Mientras ese drama se desarrollaba en el mar, en tierra las tropas navales prácticamente no enfrentaron resistencia. Al parecer el jefe de la guarnición, el capitán A.G.T. Anthonio, se quejaba constantemente con todo aquel que quisiera escucharle, sobre la baja calidad de sus tropas y armamento. Se suponía que sus 400 hombres, repartidos entre la misma población de Kendari y el aeródromo, debían buscar rechazar en las playas cualquier intento de invasión. Se dice que Anthonio de hecho termino promoviendo un ambiente que era cuando menos derrotista, pero había mucho de realidad en su visión al respecto.
En el papel, las tropas de Anthonio debían contar con 4 vehículos blindados (overvalwagen), y cuando menos 9 ametralladoras (6 Maxim y 3 Madsen ligeras), había planes también para dotar e artillería de costa, que debería operar desde emplazamientos fortificados. Así mismo, el aeródromo tendría armamento antiaéreo de primera línea.
Desgraciadamente cuando los japoneses desembarcan, las tropas holandesas, compuestas en su mayoría por elementos indígenas, no contaban con ninguna ametralladora (las que iban destinadas a Kendari se reenviaron al iniciar las hostilidades a Balikpapan), los vehículos blindados y la artillería antiaérea jamás llego. La artillería de costa y las fortificaciones jamás pasaron de la etapa de planificación por cuestiones presupuestales. Así pues, no es raro que incluso la historia oficial holandesa de la campaña mencione directamente :
“La ocupación de Kendari fue un triste ejemplo de una unidad que estaba moralmente derrotada antes de que el primer tiro se diese”.