Sin duda el escrito más interesante y preciso sobre la guerra de Sertorio es el fragmento que ha sobrevivido de Livio. En este texto, sin embargo, como ya señaló Poliorcetos, hay un trozo un tanto contradictorio o desconcertante:
Hecho el plan de campaña, consideró qué determinación había de tomar, a cuál de los dos enemigos y a cuál de las dos provincias debía dirigirse primero: o a la región costera para alejar a Pompeyo de la Ilercaonia y la Contestania, pueblos aliados los dos, o a la Lusitania, contra Metelo.
Aquí Tito Livio parece repetirse, pues Sertorio ya había tomado tal determinación justo en la frase anterior. Se está volviendo a contar lo mismo:
Él mismo determinó avanzar contra los berones y autricones, de los que había comprobado que, mientras él sitiaba las ciudades de la Celtiberia, habían implorado el auxilio de Pompeyo, habían enviado guías al ejército romano y muchas veces habían hostilizado con sus jinetes a sus propios soldados cuando, durante el asedio de Contrebia, salían del campamento para recoger forraje o provisiones. También habían osado solicitar de los arévacos que se pasasen a su partido.
Para saber cuál de las dos frases se interpoló después la clave está en qué se debe entender en este caso por “plan de campaña”, si incluye también la decisión de atacar a los berones expresada ya, o no la incluye. Es evidente que no, que la decisión de atacar a los berones se toma después de haber diseñado el plan de campaña. La duda de Sertorio consiste en cómo encajar en él, como si se tratara de una pieza suelta. Es la primera frase por tanto, aquí transcrita la segunda, la que sobra.
Disuelta la asamblea, encomendó a todos valor y confianza y les ordenó que regresasen a sus ciudades; al principio de la primavera envió a Marco Perpenna con veinte mil infantes y mil quinientos jinetes al país de los ilercaones para defender la costa de esta región, preceptuándole qué caminos seguiría para acudir en socorro de las ciudades aliadas que Pompeyo sitiaba, y qué emboscadas podría tender para atacar al ejército mismo de Pompeyo. Al mismo tiempo envió cartas a Herennuleyo que se encontraba por los mismos lugares y a Lucio Hirtuleyo, en la otra provincia, indicando de qué modo quería que llevase la guerra; ante todo que se defendiesen las ciudades aliadas de modo que no fuese necesario entablar batalla con Metelo, al cual era desigual en autoridad y en fuerzas. Por su parte, ni creía que él debiese marchar contra Pompeyo, ni Pompeyo mismo había de bajar a entablar batalla con él. Si la guerra se prolongaba, teneindo el enemigo el mar a la espalda, y poseyendo el dominio de todas las provincias, por el mar le vendrían provisiones de todas partes, mientras que él, consumidas las provisiones preparadas en la anterior campaña, se encontraría en una total inopia. Perpenna había sido colocado junto a la costa con el doble fin de poder proteger los territorios aún intactos por el enemigo y de cuando en cuando poderle atacar de improviso si la ocasión se presentaba. Él mismo determinó avanzar contra los berones y autricones, de los que había comprobado que, mientras él sitiaba las ciudades de la Celtiberia, habían implorado el auxilio de Pompeyo, habían enviado guías al ejército romano y muchas veces habían hostilizado con sus jinetes a sus propios soldados cuando, durante el asedio de Contrebia, salían del campamento para recoger forraje o provisiones. También habían osado solicitar de los arévacos que se pasasen a su partido. Hecho el plan de campaña, consideró qué determinación había de tomar, a cuál de los dos enemigos y a cuál de las dos provincias debía dirigirse primero: o a la región costera para alejar a Pompeyo de la Ilercaonia y la Contestania, pueblos aliados los dos, o a la Lusitania, contra Metelo. En esas consideraciones Sertorio guió a su ejército pacificamente sin ningún daño por territorios tranquilos, más allá del Ebro. Marchando seguidamente contra las tierras de los bursaones, de los cascantinos y de los gracurritanos, las devastó todas y, asoladas sus cosechas, se dirigió a Calagurris Nasica, ciudad aliada; pasó un río cercano a la ciudad y, después de construir un puente, instaló allí su campamento.
El sentido original del texto se entiende mucho mejor si se elimina lo rotulado en rojo. Entonces cobra sentido. El plan de campaña es precisamente todo lo anterior menos eso. La decisión de atacar a los berones no forma parte del plan de campaña sino que se decide en último lugar en base a él. La frase en rojo destripa el relato, mientras que es la azul la que le da sentido, en la que reside la gracia. Después de repartir las órdenes entre los legados, se planteó dónde actuar él en persona.
En esas consideraciones Sertorio guió a su ejército pacificamente sin ningún daño por territorios tranquilos, más allá del Ebro.
Lo de los “territorios tranquilos más allá del Ebro” no funciona tanto como una localización geográfica concreta sino como una metáfora. Mientras se decantaba por lo uno o lo otro, lógicamente, se movía por territorios tranquilos, es decir, lejos de los frentes. Al final, de hecho, prefirió no ir ni contra Pompeyo, ni contra Metelo, sino quedarse reprimiendo a los berones.
En toda la narración en conjunto de este fragmento sorprenden mucho lo que parecen flashes retrospectivos pero hacia el futuro. En un flash-back por lo general se vuelve al pasado para explicar una situación del presnte, pero aquí ocurre lo contrario. El presente parece remontarse al futuro. Eso se aprecia en las dos menciones a los jinetes berones y autricones, la primera precisamente en la frase rotulada en rojo, y la segunda cuando Sertorio llega ya finalmente a Vareya, palabras, por cierto, salvadas por los pelos.
Marchando seguidamente contra las tierras de los bursaones, de los cascantinos y de los gracurritanos, las devastó todas y, asoladas sus cosechas, se dirigió a Calagurris Nasica, ciudad aliada; pasó un río cercano a la ciudad y, después de construir un puente, instaló allí su campamento. Al día siguiente mandó al cuestor Marco Mario a los pueblos de los arévacos y cerindones para reclutar tropas, y de allí a Contrebia Leucada para reunir provisiones de trigo; desde esta ciudad la salida al territorio de los berones era facilísima, a dondequiera pensase llevar el ejército; así mismo envió al prefecto de la caballería Cayo Insteyo a Segovia y al país de los vacceos para reclutar fuerzas de caballería, ondenándole que le esperase en Contrebia. Enviados éstos, salió él mismo con su ejército a través del territorio de los vascones y acampó en los confines de los berones. Al día siguiente, adelantándose con la caballería a explorar el camino y ordenando a la infantería que lo siguiese en formación de cuadro, llegó a la ciudad de Vareya, la más fuerte de esta región. No fue de improviso su llegada, durante la noche, y por todas partes con sus caballeros y con los de los autricones...
Aquí se pierde por desgracia el valiosísimo fragmento. En todo caso sobra para apreciar lo que se está diciendo. Es más, la frase se puede acabar gracias a la cita anterior, la de la hipotética interpolación.
Él mismo determinó avanzar contra los berones y autricones, de los que había comprobado que, mientras él sitiaba las ciudades de la Celtiberia, habían implorado el auxilio de Pompeyo, habían enviado guías al ejército romano y muchas veces habían hostilizado con sus jinetes a sus propios soldados cuando, durante el asedio de Contrebia, salían del campamento para recoger forraje o provisiones. También habían osado solicitar de los arévacos que se pasasen a su partido.
Estos jinetes, de cualquier manera, no tendrían individualidad durante el sitio de Contrebia, supuestamente fuera de su país, sin este otro suceso posterior del sitio de Vareya, en el que casualmente vuelven a hacer lo mismo, atosigar al ejército enemigo tanto en marcha como por la noche. Quien no hubiera estado ya en Logroño, no podía conocer tan bien a los logroñeses como para mencionarlos durante el sitio anterior de Contrebia. O vivían muy cerca, pegados, como los arévacos, o no se entiende.
La gran cuestión que suscitan Tito Livio sin duda es la de las Contrebias. Ahi es además donde se descuajaringa la geografía.
Al día siguiente mandó al cuestor Marco Mario a los pueblos de los arévacos y cerindones para reclutar tropas, y de allí a Contrebia Leucada para reunir provisiones de trigo; desde esta ciudad la salida al territorio de los berones era facilísima, a dondequiera pensase llevar el ejército; así mismo envió al prefecto de la caballería Cayo Insteyo a Segovia y al país de los vacceos para reclutar fuerzas de caballería, ondenándole que le esperase en Contrebia.
Hay quien ha llegado ha proponer incluso que en este caso concreto tampoco son la misma; la primera se correspondería con Contrebia Leucade, en la Rioja, y la segunda bien con la Cárvica o la Belaisca, la primera en Guadalajara y la segunda en Zaragoza. A un Insteyo, sin embargo, lo había dejado Sertorio en Contrebia tras tomarla, y a no ser que se trate de dos hermanos y el pequeño nada menos que el prefecto de la caballería, el tal Insteyo habría salido de una y habría vuelto a la otra después de reclutar las tropas, demasiada coincidencia. Lo ya comentado sobre los jinetes berones y autricones acaba de demoler esta teoría. Si la contrebia conquistada por Sertorio se ubicara en el Alto Tajo o incluso el Jalón, dichos jinetes no se habrían podido distinguir o individualizar entre la marabunta de pueblos allí presentes, salvo con carácter retrospectivo, vamos, o que se hubiesen quedado con sus caras, aunque ése, tampoco por casualidad, es el pretexto de la incursión contra ellos; de nuevo otro flash retrospectivo.
La cuestión de fondo se acaba centrando en el esclarecimiento de la ruta de Sertorio para llegar al Ebro, si llegó desde Soria o desde Calatayud. Si Contrebia Leucada, la ciudad sitiada el año antes y convertida en base de aprovisionamiento para las acciones en el Ebro se identifica con el yacimiento de Cervera del Río Alhama, Sertorio, evidentemente, habría llegado desde Soria. Por eso a los arévacos, sus aliados, los habían tratado de sublevar los berones, y por eso al año siguiente envió a por refuerzos a la zona. La primera guerra contra los arévacos la libró Valerio Flaco, el antecesor de Sertorio, quien había gobernado durante muchos años la Citerior. Sertorio también heredó estas guerras.
Por su parte, ni creía que él debiese marchar contra Pompeyo, ni Pompeyo mismo había de bajar a entablar batalla con él. Si la guerra se prolongaba, teneindo el enemigo el mar a la espalda, y poseyendo el dominio de todas las provincias, por el mar le vendrían provisiones de todas partes, mientras que él, consumidas las provisiones preparadas en la anterior campaña, se encontraría en una total inopia. Perpenna había sido colocado junto a la costa con el doble fin de poder proteger los territorios aún intactos por el enemigo y de cuando en cuando poderle atacar de improviso si la ocasión se presentaba.
Tito Livio destripa el chiste porque se adelanta. Da detalles posteriores con los que se va perdiendo la gracia. No se trata de que Sertorio estuviese en una situación desventajosa porque Pompeyo ya controlara la costa, anécdota sobre la cual, de hecho, hay distintas versiones, sino que ambos ejércitos maniobraban para cerrar al otro el acceso al Mediterráneo. Sertorio era uno de esos genios que saben rodear por el centro. Si Pompeyo hubiese intentado llegar a Valencia, Sertorio habría caído sobre Lérida. Pompeyo no podía perder de vista los Pirineos. Temía que se le flanquease por el Ebro. Por eso llegó hasta Pamplona, y también por eso, posiblemente, Sertorio muriera en Huesca, después de haber interceptado a Pompeyo, esta vez sí, el suministro marítimo y obligándolo a abastecerse por la Galia vía terrestre; un duro invierno entre los vascones.
Otro de esos flashes retroactivos, por cierto, se produce en la siguiente frase:
Marchando seguidamente contra las tierras de los bursaones, de los cascantinos y de los gracurritanos, las devastó todas y, asoladas sus cosechas, se dirigió a Calagurris Nasica, ciudad aliada; pasó un río cercano a la ciudad y, después de construir un puente, instaló allí su campamento.
Recuerda aquella otra de Apiano de que Nobilior envió a un tribuno a por un depósito de provisiones que “el enemigo” había almacenado, pero durante el camino sufrió una emboscada. Por de pronto llama la atención que Calahorra se encontrase aislada en un mar de ciudades rebeldes tratadas sin miramiento. Por aliado se entiende a alguien con el que ya se era, pero no a alguien con el que se llegará a tal condición en el futuro, por muy amigos que lleguen a ser después. ¿Ya era Calahorra una ciudad aliada de Sertorio antes de que éste llegase allí? ¿Había dejado ya antes una guarnición o es que los calagurritanos se llevaban mal con todos sus vecinos?
Lo que hace Livio es superponer dos fuentes que en realidad cuentan lo mismo.
La fuente roja, sin embargo, no cuenta todo el relato, sino sólo lo que va desde el sitio de Contrebia hasta la incursión contra los berones. La fuente azul abarca más tiempo.
Pero a la noche siguiente, bajo la dirección de él mismo, se levantó otra torre en el mismo lugar, espanto para los enemigos cuando la divisaron a la luz del alba. Al mismo tiempo la torre de la ciudad, que era su principal defensa, rotos sus fundamentos, se derrumbó en grandes hendiduras y empezó a arder por efecto de haces de leña encendidas que se le echaron; aterrorizados los contrebienses por el estrépito del derrumbamiento y el incendio, huyeron de la muralla y la multitud entera empezó a pedir a grandes voces que se entregase la ciudad. El mismo valor que había contestado a la provocación hizo más benévolo al vencedor. Recibidos los rehenes, exigió una suma módica de dinero y les tomó todas las armas; ordenó que le entregasen vivos a los tránsfugas iberos, y a los fugitivos, cuyo número era mucho mayor, mandó que ellos mismos los matasen ; los degollaron y los echaron muralla abajo. Tomada así Contrebia con gran pérdida de hombres, a los cuarenta y cuatro días de asedio, dejó allí con una fuerte guarnición a Lucio Insteyo, y por su parte llevó sus tropas hacia el Ebro; estableció sus campamentos de invierno junto a la ciudad llamada Castra Elia; él residía en el campamento construido, al mismo tiempo que reunía en la ciudad a los enviados de las ciudades aliadas. Había dado la orden por toda la provincia de que cada ciudad fabricase armas en proporción a sus riquezas. Recibidas estas armas, ordenó que los soldados entregasen las antiguas, inutilizadas por las continuas marchas, ataques y combates, y repartió las nuevas por intermedio de los centuriones. También equipó a los jinetes con armas nuevas y vestimentas preparadas de antemano, y les pagó el estipendio. Reunió obreros escogidos con gran cuidado de todas partes y los estableció en talleres públicos, calculando con precisión el trabajo que podía hacerse cada día. De este modo se preparaban al mismo tiempo todos los instrumentos de la guerra, y ni faltaba a los artífices, de antemano preparados, el material, que les procuraba el celo diligente de las ciudades, ni ningún trabajo quedaba sin el obrero que le correspondía. Finalmente, convocados los legados de todos los pueblos, dio las gracias a las ciudades por haberle proporcionado las tropas de infantería que a cada una habían sido señaladas; expuso todas las cosas que él había llevado a cabo, defendiendo a sus aliados y atacando las ciudades enemigas; y les exhortó a continuar la lucha, demostrándoles en pocas palabras cuánto interesaba a la provincia de España la victoria de su partido.
Disuelta la asamblea, encomendó a todos valor y confianza y les ordenó que regresasen a sus ciudades; al principio de la primavera envió a Marco Perpenna con veinte mil infantes y mil quinientos jinetes al país de los ilercaones para defender la costa de esta región, preceptuándole qué caminos seguiría para acudir en socorro de las ciudades aliadas que Pompeyo sitiaba, y qué emboscadas podría tender para atacar al ejército mismo de Pompeyo. Al mismo tiempo envió cartas a Herennuleyo que se encontraba por los mismos lugares y a Lucio Hirtuleyo, en la otra provincia, indicando de qué modo quería que llevase la guerra; ante todo que se defendiesen las ciudades aliadas de modo que no fuese necesario entablar batalla con Metelo, al cual era desigual en autoridad y en fuerzas. Por su parte, ni creía que él debiese marchar contra Pompeyo, ni Pompeyo mismo había de bajar a entablar batalla con él. Si la guerra se prolongaba, teneindo el enemigo el mar a la espalda, y poseyendo el dominio de todas las provincias, por el mar le vendrían provisiones de todas partes, mientras que él, consumidas las provisiones preparadas en la anterior campaña, se encontraría en una total inopia. Perpenna había sido colocado junto a la costa con el doble fin de poder proteger los territorios aún intactos por el enemigo y de cuando en cuando poderle atacar de improviso si la ocasión se presentaba. Él mismo determinó avanzar contra los berones y autricones, de los que había comprobado que, mientras él sitiaba las ciudades de la Celtiberia, habían implorado el auxilio de Pompeyo, habían enviado guías al ejército romano y muchas veces habían hostilizado con sus jinetes a sus propios soldados cuando, durante el asedio de Contrebia, salían del campamento para recoger forraje o provisiones. También habían osado solicitar de los arévacos que se pasasen a su partido. Hecho el plan de campaña, consideró qué determinación había de tomar, a cuál de los dos enemigos y a cuál de las dos provincias debía dirigirse primero: o a la región costera para alejar a Pompeyo de la Ilercaonia y la Contestania, pueblos aliados los dos, o a la Lusitania, contra Metelo. En esas consideraciones Sertorio guió a su ejército pacificamente sin ningún daño por territorios tranquilos, más allá del Ebro. Marchando seguidamente contra las tierras de los bursaones, de los cascantinos y de los gracurritanos, las devastó todas y, asoladas sus cosechas, se dirigió a Calagurris Nasica, ciudad aliada; pasó un río cercano a la ciudad y, después de construir un puente, instaló allí su campamento. Al día siguiente mandó al cuestor Marco Mario a los pueblos de los arévacos y cerindones para reclutar tropas, y de allí a Contrebia Leucada para reunir provisiones de trigo; desde esta ciudad la salida al territorio de los berones era facilísima, a dondequiera pensase llevar el ejército; así mismo envió al prefecto de la caballería Cayo Insteyo a Segovia y al país de los vacceos para reclutar fuerzas de caballería, ondenándole que le esperase en Contrebia. Enviados éstos, salió él mismo con su ejército a través del territorio de los vascones y acampó en los confines de los berones. Al día siguiente, adelantándose con la caballería a explorar el camino y ordenando a la infantería que lo siguiese en formación de cuadro, llegó a la ciudad de Vareya, la más fuerte de esta región. No fue de improviso su llegada, durante la noche, y por todas partes con sus caballeros y con los de los autricones...
Para que se entienda definitivamente, la fuente roja sólo relata este trozo de la azul:
Marchando seguidamente contra las tierras de los bursaones, de los cascantinos y de los gracurritanos, las devastó todas y, asoladas sus cosechas, se dirigió a Calagurris Nasica, ciudad aliada; pasó un río cercano a la ciudad y, después de construir un puente, instaló allí su campamento. Al día siguiente mandó al cuestor Marco Mario a los pueblos de los arévacos y cerindones para reclutar tropas, y de allí a Contrebia Leucada para reunir provisiones de trigo; desde esta ciudad la salida al territorio de los berones era facilísima, a dondequiera pensase llevar el ejército; así mismo envió al prefecto de la caballería Cayo Insteyo a Segovia y al país de los vacceos para reclutar fuerzas de caballería, ondenándole que le esperase en Contrebia. Enviados éstos, salió él mismo con su ejército a través del territorio de los vascones y acampó en los confines de los berones. Al día siguiente, adelantándose con la caballería a explorar el camino y ordenando a la infantería que lo siguiese en formación de cuadro, llegó a la ciudad de Vareya, la más fuerte de esta región. No fue de improviso su llegada, durante la noche, y por todas partes con sus caballeros y con los de los autricones...
El año que Sertorio sitia Contrebia es el mismo que lleva a cabo la incursión contra los vascones o celtíberos, el anterior a la campaña contra los berones. Contrebia es una de las ciudades sitiadas entonces y no un año antes como piensa Livio. De hecho para la fuente azul es un suceso insignificante, puesto que no se menciona, o acaso se confunda con los ataques a Bursau, Cascantum y Gracurris. En lo que sí que coinciden ambas, no obstante, es en la construcción del campamento junto al Ebro previo a la expedición contra los berones. Es entonces, ese invierno, no el anterior, cuando reúne a los artesanos, cuando estaba en Calahorra.