La batalla de las Vulcanalia

Toda la Historia Militar desde la Prehistoria hasta 1453.

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marcelo
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Re: La batalla de las Vulcanalia

Mensaje por marcelo »

Y sobre las guerras sertorianas, no hay que perder de vistas las dos provincias hispanas, Ulterior y Citerior. La llegada de Pompeyo parece enfocada a ejercer como mando en esa Citerior. Por eso, las zonas iniciales de operaciones de Metelo y Pompeyo parecen delimitadas. ¿Dónde está ese Sagunto/Segontia/Segovia? ¿Entre ambas provincias? La muerte de los Hirtuleyos parece asociada a Metelo.

La estrategia de Sertorio tal cual recuerda Bernardo de las fuentes clásicas, parece responder al esquema geográfico: un contingente para retener a Metelo en la Lusitania (Hirtuleyo), dos para contener a Pompeyo en la zona catalano-levantina (Herenio y Perpena) y un tercero que operaría en la cabecera del Ebro y del Duero (comandado por el propio Sertorio). Lo cual delimita perfectamente el área dominada por Sertorio en un triángulo comprendido entre Extremadura-Pirineos-Ebro.


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Poliorcetos
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Re: La batalla de las Vulcanalia

Mensaje por Poliorcetos »

marcelo escribió: 31 Oct 2021 ¿Qué es lo lógico que ocurra si hasta ahora ha pasado esto?
Esa es la clave, pero al revés:
¿Qué ha pasado antes si ahora está pasando esto? El presentismo. No sabemos lo que pasó, pero aplicando lo conocido, llegar a lo desconocido. El presentismo no se limita al presente. En cada presente hay un presentismo. ¿Cómo nos imaginamos hoy a Viriato o a Numancia?

La separación de provincias, muy interesante. En las fuentes encontramos una primera: Del lado de acá del Ebro y del lado de allá. Geográficamente es precisa, independientemente de la provincia. Pero después aparece del lado de acá y del lado de allá del Tajo, muy frecuente para Viriato y Sertorio.

Edito: si llevamos el Tajo hasta el Mediterráneo para una división total, al margen de las delimitaciones claras ¿Qué tenemos? O bien Tajo-Júcar (Sucronem) o bien Tajo-Segura. ¿No irían por ahí las confusiones con el Tratado del Ebro y el Segura, por un ejercicio de presentismo antiguo? O varios, o todos juntos, no sé...
Prometí también que no haré guerra ni paz ni pacto a no ser con el consejo de los obispos, nobles y hombres buenos, por cuyo consejo debo regirme.
IV Item. Decreta que Don Alfonso, Rey de León y de Galicia estableció en la Curia de León en 1.188
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Re: La batalla de las Vulcanalia

Mensaje por marcelo »

Poliorcetos, posiblemente es bidireccional. Cosas del pasado más o menos certeras condicionan lo que viene después de ellas. Y por otro lado cosas ocurridas después, también más o menos corroboradas, obligan a que las previas tuviesen que suceder de determinada forma.

Digamos que un hecho "indubitado" tiene recorrido hacia delante y hacia atrás.

El límite de las provincias en cada época es difícil de fijar. Tenemos el caso de Helvio, ex-pretor en la Ulterior, siendo atacado en Iliturgis cuando llevaba tropas de una provincia a otra. En Iliturgis estaba el arco de Janus Augustus, que debía delimitar provincias, pero es de época imperial, en el que estás cambian.

Bajo mi punto de vista el límite se fijaba para repartir riquezas de modo más o menos equitativo, no tanto para tener una superficie parecida. En su día comentamos la plata que mandaban los pretores de cada provincia de Hispania en el momento en que se establecen.

La plata oscense, parece indicar una mina de referencia en la zona pirenaica que sería evidentemente de la Citerior. Por otro lado el distrito minero de Peñarroya y las minas de Almadén al norte de Sierra Morena, así como la zona entre Villanueva y Minas y San Nicolás del Puerto son claramente de la Ulterior. Pero queda la duda de en qué provincia quedaban las minas de Cástulo y las de Cartagena. Estas últimas en época de Polibio eran especialmente importantes.

Los sucesores de Escipión Africano llevaron a Roma cantidades de plata muy dispares (7 a 1). Sin embargo una vez establecidas las provincias, la plata enviada se equilibra más hasta una proporción de 2,5 a 1. Cartagena parece claramente adscrita a la Citerior. Cástulo está en el límite pero pareciera pertenecer también a la Citerior dada la ubicación del Arco.
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Bernardo Pascual
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Re: La batalla de las Vulcanalia

Mensaje por Bernardo Pascual »

Pero la Historia, como dice Poliorcetos, siempre se escribe en un presente, que es el que la condiciona. Por otro lado, por supuesto, si no existiese un pasado ya escrito, la Historia no sería tal. En el momento que estamos estudiando participan las dos corrientes, la histórica propiamente dicha, que es la que viene del pasado, por medio principalmente de Polibio, y la legendaria, que es la que se construye reproduciendo ese presente concreto, el de mediados del siglo I a. C. en un pasado ya olvidado. Sin Polibio, sin embargo, y ahí está la gracia, la guerra de Sertorio no podría reflejarse en la guerra de fuego. Viriato y la guerra de Numancia por tanto son leyendas literarias, en cuanto que requieren de un escrito previo. Se conoce el pasado y el presente, pero no lo que hay en medio. En el caso de la leyenda pura o mitológica el pasado se ignora del todo. El mejor ejemplo en este caso son las películas de ciencia ficción. No aportan absolutamente ningún conocimiento del futuro, aunque nos lleguemos a creer que sí. En todo caso, aunque ese ya es otro tema, la mitología siempre ha utilizado reliquias, el nombre de un campo de batalla o unas ruinas sin ir más lejos.

Al tajo; aquí tenemos la historia de siempre:
43-. Como sucesor de Flaco en el mando, vino Tiberio Sempronio Graco. Por aquel tiempo asediaban a la ciudad de Caravis, que era aliada de Roma, veinte mil celtíberos. Como era muy probable que fuera tomada, Graco se apresuró a acudir en socorro de la ciudad, pero después de haber establecido un cerco en torno al enemigo, no pudo comunicar a la ciudad su proximidad. Por consiguiente, Cominio, uno de los prefectos de caballería, tras meditar consigo mismo el asunto y exponer su audaz proyecto a Graco, se ciñó un sagum a la usanza ibera y, se unió secretamente a los soldados enemigos que iban en busca de forraje. De este modo penetró, en su compañía, en el campamento como si fuera un ibero y, atravesando a la carrera hasta Caravis, les comunicó que Graco venía hacia ellos. Éstos consiguieron mantenerse a salvo aguantando con fortaleza el asedio, hasta que llegó Graco al cabo de tres días, y los sitiadores levantaron el asedio. Entonces, veinte mil habitantes de Complega llegaron hasta el campamento de Graco con ramas de olivo a modo de suplicantes y, cuando estuvieron cerca, le atacaron de improviso y provocaron la confusión. Éste con habilidad les dejó su campamento y simuló la huida. Después, dando la vuelta, los atacó mientras se dedicaban al saqueo, mató a la mayoría y se apoderó de Complega y de los pueblos vecinos. Asentó a las clases más menesterosas y repartió las tierras entre ellos. Llevó a cabo tratados perfectamente regulados con todos los pueblos de esta zona, sobre la base de que serían aliados de los romanos. Les dio y tomó juramentos que serían invocados, en muchas ocasiones, en las guerras futuras. A causa de tales hechos, Graco se hizo célebre en Iberia y Roma y fue recompensado con un espléndido triunfo.
Apiano.
Este personaje no es Graco, sino Marcelo. Eso explica la misteriosa frase: “…después de haber establecido un cerco en torno al enemigo, no pudo comunicar a la ciudad su proximidad.” Lo que hizo fue dar un rodeo para evitar que le tendieran una emboscada.
48-. Al año siguiente, llegó como sucesor en el mando de Nobílior, Claudio Marcelo con ocho mil soldados de infantería y quinientos jinetes. Logró cruzar con suma precaución las líneas de los enemigos que le habían tendido una emboscada acampó ante la ciudad de Ocilis con todo su ejército. Hombre efectivo en las cosas de la guerra, logró atraerse de inmediato a la ciudad y les concedió el perdón, tras exigir rehenes y treinta talentos de plata. Los nergobrigenses, al enterarse de su moderación, le enviaron emisarios para preguntarle por qué medios obtendrían la paz. Cuando les ordenó entregarle cien jinetes para que combatieran a su lado como tropas auxiliares, ellos les prometieron hacerlo, pero, por otro lado, lanzaron un ataque contra los que estaban en la retaguardia y se llevaron algunas bestias de carga. Poco después, llegaron con los cien jinetes, como en efecto se había acordado, y con la relación a lo ocurrido en la retaguardia, dijeron que algunos de los suyos, sin saber lo pactado, habían cometido un error. Entonces, Marcelo hizo prisioneros a los cien jinetes, vendió sus caballos, devastó la llanura y repartió el botín entre el ejército. Finalmente, puso cerco a la ciudad. Los nergobrigenses, al ser conducidas contra ellos máquinas de asalto y plataformas, enviaron un heraldo revestido de una piel de lobo en lugar del bastón de heraldo y solicitaron el perdón. Éste replicó que no lo otorgaría, a no ser que los arevacos, belos y titos lo solicitaran todos a la vez. Cuando se enteraron estas tribus, enviaron celosamente emisarios y pidieron a Marcelo que, tras imponerles un castigo moderado, se atuviera a lo tratados firmados con Graco. Se pusieron en contra de esta petición algunos nativos a quienes ellos había hecho la guerra.
Apiano.
Lo más chocante es lo de Nertobriga, pero da la casualidad que Polibio también la menciona. Es más, Polibio se refiere a los lusitanos, y no a los celtíberos. Ese desplazamiento a la Celtiberia soriana implica una modificación del relato tras la guerra de Sertorio. Sirve precisamente para hermanar a los nertobrigenses de Polibio con los numantinos de Sertorio. De ahí la fundación de la ciudad por bandidos, lo mismo que la huida desde Segeda.

Apiano parece repetir el mismo suceso muchas veces:
50-. Lúculo se puso en camino, y Marcelo anunció públicamente la guerra a los celtíberos y les devolvió sus rehenes como lo habían pedido. Después llamó a su lado al portavoz de los celtíberos en Roma y estuvo conferenciando con él en privado durante largo rato. En razón de esto, se empezó precisamente a sospechar ya entonces, y después fue confirmado en mayor medida por los acontecimientos posteriores, que intentaba convencerles de que se pusieran en sus manos sus asuntos, buscando con ansiedad dar fin a la guerra antes de la llegada de Lúculo. Después de esta entrevista, cinco mil arevacos ocuparon Nergóbriga, y Marcelo se puso en marcha hacia Numancia y acampó a una distancia de cinco estadios de ésta. Persiguió a los numantinos acorralándolos en la ciudad y, finalmente, el jefe de éstos, Litennón, haciendo un alto, dijo a voces que quería reunirse con Marcelo para negociar. Cuando estuvieron reunidos, afirmó que los belos, titos y arevacos se ponían voluntariamente en manos de Marcelo. Éste, feliz por la noticia, exigió rehenes y dinero a todos ellos y, habiéndolos tomado, los dejó libres. De este modo, terminó la guerra de los belos, titos y arevacos antes de la llegada de Lúculo.

Primero se levanta el asedio, luego se castiga a los enemigos y finalmente se firma la paz, pero la cosa no debió ser tan sencilla.
Los lusitanos del otro lado del río Tajo y aquellos que ya estaban en guerra con los romanos, cuyo jefe era Cauceno, se pusieron a devastar el país de los cuneos que estaban sometidos a los romanos y tomaron Conistorgis, una ciudad importante de ellos. Atravesaron el océano junto a las columnas de Hércules y algunos hicieron incursiones por una parte de África y otros sitiaron a la ciudad de Ocilis. Mummio los siguió con nueve mil soldados de infantería y quinientos jinetes, mató a unos quince mil de los que estaban entregados al saqueo y a algunos otros, y levantó el asedio de Ocilis. Después se topó, casualmente, con los que llevaban el producto de su rapiña y los mató a todos, de tal manera que ni siquiera logró escapar un mensajero de esta desgracia. Tras haber entregado al ejército el botín que podían llevar consigo, el resto lo quemó como ofrenda a los dioses de la guerra. Y Mummio, una vez que finalizó su campaña, regresó a Roma y fue recompensado con el triunfo.
Se puede omitir lo de la paz, pero también se puede cambiar el orden de los acontecimientos, situando la paz en vez de en el final, como en un cuento, pongamos que antes del castigo. En todo caso, se aprecia muy poca simpatía hacia Galba. Si nos fijamos, en este último texto la traición se produce, por supuesto, después del tratado, pero también antes que la batalla, Incluso el asedio de los aliados va después del tratado de paz. ¿Entonces por qué les habían declarado la guerra?
58-. Le sucedió en el mando Marco Atilio, quien realizó una incursión contra los lusitanos, dio muerte a setecientos de ellos y se apoderó de Oxtraca, su ciudad más importante. Después de sembrar el pánico entre los pueblos vecinos, firmó tratados con todos. Entre éstos había algunos vettones, limítrofes con los lusitanos. Sin embargo, cuando Atilio se retiraba para pasar el invierno, todos cambiaron de parecer de repente y asediaron a algunos pueblos vasallos de Roma. Servio Galba, el sucesor de Atilio, les apremió a que levantaran el cerco. Tras recorrer en un día y una noche una distancia de quinientos estadios, se presentó ante los lusitanos y entabló combate de inmediato con el ejército cansado. Por fortuna logró romper las filas enemigas, pero se puso a perseguir al enemigo con poca experiencia en la guerra. Razón por la cual, al hacerlo de forma débil y desordenada debido a la fatiga, los bárbaros, al verlos diseminados y que se detenían a descansar por turnos, se reagruparon y atacándolos dieron muerte a unos siete mil. Y Galba, con los jinetes que estaban a su lado, huyó a la ciudad de Carmona. Aquí recuperó a los fugitivos y, después de reunir aliados hasta un número de veinte mil, marchó hacia el territorio de los cuneos y pasó el invierno en Conistorgis
59-. Lúculo, que había combatido contra los vacceos sin autorización senatorial y, a la sazón, se encontraba invernando en Turdetania, al darse cuenta de que los lusitanos hacían incursiones contra las zonas próximas, envió a sus mejores lugartenientes y dio muerte a cuatro mil lusitanos. Mató a mil quinientos cuando atravesaban el estrecho cerca de Gades, y a los demás, que se habían refugiado en una colina, los rodeó de una empalizada y capturó a un número inmenso de ellos. Entonces, tras invadir Lusitania, se puso a devastarla gradualmente. Galba llevaba a cabo la misma operación por el lado opuesto. Cuando algunos de sus embajadores vinieron a él con el deseo de consolidar los pactos que habían hecho con Atilio, el general que le había precedido, y que habían quebrantado, los recibió, firmo una tregua y mostró deseos de entablar relaciones amigables con ellos, ya que entendía que se dedicaban a la rapiña, a hacer la guerra y quebrantar los tratados por causa de la pobreza: Pues les dijo la pobreza del suelo y la falta de recursos os obligan a esto, pero yo daré una tierra fértil a mis amigos pobres y os estableceré en un país rico distribuyéndoos en tres partes.
60-. Ellos, confiados en estas promesas, abandonaron a sus lugares de residencia habituales y se reunieron en donde les ordenó Galba. Este último los dividió en tres grupos y, mostrándoles a cada uno una llanura, les ordenó que permanecieran en campo abierto hasta que, a su regreso, les edificara sus ciudades. Tan pronto como llegó a la primera sección, les mandó que, como amigos que eran, depusieran sus armas. Y una vez que lo hubieron hecho, los rodeó con una zanja y, después de enviar a algunos soldados con espadas, los mató a todos en medio del lamento general y las invocaciones a los nombres de los dioses y a las garantías dadas. De igual modo también, dándose prisa, dio muerte a la segunda y tercera sección cuando aún estaban ignorantes de la suerte funesta de los anteriores, vengando con ello una traición con otra traición a imitación de los bárbaros, pero de una forma indigna del pueblo romano. Sin embargo unos pocos de ellos lograron escapar, entre los que estaba Viriato, quien poco tiempo después se puso al frente de los lusitanos, dio muerte a muchos romanos y llevó a cabo las más grandes hazañas. Pero estas cosas, que tuvieron lugar después, las referiré más adelante. Entonces Galba, hombre mucho más codicioso que Lúculo, distribuyó una parte pequeña del botín entre el ejército y otra parte pequeña entre sus amigos, y se quedó con el resto, pese a que ya casi era el hombre más rico de Roma.Se dice que ni siquiera en tiempos de paz dejaba de mentir y cometer perjurio a causa de su ansia de riquezas. Y a pesar de que era odiado y de que fue llamado a rendir cuentas bajo acusación, logró escapar debido a su riqueza.
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“...Sin embargo, estoy convencido de que si nos ocurre lo que es propio de los hombres, el proyecto no quedará en el aire ni le faltarán hombres cabales; su belleza atraerá a muchos que lo tomarán bajo su responsabilidad y se esforzarán por llevarlo a cabo.”
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Re: La batalla de las Vulcanalia

Mensaje por Bernardo Pascual »

La clave está en las justificaciones. Los romanos, cierto o no, se movilizaron contra un grupo de bandidos que saqueaba a sus aliados. Entonces es cuando sufren la derrota, al perseguirlos. Al año siguiente llega Marcelo, libera Ocili, sitia Nertobriga y firma la paz. La siguiente justificación es la de que ese invierno los de Nertobriga volvieron a hostigar a los aliados, o la versión menos repetitiva de que atacaron la retaguardia romana. Cuando Galba llega a Nertobriga, sin embargo, le reciben sin la menor hostilidad. Si la guerra se justifica con el argumento de acudir en defensa de los aliados, no tiene sentido que la batalla se librase antes de esa incursión enemiga, cuando todavía no existía el casus belli. Entonces se recurre a lo de los piratas. Primero éstos incursionan en África y luego, después de la batalla, sitian Ocili. De un modo u otro, los romanos están obligados a acudir en su auxilio. Una mentira debe ser creíble. Si los celtiberos llevaran sitiando Ocili desde antes de la batalla, para cuando llegó Marcelo esta ciudad llevaría ya dos años bajo sitio. Les pasa lo mismo con Sagunto. ¿Si declararon la guerra a Aníbal por conquistarla, por qué tardaron después ocho años en liberarla? Todo son tópicos o figuras recurrentes. Igual de falso es lo de la traición de los nertobrigenses. Sirve para justificar la matanza, pero eso no encaja con la hospitalidad con que recibieron a sus asesinos invitándolos a un banquete. Los hechos en sí, sin tratar de explicarlos o justificarlos, son en primer lugar una importante victoria de los lusitanos, seguida de un tratado de paz y, finalmente, una infracción de éste por parte de los romanos. No se puede evitar compararlo con las guerras indias de los EEUU. Si a eso se suma lo de la reubicación, ya ni calcado. Además hay otro aspecto común en este tipo de guerra colonial o contra bárbaros. El lider insurgente o bien es rehén o bien mercenario de la potencia de turno, como ocurre con Rectugenos, el comandante de los auxiliares utilizados contra Viriato.
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Re: La batalla de las Vulcanalia

Mensaje por marcelo »

Al respecto del tema, hay un artículo de Fernando Quesada, que aunque trata muchos aspectos (estereotipos, armas, forma de lucha) toca un punto para mí muy interesante. Es la inserción de las guerras hispanas dentro del historial bélico romano del siglo II a.C. y cómo encajan en periodos en los cuales no hay otra guerra principal de la República.
https://www.academia.edu/32976766/_Los_ ... view-paper

Deduce que posiblemente se debe a que Roma exprimía más a sus pueblos dominados en Hispania cuando sabía que no tenía otra guerra exterior y si se le revolvían podía centrarse militarmente en ellos.

Sobre lo que dices de Numancia y Viriato coincido parcialmente. Ese "cómo" posiblemente fabulado y exagerado y ese "qué" posiblemente cierto en su mayor parte. Compatible con la existencia de personajes reales a los que se exageró su importancia.
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Re: La batalla de las Vulcanalia

Mensaje por Bernardo Pascual »

marcelo escribió: 01 Nov 2021 Sobre lo que dices de Numancia y Viriato coincido parcialmente. Ese "cómo" posiblemente fabulado y exagerado y ese "qué" posiblemente cierto en su mayor parte. Compatible con la existencia de personajes reales a los que se exageró su importancia.
¿Hasta dónde llega el qué y dónde empieza el cómo? Escipión Emiliano estuvo en Hispania. Eso es el qué. ¿Pero cuántas veces? ¿Luchó contra los vacceos? ¿Destruyó Numancia? ¿Eso son cómos o qués?

Sempronio Graco padre se llevaba treinta años con su esposa, Cornelia, la hija menor del Africano. Por tanto, cuando nació Tiberio Graco, el padre tenía casi sesenta años y la madre casi treinta.
Fue tribuno de la plebe alrededor del año 187 a. C., puesto desde el que salvó a Lucio Cornelio Escipión Asiático y a Escipión el Africano de ser encausados por sus enemigos, por interposición de su veto. Aunque no eran amigos suyos, ni aliados políticos, pensó que los servicios prestados por los Escipiones a Roma merecían que no fueran tratados como unos criminales. Quizá de ahí naciera su compromiso matrimonial con Cornelia, la hija menor del Africano con la que según Plutarco no se casó hasta después de la muerte de su padre.
Wikipedia
De ser así, el matrimonio se habría acordado cuando ella apenas tenía tres años. Sorprende entonces que el hijo mayor superviviente naciera tan tarde. O bien esperaron mucho para casarse, poco lógico en un matrimonio acordado, o bien los nueve hijos que murieron antes de llegar a la edad adulta eran todos o casi todos anteriores a Tiberio, o bien se está tratando de encajar fechas. Ya vimos algo muy parecido con los Emilios. Habría que comparar otros casos.
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Re: La batalla de las Vulcanalia

Mensaje por Bernardo Pascual »

Si Graco hubiese nacido en el 162 a. C., tal como se dice, habría escalado las murallas de Cartago con diez y seis años y habría sido tribuno de la plebe con veintiocho; Graco el precoz. Lo único que parece encajar con esa supuesta fecha de nacimiento es la cuestura en el 137 a. C., con veinticinco años. Supongamos, sin embargo, que hubiese sido tribuno de la plebe con treinta y seis años, la edad apropiada. En ese caso habría sido cuestor con treinta y dos.
Tras las reformas que Sila aprobó en el año 81 a. C., la edad mínima para la cuestura se fijó en 20 años para los patricios y 32 años para los plebeyos.
Wikipedia.
La biografía de Graco cuadraría muchísimo mejor en todos los aspectos si hubiese nacido ocho años antes; de nuevo los misteriosos ocho años.
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Re: La batalla de las Vulcanalia

Mensaje por Bernardo Pascual »

La confusión de Livio

Tito Livio menciona, a un Q. Fulvio Nobilior nombrado en el año 184 a. C. triunviro para fundar colonias en Potentia y Pisaurum, y como dice Cicerón que Q. Nobilior, hijo del conquistador de los etolios, fue un triumvir coloniae deducendae, aunque no menciona el nombre de la colonia, parecería ser que el Q. Nobilior mencionado por Tito Livio es el mismo personaje mencionado por Cicerón.
Pero hay dos objeciones a esta conclusión natural: en primer lugar, es extremadamente improbable, y contrario a la práctica romana, que tan importante deber como participar en la fundación de una colonia se le haya confiado a una persona tan joven como Q. Nobilior, ya que no obtuvo el consulado hasta treinta y un años después, y en segundo lugar, el Q. Fulvius M. f. que, dice Tito Livio, fue elegido triunviro epulo en el año 180 a. C., cuando todavía era un niño (praetextatus), difícilmente puede ser otro personaje que el hijo del gran M. Fulvio cuyo nombre aparece tan a menudo en los escritos del historiador.
Una extrapolación de las fechas hace casi seguro que este Q. Fulvius M. f. sea el mismo que el cónsul de 153 a. C.; pues es de suponer que él tenía dieciséis años cuando fue inscrito en el colegio de los epulones, y habría sido de cuarenta y tres años, cuando fue elegido cónsul, la edad en que un ciudadano podría obtener este honor por vez primera.
Por lo tanto podemos concluir que el Q. Nobilior que fue triunviro en el año 184 a. C. debe ser una persona diferente a la del cónsul de 153 a. C.
Wikipedia.
Resulta curioso que no se plantee la opción de que Tito Livio pueda estar duplicando el mismo suceso cuatro años antes.
A los 10 años fue augur.
Wikipedia, Graco.
¿No sería más lógico que lo hubiese sido a los 18? Aquí además se juntan el hambre con las ganas de comer. ¿Ya habían muerto todos sus hermanos mayores?
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Re: La batalla de las Vulcanalia

Mensaje por Bernardo Pascual »

Si Tiberio y Gayo se llevaban 9 años, no puede ser que Tiberio naciera en el 162 a. C. y su padre muriera en el 155 a. C. Como muy pronto, habría muerto en el 153 a. C. El que escribió la Wikipedia, con todo lo sabio que es, a veces se despista.

Si Graco padre hubiese muerto en el 153 a. C., con unos sesenta y siete años de edad, poniendo una media de unos dos años entre cada hijo, es decir 24 años, se habría casado a los cuarenta y tres años. Eso concuerda con los 30 años que le sacaba a su esposa. Si Cornelia se casó a los quince, entonces enviudó con cuarenta.

Lo que no pudo fue dejarla con los doce hijos todavía vivos todos y niños como dice Plutarco. En ese caso habría que acortar la frecuencia entre los partos o, lo que es lo mismo, la duración del matrimonio, con lo cual no quedaría otra que atrasar también mucho la fecha de la boda. Pero también hay que tener en cuenta que se están poniendo valores extremos: Gayo el benjamín de la familia y Tiberio, por tanto, de los medianos, para nada el primogénito.

Aquí surge otra cuestión. ¿Por qué se llamaba entonces Tiberio? Es curioso que con el alto índice de mortalidad infantil en la antigua Roma, casi todos los hijos mayores supervivientes, por no decir todos, lleven el praenomen del padre.

En mi opinión, primero surge el mito, que una matrona se quede sola con doce huérfanos, y después se racionaliza encajando las fechas, pero con todo, coincido con Marcelo que hay algo de fondo histórico. Las cuentas parecen confirmar que Tiberio Sempronio se caso ya maduro con una Cornelia todavía muy joven.
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Re: La batalla de las Vulcanalia

Mensaje por Bernardo Pascual »

La batalla de las Vulcanalia llegó al siglo primero por dos fuentes distintas e independientes. Según Polibio se habría librado en el 154 a. C., pero según otras tradiciones eso habría ocurrido ocho años después, en el 146 a. C. Los romanos, por tanto, ya conocían este suceso antes de leer a Polibio.

Toda la segunda parte de la guerra de Numancia, es decir, la guerra de Numancia propiamente dicha, es una leyenda romana, incluido lo de Viriato, que se documenta o fundamenta, no obstante, en aquellos sucesos narrados por Polibio pero mal datados. La gracia está en que después alguien intentó encasquetarle la autoría de la leyenda a Polibio, y para eso la movió a ocho años antes. Esa es la pegatina que estampa Apiano sobre el relato de Polibio.

Guión de Polibio:
  1. Batalla.
  2. Tratado de paz.
  3. Represalia.
La leyenda romana altera el orden de los sucesos para darle un final feliz:
  1. Represalia.
  2. Batalla.
  3. Tratado de paz.
La guerra de Numancia surge como propaganda optimate, pero en seguida le sacan jugo también los populares. Como dicen en mi pueblo, las trampas se vuelven carambas. Tanto recuerdo como la propia batalla lo dejó la infamia de Galba, sobre lo que sin duda Polibio se calló. No era justo que la historia terminase así, sin una venganza. En Numancia, incitados por Viriato, se acabaron juntando todos los resentidos contra Roma. La clave al final está en cómo enfocarlo.

Pompeyo era el hombre al que le negaban los triunfos por lograrlos en guerras civiles, y se tenía que inventar guerras paralelas que los justificaran. La de Numancia surge como una de ellas. Los populares, no obstante, utilizaron de inmediato esa misma historia para ridiculizarlo. Graco se acabó convirtiendo en el bueno de la película, junto a su reparto de tierras, con el malvado Escipión rompiendo todas las treguas; incluso Sertorio tuvo su justificación. Casi da duelo desvelarlo. El final real, la muerte de Cáuciro en combate y la matanza de Nertobriga, es mucho más triste y prosaico y carece de moraleja.
Nelitis neque litis

“...Sin embargo, estoy convencido de que si nos ocurre lo que es propio de los hombres, el proyecto no quedará en el aire ni le faltarán hombres cabales; su belleza atraerá a muchos que lo tomarán bajo su responsabilidad y se esforzarán por llevarlo a cabo.”
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Re: La batalla de las Vulcanalia

Mensaje por Bernardo Pascual »

marcelo escribió: 15 May 2020 Bernardo, la alusión de Polibio a los lusitanos con los que se enfrenta Claudio Marcelo, bajo mi punto de vista es equívoca. Se refiere a los lusones. Marcelo hace la guerra con lusones, titos, belos y arévacos. o sea, se mueve en el área de las actuales Soria, Guadalajara y partes occidentales de Teruel y Zaragoza.

Por otro lado, los comentarios negativos hacia Marco Claudio Marcelo, me recuerdan a los que el mismo Polibio hizo contra el antepasado de este muerto durante la Segunda Guerra Púnica. Seguramente los Claudios y los Escipiones no se llevaban demasiado bien. De hecho ya comentamos que a los Escipiones no les debió hacer mucha gracia que un Claudio (Cayo Claudio Nerón) llegase a Hispania tras la muerte de los hermanos, y también señalamos el hecho de que Silano, enviado junto a Escipión Africano, pudiera ser un hombre de Marcelo.

Es curioso como Polibio, aparte de denostar a Marcelo, al que tacha de acobardado, destaca que tras este el que llega a Hispania es Escipión Emiliano. Cuando en realidad Escipión Emiliano en esta campaña no pasaba de ser un simple tribuno a las órdenes de Lúculo. Por cierto, Apiano cuenta la anécdota del duelo de Escipión Emiliano con un guerrero vacceo en Intercacia. De nuevo la muchas veces repetida anécdota del duelo singular. Curiosamente, la única Spolia Opima cuya historicidad es menos discutida la tenía el Marco Claudio Marcelo de la segunda guerra púnica, obtenido en su campaña contra los galos en 222 a.C. (compartiendo consulado con Cneo Escipión).

La Nertóbriga de Marcelo, sería una ciudad situada en el actual Aragón, no la Nertóbriga lusitana (en Extremadura). ¿Duplicidad por invento o real?

Lo que Apiano describe en 55 y ss es que Lúculo tras haber operado en torno al Duero contra los vacceos, desciende al sur para invernar. En 56, bajo mi punto de vista narra los enfrentamientos de los lusitanos con los romanos en la Bética. Dice que aliados a los vetones atcaron a los blastofenicios. El nombre del líder lusitano, Púnico, suena a chiste. Se enfrentan a Mummio junto a los vetones (los lusitanos del otro lado del Tajo). Y atacan a los conios (habitantes del Algarve).
Lo de la Ocilis que sitian unos mientras otros cruzan a África no termino de verlo.
¡Ya lo tengo! Marcelo no va desencaminado (me ha costado encontrar su cita). La clave está en la traducción. :dpm:
Ὅτι ἐπειδὴ οἱ Κελτίβηρες ἀνοχὰς ποιησάμενοι πρὸς Μάρκον Κλαύδιον τὸν στρατηγὸν τῶν Ῥωμαίων ἐξαπέστειλαν τὰς πρεσβείας εἰς τὴν Ῥώμην, οὗτοι μὲν τὴν ἡσυχίαν ἦγον, καραδοκοῦντες τὴν ἀπόφασιν τῆς συγκλήτου, Μάρκος δὲ στρατεύσας εἰς τοὺς Λυσιτανοὺς καὶ τὴν Νερκόβρικα πόλιν κατὰ κράτος ἑλὼν ἐν Κορδύβᾳ τὴν παραχειμασίαν ἐποιεῖτο.
"Porque los celtíberos, pactando con Marco Claudio, el general de los romanos, enviaron embajadas a Roma, y ​​se mantuvieron en paz, aguardando la decisión del Senado, mientras que Marco, habiéndo atacado a los lisitanos y la ciudad de Nerkovrica, invernaba en Córdoba."
No son dos acciones distintas, sino la misma. Marcelo no atacó a los lusitanos después de firmar la paz con los celtíberos, sino que después de firmar la paz con los celtíberos/lusitanos tras enfrentarse a ellos en Nertobriga, al mismo tiempo que los embajadores viajaban a Roma, él se retiró a invernar a Córdoba.

Ahora precisamente es cuando se entiende a Apiano.
48¬. "Al año siguiente, llegó como sucesor en el mando de Nobílior, Claudio Marcelo con ocho mil soldados de infantería y quinientos jinetes. Logró cruzar con suma precaución las líneas de los enemigos que le habían tendido una emboscada acampó ante la ciudad de Ocilis con todo su ejército. Hombre efectivo en las cosas de la guerra, logró atraerse de inmediato a la ciudad y les concedió el perdón, tras exigir rehenes y treinta talentos de plata. Los nergobrigenses, al enterarse de su moderación, le enviaron emisarios para preguntarle por qué medios obtendrían la paz. Cuando les ordenó entregarle cien jinetes para que combatieran a su lado como tropas auxiliares, ellos les prometieron hacerlo, pero, por otro lado, lanzaron un ataque contra los que estaban en la retaguardia y se llevaron algunas bestias de carga. Poco después, llegaron con los cien jinetes, como en efecto se había acordado, y con la relación a lo ocurrido en la retaguardia, dijeron que algunos de los suyos, sin saber lo pactado, habían cometido un error. Entonces, Marcelo hizo prisioneros a los cien jinetes, vendió sus caballos, devastó la llanura y repartió el botín entre el ejército. Finalmente, puso cerco a la ciudad. Los nergobrigenses, al ser conducidas contra ellos máquinas de asalto y plataformas, enviaron un heraldo revestido de una piel de lobo en lugar del bastón de heraldo y solicitaron el perdón. Éste replicó que no lo otorgaría, a no ser que los arevacos, belos y titos lo solicitaran todos a la vez. Cuando se enteraron estas tribus, enviaron celosamente emisarios y pidieron a Marcelo que, tras imponerles un castigo moderado, se atuviera a lo tratados firmados con Graco. Se pusieron en contra de esta petición algunos nativos a quienes ellos había hecho la guerra." 49¬. "Marcelo envió embajadores de cada parte a Roma para que dirimieran allí mutuamente sus querellas y, en privado, mandó una carta al senado instando a la consecución de los tratados. Quería, en efecto, poner fin a la guerra por medio de su intervención personal, pues esperaba que ello le habría de reportar una gloria provechosa. Los embajadores de la facción amiga penetraron en la ciudad y fueron agasajados como huéspedes; en cambio, los del bando enemigo, como era la costumbre, acamparon fuera de las murallas. El senado desestimó la propuesta de paz y se tomó muy a mal que no hubieran querido someterse a los romanos cuando precisamente se lo pidió Nobílior, el predecesor de Marcelo, y les replicó que este último les comunicaría la decisión senatorial. Y, de inmediato, reclutaron un ejército para Iberia, ahora por primera vez mediante sorteo, en vez del sistema de leva habitual. Y se decidió, en esta ocasión, formar el ejército mediante sorteo, debido a que muchos culpaban a los cónsules de haber recibido un trato injusto en el enrolamiento, en tanto que a algunos los habían elegido para los servicios más fáciles. Mandaba las tropas el cónsul Licinio Lúculo. Como lugarteniente tenía a Cornelio Escipión, el que, no mucho después, tomó Cartago y, más tarde, Numancia."
50¬. "Lúculo se puso en camino, y Marcelo anunció públicamente la guerra a los celtíberos y les devolvió sus rehenes como lo habían pedido. Después llamó a su lado al portavoz de los celtíberos en Roma y estuvo conferenciando con él en privado durante largo rato. En razón de esto, se empezó precisamente a sospechar ya entonces, y después fue confirmado en mayor medida por los acontecimientos posteriores, que intentaba convencerles de que se pusieran en sus manos sus asuntos, buscando con ansiedad dar fin a la guerra antes de la llegada de Lúculo. Después de esta entrevista, cinco mil arevacos ocuparon Nergóbriga, y Marcelo se puso en marcha hacia Numancia y acampó a una distancia de cinco estadios de ésta. Persiguió a los numantinos acorralándolos en la ciudad y, finalmente, el jefe de éstos, Litennón, haciendo un alto, dijo a voces que quería reunirse con Marcelo para negociar. Cuando estuvieron reunidos, afirmó que los belos, titos y arevacos se ponían voluntariamente en manos de Marcelo. Éste, feliz por la noticia, exigió rehenes y dinero a todos ellos y, habiéndolos tomado, los dejó libres. De este modo, terminó la guerra de los belos, titos y arevacos antes de la llegada de Lúculo."
Claro, según Apiano, los embajadores son enviados a Roma después de lo de Nertobriga y no antes, que es lo mismo que dice Polibio una vez bien traducido. Pero no es en la Celtiberia donde ocurrió esto, Marcelo, sino en la Lusitania. Lo que sobra todo el rato son las referencias a Numancia. Numancia aquí no pinta nada. La guerra en la que participó Polibio fue contra los lusitanos, no contra los celtíberos.
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“...Sin embargo, estoy convencido de que si nos ocurre lo que es propio de los hombres, el proyecto no quedará en el aire ni le faltarán hombres cabales; su belleza atraerá a muchos que lo tomarán bajo su responsabilidad y se esforzarán por llevarlo a cabo.”
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Re: La batalla de las Vulcanalia

Mensaje por Tchazzar »

Polibio no reconoce a un lusitano de un celtíbero... todos los bárbaros son iguales.
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Re: La batalla de las Vulcanalia

Mensaje por Bernardo Pascual »

Tchazzar escribió: 08 Sep 2022 Polibio no reconoce a un lusitano de un celtíbero... todos los bárbaros son iguales.
Para Polibio los lusitanos eran tan celtíberos como cualquier otro. Fue casi cien años después, a partir de la guerra de Sertorio, cuando por fin se acabó individualizando a los celtíberos históricos, lo que hoy en día entendemos por tales, los numantinos. Si en un texto atribuido a Polibio aparece esa especificación tardía, se trata cuando menos de una interpolación.
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Re: La batalla de las Vulcanalia

Mensaje por Tchazzar »

Por eso, todos los bárbaros son iguales.

Leyendo la ultima revista de Desperta Ferro sobre Leovigildo. Explica que la denominación vascones, cántabros, etc. no implica unidad tribal ... es una forma artística que tienen desde Toledo para definirlo.
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Re: La batalla de las Vulcanalia

Mensaje por Bernardo Pascual »

Ahora ya se pueden trazar las líneas generales de la llamada guerra de fuego.

Durante la tercera guerra púnica se produjo un levantamiento cartaginés en la Península Ibérica, en la zona del Estrecho, en el territorio de los bastulofenicios. Este levantamiento se centró en torno a la ciudad de Osuna. Intervinieron en él además mercenarios lusitanos. El líder de la revuelta fue un tal Cáuciro.

La llegada de un ejército romano obligó a los rebeldes a retirarse hacia el norte, hacia Sierra Morena, pero en la huida emboscaron a los perseguidores y les infligieron una gran derrota en la famosa batalla de las Vulcanalia. En esta batalla, no obstante, murió Cáuciro, aunque los pueblos que ya habían sido pacificados, Osuna más en concreto, volvieron a sublevarse incitados por la inesperada victoria.

El siguiente general romano los volvió a someter, y entonces, los que se habían retirado a la Sierra también pidieron la paz. Ante la oposición de los primeros, temerosos de una nueva represalia, el asunto fue llevado a Roma. No está claro si se llegó a un acuerdo, pero el siguiente general, bien porque el senado rechazó la tregua o bien porque él mismo se la saltó, llevó a cabo en todo caso una concienzuda operación de castigo. Primero amputó las manos a quinientos ciudadanos de Osuna, y luego, tras haber aceptado la rendición de los lusitanos, volvió a masacrar a su nobleza a traición durante la celebración de un banquete, en lo que hoy es el yacimiento de Castrejón de Capote, en Badajoz. (En mi opinión, el senado había decretado continuar la guerra, pero eso no significa que aprobara tan ignominioso comportamiento.)

Este relato posteriormente se mezclaría con el de la guerra de Sertorio y daría lugar a los dos grandes mitos de la conquista de Hispania, las leyendas de Viriato y Numancia. De este modo se emparentaba a Sertorio y los numantinos con Cáuciro y los lusitanos.

Ocili/Axinio es Osuna.

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Re: La batalla de las Vulcanalia

Mensaje por Bernardo Pascual »

Ahora por fin hemos conseguido desenredar el bucle que pliega toda la Historia de la conquista de Hispania sobre sí misma. Por sorprendente que parezca, Segeda es Sagunto, aunque, claro, en la leyenda. En la realidad Segeda no se correspondería con Sagunto, sino con la otra Arse, es decir, Osuna o Ursone. Ahí está la confusión. La verdad que el relato, por las concomitancias épicas, se prestaba a ello. Los celtíberos sin embargo no huyeron desde Segeda a Numancia, sino desde Osuna a Fregenal de la Sierra, a Nertobriga, y en el camino, durante la retirada, fue cuando se produjo la batalla. Esta batalla volvió a dar la vuelta a la situación, pese a que Cáuciro, el verdadero Viriato, murió en ella. Osuna, o lo que es lo mismo, Ocili/Axinio, se volvió a sublevar. Marcelo acordaría una tregua, pero en la campaña posterior, posiblemente comandada por Lúculo, los ejércitos romanos ya no mostrarían piedad. Tras reprimir la defección de Osuna, incursionaron hasta la cocina a sangre y fuego. Una campaña tan infame, no obstante, sería atribuida con el tiempo a todos los villanos de Roma, y especialmente a Cepión, el antepasado del del oro de Tolosa. Habría que investigar con todo a este personaje y saber por qué caía tan mal; acaso también por su parentesco con Catón el Joven, dado que tal leyenda se fraguó en un momento en que éste y Pompeyo no se llevaban muy bien. Otro aspirante a acabar con Viriato era precisamente Junio Bruto, de la egregia dinastía de tiranicidas. Aquí la cosa se complica bastante más, sobre todo teniendo en cuenta el paralelismo entre Viriato y Sertorio, y el gran afecto que profesaba además Cicerón a aquel otro Bruto de su tiempo. En todo caso hay algo que está muy claro. Cepión no pudo matar a Viriato porque Viriato ya estaba muerto. En teoría llevaba ya catorce años criando malvas.
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Re: La batalla de las Vulcanalia

Mensaje por Bernardo Pascual »

Duplicaciones de la batalla de las Vulcanalia en la guerra lusitana de Apiano.

Con Mummio.
“Púnico, envalentonado por estos hechos, hizo incursiones por toda la zona que se extendía hasta el océano y, uniendo a su ejército a los vettones, puso sitio a una tribu vasalla de Roma, los llamados blastofenicios. Se dice que Aníbal el cartaginés había asentado entre ellos algunos colonos traídos de África y que, a causa de esto, reciben el nombre de blastofenicios. Púnico, golpeado en la cabeza por una piedra, murió y le sucedió en el mando un hombre llamado Césaro. El tal Césaro entabló combate con Mummio que venía desde Roma con otro ejército y, al ser derrotado, huyó. Pero, como Mummio lo persiguió de manera desordenada, giró sobre sí mismo y haciéndole frente dio muerte a nueve mil romanos, volvió a recuperar el botín que le había sido quitado y su propio campamento, al tiempo que también se apoderó del de los romanos y cogió armas y muchas enseñas que los bárbaros pasearon en son de burla por toda Celtiberia.”
Iberia, 56.

Con Galba.
“...cuando Atilio se retiraba para pasar el invierno, todos cambiaron de parecer de repente y asediaron a algunos pueblos vasallos de Roma. Servio Galba, el sucesor de Atilio, les apremió a que levantaran el cerco. Tras recorrer en un día y una noche una distancia de quinientos estadios, se presentó ante los lusitanos y entabló combate de inmediato con el ejército cansado. Por fortuna logró romper las filas enemigas, pero se puso a perseguir al enemigo con poca experiencia en la guerra. Razón por la cual, al hacerlo de forma débil y desordenada debido a la fatiga, los bárbaros, al verlos diseminados y que se detenían a descansar por turnos, se reagruparon y atacándolos dieron muerte a unos siete mil. Y Galba, con los jinetes que estaban a su lado, huyó a la ciudad de Carmona.”
Iberia, 58.

Con Vetilio.
“Encendidos sus ánimos y recobradas las esperanzas, lo eligieron general. Después de desplegar a todos en línea de batalla como si fuera a presentar combate, les dio orden de que, cuando él se montara a caballo, escaparan disgregándose en muchas direcciones como pudiesen por rutas muy distintas en dirección a la ciudad de Tríbola y que le aguardaran allí. Él eligió sólo a mil y les ordenó colocarse a su lado. Una vez efectuadas estas disposiciones, escaparon al punto, tan pronto como Viriato montó a caballo, y Vetilio, temeroso de perseguirles a ellos que habían escapado en muchas direcciones, dio la vuelta y sé dispuso a luchar con Viriato, que permanecía quieto y aguardaba a que llegara el momento de atacar. Viriato, con caballos mucho más veloces, lo mantuvo en jaque, huyendo a veces y otras parándose de nuevo y atacando, y consumió aquel día y el siguiente completos en la misma llanura cabalgando alrededor. Y cuando calculó que los otros tenían ya asegurada su huida, entonces, partió por la noche por caminos no usados habitualmente y, con caballos mucho más rápidos, llegó a Tríbola sin que los romanos fueran capaces de perseguirlo a causa del peso de sus armas, de su desconocimiento de los caminos y de la inferioridad de sus caballos. De esta manera, de modo inesperado, salvó a su ejército de una situación desesperada. Cuando esta estratagema llegó al conocimiento de los pueblos bárbaros de esta zona, le reportó un gran prestigio y se le unieron muchos desde todos los lugares. Y durante ocho años sostuvo la guerra contra Roma.
Es mi intención insertar aquí la guerra de Viriato, que causó con frecuencia turbaciones a los romanos y fue la más difícil para ellos, posponiendo el relato de cualquier otro suceso que tuviera lugar en Iberia por este tiempo. Vetilio, en su persecución, llegó hasta la ciudad de Tríbola. Pero Viriato, habiendo ocultado una emboscada en una espesura, continuó su huida hasta que Vetilio estuvo a la altura del lugar y, entonces, volvió sobre sus pasos y los que estaban emboscados salieron de su escondite. Por ambos lados empezaron a dar muerte a los romanos, así como a hacerlos prisioneros y a arrinconarlos contra los barrancos. Incluso Vetilio fue hecho prisionero. El soldado que lo capturó, al ver que se trataba de un hombre viejo y muy obeso, no le dio valor alguno y le dio muerte por ignorancia. De los diez mil romanos lograron escapar unos seis mil y llegar hasta Carpessos...”
Iberia, 62-63.

Con Plaucio.
“Viriato penetró sin temor alguno en Carpetania, que era un país rico, y se dedicó a devastarla hasta que Gayo Plaucio llegó de Roma con diez mil soldados de infantería y mil trescientos jinetes. Entonces, de nuevo Viriato fingió que huía y Plaucio mandó en su persecución a unos cuatro mil hombres, a los cuales Viriato, volviendo sobre sus pasos, dio muerte a excepción de unos pocos. Cruzó el río Tajo y acampó en un monte cubierto de olivos, llamado monte de Venus. Allí lo encontró Plaucio y, lleno de premura por borrar su derrota, le presentó batalla. Sin embargo, tras sufrir una derrota sangrienta, huyó sin orden alguno a las ciudades y se retiró a sus cuarteles de invierno desde la mitad del verano, sin valor para presentarse en ningún sitio. Viriato, entonces, se dedicó a recorrer el pais sin que nadie le inquietase y exigía a sus poseedores el valor de la próxima cosecha y a quien no se lo entregaba, se la destruía.”
Iberia, 64.

Con Quintio.
“Este último (Viriato) tuvo un enfrentamiento con Quintio, otro general romano, en la otra parte de Iberia y, al ser derrotado, se retiró de nuevo al monte de Venus. Desde allí hizo de nuevo una salida, dio muerte a mil soldados de Quintio y le arrebató algunas enseñas. Al resto lo persiguió hasta su campamento y expulsó a la guarnición de Ituca. También devastó el país de los bastitanos, sin que Quintio acudiera en auxilio de éstos a causa de su cobardía e inexperiencia.”
Iberia, 66.

Con Emiliano.
“Al año siguiente, Fabio Máximo Serviliano, el hermano de Emiliano, llegó como sucesor de Quintio en el mando, con otras dos legiones y algunos aliados. En total sus fuerzas sumaban unos dieciocho mil infantes y mil seiscientos jinetes. Después de escribir cartas a Micipsa, el rey de los númidas, para que le enviase elefantes lo más pronto posible, se apresuró hacia Ituca llevando el ejército por secciones. Al atacarle Viriato con seis mil hombres en medio de un griterío y clamores a la usanza bárbara y con largas cabelleras que agitaban en los combates ante los enemigos, no se amilanó, sino que le hizo frente con bravura y logró rechazarlo sin que hubiera conseguido su propósito. Después que le llegó el resto del ejército y enviaron desde África diez elefantes y trescientos jinetes, estableció un gran campamento y avanzó al encuentro de Viriato, y tras ponerlo en fuga, emprendió su persecución. Pero, como ésta se hizo en medio del desorden, Viriato, al percatarse de ello durante su huida, dio media vuelta y mató a tres mil romanos. Al resto los llevó acorralados hasta su campamento y los tacó también. Sólo unos pocos le opusieron resistencia a dura penas alrededor de las puertas, pero la mayoría se precipitó en el interior de las tiendas a causa del miedo y tuvieron que ser sacados con dificultad por el general y los tribunos. En esta ocasión destacó en especial Fanio, el cuñado de Lelio, y la proximidad de la noche contribuyó a la salvación de los romanos. Pero Viriato, atacando con frecuencia durante la noche, así como a la hora de la canícula, y presentándose cuando menos se le esperaba, acosaba a los enemigos con la infantería ligera y sus caballos, mucho más veloces, hasta que obligó a Serviliano a regresar a Ituca.”
Iberia, 67.

Con Serviliano.
“Entonces, por fin, Viriato, falto de provisiones y con el ejército mermado, prendió fuego a su campamento durante la noche y se retiró a Lusitania. Serviliano, como no pudo darle alcance, invadió la Beturia y saqueó cinco ciudades que se habían puesto de parte de Viriato. Con posterioridad, hizo una expedición militar contra los cuneos y, desde allí, se apresuró, una vez más, hacia los lusitanos contra Viriato. Mientras estaba de camino, Curio y Apuleyo, dos capitanes de ladrones, lo atacaron con diez mil hombres, provocaron una gran confusión y le arrebataron el botín. Curio cayó en la lucha, y Serviliano recobró su botín poco después y tomó las ciudades de Escadia, Gemela y Obólcola, que contaban con guarniciones establecidas por Viriato, y saqueó otras e, incluso, perdonó a otras más. Habiendo capturado a diez mil prisioneros, les cortó la cabeza a quinientos, y vendió a los demás. Después de apresar a Cónnoba, un capitán de bandoleros que se le rindió, le perdonó sólo a él, pero le cortó las manos a todos sus hombres.”
Iberia, 68.
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“...Sin embargo, estoy convencido de que si nos ocurre lo que es propio de los hombres, el proyecto no quedará en el aire ni le faltarán hombres cabales; su belleza atraerá a muchos que lo tomarán bajo su responsabilidad y se esforzarán por llevarlo a cabo.”
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Re: La batalla de las Vulcanalia

Mensaje por Bernardo Pascual »

ACLARACIÓN
“Por este tiempo otra tribu de los iberos autónomos, los llamados lusitanos, bajo el liderazgo de Púnico, se dedicaron a devastar los pueblos sometidos a Roma, y después de haber puesto en fuga a sus pretores Manilio y Calpurnio Pisón, mataron a seis mil romanos y, entre ellos, al cuestor Terencio Varrón. Púnico, envalentonado por estos hechos, hizo incursiones por toda la zona que se extendía hasta el océano y, uniendo a su ejército a los vettones, puso sitio a una tribu vasalla de Roma, los llamados blastofenicios. Se dice que Aníbal el cartaginés había asentado entre ellos algunos colonos traídos de África y que, a causa de esto, reciben el nombre de blastofenicios.”
Iberia, 56.
La invasión lusitana de la Turdetania tuvo lugar después de la batalla de las Vulcanalia. Véase cómo, a continuación, Apiano vuelve a contar lo mismo, produciéndose el bucle con la muerte del régulo ibero. Púnico y Cáuciro son el mismo:
“Púnico, golpeado en la cabeza por una piedra, murió y le sucedió en el mando un hombre llamado Césaro. El tal Césaro entabló combate con Mummio que venía desde Roma con otro ejército y, al ser derrotado, huyó. Pero, como Mummio lo persiguió de manera desordenada, giró sobre sí mismo y haciéndole frente dio muerte a nueve mil romanos, volvió a recuperar el botín que le había sido quitado y su propio campamento, al tiempo que también se apoderó del de los romanos y cogió armas y muchas enseñas que los bárbaros pasearon en son de burla por toda Celtiberia.
...
Los lusitanos del otro lado del río Tajo y aquellos que ya estaban en guerra con los romanos, cuyo jefe era Cauceno, se pusieron a devastar el país de los cuneos que estaban sometidos a los romanos y tomaron Conistorgis, una ciudad importante de ellos. Atravesaron el océano junto a las columnas de Hércules y algunos hicieron incursiones por una parte de África y otros sitiaron a la ciudad de Ocilis.”
Iberia, 56-57.
Cáuciro murió, precisamente, durante la batalla. Cuando los lusitanos sitiaron Ocili, tras haberse incorporado a la guerra después de dicha batalla, ya no les comandaba Cáuciro, sino Letondo. Cáuciro, no obstante, había sido, como bien dice Apiano, el jefe de los que habían iniciado la revuelta. Los primeros insurgentes, aliados ahora con los lusitanos, atacaron su propio país.
“Le sucedió en el mando Marco Atilio, quien realizó una incursión contra los lusitanos, dio muerte a setecientos de ellos y se apoderó de Oxtraca, su ciudad más importante. Después de sembrar el pánico entre los pueblos vecinos, firmó tratados con todos. Entre éstos había algunos vettones, limítrofes con los lusitanos. Sin embargo, cuando Atilio se retiraba para pasar el invierno, todos cambiaron de parecer de repente y asediaron a algunos pueblos vasallos de Roma.”
Iberia, 58.
Esta campaña de Atilio es la misma que la de Marcelo. Ahí está la clave. Los lusitanos no se volvieron a sublevar, sino que fue el Senado el que no reconoció la paz que acababan de firmar. Por eso atacaron a sus paisanos, a aquellos a los que los romanos sí que habían aceptado como aliados.

La supuesta campaña de Mummio es un resumen de toda la guerra, procedente casi seguro de una fuente romana paralela a Polibio, aunque más tardía. Al parecer hay varias fuentes, y no todas ellas se documentan en Polibio. Las fuentes romanas, de hecho, datan el suceso en el año 146 a. C., y de ahí la confusión con el triunfo de Mummio. Entre Polibio y las fuentes romanas, como ya se ha comentado muchas veces, existe un desajuste de ocho años.

Paradójicamente, el relato de Polibio fue malinterpretado y trasladado a la Celtiberia histórica, al teatro numantino. Con todo, narra lo mismo, incluso con mayor exactitud, aunque, lógicamente, filtrado por sus propios intereses.
"Marcelo envió embajadores de cada parte a Roma para que dirimieran allí mutuamente sus querellas y, en privado, mandó una carta al senado instando a la consecución de los tratados. Quería, en efecto, poner fin a la guerra por medio de su intervención personal, pues esperaba que ello le habría de reportar una gloria provechosa.”
Iberia, 48.
Ya se empieza a apreciar la antipatía hacia Marcelo, pero el texto más confuso es el siguiente:
“Lúculo se puso en camino, y Marcelo anunció públicamente la guerra a los celtíberos y les devolvió sus rehenes como lo habían pedido. Después llamó a su lado al portavoz de los celtíberos en Roma y estuvo conferenciando con él en privado durante largo rato. En razón de esto, se empezó precisamente a sospechar ya entonces, y después fue confirmado en mayor medida por los acontecimientos posteriores, que intentaba convencerles de que se pusieran en sus manos sus asuntos, buscando con ansiedad dar fin a la guerra antes de la llegada de Lúculo. Después de esta entrevista, cinco mil arevacos ocuparon Nergóbriga, y Marcelo se puso en marcha hacia Numancia y acampó a una distancia de cinco estadios de ésta. Persiguió a los numantinos acorralándolos en la ciudad y, finalmente, el jefe de éstos, Litennón, haciendo un alto, dijo a voces que quería reunirse con Marcelo para negociar. Cuando estuvieron reunidos, afirmó que los belos, titos y arevacos se ponían voluntariamente en manos de Marcelo. Éste, feliz por la noticia, exigió rehenes y dinero a todos ellos y, habiéndolos tomado, los dejó libres. De este modo, terminó la guerra de los belos, titos y arevacos antes de la llegada de Lúculo.”
Iberia, 50.
Marcelo había aceptado la rendición de Ocili, es decir, de Osuna, y a continuación había sitiado Nertobriga, la ciudad lusitana en la que desde un principio se habían refugiado los partidarios de Cáuciro. Precisamente eran los que se habían quedado en Osuna quienes se negaban a reconciliarse con sus compatriotas huidos, sin duda por temor a la represalia; los que habían apelado al senado a que continuara la guerra. La maniobra de Marcelo, así pues, o al menos de lo que le acusa Polibio, consistió en permitir a Letondo volverse a hacer con el control de Osuna, y de este modo, muerto el perro, se acabó la rabia. Ahora ya nadie se oponía al tratado de paz.

Lúculo, sin embargo, ansioso de gloria y riqueza, no pasó por el aro, y lo primero que hizo nada más llegar a Osuna fue amputar las manos a los quinientos principales partidarios de Cáuciro que habían acabado recuperando el poder de la ciudad. Luego se dirigió a Nertobriga para terminar también de ajustar cuentas. De este modo, Polibio o acaso, como digo, otra fuente paralela romana presentan la campaña como la represalia contra unos bandidos lusitanos que habían incursionado en la zona del Estrecho y al mismo tiempo habían sitiado Ocili. Escipión habría recuperado el botín.
Nelitis neque litis

“...Sin embargo, estoy convencido de que si nos ocurre lo que es propio de los hombres, el proyecto no quedará en el aire ni le faltarán hombres cabales; su belleza atraerá a muchos que lo tomarán bajo su responsabilidad y se esforzarán por llevarlo a cabo.”
Polibio
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Bernardo Pascual
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Re: La batalla de las Vulcanalia

Mensaje por Bernardo Pascual »

La guerra de fuego continuó después de Polibio, pero no en la versión tradicional de Viriato y Numancia. El siguiente episodio, por el contrario, el que Polibio ya no documentó, fue el de Bruto. Responde a la inercia propia del conflicto.

La guerra de fuego se podría resumir tal que así: Estalla una revuelta en la ciudad A. Los romanos envían un ejército para reprimirla. Los insurgentes, entonces, huyen a la ciudad B. Los romanos los persiguen y caen en una emboscada. Ahora se sublevan B y de nuevo A. El siguiente ejército romano llega a A y acepta su rendición. Seguidamente marcha hacia B, pero cuando éstos proponen rendirse también, los de A se oponen. No quieren que los exiliados regresen. El senado decide continuar la guerra, pero el general negociador, molesto con la decisión, permite a los insurgentes hacerse de nuevo con el control de la ciudad A. El siguiente general emprende una campaña de castigo primero en A y de exterminio después en B. Sus medidas, sin embargo, son tan crueles e inhumanas que el senado acaba rectificando. Se devuelve la libertad a algunos que incluso ya habían sido vendidos como esclavos.

En los años inmediatos a la campaña de Lúculo, por tanto, se produce un primer reordenamiento de pueblos en el interior de la Península. Eso es justo lo que se le atribuye a Bruto. Ciertamente, la suya es una historia que hasta ahora quedaba suelta. Antes pensaba que era un intruso, un personaje fantástico, pero ahora empiezo a sospechar que sea lo único real de cuanto se sabe después de Polibio.
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“...Sin embargo, estoy convencido de que si nos ocurre lo que es propio de los hombres, el proyecto no quedará en el aire ni le faltarán hombres cabales; su belleza atraerá a muchos que lo tomarán bajo su responsabilidad y se esforzarán por llevarlo a cabo.”
Polibio
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