de entender, ¿Como podían los bárbaros desplegar semejantes ejercitos y darles a los Romanos estopa sin el apoyo de una logística digna de ese nombre?
Si te refieres a los 40.000 lentienses, creo que es muy sencillo: porque en realidad eran muchos menos. Lo podemos comprobar con el ejército de alamanes que tuvo que enfrentar Juliano unos años antes, que el propio Amiano cifra en 30.000, y se trataba de un ejército combinado en el que estaban presentes todas las tribus alamanas, no una sola como en el caso de los lentienses. En realidad, si tenemos en cuenta que el ejército de campaña de Oriente no debía sobrepasar los 15.000 (y el de Occidente debía de tener un tamaño parecido), hablar de 40.000 hombres de una única tribu perdida es simplemente ridículo. Yo creo que debían de ser inferiores en número al ejército de Graciano.

Además las tropas de los lentienses que intentaron saquear el territorio en primer lugar, aunque no eran todo el ejército, fueron rechazados por dos regimientos romanos que es poco probable que sumaran más de 1.500 hombres entre ambos.
Última edición por Sir Nigel el 12 Mar 2014, editado 1 vez en total.
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por mclane »

Ok, ya me imaginaba que formaba parte de la tendencia a "hinchar" los números tan caracteristica de la época Antigua.

Otra pregunta mas si no es mucha molestia, ¿Porque no encastillar todo el territorio limítrofe con la zona bárbara ? Si los bárbaros eran incapaces en la guerra de asedio, simplemente con tácticas fabianas se hubiera podido acabar con ellos de manera barata y sin riesgos, no?
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Sir Nigel »

¿La zona controlada por lo godos? Se intentó algo parecido al bloquear los pasos de los montes Hemo, y si no recuerdo mal más adelante (después de Adrianópolis) otra vez en Grecia. Pero por lo visto los godos consiguieron romper los bloqueos.

Los problemas de suministro de los godos eran permanentes, y tenían que mantener los ejércitos en marcha continuamente o dividirlos como acababan de hacer al entrar Sebastián en escena. Como se puede ver hasta ahora, los romanos siempre tuvieron problemas para aprovecharse de la situación, primero por la derrota de Lupicino y luego por la mala estrategia de Trajano y Profuturo. De todas formas, la estrategia de Sebastián no era puramente fabiana, lo que se intentaba era causar problemas a los godos para que dejaran de saquear y sufrieran lo bastante como para reunirse en un punto. El siguiente paso "de manual" era atacarlos con una fuerza superior en situación de ventaja y aplastarlos de una vez. Sebastián sería de los más decididos a atacar en Adrianópolis.
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Sir Nigel »


De nadie es la culpa, sino mía.

Lo que vino a continuación fue un período en el que romanos y godos maniobrarían con vistas al enfrentamiento directo. Los destacamentos godos que estaban saqueando las cercanías de Beroea se fueron reuniendo con la fuerza principal, la cual, como ya hemos comentado, se desplazó hacia el Oeste hasta alcanzar Cabyle. En el mapa que se ve a continuación se puede ver el río Tundzha marcado en rojo. Cabyle se encuentra justo en el recodo en el que éste tuerce hacia el sur.

Imagen

Las tropas romanas llegaron a Adrianópolis y subieron el valle del Mariza por la carretera principal hasta Beroea y luego, siguiendo los pasos de los godos, se dirigieron a Cabyle. El duelo de maniobras tenía también un duelo equivalente de información, y los romanos intentaban en todo momento tener conocimiento de las acciones enemigas, principalmente por medio de exploradores. Los godos hacían lo propio.

Es una lástima que no se tengan más datos sobre lo que estaba ocurriendo dentro del ejército godo, ni cómo obtenían la información sobre los movimientos romanos. En otros momentos se nombran desertores romanos o población civil amistosa, pero en este caso no lo sabemos. Quizá se tratase de lo mismo, a lo que habría que añadir los contingentes de caballería ligera huna. Tampoco hay mucha información sobre el mando godo. Fritigerno no era un jefe absoluto y tenía que discutir sus decisiones, pero no sabemos cuanta gente participaba en esas discusiones, ni quienes eran. Incluso es posible que, para las decisiones más importantes, se organizaran asambleas de hombres libres. Los detalles sobre sus relaciones con aliados hunos y alanos también son desconocidos. Por todo esto es difícil descifrar cómo se llegó a elaborar el sorprendente plan que se puso en marcha a continuación.

Los godos no atacaron a los romanos directamente, ni tampoco retrocedieron como había ocurrido frente a Trajano y Profuturo. Mientras Valente se acercaba a la posición de Cabyle comenzaron a llegar informes de lo más alarmantes. Los godos habían desaparecido de Cabyle y estaban siguiendo caminos secundarios de las montañas a través del valle del río Tudzha, moviéndose lentamente con carros y bagaje hacia la carretera de Adrianópolis. El plan godo, que nos comenta Amiano, era cortar la carretera, fortificar sus posiciones y dejar a los romanos sin línea de suministros con la capital, obligándolos a atacar una posición en desventaja. La situación era muy grave.

Valente, sin embargo, reaccionó con rapidez, y envió tropas de caballería y arqueros a cortar los pasos de las montañas. Los romanos llegaron a tiempo, sin duda favorecidos por la necesaria lentitud goda debido a la multitud de civiles que seguían al ejército. El resto del ejército romano dio la media vuelta camino de Adrianópolis. Los godos, mientras tanto, viendo frustrado su plan original, decidieron no intentar forzar los pasos, sino hacer un desvío aún mayor hacia el oeste. A los godos les llevó tres días cruzar las montañas hasta desembocar en la llanura cerca de Nice, a unos quince kilómetros de Adrianopolis. Pero ahora habían sido avistados y los exploradores informaron a Valente de la posición del enemigo y de sus fuerzas: diez mil godos, todos los integrantes del campamento de Beroea-Cabyle, estaban esperando al emperador en Nice.

El alto mando romano debatió en Adrianópolis si atacar o no a los godos inmediatamente. Lo cierto es que hubo muchas cosas a considerar. Valente, parece ser, creía que los éxitos de Sebastián lo habían hecho quedar en segundo plano en las últimas semanas. Por otro lado, las cartas de Graciano presumiendo sobre sus victorias sobre los germanos no facilitaban las cosas. Por si fuera poco, llegó al campamento romano Ricomero (oficial de Occidente que ya conocíamos de Ad Salices, y que había vuelto después junto con Graciano), que traía una carta del emperador de Occidente anunciando su pronta llegada, además de aconsejarle a Valente prudencia. Era mejor que esperara por él, Graciano, para hacer frente a un enemigo tan peligroso. Valente tenía por entonces unos cincuenta años y había tenido su cuota de guerras contra godos y persas, mientras que Graciano apenas llegaba a los veinte y se dedicaba a presumir y dar consejos militares después de vencer a una tribu germana. Podemos imaginarnos cómo se tomo Valente la carta.

Además, el emperador de Oriente necesitaba un empuje de popularidad. Ya antes de la guerra no era muy querido, y hasta el momento se había llevado toda la gloria Sebastián. Ahora venía Graciano de camino. Es perfectamente comprensible que no quisiera compartir la gloria con un adolescente con exceso de ego.

Pero si Valente estaba sopesando todo esto era porque el ataque contra los godos no solo era viable, sino aconsejable. Durante el consejo de guerra Sebastián encabezó la facción de oficiales que abogaba por el ataque. El ejército imperial tenía (por lo que se calcula actualmente) unos 15.000 hombres. Los godos tenían 10.000. Si esperaban, los enemigos podían escapar, dispersarse o encontrar una posición más fuerte. La ventaja estaba claramente del lado romano, tanto en número como en calidad y equipo – Amiano nos dice que los soldados eran veteranos –, y había por tanto que aprovechar la oportunidad. Las voces disidentes estaban encabezadas por Víctor, comandante de caballería de origen sármata “pero razonable y cauto”, que prefería esperar la llegada de Graciano. Se impuso el criterio de Sebastián, que al fin y al cabo era lo que el emperador quería oír.

Aunque con altibajos y problemas, todo iba siguiendo el guión que marcaban los romanos. Se había obligado al enemigo a abandonar el saqueo y dificultado sus suministros y sus movimientos. Ahora los tenían reunidos en un lugar llano y totalmente a merced de las tropas veteranas del ejército de campaña.

Sólo había un problema. En el campamento godo no había diez mil hombres, sino veinte mil.
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Sir Nigel »



El desfase en el número de hombres del campamento godo es citado por Amiano como un error de los exploradores, y también considera que esto fue un fallo de información clave que determinó el ataque de los romanos. Heather opina que, mientras que los romanos estaban esperando encontrarse con los godos del campamento de Beroea-Cabyle, lo que en realidad tenían delante era la fuerza combinada de ambos campamentos, el de Beroea-Cabyle y el de Nicopolis ad Istrum, que se habían unido a última hora antes de bajar por el valle del Tudzha. Es perfectamente factible, y de hecho ya no se vuelven a nombrar dos fuerzas separadas de godos, sino una sola. Los romanos no saldrían de su engaño hasta que empezó la batalla. Aún así, hay que aclarar que las cifras son meras conjeturas. Lo que sí se sabe seguro es que hubo un error en su cálculo y que los romanos se encontraron con muchos más enemigos de lo esperado.

El día 8 de Agosto se estaban haciendo todos los preparativos necesarios para ponerse en movimiento contra los godos al día siguiente. Los romanos se encontraban en las afueras de Adrianópolis, y los bárbaros a medio día de marcha. Ese mismo día llegó al campamento romano una embajada de los godos.

Estaba encabezada por un sacerdote cristiano, y el resto la componían “hombres humildes”. Que fuera un sacerdote al frente de la embajada es muy comprensible teniendo en cuenta que el cristianismo ya era la religión oficial del Imperio, y que la mayoría de su clase dirigente era cristiana. Entre los godos también había cristianos, lo cual podía ser aprovechado para suavizar el acercamiento diplomático. El enviar hombres humildes era en cambio una verdadera falta de etiqueta, pero muy razonable teniendo en cuenta el historial romano de asesinatos de líderes en momentos de tregua. Los godos ya lo habían comprobado personalmente con Lupicino, y sus líderes no debían de estar muy dispuestos a hacer un segundo intento.

El sacerdote expuso ante Valente las peticiones godas: la paz y la cesión de tierras en Tracia, como se había acordado inicialmente. Esto, al menos, era la oferta oficial. Extraoficialmente el sacerdote le entregó al emperador una carta del propio Fritigerno en la que éste declaraba que le sería mucho más sencillo hacer entrar en razón a los suyos si Valente les ponía delante el ejército romano. Venía a decir que eso les enfriaría un poco la cabeza, y así él podría convencerlos para que negociaran con algo más de flexibilidad. Esta carta es sumamente interesante, tanto por la posible doblez de Fritigerno como porque nos muestra los problemas que tenía para controlar a los suyos. Si Fritigerno lograba un acuerdo podía obtener un cargo oficial romano (como ocurriría más tarde con otros líderes godos), lo que le daría mucho más peso tanto entre los romanos como entre su propio pueblo. Valente no vio claro nada de todo esto, y los mensajeros se marcharon sin conseguir nada.

El día 9 el ejército romano se puso en marcha, aunque el tesoro imperial y las insignias se quedaron en la ciudad de Adrianópolis. Las tropas iniciaron un largo camino en un día especialmente caluroso, hasta que finalmente llegaron a la posición del campamento godo a eso de las 2 de la tarde. A continuación comenzó el despliegue en formación de batalla mientras desde el círculo de carros godo llegaban los gritos de los guerreros, “fieros y tristes”. El ala derecha romana, ocupada por la caballería, quedaba un poco más adelantada que la infantería del centro. El ala izquierda tardó más en formarse debido a que la caballería de ese lado venía con retraso, aunque se acercaba rápidamente por los caminos. Fue mientras se estaba desplegando este ala cuando los godos, “aterrados por el horrendo estrépito, por el sonido de las armas y el pavoroso resonar de los escudos”, decidieron enviar una segunda embajada a Valente. Daba la impresión de que Fritigerno no se equivocaba, y que los godos empezaban a pensarse lo de hacer frente al ejército imperial. Además, los godos estaban sin caballería. No está muy claro qué estaba haciendo ésta, pero aún tardaría en llegar.

La embajada fue rechazada por el emperador cuando se vio que de nuevo habían enviado gente "de bajo origen". Amiano afirma rotundamente que esta segunda embajada era un mero ardid para ganar tiempo hasta que llegara la caballería, al tiempo que se hacía pasar calor y sed a los romanos, aunque lo cierto es que él mismo admite que Fritigerno no veía nada claro lo de entrar en batalla, y el comentario sobre los godos aterrados enviando la embajada al ver ejército también es suyo. En cualquier caso, si los romanos querían gente importante con la que tratar, los godos querían garantías. Se envió de nuevo a los romanos un parlamentario, un soldado, que explicó ante el emperador y su alto mando que vendrían líderes godos a negociar si a cambio los romanos les enviaban algún alto cargo como rehén, por lo que pudiera pasar. Los romanos vieron esto razonable (lo cual es bastante significativo), y después de discutirlo un poco se decidió por unanimidad enviar al tribuno Equicio, un hombre muy cercano al emperador. Por unanimidad me refiero a que todo el alto mando lo consideró buena idea excepto el propio Equicio, que ya había estado en una ocasión prisionero de los godos y no quería repetir la experiencia. No cambió de opinión por mucho que le insistieron, hasta que finalmente fue Ricomero el que se presentó voluntario para acabar con aquello. Todos los demás estuvieron de acuerdo, y Ricomero fue a prepararse dejando caer algún comentario sobre que “esta noble acción era propia de un hombre valeroso”, aunque sin señalar a ninguno de los presentes.

No está demasiado claro por qué Valente se vio metido en esta ida y venida de embajadas y mensajeros. Amiano lo achaca todo a un astuto plan godo, pero como ya se ha señalado él mismo se contradice en algunos aspectos. Es posible que, ahora que el ejército estaba delante del campamento bárbaro, Valente viera la posibilidad de obtener un resultado mejor negociando para obtener reclutas o incluso esclavos que atacar sin más y obtener cadáveres. Al fin y al cabo los godos parecían bastante desmoralizados, y eso es lo que la carta de Fritigerno afirmaba que ocurriría y como Amiano nos los describe justo antes de la batalla.

Ricomero fue a vestirse como correspondía a su cargo de comandante de la guardia imperial de Occidente, con sus insignias y todo, para que los godos vieran que el que se presentaban no era un cualquiera. Cuando finalmente estuvo listo se subió al caballo y se dirigió hacia las líneas godas. Sin embargo su gesto no iba a tener demasiadas incidencias, porque cuando se encontraba a medio camino estalló la batalla.
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

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Los godos habían situado su campamento sobre una colina formando un círculo de carros, con su infantería formando una línea justo delante. Ambos bandos, por tanto, tenían dos grandes líneas de infantería una frente a la otra en el centro, con los godos situados en una leve pendiente. La caballería romana de ambos flancos estaba algo más adelantada que la infantería, como si amenazara con envolver al ejército godo. La caballería goda no estaba presente.

Las tropas romanas estaban además sufriendo bajo el intenso calor, y algo cansadas por la marcha que les había llevado medio día. Además había humo cubriendo parte de sus líneas debido a algunos fuegos que habían aparecido en los campos circundantes. Amiano culpa a los godos de provocar estos fuegos a propósito. No sabemos si los godos estaban sufriendo igualmente por el calor, pero al menos no habían tenido que marchar toda la mañana. Al humo hay que sumarle el polvo que lo cubría todo ya desde antes de que comenzaran las hostilidades; después habría todavía más, y la visibilidad del campo de batalla fue muy baja durante todo el combate. Fue un motivo más para que la batalla fuera un caos incontrolable desde el principio hasta el final. Otros motivos fueron la aparición de nuevas fuerzas y la indisciplina romana.

La descripción de la batalla es tan caótica como debió de serlo la batalla en sí. Pero hay una cosa que está clara: todo comenzó en el flanco derecho romano por culpa de la caballería de la guardia.

Ricomero cabalgaba por tierra de nadie hacia el campamento godo cuando escuchó a su derecha un enorme griterío. Las líneas goda y romana estaban muy cerca y ya había unidades moviéndose en ambas direcciones. Ricomero no podía saber qué estaba pasando realmente, pero tuvo claro que la batalla, por el motivo que fuera, había empezado. Su misión ya no tenía ningún sentido, así que dio media vuelta y tomó el camino de vuelta hacia sus líneas. Lo que había ocurrido era que una unidad de la caballería de la guardia bajo el mando de Bacurio (un oficial proveniente de la Iberia del Cáucaso) se dejó llevan por sus ansias de acción y avanzó hacia la infantería goda. Contagiada por la guardia, otra unidad de arqueros a caballo (bajo el mando de un tal Casio) la siguió. Ambos regimientos comenzaron a hostigar a los godos disparando y haciendo amagos de carga (así es como se enfrentaba la caballería ante una línea cerrada de infantería). Los godos aguantaron con paciencia durante un rato, hasta que finalmente contraatacaron. Muy probablemente la caballería romana se había acercado demasiado y además no se esperaba una reacción como esa, porque quedó rápidamente desorganizada y lo que habría tenido que ser un repliegue se convirtió en una huida.

Esta acción hizo que se dieran órdenes de ataque en todas partes. La infantería romana avanzó por el centro y trabó combate con la línea goda situada delante de los carros, produciéndose un enfrentamiento cerrado muy parecido al que ya describimos de Ad Salices. Algunas unidades romanas, sin embargo, quedaron en una segunda línea. Lo mismo había ocurrido en Ad Salices, y también en la batalla de Estrasburgo treinta años antes, y en estas dos batallas la reserva sería decisiva, en la primera para evitar la derrota y en la segunda para lograr la victoria.

En el flanco izquierdo romano la caballería estaba preparándose para avanzar cuando apareció de repente la caballería goda. No se sabe de dónde venían, pero su ataque es descrito por Amiano “como un rayo que se precipita entre las montañas, asolaron y abatieron a todo el que se encontraron a su paso en su veloz ataque”.

En esta época los combates entre dos fuerzas de caballería eran rápidos y fluidos. Los romanos habían adoptado las tácticas de persas y sármatas, en las que las unidades ligeras (cursores) maniobraban y acosaban al enemigo mientras las unidades más pesadas (defensores) se mantenían algo retrasadas esperando el momento para cargar. Los cursores podían retroceder y situarse detrás de los defensores (o de la infantería) para reorganizarse y volver al combate. Esta misma táctica la utilizaban otros pueblos, incluidos los alanos y hunos de la estepa (y más tarde los ávaros). Philip Rance lo describe así:
Las unidades de caballería estaban entrenadas para desplegar como cursores – en orden abierto, acosando al enemigo con flechas - y defensores – en despliegue cerrado y bien ordenado, que podía apoyar a los cursores si éstos no podían romper la formación enemiga y tenían que retirarse para reagruparse.”

Tanto godos como romanos utilizarían, por tanto, una táctica parecida. Pero la descripción de Amiano nos da a entender que no hubo maniobras sutiles, sino que se trató de un ataque repentino y en masa. Los jefes de la caballería eran Alateo y Sáfrax, los líderes greutungos, y la fuerza estaba compuesta por godos y alanos (no hay referencias a hunos en la batalla). Ya fuera una táctica preconcebida que intentaba maximizar el efecto sorpresa, o simplemente un ataque poco coordinado, el resultado fue que en la izquierda todo se convirtió rápidamente en un caos de unidades enfrentándose individualmente sin apoyos ni orden de ningún tipo. A lo largo del combate algunos regimientos romanos contraatacaron con éxito y avanzaron a través de la caballería goda haciendo huir a todo lo que encontraban por delante, llegando incluso hasta la línea de carros del campamento. Pero este ataque no tenía ni coordinación con otras unidades ni podía recibir apoyos, y los romanos acabaron envueltos por una multitud de enemigos que acabó con todos. La izquierda romana se vio finalmente desbordada y la caballería restante fue retrocediendo cada vez más, hasta finalmente huir.

Mientras tanto la infantería seguía combatiendo en la pendiente que llevaba a los carros, y como en otras ocasiones prometía ser una lucha de desgaste de larga duración. Sin embargo, a medida que los flancos romanos se deshacían, cada vez más unidades de caballería enemiga aparecían por los flancos y la retaguardia, acosando y amenazando con cargas. La situación era cada vez más comprometida, y el emperador se refugió en el lugar de la línea donde se encontraban los regimientos Lanciarii y Mattiairii, que eran los que mejor estaban aguantando. Junto con él se encontraban otros altos oficiales, como Trajano (el general de Ad Salices, después sustituido por Sebastián como comandante de la infantería), el cual vio cómo las cosas se estaban poniendo realmente serias y le indicó a Víctor (el que tanto había defendido esperar por Graciano) que volviera atrás y trajera a las fuerzas de reserva como pudiera. Para entonces la visibilidad ya debía de ser casi nula, con el polvo producido por la batalla y los movimientos de la caballería cubriéndolo todo. Víctor cabalgó hacia la retaguardia, que por aquel entonces debía de estar en completo desorden, y buscó a los Batavi Iuniores, un regimiento de infantería de élite. Nunca pudo encontrarlo. Lo más probable es que escaparan al ver la situación del frente. En ese momento Víctor dio todo por perdido y escapó del campo de batalla.

Pero la lucha continuaba. La infantería romana estaba cada vez más apiñada debido a la presión de los regimientos de caballería que se movían en su retaguardia, mientras por el frente los godos atacaban cada vez con más ganas. Los arqueros godos de la pendiente tenían blancos fáciles en las apretadas filas romanas y tiraban ya a bulto. La situación iba empeorando por momentos. Los romanos tenían que recurrir cada vez más a las espadas, ya que la mayoría de las lanzas estaban ya rotas, el suelo se iba volviendo resbaladizo por la sangre, las fuerzas físicas iban mermando y los hombres tenían cada vez menos“lucidez mental” (un apunte al desgaste psicológico del combate que nos regala Amiano). Algunos grupos hicieron unos últimos intentos completamente desesperados de salir de allí, sin éxito, hasta que finalmente desapareció toda cohesión y el combate se convirtió en una simple lucha por la supervivencia.

Casi toda la infantería romana debió de quedar rodeada y murió en la batalla. La caballería tuvo más suerte. Solo un tercio del ejército logró sobrevivir, y lo más probable es que casi todos los que lo consiguieron lo hicieran gracias a tener una montura. También ayudó el hecho de que la batalla había comenzado muy tarde, y que la persecución no pudo alargarse mucho gracias a que se hizo de noche.

Corrieron rumores de que el emperador consiguió salir de allí y murió posteriormente en una cabaña, quemado vivo por los godos. Otras versiones afirmaban que fue herido con una flecha cuando se encontraba con la infantería y murió en el campo de batalla. En cualquier caso su cuerpo nunca se recuperó.

Trajano, que había permanecido con los Lanciarii y los Mattiairii, murió con ellos. También murió Valeriano, jefe de las caballerizas, así como Equicio, el tribuno que no había querido servir de rehén. Y Sebastián. Con ellos murieron otros treinta y cinco tribunos “algunos sin cargo fijo y otros al mando de tropas”.

Los que sí consiguieron salir de allí fueron Saturnino, el oficial al cargo de los pasos de los montes Hemo un año antes, y Ricomero, el comandante de Occidente, además del ya mencionado Víctor.

El ejército de campaña del Imperio de Oriente estaba destruido. Ahora sólo quedaba por ver qué harían los godos con la victoria.

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El género humano, al que muchos de mis lectores pertenecen, ha jugado desde siempre a juegos de niños y es probable que lo siga haciendo hasta el final, lo que supone un engorro para los pocos individuos maduros que hay.” Chesterton.
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Trancos-Alatriste »

Excelente narración de la batalla de Adrianópolis y, sobre todo, magnifica elección de la banda sonora, tanto del hilo en general como, sobre todo, del post de la batalla en particular. :dpm: :dpm:
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Sir Nigel »

Muchas gracias, Trancos.
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Re: La Guerra Gótica (376-382)

Mensaje por Tosk »

Exclente Sir Nigel...muy buen relato de esta batalla decisiva. Si me permiten un pequeño grano de arena, quiero aportar algunas imágenes:

Así debería haber sido un soldado de caballería romano en el periodo de la batalla:

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Y así uno de infantería, aunque cálculo que por el calor hubiesen prescindido de sus cotas de malla:

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